martes, 29 de mayo de 2018

Nuevos Consejos de Elvirilacio

El otoño nuevamente daba su distinguido toque en las tierras cuyanas. Los árboles intentaban copiar a los arcoíris con sus gamas de colores; sus hojas rojas, amarillas, naranjas, marrones y verdes de los distintos arbustos edifican ante los ojos contemplativos sensaciones que sólo el que en Mendoza un otoño ha tenido la dicha de pasar será capaz de comprender.


Por aquellas tierras paseaban Don Calixto Medina y Don Ábila de la Manchita. Reiteradas veces manifestaron su agradecimiento ante tal bello paisaje. El primero ya había tomado nota en su pequeño cuadernito inspiraciones poéticas que sólo dicha estampa otoñal podía otorgar. Mientras tanto el segundo cebaba unos amargos en su famoso “Matoncha”, mate trenzado que siempre lo acompañaba.

Los paisanos llevaban un largo trecho marchando por las tierras del “Godoy”. Iban camino a la casa del Marqués, llevando correspondencia que se le enviaba desde el “Guaymallén Antiguo”.
Y como costumbre entre tales gallardos, las charlas fueron derivando en muchos temas, sean ya filosóficos, poéticos, literarios, deportivos y los infaltables reportes sobre las damas y los amores.

Don Calixto, con sus ya clásicos ataques melancólicos planteó a su amigo un gran dilema, luego de que el tono de las charlas tomaba más seriedad. Tenía un allegado suyo, a quien mucho estimaba, que apenado le había pedido consejo espiritual, pues había un defecto que le hacía recaer en una falta grave constantemente.

Sin adentrarnos en detalles, la conversación paseo por muchas cautelas y advertencias que aquel allegado debería tomar y más; para que Don Calixto pudiese ayudar a su amigo.  Don Ábila sin dudarlo, le dijo que necesitaba consejo, pero ya no de algún simple gallardo, que por más buenas intenciones que tuviese no tenía la experiencia de los grandes maestros. Necesitaba recomendaciones y lecciones de algún Starets, algún sabio y ancestral maestro, que supiese enseñarles no tanto ya por libros de teología (que estos maestros ancestrales manejan), si no por lo que ha ellos principalmente les faltaba, una gran experiencia.

Ya que estaba de paso y no era un gran desvío, tomaron un camino que pasara por el Catell del Monte. Allí habitaba el famoso, pero aun así muy humilde Elvirilacio; viejo cura al cual muchos gallardos acudían, no solo por mandato y órdenes del Marqués de Godoy, si no por su sencillez y buen consejo.

Encontraron al anciano sentado en un jardín interno del lugar arrodillado frente a una imagen de Nuestra Señora. Cuando los vio llegar, guardo el rosario en el bolsillo de la sotana y les dio la bienvenida a los jóvenes.

Luego de algunas palabras, Don Calixto le planteó al viejo cura la situación que se les había presentado a aquellos gallardos, e insistió en que les aconsejara para poder ayudar a aquel amigo suyo. Le dijo sobre la constante caída que padecía, y que por más confesión y propósitos de enmienda que se propusiese aun así volvía a caer; también que algo desesperanzado se cansaba de combatir aquella falta.

El viejo starets quedo un momento en silencio mientras contemplaba el cuadro de Nuestra Señora ante el cual había estado orando. Luego suspiro y habló así a los dos gallardos:

Queridos míos, saben ustedes que nuestras almas son como majestuosas águilas, que deben volar altivas y puras hacia lo alto. Hubo una vez un águila que despistada choco contra una roca y cayó por el suelo de una montaña. Algún cazador que allí aguardaba, le ató una de sus patas a una cadena y la dejo presa al suelo.

El águila cuando se recuperó del golpe, extendió sus grandes alas e intento planear nuevamente hacia lo alto. Pero cuando la cadena dio toda su extensión, vino en pique abajo y se golpeó otra vez con las rocas del suelo. Así intento volar en reiteradas ocasiones, pero obteniendo el mismo resultado, caer y chocar sus majestuosas plumas y la cadena que le ataba contra las piedras del suelo.

El águila se sintió envejecer en el barro, y cesó de intentar volar ante tantos intentos fallidos. Dejó que sus plumas se oxiden y no intentó tomar vuelo una vez más. No hizo más que caminar y rasparse contra el piso de la montaña.

Lo que la pobre águila nunca supo, fue que, de tantos intentos y caídas, la cadena que lo ataba al suelo fue dañándose poco a poco, a tal punto que, si el águila hubiese dado un intento más por volar, esta se rompería y podría liberarse definitivamente. Hubiese podido elevarse como antaño hasta las altas nubes del cielo y dejar atrás aquel barro y aquel suelo que maltrataba su plumaje.

Pero se dejó dominar por la desesperanza y la desazón, no confió en los dones que de lo alto había recibido para volar con más fuerza y altura, como ninguna otra criatura de la tierra puede.

Así hijos míos, cuando uno se ve maniatado a alguna falta, haya alguna inclinación particular que no deje a su alma volar altiva y majestuosamente, no dejen de confiar en la gracia del Espíritu, puede que su constancia sea la que rompa aquellos grilletes, aquella cadena que no le deja crecer. Porque no será nuestra propia fuerza la que los libere, si no la gracia de Dios. La cuestión es ser constantes en pedir aquella gracia e intentar volar cada día hacia lo alto.”



El viejo cura sin despedirse miró la hora que era, sacó su rosario de su bolsillo, y fue a sentarse en el interior del templo, para dar el sacramento de la penitencia a las almas que entrasen a pedirlo.

Con una sonrisa externa, y con seguridad un regocijo interno superior, Don Ábila y Don Calixto retomaron su marcha, reavivaron el mate y siguieron charlando alegres, sabiendo que había un amigo perdido al cual ayudarían con un gran consejo...

Don Ábila de la Mancha

martes, 22 de mayo de 2018

3° Cavilaciones: El Aula Gris (I)

Aquí me encuentro, sentado sobre cuatro tubos de hierro interconectados por otros que parecen el mismísimo fruto de la unión que los destinó a vivir juntos toda la vida para ser una sola cosa. Sobre ellos una madera que los cubre cual velo que envuelve la cara de una novia al momento en que está a punto de dejar de serlo, y va a dar un paso más con su amado. Y sobre toda esta hermosa armonía artificial me encuentro yo, sentado sobre esta silla individual de este aula número 3. Aquí hay centenares de estas sillas, con sus respectivos ocupadores de turno: unos distraídos (como yo), otros prestándole máxima atención a la clase, como si fuesen niños que escuchan una historia ficticia pero aparentemente de suma importancia para su madre o padre que se las narra, así atienden a la aburrida clase de la profesora parlante. También están quienes simulan prestar atención, pero que todo lo que les entra por un oído le sale por el otro.
Decidí escribir un poco pues todo lo que la profesora comentaba no era nada desconocido para mí, y tampoco nada interesante. La química, ciencia empírica y fascinante, dedica su vida al estudio de cosas minúsculas, tan minúsculas que no se puede ver con los ojos simples, algo parecido a la fe, o por lo menos así lo entiendo yo. Todo lo que compone nuestra vida tangible es tratado con suma detención por esta gente embebida de esta ciencia, cual hombre que ha bebido demasiadas copas en el bar, o por qué no, en la guitarreada y derrepente ve todas las cosas con ojos nuevos, como si hubiera descubierto un mundo totalmente distinto y nuevo al que comúnmente solía ver cuando llegaba a la puerta de su casa; que ahora parecía un portal oscuro, u agujero negro que transporta a algún lugar cerrado donde espera un ser extraño con delantal que pronuncia un dialecto ininteligible diciendo cosas como "otra vez mamao vos..." (pero volvamos a lo que estábamos)...
Mi imaginación vuela en estos momentos de distracción. Veo con envidia los aguiluchos que revolotean por encima de la facultad cazando palomas inocentes que se posan en las copas de los jóvenes aguaribays que rodean cual gigantes silentes e inmóviles las "aulas nuevas" donde me encuentro. Un perro viejo y simpático oriundo de aquí, se echó a dormir junto a mi, temblequeando, como si hubiera sido contagiado por mi aburrida situación que ahora se pone un poco más interesante. Tal vez, los estímulos que siento al pensar que este escrito puede acabar en algo extraordinario son la causa por la que los reflejos en las extremidades del animal se vuelven cada vez más fuertes y constantes, cual onda magnética que es capturada por los nervios del receptor. El calor está muy fuerte hoy, quizá es una señal del Creador queriendo decirnos que nos estamos perdiendo el verano encerrados en esta sala.
Pero vamos al grano, El Aula. Este cubo gris, imagen doliente de la monotonía agobiante que arruina la vida del hombre, le falta color y detalles, otra imagen de lo antipoético que se está transformando el mundo, que ya no conoce de sorpresas, de asombro, de observación, de contemplación, de color, en fin: de admiración por lo bello. Esto es a donde quería llegar con estas líneas que comenzaron siendo una pequeña balsa en el espacio exterior, y ahora encontraron un rumbo siguiendo una estrella que lo ilumina, y que calienta la faz de este soberbio timonel que la guía inexperto aún. El ruido y el bullicio me impiden pensar con claridad al embarcarme en este tema tan patente pero tan sutil a la vez, que como dije al principio "los ojos simples no pueden ver", o también podríamos decir "los ojos ciegos no ven con facilidad". No presumo ser águila que todo lo ve desde las nubes, pero creo que por lo menos logro alcanzar a distinguir (con dificultad) lo blanco, lo gris y lo negro; o más claro: lo bueno, lo tibio y lo malo. En mi opinión personal, lo gris es lo peor y creo que Dios está de acuerdo con esto. Como venía diciendo, el aula es gris, imagen del mundo de hoy. Curiosamente hoy es 14 de Febrero, día de los enamorados, todo se viste de color "rojo corazón", un rojo virtual y falso que sirve para disimular y esconder la falta de Verdadero Amor en la vida de los hombres, más explícito: la falta de Bien, Verdad y Belleza, la falta de Camino, de Luz; más explícito aún: la falta de Dios.
Pero esto no quiere decir que está todo perdido, pues como me gusta decir: "la esperanza es lo último que se pierde"... podríamos concluir que es preferible a que San Valentín exista a que no; y como dice el refrán "pior es nada". Retomando... El aula es gris, pero aún así hay un poco de blanco que con el haz de luz de sol que entra por las amplias ventanas torna el ambiente más alegre y luminoso. Esto nos da esperanza, y más el hecho de que la puerta sea blanca que nos lleva hacia afuera de este cuadrilátero insípido y techado.
La hora del recreo llegó...

Me disculparán la demora pero es bueno antes de abordar el tema, llenar de O2 el cerebro, digo, de oxígeno la cabeza, perdonen, la clase transforma mi jerga común. Volviendo una vez más sobre esta bola deforme que no se por donde entrar para explicar de mejor manera; prosigo:
Al mundo gris, tibio, antipático y apoético le falta color. El hombre se ha deshumanizado, cada vez se vuelve más animal y menos racional, y por esto se vuelve gris, y con el tiempo puede caer en negro. La oscuridad, entendida como falta de Luz, de Bien, etc, es imagen del enemigo. Pero curiosamente el Negro (el Mandinga) no quiere que todos sean negros, pero sí que nadie sea blancuzco y reluciente. Pues como ya dije los grises divierten al enemigo y lo satisfacen aún más que los mismos negros entregados a él. El gris es algo blanco que se le aplicó negro, es el oscurecimiento de lo claro y puro, que con una sola gota de negro puede bastar para quitarle su blancura. El negro en cambio, no posee nada de blanco, es pura maldad, pero lo negro por sí mismo no puede existir, sino sólo a falta de Blanco. El gris, por otra parte, si no se preocupa por desteñirse del negro cada vez se vuelve más oscuro, sin dejar de ser gris, aunque muchas veces se puede transformar en negro completamente.
A mi entender somos todos grises, es decir, indefinidos, entre blanco y negro, pues no nos la jugamos por uno o por otro de forma total. (Cualquiera que hiciese analogías de este escrito con la teoría oriental llamada "El Jin y el Jan" (algo asi) que dice que "todo lo negro tiene algo de blanco, y viceversa" es un estúpido importante). Sigo: El gris hoy en día es predominante, y probablemente esa sea la estrategia del enemigo. Yo pienso que si, pues a medida que el hombre se ha ido corrompiendo, ha dejado de lado muchas cosas humanas y sanas, volviéndose cada más gris, más aburrido, más monótono, más rutinario, mas inhumano, etc, etc, etc. Ha confundido los términos, las palabras y los conceptos, confundiendo "amor" por "placer sexual egoísta y desmedido", confundiendo "diversión" por "placeres sensitivos (de todo tipo) excesivos y desmedidos en todo momento y a toda hora, de manera constante", haciendo del placer un fin y un sentido de vida; olvidando y desviando lo trascendente y mediato con lo inmanente, lo inmediato, las modas, lo pasajero, etc. El "vive el presente" para llegar al Cielo o el "estudia el pasado" para aprender, han sido cambiados por "disfruta el momento", "olvida el ayer", "vive el ahora", y con esto el hombre quiere y se encapricha con tener todo al instante, ya, ahora mismo, dejando de lado el discernimiento moral de los actos, callando la conciencia que le ladra salvajemente en su interior reprendiéndolo.
Es un tema muy amplio, más largo que esta aburridísima clase de química, y que requiere una reflexión y comprensión acertada y certera sobre lo abarcado. Pero yendo un poco más profundo, yo creo que el gran problema, además de olvidar a Dios, es la falta de admiración, es a fin de cuentas, falta de visión y audición. Y aquí entra el factor causante de enormes e inmensurables males del hombre: El arte. El arte se ha atacado tanto que ya "arte" no es la representación bella de algo bello que ha sido contemplado, saboreado y rumiado por su artífice, y que posee un mensaje de trasfondo, (o que simboliza algo bello y coherente); ha pasado entonces a ser la representación informe de lo primero que se me cruzó por la cabeza, o lo que mis apetitos desordenados me gritan en el momento de "inspiración", y otras representaciones más de este tipo. Los artistas por ende ya no son "buena gente", sino que son (tristemente) la voz del mundo posmoderno lleno de desorden, que no entiende que el desorden engendra desorden y no "arte" de verdad. Sin reflexión, observación, contemplación, detenimiento, orden, etc, no se puede concebir buen arte (en todo los aspectos considerables dentro de esta esfera tan bella que es El Arte). Todo esto, insisto, requiere de un ordenamiento interior, de silencio, de paciencia, de música (entiéndase bien, no me refiero al ruido espantoso que hoy en día llaman música o arte musical)...
Podríamos extendernos muchísimo en todos estos diversos temas que se relacionan pero me interesa seguir con la analogía del aula Gris. Como bien dije, la puerta es Blanca, la salida de este cuadrado gris es blanca, y no negra, esto nos quiero decir: hay esperanzas. La muerte no es la representación negra de un muerto con capucha sino la Luz cándida y blanquecina, la Puerta que nos lleva hacia afuera del aula, hacia el Cielo azul. Ya no hay aquí gris o negro, sino que múltiples colores que si uno se detiene a pensar un segundo, todos poseen algo de Blanco, algo de Luz, algo de Dios. Sin esta Luz, no distinguimos nada, y todo es oscuro y negro ("sin Mi nada sois"). De manera inversa, con Ella (la Luz) diferenciamos a la perfección lo rojo, lo azul, lo verde, etc.; y todo nos habla de esta Luz, todo nos conduce hacia un Blanco que es principio de todo color. Allí, afuera del aula, afuera del valle de lágrimas de esta vida terrena y temporal, no hay negro (ausencia de blanco), y no hay grises que contengan negro.

Don Camilo di Benedetto