lunes, 12 de agosto de 2019

¡Para que seas feliz!

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"12Y ahora, Israel, ¿qué te pide tu Dios, sino que temas a Yahveh tu Dios, que sigas todos sus caminos, que le ames, que sirvas a Yahveh tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, 13que guardes los mandamientos de Yahveh y sus preceptos que yo te prescribo hoy para que seas feliz? 14Mira: De Yahveh tu Dios son los cielos y los cielos de los cielos, la tierra y cuanto hay en ella. 15Y con todo, sólo de tus padres se prendó Yahveh y eligió a su descendencia después de ellos, a vosotros mismos, de entre todos los pueblos, como hoy sucede. 16Circuncidad el prepucio de vuestro corazón y no endurezcáis más vuestra cerviz, 17porque Yahveh vuestro Dios es el Dios de los dioses y el Señor de los señores, el Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas ni admite soborno; 18que hace justicia al huérfano y a la viuda, y ama al forastero, a quien da pan y vestido. 19(Amad al forastero porque forasteros fuisteis vosotros en el país de Egipto.) 20A Yahveh tu Dios temerás, a él servirás, vivirás unido a él y en su nombre jurarás. 21El será objeto de tu alabanza y él tu Dios, que ha hecho por ti esas cosas grandes y terribles que tus ojos han visto."
Deuteronomio X, 12-21

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12. Nuevo Israel: Iglesia peregrina... Alma mía -homo viator-, hazte una y mil veces esta pregunta bíblica dada por el Pneuma. Que te acompañe día y noche. Y haz de hacértela "¡ahora!", para este momento, en el presente que es el tiempo -Hora de Dios- donde se encuentra Aquel que te interroga: no esperes mañana para hacerte tal interrogante, ni demores mucho una respuesta profunda a dicho interrogatorio. ¿Qué me pides, qué me exiges, Dios mío? Santo temor, seguimiento incondicional -por el camino que Tú quieras, Buen Pastor-, servicio total y entrañable,
13. Memoria y vigilancia. El inicial compás evangélico "María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón" (Lc 2,19.51) y su coda "Velad y orad" (Mt 21,21). No seas desmemoriada, ¡oh Israel!, ni bajes la guardia para que alcances la Bienaventuranza que se te prometió. El Creador diseñó tu corazón y tiró de su cuerda para que viva anhelando y persiguiendo ávidamente una sola felicidad -y no otra-: Él mismo.
14. Por eso: "¡mira!". Abre los ojos bien abiertos. Observa. Contempla. Remira. Otea el horizonte, otea todos los horizontes por los cuales te visita tu Amo, y Amo de todo el Universo. Todo es suyo: tú también lo eres. Estira los ojos de tu corazón y también, los de tu mente. "El Señor está a la puerta y llama" (Ap 3,20); la ceguera y necedad, también lo están. ¡Ojo! Otra petición más del Altísimo: mirar.
15. Aquí me quedo paladeando este término y su insondable realidad: "se prendó". ¿Cómo? Sí, el Señor de cielo y tierra se enamoró, quedó cautivo, hechizado de mí, ínfima criatura. ¡Misterio de amor! Locura divina. Él, el Señor, se prendó... se prendó... y me eligió. ¡Que vértigo...!
16. Circuncidad el corazón y demostrad, hombre, Su pertenencia honda, sentida. "Somos tuyos, tuyos, tuyos..." ¿Recuerdas las dulces Completas del día que acaba, de toda tu vida? ¡Y no seas cabeza dura! O selo, para el pecado y el nefasto respeto humano.
17. Ahora medita en su GRANDEZA, PODER y GLORIA. Con demora. Y ama al prójimo como El ama, sin tantas distinciones, y desinteresadamente.
18. Porque este Dios es tu PADRE, tu ESPOSO y tu PATRIA. Y tú, eres huérfano, viuda y forastero. Fuera de Él no existes y hacia Su Casa te encaminas, peregrino. Es tu Amado y tu Amante, alma herida. Es tu Abba que te cuida como un hijo predilecto; y en verdad "¡lo somos!" (I Jn, 3,1).
19. Recuerda. Va de vuelta: recuerda. Vuelve a tu corazón constantemente para vivir de esta verdad que es, realmente, tremenda. Así será como comiences a amar a los "forasteros" que te rodean.
20. Y al santo temor y al servicio total se le añaden la unión divina y el Santo Nombre. Vivir en Él, vivir de Él, con su Nombre poderoso y precioso. Jesu dulcis memoria...1
21. ¡Qué versículo tan denso, tan luminoso, tan consolador! Acepta lo que tus ojos ven. Sí, tus ojos no engañan: Él es el Dueño de tu existencia. Te mueve, Te guía, Te alimenta. ¿Cómo podría no ser Él el objeto de tu única alabanza? ¿Cómo no podría ser Él la fuente de tus delicias? ¿Cómo podría ser otra tu dicha, tu paz y tu alegría? ¿Cómo, alma mía, responde y no te quedes callada, cómo no podría ser Él el "Dios que alegra tu juventud" (Sal 43,4) con semejantes prodigios y portentos que ha obrado en ti y sigue obrando para que seas feliz? Estas cosas son grandes y terribles, ciertamente. Dignas de rumiarlas, una y otra vez, para no encender la ira de Yahveh por insensatos o idólatras.

Alma, entonces, ¿qué pide tu Dios? Todo.
¿Se puede ser feliz sin Él? Ésa es la cuestión.

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1HIMNO DEL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS (traducción de Jesu Dulcis Memoria)

Oh Jesús de dulcísima memoria,
Que nos das la alegría verdadera:
Más dulce que la miel y toda cosa
Es para nuestras almas tu presencia.

Nada tan suave para ser cantado,
Nada tan grato para ser oído,
Nada tan dulce para ser pensado
Como Jesús, el Hijo del Altísimo.

Tú que eres esperanza del que sufre,
Tú que eres tierno con el que te ruega,
Tú que eres bueno con el que te busca:
¿Qué no serás con el que al fin te encuentra?

No hay lengua que en verdad pueda decirlo
Ni letra que en verdad pueda expresarlo:
Tan sólo quien su amor experimenta
Es capaz de saber lo que es amarlo.

Sé nuestro regocijo de este día,
Tú que serás nuestro futuro premio,
Y haz que sólo se cifre nuestra gloria
En la tuya sin límite y sin tiempo.

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