Acabada gran parte del año, donde la mayoría de las
responsabilidades ya se habían dejado de lado, llegaban las fechas donde las
reuniones entre amigos se vuelven una constante. Ya casi no quedaban trabas ni
deberes que impedían pasar largas horas de charla junto al fuego, con mate en
mano.
Y allí se encontraban nuevamente en la región de los Gamos
algunos gallardos, contemplando las ardientes chispas del fuego y la carne que
se asaba sobre ellas.
Luego de que Don Calixto Medina y Don Camilo hubiesen
charlado un buen rato, interrumpieron con su llegada los apodados orientales
del grupo, Don Ábila de la Mancha y el Peregrino Libanés. Estos rápidamente
armaron sus “pipas árabes” para traer los aromas de sus cedros del Líbano y
descansar tras una larga jornada.
Cuando ya se habían acomodado, resoplando exclamó el
peregrino- ¡Que agotado que me dejó este día! A fin de año uno se llena de
cosas y ya no me dan las fuerzas para aguantarme todos los contratiempos que
interrumpen a uno. Por suerte ya estamos más liberados. Quisimos llegar lo
antes posible. -
-No hay problema ni apuro- replico Don Medina con
tranquilidad- el tiempo no es nuestro y a veces la rutina o el trabajo se lleva
gran parte. Suerte la de ustedes que recién damos vuelta la carne. –
-Es verdad, pero la paciencia cada vez se me agota más
rápido- decía el libanés mientras cansado recibía la manguera que le pasaba su
compañero para humear su narguile.
Y luego de
que soltase aquella frase, Don Ábila aportó- ¡Que tema el de la paciencia! Y
cuan necesaria nos es. Después de todo, vivimos en un Valle de Lágrimas, vamos
a tener padecimientos de todo tipo, sufrimientos y molestias tanto físicas como
espirituales. Y si no lo vivimos con paciencia, entonces será todo perjuicio
para el alma, contrario a si la tuviésemos, pues sufriríamos con provecho.
Es cierto
que ahora vamos a disfrutar de un buen asado, pero todos aquí sabemos que
tenemos padecimientos, o que los tendremos en un futuro.
-Toda la razón amigo- agregó Don Medina- pero que cuestión
difícil de llevar a la práctica la virtud de la paciencia. Porque tiene uno que
poder en el momento de la larga fila por un trámite, o en el que el inagotable
tráfico lo hace desesperar, tomar sin sufrimiento esas esperas e incluso ofrecerlas.
-
Mientras reflexionaban lo que decían, Don Camilo, quien
descorchaba un vino añejo aportó:
- Recuerdo una de los capítulos del grandioso libro de
C.S.Lewis Las Cartas del Diablo a su
Sobrino que desenvuelve muy bien este tema…- Y su oración se interrumpió
por el ruido del corcho que resistente salía de la botella, - recuerdo que el
autor mencionaba que el tiempo es un “Presente” y así, como presente que es,
debemos entender que es un regalo, que no podemos adueñarnos de las 24hs. del
día. No podemos retenerlo. Si tuviésemos que servir por mandato de Dios las
24hs. del día entenderíamos que cuatro horas de estudio, o una hora en el
colectivo no serían ninguna molestia.-
-El problema es ese- decía el Peregrino- tenemos un
sentimiento de propiedad constante, ya que creemos que todo atenta contra lo
que es de uno cuando no lo es: mí tiempo, mí descanso, mí recreación. –
A lo que
continuaba Don Camilo Di Benedetto- Tal cual, es como decía anteriormente mi
querido amigo melancólico- y con una mueca sonreía y elevaba la copa para
brindar con Don Calixto- cuando ustedes llegaban: “el tiempo no es nuestro”. Es
como si un gran Rey diese un pequeño condado a un Caballero para que lo
cuidase, y este creyese que hasta las más pequeñas rocas son suyas.
Y no es así, si no
que hasta la última piedra pertenece a aquel gran Rey que le dio el condado a
su cuidado. El podrá usarlas para construir una muralla, o para hacer un
camino, pero aun así no son suyas sino del Rey. Es el problema de creerse
poseedor y dueño de las cosas, donde empieza a jugar el orgullo. ¿Qué opina
compañero mío? – preguntó al de La Mancha.
-Comparto con ustedes. Y ceo que el problema
no es sólo un tema de orgullo, si no del como enseñamos a poseer las cosas. Si
un niño dijese que su juguete es “mi juguete” de manera posesiva, o “mi pelota”
creyendo que son cosas exclusivas de él y puede destruirlos ya que es el único
dueño, estaría equivocado. No es un “mi” de propiedad que se debe aplicar. Debería
ser un “mi” como un receptor de afecto, que demuestra la relación especial, el
vínculo que me une con las cosas.
De esa
manera diremos “Mi Patria”, “Mi Fe” no como propiedad exclusiva nuestra, sino
como un regalo, un presente que generosamente tenemos. Y así con el tiempo, por
esa relación también se funda la paciencia. Y de la misma manera con Dios. Si
decimos “Mi Dios” no quiere decir que pueda exigirle lo que sea porque es de mi
propiedad. –
- ¿Cómo sería eso? -
lo interrumpía el Peregrino Libanes, algo desconcertado, mientras le pasaba
nuevamente la manguera del aparato árabe-
- Y si alguien rogase pidiendo: ”Mi Dios no deseo sufrir
esto”, o “Mi Dios no quiero padecer determinada cruz”, creyendo que Dios es de
su propiedad y debe cumplirle cualquier deseo exigiría algo que no le
corresponde. Se debe tener esa relación de afecto que mencionábamos antes. Es
“Mi Dios” porque me reconozco criatura e hijo suyo, y porque veo el vínculo
especial que nos une a ÉL. Lo cual hizo nuestro Señor cuando le pidió al Padre
que apartase de él aquel Cáliz que padecía, pero que se hiciese al fin Su
voluntad y no la del Hijo. –
- Y así es como debe ser nuestra oración. No debemos
pretender que Dios nos concederá cualquier cosa. Porque uno le puede pedir que
le evite tal dolor físico, o que no se lleve la vida de algún ser querido; pero
Dios probablemente nos exija ese dolor para ofrecer la mortificación, o se
lleve a nuestro ser querido, para que nos atemos más a la vida sobrenatural-
agregaba con certeza Don Camilo.
-Creo entender bien ahora- agregaba Don Calixto que había
permanecido un oyendo pensativo. - y no
quiero extender la charla por las ramas, porque podemos desviarnos a diversos
temas. Pero es también eso que explicaban amigos, parte del Amor de Dios a
nosotros. Como el Rey que le da el condado al Caballero, nuestro Padre nos da
muchas cosas que son de Él, y no debemos creernos dueños, así nosotros mismos
somos de Dios. Nos hizo libres para que libres lo amemos, pero al fin de
cuentas cuando la muerte nos lleve y si nuestro destino es la Vida eterna, Dios
dirá: “Esta alma es mía, porque la amé y me amó”. -
A lo que cerraba Don Camilo- Claro, contrario a lo que el
mandinga desea, que es conquistarnos, ya que no somos suyos. Quiere que nos
desprendamos de ese vínculo afectuoso con nuestro Padre, para que al fin de los
tiempos diga “esta es mi alma” pero con ese “mi” posesivo. -
Asombrados de cómo habían desenvuelto la conversación, los
cuatro gallardos se quedaron contemplando el brillante fuego por un rato en
silencio.
Hasta que con buen humor el Peregrino exigió al asador- Che
para cuando esa Punta Espalda a la parrilla ¡se me acaba la paciencia! –
Y Don Camilo no vio otra solución que descorchar otra
botella de buen vino para acompañar las risas que el comentario del oriental
había producido. Y así contentos y agradecidos por poder compartir otra
enriquecedora jornada los compañeros disfrutaron un buen asado, y se acomodaron
alrededor de la fogata para guitarrear en la ya caída noche.
Y antes de que el de Los Gamos soltase las primeras notas,
con gran alegría dijo Don Calixto Medina:
-Ahora comprendo mejor aquel bello poema de Sta. Teresa:
“Nada
te turbe, Nada te espante,
Todo
se pasa, Dios no se muda.
La
paciencia Todo lo alcanza;
Quien
a Dios tiene Nada le falta:
Sólo
Dios basta.”
Luego
de guitarrear y terminar las bebidas espirituosas, los jóvenes se despidieron
partiendo para sus pagos, y en sus cabezas resonaba la frase “Sólo
Dios Basta”.
Don Ábila de la
Manchita