domingo, 28 de febrero de 2021

Al Sur patagónico





 Algo más del "fomes", o de otra cosa, en el Sur...


La Naturaleza en la Patagonia es naturalmente mágica, esto es sabido. Estarse allí quedo, mirándolo todo intensamente para asir la mayor cantidad de formas y colores, para que ingresen al alma y permanezcan, es el rumbo. Hacerse uno con la Naturaleza es la consigna. O mejor, acogerla sin resistencias, tal cual es. Con sus gemidos casi inaudibles. Aceptando el paso del Cronos con sus inclemencias. Adoptando un estado de receptividad que urge, que reclama desde adentro. ¡Que ruge! Alma que busca la captación del ánima del cosmos. Dejarse herir por las terribles bellezas que acechan desde todos los ángulos. Nada es indiferente; todo acedia. Todo es importante; absoluto y relativo al mismo tiempo. Mirar de soslayo las cosas que lloran. No desatender ese llanto multisecular. Observar la sangre que corre a la par de la savia. Enfrentarse a la Pachamama pero de pie, sin postrarse. Idolatrías y supersticiones que no dicen nada, que no son nada, pero que tanto abundan en estos parajes sureños. Corazón silvestre que se encuentra en su hábitat, que se siente más cerca del Artífice de aquello que hechiza y encanta. 

Expansión. Libertad. Verticalidad. 


A su vez, fantasía humana, caída, que se rebela en las soledades de los bosques y en la majestad de las montañas y de los lagos. Imaginación  profundamente dañada que no logra aventurarse con inocencia. 

Lamentable condición.

Virginidad ausente en un paisaje diáfano y prístino. Ansiedades de un "fomes" que en estos casos aparece en toda su crudeza. Sin embargo, la Naturaleza sigue bonificando. Hace bueno al hombre bien dispuesto... ¡Bien dispuesto! Porque si no encuentra un corazón dócil, Ella misma se oculta, y deja de trabajar los espíritus. 

Así los abandona.

Abandona a todos aquellos que no atienden ni entienden lo que los sentidos le presentan, aquellos que contradictoriamente buscaron la hermosura y la grandeza de la  Patagonia como refugio de sus ideas ideológicas y de sus vidas libertinas. Hay un desaire en la Naturaleza para tantos errantes de estas latitudes que se percibe en el ambiente. El alerce, el arrayán, el coihue, el pino azul y el abedul enmudecen. La bandurria, el chimango, el carpintero y el zorzal apagan su canto. El viento incesante, las frías aguas, los picos desnudos y las piedras pintadas ya no se expresan. Privilegiados medios para señalar al Creador que yacen inútiles. Impresionantes caminos para elevar la mente al Hacedor que están cortados.

 

Con todo, el anzuelo de la Creación sigue siendo temible. Y para los que procuran acercarse a la Naturaleza salvaje misteriosamente terminan siendo domesticados, amansados, un poco más buenos. 

Aunque otra cuestión es la contracara de esta realidad: la maldad del hombre. El pecado original otra vez. La dificultad para ser bueno entre los hombres. Cansancio de habitar en las ciudades donde la mano del "manchado" lo estropea todo; donde el cincel del Divino Artesano no se ostenta. 

Como aquí.

Como en los siete lagos -Lácar, Machónico, Falkner, Villarino, Escondido, Correntoso, Espejo-, como en el inmenso Nahuel Huapi, como en el Huechulafquen y su estremecedor volcán Lanin, como en el mítico Traful y los "dedos de Dios" que lo apuntan. Como en tantos lugares, rincones y alturas que fascinan los ojos...

Aquí el alma puede conquistar la serenidad que necesita. La paz, que siempre es huidiza...


Y también yo he de huir antes de que sea demasiado tarde. La belleza de este lugar puede cambiar tu existencia. 

¡Vete, si no quieres ser atrapado en su espinel! Si no quieres ser capturado por su encanto sin igual. ¡Vete!, aunque te apartes lastimado muy dentro, con nostalgias sin remedio, con más sed que antes, pero quizás, tal vez, con menos ansias y preocupaciones. Con más sosiego y, al mismo tiempo, con más impaciencia de Eternidad.


Eso hace el Sur patagónico. Esto acontece aquí, en mi patria.



PS: Al terminar de relatar esta vivencia, a modo de despedida, bebiendo una pinta negra a orillas del Lago Traful en el bar Fogón, me sorprende gratamente -una vez más- la bendita Natura: una redonda y brillante luna llena asomándose por entre los picos de enfrente de mí, espejándose en un lago calmo; anunciando una noche maravillosa, la última de estas inolvidables vacaciones de este 2021 incierto.




martes, 16 de febrero de 2021

"Fomes peccati"


Caminábamos nerviosamente, con paso acelerado,
fumábamos cigarro tras cigarro, angustiados,
lo observábamos todo en derredor,
hacíamos de cada esquina un mirador,
mirábamos y remirábamos, los casos y las cosas,
nada se nos escapaba de nuestra mirada escrutadora
-o eso creíamos, en alguna ilusión óptica...
Pero allí y así nos encontrábamos, mirando, andando,
una cuadra y otra y otra,
buscando algo,
o quizá buscando a alguien.
¿Quién lo sabe?
(Luego nos dimos cuenta que alguien lo sabe, o lo supo.)
Proseguíamos la marcha, no a tientas, sino con los ojos bien abiertos.
Mejor dicho, pensábamos que nuestra andadura era segura y luminosa.
Pero lo cierto es que no todo era claro como parecía.
Detalles se nos iban.
Esencias se nos ocultaban.
¿Por qué?
Porque nos figurábamos que la veíamos, a la cosa que andaba mal;
A todo lo que andaba mal en el mundo imaginábamos ver.
De esto discurríamos mientras avanzábamos hacia un lugar incierto,
fumando, cigarro tras cigarro, conquistando cuadras y manzanas.
Y mientras cavilábamos, observábamos a las gentes que pasaban:
mujerzuelas de todas las edades exhibiendo sus carnes tatuadas al sol,
chicuelos profiriendo soeces desde sus bocas de alcantarillas,
chiquillas ostentando sus bultos con un pucho en sus manitas,
grupejos de adolescentes drogándose a ojos vistas,
muchachas desfiguradas en su piel por el poder de las ideologías,
sodomitas besándose impunemente en las plazas,
pungistas de toda laya asaltando en cada rincón de la ciudad,
la violencia y la agresión de los conductores de autos sin sosiego,
la indiferencia criminal de los transeúntes,
los mendigos y los pobres de miradas torvas,
comerciantes y banqueros enloquecidos por la cifra y el cobre,
borregos en manada orgullosos de sus barbijos
y todos a una rindiendo culto al Baal del Nuevo Orden Mundial.

Cada vez nos agitábamos más en nuestro paseo circunstancial.
De este cuadro humano -¿humano?- viramos al resto de los seres;
animales, plantas, rocas;
gatos y perros cansados de su riña sin fin,
árboles heridos por la furia de una sierra municipal,
piedrecitas tristes de ser tan olvidadas y pisoteadas...
¡todo el Cosmos gimiendo dolores de parto!
Pequeñas muestras de algo que andaba mal en el mundo.
De algo a lo que intentábamos dar alguna respuesta.
Y así proponíamos algunas a la consideración de nuestra caminata.
Arriesgábamos distintas causas  y razones:
sociales, económicas, culturales, ambientales, históricas,
físicas, psicológicas, filosóficas, espirituales...
¿A qué se debía todo ese mal visible en la sociedad? 
¿Por qué había tanta malicia perceptible por las calles?
¿Por qué el desorden, el caos, la injusticia en todas sus formas?
¿Por qué? ¿Por quién?
¿Acaso alguien tenía la respuesta?
(Luego nos enteramos que alguien ya la sabía, al menos en parte.)
De este panorama exterior pasamos al interior, y allí la cosa se complicó aún más.
Todo era oscuridad cuando nos asomamos a la interioridad.
Miserucas por todas partes, nada había puro en el alma.
¡Nada! 
No supimos cuidarnos de la levadura de fariseos y saduceos.
Dentro nuestro todo era hipocresía, mala vida, crueldad:
todo un corazón endurecido.
¡Tanto nos aterró el paisaje columbrado que volvimos la vista para no desfallecer!
Otra vez las miserias de la gente estaban ante nuestras narices.
De nuevo un mundo girando alrededor de una Cruz...
Y al decir "Cruz", hicimos memoria.

En ese instante la Teología lo inundó todo con una luz enceguecedora y dulce.
Crux lux!!!
El paseo externo estaba concluyendo




-mientras que el interno recomenzaba cada jornada-.

Por la Cruz llegábamos al Origen:
oteamos asustados a nuestro padre común, Adán
(aquél que sabía lo que antes ni sospechábamos), 
padre también de todos los rostros corruptos que vimos.
Adán nos tenía una respuesta aunque parcial.
Él sabía que buscábamos un Jardín.
En verdad, todas las personas que nos cruzamos aquella vez buscaban lo mismo,
instintivamente.
Era el Huerto del Edén, era el Paraíso Perdido,
el que cultivó el primer Hombre y del que fue expulsado,
amargamente.
Desde entonces yace el Huerto escondido y custodiado por el Ángel de flamígera espada.
Sin embargo, lo que no pudo entrever Adán,
lo que no pudo caber en imaginación alguna,
fue la gloria de la Cruz redentora:
hete aquí la respuesta completa.
Por Ella nos vienen todos los gozos a este mundo pecador.
Todavía más, El que allí colgó es el mismo que quita el pecado del mundo.
El pecado, no sus huellas.
El pecado, no sus consecuencias.
El pecado, no la "estructura de pecado".
Porque lo que vimos y experimentamos a plena luz de aquel misterioso día,
lo que vimos y experimentamos y padecemos todos los santos días;
esas molestias, esas inquietudes, esos malestares;
esa rebelión constante de la carne;
esa propensión al daño, la inclinación la maldad;
ese desorden de las pasiones más bajas;
la Concupiscencia indómita;... 
todo eso que contemplamos y que es todo lo que hay en el mundo,
es el fomes peccati.

¡El maldito y bendito fomes!

Mas sólo por el Crucificado se enderezan las apetencias,
se corrigen las desviaciones,
se limpian las sucias impresiones, 
se sanean las holladuras vergonzantes.
Por Él, con Él y en Él no quedarán rastros de corruptibilidad,
no habrá más lacra para quien toque el verdadero Árbol de Vida.