jueves, 5 de octubre de 2017

La liebre y el conejo

En un día cálido cualquiera, una liebre corría ágil de un arbusto a otro. Apareció entonces un conejo, y se burló a voces gritando:

-¿De qué te sirve correr, necia liebre? Pierdes el tiempo pudiendo aprovecharlo en el estudio de las plantas, como yo. ¿No sabes acaso que el conocer las plantas y sus tipos es lo más noble que un animal puede hacer?

Y así era en efecto, el conejo era muy erudito, pero el estudio le quitaba tiempo para el ejercicio.

En eso se hizo el silencio en el bosque, y ambos animales se pusieron alerta. Como un gigante apareció de un gran salto un puma, y comenzó a perseguirlos. La liebre, ágil, se escapó fácilmente, pero el conejo quedó rezagado y cayó en las garras del puma feroz.


"El que se salva sabe; el que no, no sabe nada"

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El Emigrante Nostálgico

miércoles, 4 de octubre de 2017

Cuando el hombre se hizo Dios. (Parte I)

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Será quizás que tanto soñar y anhelar una civilización cristiana, misteriosamente un día, Don Virula despertó en el año 1300, y vio con asombro que se encontraba en la querida edad media, en el seno europeo. No le fue necesario preguntar nada a nadie para que se sintiera perfectamente ubicado, con todo lo que esto demanda. Emocionado, decidió caminar y respirar aquello que tanto amaba, aquello que tantas horas lo desvelara, aquello que le hacía hervir la sangre: la Europa cristiana, sus guerras, sus héroes, sus hazañas, sus leyes y su cultura. 
Mientras caminaba por la ciudad, veía las inmensas catedrales en construcción, las banderas y crucifijos descubiertos en alto en cualquier esquina, la arquitectura, el arte, el culto, monasterios, obispos,  caballeros majestuosos y las damas bien vestidas. Parecía que todo tenía armonía, y se podía intuir allí, que todo se hacía para mayor gloria de Dios.
Siento la fuerte tentación de detenerme a describir con lujo detalle lo anterior, más no es el fin de la entrada, y por esto, he resumido al máximo esta pequeña composición de lugar, para dar con el hecho importante que sucedió allí.
Resulta que al caminar, vio una muchedumbre que se reunía en la plaza. Con cierta intriga, se acerca el Virula a observar más de cerca, y descubre que todos estaban atónitos escuchando a un importante catedrático que daba un discurso parado sobre una fuente. Llamaba la atención la energía del hombre al hablar, y la pulcritud de su oratoria. Por suerte, Don Virula era flaco, y pudo escabullirse entre la multitud hasta alcanzar uno de los primeros puestos, donde pudo oír bien. Alzando la vista, escuchó:
-Damas y caballeros, oíd bien mis palabras, puesto que llega la hora que tanto habéis esperado, desde vuestro padre Adán, hasta nuestros días. Día glorioso que contempláis, en que tantos hombres valerosos desearon ver. Al fin hemos logrado romper nuestras cadenas, al fin hemos logrado la libertad humana, para alcanzar nuestra plenitud. Vendrán días sublimes, puesto que hemos enterrado el dilema de la humanidad entera, y a partir de hoy, yo, ante todos vosotros, me declaro, dios y señor del universo.-

La multitud aplaudió con una fuerza descomunal, y vitorearon con gritos chillones al locutor. Don Virula quedó totalmente descolocado, y su mandíbula llegaba hasta al piso, por no creer lo que estaba oyendo. En un principio le pareció todo absurdo, pero algo le indicaba la tragedia universal que estaba presenciando, quizás fue que tuvo la sensación que a los presentes se les dibujaba una sonrisa siniestra, maligna. Turbado como estaba, reunió fuerzas para interrogar al orador, y dijo:

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-Disculpe, hombre, ¿cómo os llamáis?- A lo que le respondió:
-Mi nombre es Ockham, a su servicio- Y Virula volvió:
-Dígame, señor Ockham, ¡Cómo es que os declaráis dios, ¿no tenéis miedo a la Santa Ira?, cómo es que pronunciáis dicha blasfemia!- Todos rieron, y al ver el apoyo del público al hombre, Ockham respondió:
-La santa ira la desencadeno yo cuando me sea menester, y puedo lanzarla hacia ti, puesto que soy dios, sin embargo, me tomaré el tiempo que sea necesario para explicarte, cerdo infame, y de paso terminar de hacer entender a la humanidad entera su necedad. Debéis comprender amigo mío, que el hombre ha vivido tanto tiempo ya bajo el yugo del dios creador. Sin embargo, eso ya no existirá, puesto que en verdad, nosotros hemos creado a dios, y por lo tanto somos amos de dios.- Don Virula, no pudiendo creer lo que le decía, respondió:
-¿Cómo diablos dices eso, cómo puedes tú, ser humano limitado crear a dios mismo?-
-Mirad joven imberbe, lo que tu cabecita os indica, es que tú has sido creado por dios, y digo cabecita, porque allí es donde mora tu concepto de dios, es por esto que en verdad, nosotros mismos con nuestra cabeza, creamos a dios, él es nuestra creatura, formada en el seno de nuestra inteligencia. He aquí mi sabiduría, es por esto que mi empresa ha comenzado, le daré al hombre el arma más poderosa del mundo, le daré el poder de someter a dios. Dios, no es el ser más grande y el hombre, ya no debe intentar conocerlo, ni contemplarlo, todo eso es falacia. El hombre es su propio dios, y nuestra inteligencia gobernará ahora sobre el orbe. ¡Escuchad bien todos, comenzaremos desde hoy a construir una nueva era, la era el hombre, y todo aquello que venga del hombre, por venir de nuestra mente, será acogido con solemnidad!-
Todos aplaudían, Don Virula fue apartado por la muchedumbre que rendía culto al hombre. Fue en la angustia de una gran tensión que pudo comprender que el hombre había decidido romper con Dios. Ahora los nuevos dioses de la tierra, comenzarían a dictar nuevas leyes, y destruirían la ley de Dios. Y fue en la cima de un cerro, donde contempló cómo se propagaba la herejía. En la sencillez del planteo, se escondía el designio más diabólico jamás visto. Por todas las calles se corría la voz de un nuevo nacimiento del hombre, que, cortada la cabeza, cortada la potestad más importante del hombre (la de ser un ser transfigurable por Dios), el mundo se dio vuelta para quedar patas arriba, y la cosmovisión cristiana fue muriendo, dando a luz a la mirada del todo desde el hombre mismo. Una nueva era, un…. RENACIMIENTO, el cual, fue corrompiendo el arte, la cultura, la música, y todo lo mencionado en la introducción, al fin y al cabo, ¡al hombre!

Continuará...

Don Virulana de los Gamos

martes, 3 de octubre de 2017

Licenciado en Baldosas

"Padre, me acuso de haber pecado de miradas indecentes". ¿Cuántas veces hemos tenido que confesarnos de esto? Hay veces que lo hacemos de forma automática (no el confesarnos, sino el pecar), sin pensarlo, de tan arraigado que tenemos este vicio.

Pero, ¿de quién es la culpa? ¡Ah! La culpa se comparte amigo. Digamos que toda falta en sociedad, o toda falta que implica a otro, tiene dos caras, como una moneda: la cara de la falta en sí, y la cara del escandalo que se provoca por esa falta. Pongamos un ejemplo, hacer un comentario pecaminoso es malo en sí, pero también es malo por el escándalo que genera en quien oye dicho comentario, pues puede inducirle a pecado. Entonces, un pecado, por el escandalo puede transformarse en dos: el mío y el del otro.

Esto pasa con las miradas pecaminosas. Ellas visten provocativas, y nos inducen a pecado, ese del que tanto nos confesamos. ¿¡Que ha pasado con la moda femenina!? Ya la única moda femenina decente que queda es la que usan los varones... (y ni si quiera).

¿Mi teoría? Las mujeres han ido compitiendo con las damas de compañía, y les han ido quitando clientes, o mejor, se han convertido en ellas... Ha sido una especie de guerra fría, en vez de carrera de armamentos ha sido carrera de "desvestimento". Ojalá las mujeres de hoy vistieran como las cortesanas del siglo XIX... Pero no, ni las más recatadas. Para que vean un vestigio simbólico de esta guerra fría entre mujeres de mundo y de compañía, puedo nombrar el collarín que se usa hoy, de color negro, en rombitos, que envuelve la garganta. Diganme si ese collarín no era propio de las trotacalles del siglo XIX..., y ahora lo usan todas...

En fin, esta guerra fría perjudicaría, por pura lógica, al negocio de la prostitución pero, lejos de traer ese beneficio, conlleva el maleficio de perjudicar al varón. Y el varón cae frecuentemente, pues es su debilidad. Esto genera un ambiente social muy manchado, unas personas muy súbitas en pecar contra el sexto, por no hablar del noveno.

Pero, ¿toda la culpa la tiene la mujer? Obviamente  que no amigos, pero sí gran parte. Está el dicho castellano: "La ocasión hace al ladrón", pero no es muy cierto este dicho, pues puede haber ocasión sin que necesariamente haya ladrón. Mejor lo refleja el mismo dicho francés: "Vous serrez l'ocassion, vous serrez le larron", pues sin ocasión no habrá ladrón. Pero habiendo ocasión, el ladrón en potencia se puede contener virtuosamente. Y esto son las mujeres provocativas, ocasión de pecado, de forma que si evitasen la provocación, no habría pecados derivados de ella.

Y ese es nuestro deber: contenernos virtuosamente. Puesto que es difícil que modifiquemos la ocasión de pecado, habrá que redoblar esfuerzos por no caer en esa tentación.

Y ¿cómo?, ¡si es muy difícil! Aquí les traigo la solución compadres: Licenciatura en Baldosas.

Un buen católico debe conocer todas las baldosas de la ciudad, debe ser perito en ellas, debe llegar al punto de no ubicarse por calles sino por tipo de baldosas. "De mi casa al colegio voy por la vereda de baldosas grises y rugosas, tamaño mediano, giro después en la vereda de baldosas rojizas con blanco, para después girar en la vereda de baldosas grises con forma de rombo, una vez allí, la puerta del colegio está en la baldosa numero 97". Obsesivo. Pero al menos salva su alma. Conocedor de su debilidad, el buen católico va por la calle mirada al suelo, pues sabe que si levanta la mirada, alguna minifalda o escote le estará tentando. Y así, con el paso del tiempo, el buen católico se convierte en licenciado en baldosas.

Emigrante Nostálgico.

Una Peña como las de antes (III)

Una Peña como las de antes.
…Y luego de los intensos aplausos que respetuosa y largamente sonaron, los guitarreros retomaron con una preciosa zamba, que agitando pañuelos más de una pareja bailó…

 Tomo la pluma para narrar una de las farras que más he disfrutado.

 Había un grupo de cuyanos que emprendió un viaje a las tierras del norte. Luego de recorrer el jardín de la república, cuna de la independencia, y de visitar la colorida Jujuy, los viajeros esperaban ansiosos su próximo destino. Salta, la bien llamada “Linda” recibía a los mendocinos, quienes esperaban disfrutar de unos bellos días en las tierras del general Martín Miguel de Güemes.

 ¡Qué decir de aquellos pagos! todo lo que en el folclore nacional se cantaba se hacía visible a los ojos de aquellos jóvenes, de entre los cuales se encontraban varios gallardos. La plaza 9 de Julio, su catedral y un sinfín de lugares y monumentos que hinchaban de patriotismo a quien los viese.
 Pero para no dar más vueltas y llegar a la escena que dio inicio a mi relato, paso a contar la última noche en la norteña provincia.

 ¿Porque podían estar más ansiosos esos gallardos, sino en asistir a alguna de las renombradas peñas donde el guitarreo y los bailes típicos son constantes? Con las mejores prendas que pudieron rescatar del largo viaje, usando boinas para entonar con la tradicional ciudad, marcharon hacia la renombrada “Casona del Molino”. ¡Cuántos célebres maestros del folclore habrán pasado por el famoso rincón salteño donde se encuentran los amigos, las guitarras y los bombos para disfrutar de una verdadera peña, expresión de nuestras costumbres!

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 Entraban a la vieja casona, pasando por los primeros cuartos, donde ya varias personas se acomodaban para disfrutar de las comidas típicas de nuestro país. Estuches y partituras ya se iban divisando, y las salas estaban decoradas con un tradicional aspecto gauchesco.
 Tras recorrer la larga casa, el grupo de mendocinos se acomodaba en el patio trasero, lugar más amplio del “bolichón”, donde paisanas ubicaban a los viajeros en distintas mesas y a la luz de las velas les ofrecían empanadas y locro.
 Allí no había artistas contratados. Cada cual llevaba su música. Por suerte en este grupo estaba Don Camilo y alguno de sus secuaces, que lo acompañaban con guitarras y un bombo.

 Consumida la cena, llegaba el momento ansiado, donde en cada cuarto y patio de la casa vieja distintos músicos comenzaban a producir tradicionales cantos. Y para no quedarse atrás los de la tierra del buen vino comenzaron a hacer sonar los infaltables temas de los Chalchaleros, Rimoldi Fraga, Jorge Cafrune y más.

 La fiesta estaba armada. Al ser numerosos los de Mendoza y generar tantas risas, aplausos y famosos “aro, aro...”  atrajeron a distintos paisanos y turistas, que se sumaban pidiendo canciones y bailando en pareja.
 La alegría y diversión se desbordaban en la peña. Las paisanas traían vino, la gente bailaba cuecas, gatos y chacareras, las risas sobraban y ya se veían más de un par de sonrisas violetas por el buen beber.
 La mirada atenta de Don Ábila había distinguido a una pareja, ambos de cincuenta y pico, que animosos venían acompañado la velada. Cuando los cantores avisaron que iban a entonar una zamba, ellos se miraron. Pero no solo se vieron, sino que se entendieron y compenetraron con la mirada; sin quitar los ojos que intensamente depositaban en el otro sacaron el pañuelo que anudado envolvía sus camisas, y armaron espacio para “volar” la zamba.

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 No son mis palabras suficientes para describir el magnífico momento que fue ver bailar esa zamba. Digna de otro escrito, que encierre en palabras lo que una lluvia de aplausos le daba fin aquella ocasión. Aquella pareja quedaría en la memoria de varios de los presentes aquella primaveral noche.

 Luego del popular popurrí de temas que reprodujeron, Don Ábila y Don Calixto Medina insistieron al di Benedetto que cambiasen el repertorio y cantasen las del “Palote”. Querían que el resto de los comensales pudiesen oír las letras del gran poeta cuyano Alfredo Bufano, y honrasen a nuestros caídos y veteranos malvinenses.

 Así fue como comenzaron a sonar las canciones del querido “Ale Lópe”. Con orgullo y patriotismo uno de los jóvenes tomo la palabra ante todos para comentar quien era el autor de esas canciones que evocaban a los mártires, a Mendoza y a los caídos y veteranos del sur. Y en modo apostólico explicó que era lo que este grupo de cuyanos entendía con el folclore, sus tradiciones y la sana música. También el porqué de recordar a nuestros combatientes y no dejarlos en el olvido.
 Esas palabras habían generado un ambiente distinto y emotivo en la que ya era una épica noche. Y con el pecho inflamado de emoción todos los viajeros entonaron “A LOS HÉROES QUE QUEDARON” sintiendo cada oración en el alma.

 Al finalizar la canción, se puso de pie aquel paisano que había bailado (o como dije, “volado”) la bella zamba. Pidiendo permiso tomo la palabra y dijo:

-    -  Quiero agradecerles de todo corazón por lo que acaban de hacer. No dejen jamás de cantar y honrar a los caídos en la guerra y tampoco se olviden de nosotros, los veteranos.-

Así era, aquel hombre que había hecho humedecer la mirada de algunos gallardos con la zamba, era nada más y nada menos que uno de nuestros veteranos de guerra, y sin saberlo le habían hecho un gran homenaje. Y Continuó con lágrimas en los ojos diciendo:

     -   No saben la alegría que me da ver a un grupo de jóvenes que mantengan tan presentes a los que luchamos allá en el sur. Sufro mucho el que no se conmemore como se debe a nuestras islas. Muchos días me levanto con un sentimiento extraño en el pecho por la guerra. Y aquí mi esposa –y con la mirada señalaba a la paisana con la que había bailado la zamba (aquella indescriptible mirada) y que ahora lo sostenía con un abrazo- les puede asegurar que esos días son difíciles para mí.-

 Y terminó diciendo:

    - Hoy fue un día de esos. Y ahora llegar esta noche y encontrarme aquí con este gesto, que decirles… se me llena el alma de esperanza por nuestra querida Argentina.  Muchas gracias de verdad.-

 A más de un viajero puedo asegurarles (incluyéndome) que se les escaparon sentidas lágrimas. Y para no ser menos, otro de los comensales, cordobés si mal no recuerdo, también se paró para tomar la palabra. Este había pasado la noche sentado con una botella de vino y un cenicero, pero no por eso no había cantado y aplaudido a lo largo de la velada. Con un nudo en la garganta dijo:

-      -    ¡Yo también luché en Malvinas!-
 No pudo decir más, solo soltó un cortado ¡Viva la Patria! que al unísono respondieron por igual todos los presentes.

 ¿Providencia? Seguramente la que quiso reunir una misma noche en un rincón salteño a dos veteranos de guerra y a un grupo de jóvenes que sin saberlo cantaban en su honor.

 Y para no aflojar al homenaje, todos los que asistieron a la peña salteña se pusieron de pie y entonaron “NO TE RINDAS” para los veteranos. Había una mezcla entre emoción, respeto, orgullo y alegría en la famosa “Casona del Molino”. Los mendocinos abrazados uno al lado del otro sin aún poder creer lo que sucedía y coronando una especial noche se desbordaban de patriotismo. Al terminar la canción un cada vez más fuerte ¡Viva la Patria! se repetía y no hubo persona que no tuviese la piel de gallina. Y luego de los intensos aplausos que respetuosa y largamente sonaron, los guitarreros retomaron con una preciosa zamba, que agitando pañuelos más de una pareja bailó…

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 -Don Ábila de la Mancha-