Una Peña como las de
antes.
…Y luego de los intensos aplausos que respetuosa y largamente sonaron,
los guitarreros retomaron con una preciosa zamba, que agitando pañuelos más de
una pareja bailó…
Tomo la pluma para
narrar una de las farras que más he disfrutado.
Había un grupo de
cuyanos que emprendió un viaje a las tierras del norte. Luego de recorrer el
jardín de la república, cuna de la independencia, y de visitar la colorida
Jujuy, los viajeros esperaban ansiosos su próximo destino. Salta, la bien
llamada “Linda” recibía a los mendocinos, quienes esperaban disfrutar de unos
bellos días en las tierras del general Martín Miguel de Güemes.
¡Qué decir de
aquellos pagos! todo lo que en el folclore nacional se cantaba se hacía visible
a los ojos de aquellos jóvenes, de entre los cuales se encontraban varios
gallardos. La plaza 9 de Julio, su catedral y un sinfín de lugares y monumentos
que hinchaban de patriotismo a quien los viese.
Pero para no dar más
vueltas y llegar a la escena que dio inicio a mi relato, paso a contar la
última noche en la norteña provincia.
¿Porque podían estar
más ansiosos esos gallardos, sino en asistir a alguna de las renombradas peñas
donde el guitarreo y los bailes típicos son constantes? Con las mejores prendas
que pudieron rescatar del largo viaje, usando boinas para entonar con la
tradicional ciudad, marcharon hacia la renombrada “Casona del Molino”. ¡Cuántos
célebres maestros del folclore habrán pasado por el famoso rincón salteño donde
se encuentran los amigos, las guitarras y los bombos para disfrutar de una
verdadera peña, expresión de nuestras costumbres!
Entraban a la vieja
casona, pasando por los primeros cuartos, donde ya varias personas se
acomodaban para disfrutar de las comidas típicas de nuestro país. Estuches y
partituras ya se iban divisando, y las salas estaban decoradas con un
tradicional aspecto gauchesco.
Tras recorrer la
larga casa, el grupo de mendocinos se acomodaba en el patio trasero, lugar más
amplio del “bolichón”, donde paisanas ubicaban a los viajeros en distintas
mesas y a la luz de las velas les ofrecían empanadas y locro.
Allí no había
artistas contratados. Cada cual llevaba su música. Por suerte en este grupo
estaba Don Camilo y alguno de sus secuaces, que lo acompañaban con guitarras y
un bombo.
Consumida la cena,
llegaba el momento ansiado, donde en cada cuarto y patio de la casa vieja
distintos músicos comenzaban a producir tradicionales cantos. Y para no
quedarse atrás los de la tierra del buen vino comenzaron a hacer sonar los
infaltables temas de los Chalchaleros, Rimoldi Fraga, Jorge Cafrune y más.
La fiesta estaba
armada. Al ser numerosos los de Mendoza y generar tantas risas, aplausos y
famosos “aro, aro...” atrajeron a
distintos paisanos y turistas, que se sumaban pidiendo canciones y bailando en
pareja.
La alegría y
diversión se desbordaban en la peña. Las paisanas traían vino, la gente bailaba
cuecas, gatos y chacareras, las risas sobraban y ya se veían más de un par de
sonrisas violetas por el buen beber.
La mirada atenta de
Don Ábila había distinguido a una pareja, ambos de cincuenta y pico, que
animosos venían acompañado la velada. Cuando los cantores avisaron que iban a
entonar una zamba, ellos se miraron. Pero no solo se vieron, sino que se
entendieron y compenetraron con la mirada; sin quitar los ojos que intensamente
depositaban en el otro sacaron el pañuelo que anudado envolvía sus camisas, y
armaron espacio para “volar” la zamba.
No son mis palabras
suficientes para describir el magnífico momento que fue ver bailar esa zamba.
Digna de otro escrito, que encierre en palabras lo que una lluvia de aplausos le
daba fin aquella ocasión. Aquella pareja quedaría en la memoria de varios de
los presentes aquella primaveral noche.
Luego del popular
popurrí de temas que reprodujeron, Don Ábila y Don Calixto Medina insistieron
al di Benedetto que cambiasen el repertorio y cantasen las del “Palote”.
Querían que el resto de los comensales pudiesen oír las letras del gran poeta
cuyano Alfredo Bufano, y honrasen a nuestros caídos y veteranos malvinenses.
Así fue como
comenzaron a sonar las canciones del querido “Ale Lópe”. Con orgullo y
patriotismo uno de los jóvenes tomo la palabra ante todos para comentar quien
era el autor de esas canciones que evocaban a los mártires, a Mendoza y a los
caídos y veteranos del sur. Y en modo apostólico explicó que era lo que este
grupo de cuyanos entendía con el folclore, sus tradiciones y la sana música.
También el porqué de recordar a nuestros combatientes y no dejarlos en el
olvido.
Esas palabras habían
generado un ambiente distinto y emotivo en la que ya era una épica noche. Y con
el pecho inflamado de emoción todos los viajeros entonaron “A LOS HÉROES QUE QUEDARON” sintiendo cada oración en el alma.
Al finalizar la
canción, se puso de pie aquel paisano que había bailado (o como dije, “volado”)
la bella zamba. Pidiendo permiso tomo la palabra y dijo:
- - Quiero agradecerles de todo corazón por lo que
acaban de hacer. No dejen jamás de cantar y honrar a los caídos en la guerra y
tampoco se olviden de nosotros, los veteranos.-
Así era, aquel hombre que había hecho humedecer la mirada de
algunos gallardos con la zamba, era nada más y nada menos que uno de nuestros
veteranos de guerra, y sin saberlo le habían hecho un gran homenaje. Y Continuó
con lágrimas en los ojos diciendo:
- No saben la alegría que me da ver a un grupo de
jóvenes que mantengan tan presentes a los que luchamos allá en el sur. Sufro
mucho el que no se conmemore como se debe a nuestras islas. Muchos días me
levanto con un sentimiento extraño en el pecho por la guerra. Y aquí mi esposa
–y con la mirada señalaba a la paisana con la que había bailado la zamba
(aquella indescriptible mirada) y que ahora lo sostenía con un abrazo- les
puede asegurar que esos días son difíciles para mí.-
Y terminó diciendo:
- Hoy fue
un día de esos. Y ahora llegar esta noche y encontrarme aquí con este gesto,
que decirles… se me llena el alma de esperanza por nuestra querida
Argentina. Muchas gracias de verdad.-
A más de un viajero
puedo asegurarles (incluyéndome) que se les escaparon sentidas lágrimas. Y para
no ser menos, otro de los comensales, cordobés si mal no recuerdo, también se
paró para tomar la palabra. Este había pasado la noche sentado con una botella
de vino y un cenicero, pero no por eso no había cantado y aplaudido a lo largo
de la velada. Con un nudo en la garganta dijo:
- - ¡Yo también luché en Malvinas!-
No pudo decir más,
solo soltó un cortado ¡Viva la Patria! que al unísono respondieron por igual
todos los presentes.
¿Providencia?
Seguramente la que quiso reunir una misma noche en un rincón salteño a dos
veteranos de guerra y a un grupo de jóvenes que sin saberlo cantaban en su
honor.
Y para no aflojar al
homenaje, todos los que asistieron a la peña salteña se pusieron de pie y
entonaron “NO TE RINDAS” para los
veteranos. Había una mezcla entre emoción, respeto, orgullo y alegría en la
famosa “Casona del Molino”. Los mendocinos abrazados uno al lado del otro sin
aún poder creer lo que sucedía y coronando una especial noche se desbordaban de
patriotismo. Al terminar la canción un cada vez más fuerte ¡Viva la Patria! se
repetía y no hubo persona que no tuviese la piel de gallina. Y luego de los intensos aplausos que
respetuosa y largamente sonaron, los guitarreros retomaron con una preciosa
zamba, que agitando pañuelos más de una pareja bailó…
-Don Ábila de la
Mancha-
¡¡¡Espectacular querido compadre!!!
ResponderEliminar¡Inolvidable aquella noche, realmente inolvidable!... Me retomé como en sueños en el tiempo mientras devoraba cada palabra de su escrito. Los que vivenciamos el hecho sabemos que las palabras jamás logran decir con acabada exactitud lo que realmente pasó: los sentimientos mezclados, la amistad y el patriotismo fusionados en el aire (como justamente apuntó ud.), el canto y la risa, etc., etc.; mas aun así usted logró re-vivir en mi todos estos pensamientos y recuerdos (no olvidados aunque un poco distorsionados por el paso de los años).
Lo felicito y lo vuelvo a felicitar. ¡¡¿Qué más decir?!!... Simplemente como me gusta decir: "¡No queda más!... me saco el sombrero y aplaudo"
(P.D.: Le confieso aquí, públicamente, que me emocioné mientras leía...)
Un gran abrazo
Espectacular entrada Don Ávila! Pase por estos pagos mas seguido! Creo que no se puede hablar de folclore sin patria, ni patria sin folclore. El tesoro de nuestras costumbres es inmenso. Le mando un fuerte abrazo!!!
ResponderEliminarDon V