GALLARDOS SIN GALA
Tres blogs para los Frikis de la blogósfera. Siete para los Neos de la caverna. Nueve para los Progres de la Tierra. Uno para don Hilario y sus amigos, condenados al penar y al dolor. Signados por la Santa Nostalgia. Un blog para animarlos a todos, un blog para que se encuentren y se cultiven, un blog para que ironicen y recreen en un mundo desencantado.
sábado, 3 de abril de 2021
Isaías 42, 1-7: Canto II
miércoles, 31 de marzo de 2021
Isaías 50, 4-7: Canto I
Oído y lengua de discípulo
al Maestro.
Cotidiana apertura matutina
al Abierto.
Abatimiento insólito que toma
de lo nuestro,
y en Su docilidad pura se instala
en el centro
del hombre rebelde para curarlo
desde adentro.
Aquel Hijo de hombre que dió Su vida
siendo muerto.
Tú sólo nos redimes
Siervo Abyecto.
Golpear de atrás sin piedad y escupir
al encubierto
es cosa vil, pero mesar la barba
ya es siniestro;
mas dar la Cara más bella del mundo
es egregio
y doblar la espalda en silencio es propio
del Esbelto.
Confusión y vergüenza para el cruel
y zopenco;
y al que se esconda en el Rostro del Siervo:
¡todo el Reino!
Tú sólo nos redimes
Siervo Eterno.
-D.H.-
miércoles, 10 de marzo de 2021
Orar y fundar
domingo, 28 de febrero de 2021
Al Sur patagónico
Algo más del "fomes", o de otra cosa, en el Sur...
La Naturaleza en la Patagonia es naturalmente mágica, esto es sabido. Estarse allí quedo, mirándolo todo intensamente para asir la mayor cantidad de formas y colores, para que ingresen al alma y permanezcan, es el rumbo. Hacerse uno con la Naturaleza es la consigna. O mejor, acogerla sin resistencias, tal cual es. Con sus gemidos casi inaudibles. Aceptando el paso del Cronos con sus inclemencias. Adoptando un estado de receptividad que urge, que reclama desde adentro. ¡Que ruge! Alma que busca la captación del ánima del cosmos. Dejarse herir por las terribles bellezas que acechan desde todos los ángulos. Nada es indiferente; todo acedia. Todo es importante; absoluto y relativo al mismo tiempo. Mirar de soslayo las cosas que lloran. No desatender ese llanto multisecular. Observar la sangre que corre a la par de la savia. Enfrentarse a la Pachamama pero de pie, sin postrarse. Idolatrías y supersticiones que no dicen nada, que no son nada, pero que tanto abundan en estos parajes sureños. Corazón silvestre que se encuentra en su hábitat, que se siente más cerca del Artífice de aquello que hechiza y encanta.
Expansión. Libertad. Verticalidad.
A su vez, fantasía humana, caída, que se rebela en las soledades de los bosques y en la majestad de las montañas y de los lagos. Imaginación profundamente dañada que no logra aventurarse con inocencia.
Lamentable condición.
Virginidad ausente en un paisaje diáfano y prístino. Ansiedades de un "fomes" que en estos casos aparece en toda su crudeza. Sin embargo, la Naturaleza sigue bonificando. Hace bueno al hombre bien dispuesto... ¡Bien dispuesto! Porque si no encuentra un corazón dócil, Ella misma se oculta, y deja de trabajar los espíritus.
Así los abandona.
Abandona a todos aquellos que no atienden ni entienden lo que los sentidos le presentan, aquellos que contradictoriamente buscaron la hermosura y la grandeza de la Patagonia como refugio de sus ideas ideológicas y de sus vidas libertinas. Hay un desaire en la Naturaleza para tantos errantes de estas latitudes que se percibe en el ambiente. El alerce, el arrayán, el coihue, el pino azul y el abedul enmudecen. La bandurria, el chimango, el carpintero y el zorzal apagan su canto. El viento incesante, las frías aguas, los picos desnudos y las piedras pintadas ya no se expresan. Privilegiados medios para señalar al Creador que yacen inútiles. Impresionantes caminos para elevar la mente al Hacedor que están cortados.
Con todo, el anzuelo de la Creación sigue siendo temible. Y para los que procuran acercarse a la Naturaleza salvaje misteriosamente terminan siendo domesticados, amansados, un poco más buenos.
Aunque otra cuestión es la contracara de esta realidad: la maldad del hombre. El pecado original otra vez. La dificultad para ser bueno entre los hombres. Cansancio de habitar en las ciudades donde la mano del "manchado" lo estropea todo; donde el cincel del Divino Artesano no se ostenta.
Como aquí.
Como en los siete lagos -Lácar, Machónico, Falkner, Villarino, Escondido, Correntoso, Espejo-, como en el inmenso Nahuel Huapi, como en el Huechulafquen y su estremecedor volcán Lanin, como en el mítico Traful y los "dedos de Dios" que lo apuntan. Como en tantos lugares, rincones y alturas que fascinan los ojos...
Aquí el alma puede conquistar la serenidad que necesita. La paz, que siempre es huidiza...
Y también yo he de huir antes de que sea demasiado tarde. La belleza de este lugar puede cambiar tu existencia.
¡Vete, si no quieres ser atrapado en su espinel! Si no quieres ser capturado por su encanto sin igual. ¡Vete!, aunque te apartes lastimado muy dentro, con nostalgias sin remedio, con más sed que antes, pero quizás, tal vez, con menos ansias y preocupaciones. Con más sosiego y, al mismo tiempo, con más impaciencia de Eternidad.
Eso hace el Sur patagónico. Esto acontece aquí, en mi patria.
PS: Al terminar de relatar esta vivencia, a modo de despedida, bebiendo una pinta negra a orillas del Lago Traful en el bar Fogón, me sorprende gratamente -una vez más- la bendita Natura: una redonda y brillante luna llena asomándose por entre los picos de enfrente de mí, espejándose en un lago calmo; anunciando una noche maravillosa, la última de estas inolvidables vacaciones de este 2021 incierto.
martes, 16 de febrero de 2021
"Fomes peccati"
martes, 19 de enero de 2021
Otra crónica cuyana
Mi historia con el "Dúo Nuevo Cuyo".
No guardo recuerdos de la música cuyana en mi infancia.
Difícilmente podría evocar la primera tonada, cueca, gato o valsesito
cuyano. Sin embargo, al llegar la adolescencia,
sí que podría acordarme de cómo dos hermanos pudieron conducirme a una
experiencia estética completamente desconocida para mí hasta entonces. A través
de la música y del canto, las Musas de estos artistas lograron apoderarse de mi
corazón. Y no conformándose con tenerme cautivo, esas Musas implacables
provocáronme una herida que no cicatriza…
Los hermanos de los que hablo son Gustavo y
Guillermo Micieli. Juntos, conforman el grupo musical “Dúo Nuevo Cuyo”. Todavía
me acuerdo abandonando la niñez, con imágenes imprecisas, sosteniendo el disco
“Cariño bonito” para luego escuchar canciones, por entonces aburridas y
lejanas, grabándoseme con especial intensidad “A mi compadre”. Con todo, a
pesar de haberlos escuchado en casa desde un equipo de música vetusto, nunca me
atrajo ese conjunto. Hasta que…
Un buen día asistí a una peña folcklórica organizada
por un grupo de amigos. Entre estos amigos se encontraba el no menos conocido
guitarrero y cantor Cilantro Berlín -de hecho, él fue quien había invitado a
los dos Micieli-. Yo tenía alrededor de 15 años. Aún puedo rememorar el impacto
que produjo en mi alma la aparición en el escenario de estos personajes
singulares que vestían de negro y que poseían largas cabelleras. También puedo
acordarme la introducción que el compadre Berlín hacía, contándonos de modo
ameno, sobre cómo estos hermanos se “convirtieron” a la música cuyana al escuchar una
tonada sentida, luego de haber incurrido por otros ritmos musicales, incluyendo
el Rock pesado. Decía con jocosidad el presentador: “Lo único que han
conservado del Rock son las pilchas y las mechas”. Efectivamente, no podía dar
crédito a que esas dos personas frente a mí con guitarra en mano pudiesen tocar
y cantar música cuyana…
Contrariando mis prejuicios y estrecheces de
adolescente imberbe, estos dos sujetos vestidos de noche y con sus melenas al
viento, robaron mis ojos por un tiempo inconmensurable. Captaron esa mi
atención furiosamente dispersa de mis años más tiernos. Es conocido el desgano
constitutivo del puberto que busca desesperadamente su identidad y la libertad.
Pocas cosas lo entusiasman. Se requiere de un arte sublime para conquistar a un
mozalbete. En mi caso, jamás olvidaré cómo el Duo Nuevo Cuyo pudo hacer eso
conmigo: ¡extasiarme! ¿Cuál fue el embrujo de antaño, aquel hechizo intempestivo?
No fueron, decididamente, las vestimentas susodichas porque si bien suscitaron curiosidad, la inquietud de aquella época me sugería volver a mis naderías. Y
cuando estaba por regresar a las ocupaciones de zagal en una peña cualquiera de
un día soleado, pude oír lo siguiente que despertó en mi interior unos duendes
extraños, y, al mismo tiempo, familiares:
“Este canto
cuyano, señores…”
Aunque hubiese querido proseguir la marcha, no
hubiera podido: el caballo de Troya hallábase en los antemurales de mi castillo
interno. El asedio fue de un prodigio inexplicable, maravilloso. Supe que
estaba derrotado. Las Musas cuyanas lo habían incendiado todo, hasta la
recámara más escondida. Por culpa del Dúo Nuevo Cuyo sufro de esta locura
transida de nostalgia que se llama Cuyanismo
o Cuyanía. O más sencillamente, Cuyo.
Desde entonces, mi vida cambió. Todo tiene aire de
vendimia, olor a vino, perfume a jarilla, forma de acequia, sabor a despedida,
gusto de amistad. Todo lo someto al lirismo de nuestra poesía peculiar. El
mismo sentimiento de patria se actualizó al contacto con el ritmo de nuestra
música regional. El canto de nuestra tierruca movilizó las fibras más íntimas
de mi ser. Empecé a dejar de estar tan desorientado por entrar en comunión con
mi raíz. Lo que estaba aconteciendo no lo podía racionalizar. Con el tiempo,
lentamente, fui descubriendo dos cosas…
La primera fue la importancia y el significado
profundo de todo lo cuyano en mi
vida. Lo segundo -y aquí está mi gratitud emocionada- fue la influencia que
ejercieron estos dos mendocinos en mi vida: Gustavo y Guillermo. Tal vez ellos
jamás se enteren de mi secreta admiración y hondo agradecimiento. Ellos me inspiraron, es decir me transmitieron el
gusto por la belleza, lo que constituyó un hito para mi andadura de peregrino.
Por ellos vislumbré algo más elevado, entreví algo superior que me empujaba al
ascenso. ¿A ascender de qué o hacia qué? No lo sé muy bien. Quizás alzarme de
la inmundicia de nuestra música actual, ajena a nuestros orígenes y derroteros.
Música que nos aleja de nosotros mismos y de nuestros hermanos es la música que
no es cuyana. Como joven sospecho que
mi testimonio es todavía más fuerte -¡y confío en ello!- puesto que quisiera exclamar
que nuestra música de Cuyo no es “para viejos”. No. Es para corazones en
búsqueda apasionada de vida y de verdad. Quizás hacia algo más verdadero y
genuino elevaban -y todavía elevan- las voces y guitarras de estos hermanos solidarios.
Y en este punto, el Dúo Nuevo Cuyo, desde hace más
de 20 años, ofrece un servicio impar que hasta la fecha no ha sido
justipreciado. Mientras la gente frívola sigue su curso ligero, estos aedas del
canto cuyano deleitan a un puñado de paisanos que se resiste a ser inauténtico
y banal como melodía comercial. Por todo ello -y más cosas que pensaría y aun
diría en un fogón de compadres-, brindo por el Dúo Nuevo Cuyo; hermanos mayores
míos que guían sin saberlo, que consuelan sin buscarlo, que confortan sin
quererlo.
viernes, 1 de enero de 2021
Carta al Niño de la cueva belenita.
"HOY
NOS HA NACIDO UN SALVADOR, EL MESÍAS, EL SEÑOR".
Querido Niño Jesús:
Escribo estas humildes palabras, en acción de gracias por tu
venida. ¡Qué misteriosa es la vida de la Fe cuando las cosas no salen como uno
lo espera!
Hace
ya tiempo que la oscuridad del corazón me llevó a un viaje inesperado, a las
profundidades inhóspitas del abismo. ¡Tú lo sabes bien, Niño de Belén! Yo no lo
presentía, pero siempre estuviste conmigo.
En
aquellas frías cañadas fui descendiendo lentamente. La soledad y la ceguera, lo
envolvían todo. Tuve cientos de intentos arrebatados por encontrar la salida,
mas, el resultado era lo contrario: tropezaba, y caía más y más.
Recuerdo
cuando en mi confianza pensaba: “Ya es hora de otra prueba Jesús, mi corazón
está listo…” Qué tonto, qué ignorante fui, casi como cuando Pedro te aseguraba
que iría incluso a la muerta contigo. Así fue como, a la hora de la tempestad,
desesperé y me enfurecí contra el cielo.
En
aquellas profundidades, abatido y herido el orgullo, una vez más, como de
costumbre, adopté la actitud equivocada. No esperé con mansedumbre que venga el
buen pastor, sino que me afirmé en mi soberbia, y en un acto de rebeldía decidí
yo mismo buscar la salida.
Medito
ahora sobre esto, y me resulta difícil imaginar la ternura con que me mirabas.
Pero
el camino fue empeorando. La huella se convirtió en barro, y el barro en una
fétida ciénaga de miserias. La podredumbre me envolvía, y se fundía con mi
alma.
¡Qué
pronto nos corrompemos, Jesús, si tú nos sueltas la mano! ¡Qué hábiles somos
para el odio, y la soberbia! Pero tú callas, y esperas, con amor de Padre,
sabiendo cuál es el final de camino.
Un
día, la ciénaga me vomitó a un costado, y habiendo perdido toda esperanza,
sucedió tu milagro. Al fondo de una pequeña cueva, hubo una luz; y en medio del
guano y el fango del pesebre de mi corazón, encontré a un niño. ¡Te encontré a Ti, Niño Jesús, tan humilde, tan manso, tan bello!
Desnudo
y sucio, con la vergüenza genuina de Adán, me acerqué hasta Ti. Estaba tu
hermosa Madre, a la que no me atrevía ni a mirar. Ella, con grave ternura y
una cálida sonrisa, te depositó en mis brazos. También estaba José, quien
guardaba un silencio contemplativo, con una luz de gratitud en su mirada. No
había nada que decir allí, ustedes ya lo sabían todo. Al sostenerte, por
primera vez en mucho tiempo, tuve paz.
¡Hoy
nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor! ¡Y lo he encontrado donde no lo
esperaba! Has decidido nacer aquí, has venido a desposarte con mi alma para
siempre. Sí, Jesús mío, así lo has querido. No te has fijado en la multitud de
mis pecados, antes bien, los has tomado contigo para redimirme. Tú eres el
único Fiel, el que cumple su Palabra. Me lavas, me pones un traje de bodas, y
me llevas al seno de tu Trinidad Santa. Por pura iniciativa tuya.
Es
por esto, que te alabaré eternamente, bendito Niño de Belén. ¡Que todos los
pecadores te alaben, porque hoy nos ha visitado la luz que viene de lo alto!
Mi
amado Jesús, enséñame a quererte cada día un poquito más.
Mi
excelsa Madre Santísima, gracias te doy por tu sí ante el Ángel, muéstrame
siempre a tu Hijo.
Mi
venerado Patriarca San José, ayúdame a ser custodio del Niño Dios que ha nacido
en mi corazón.
Animales
y fango, que sepa adorar al niño aceptando mis miserias.
Santos
Pastores, que nunca deje de velar mi alma.
Magos
del Oriente, que pueda ofrendar mi vida entera a Jesús
Amén.
Firma: Don Virula de Los Gamos
lunes, 28 de diciembre de 2020
Soneto peregrino.
Soneto peregrino
A
los papás de Jauja
Horizonte en el alma y en la
aurora.
Se enarbolan banderas y
canciones,
se encienden y desnudan
corazones
contritos en su marcha
alentadora.
Sudor de gracia y una voz que
implora
perdón, que ríe o llora a borbotones
y agradece una plétora de dones
delante de la Cruz y la Señora.
Cuanto más inminente la llegada
se ensancha el gozo como un
cielo abierto
donde se alzan amigos en
bandada…
Ya no importa el dolor del
peregrino
si entrevió la Piedad en su
desierto
y al mismo Amor en un altar
divino.
-J.A.F.-
lunes, 30 de noviembre de 2020
Olor de amor (prosa poética).
OLOR DE AMOR
Para Vos.
Cierto día me hallaba en el jardín.
No en cualquier lugar sino en la
galería.
¿Qué hacía? Contemplaba.
(Contemplar… esa palabra violada.)
Estaba contemplando, digo, hasta que
un sentido se despertó:
El olfato.
Y con él, el entendimiento intuitivo.
Porque lo que olía no eran solamente
los diversos aromas que allí concurrían;
Los azahares narcóticos, los perfumes invasivos.
Todo lo que allí estaba, deleitaba:
La hoja de limón derramando su elixir,
La flor del laurel ofreciendo su fragancia,
La gracia de las rosas con su inconfundible esencia,
El poderoso incienso que envuelve con su efluvio,
Y el mismo terruño mojado entregando el petricor.
El olor del blanco jazmín estallando en los setos.
Festín del alma son los aromas de mi
jardín,
Bálsamo gratuito que desciende en
primavera
Y que perdura hasta el estío.
Pocos son los que se detienen para aspirar
las pisadas del ángel;
Pocos, quienes palpan las brisas del
florecimiento primaveral;
Pocos, quienes oyen el rumor de
aromáticos susurros.
(Sinestesia producida por la magia
escondida de mi vergel.)
Pero más allá de la locura soporífera
de estas plantas mías,
Todavía más allá del delirio de los
sentidos,
Hay una sustancia que percibe el
corazón enamorado
Que no renunciará hasta descubrir
aquello que lo invoca.
La puesta en marcha por aquello
inteligible que yace en algún rincón del delicioso huerto,
Es irrevocable.
¡La flecha fue lanzada!
El alma atraída se despega de la
materia y persigue con sus potencias las señales de ese mundo circundante.
Implacable persecución.
Se suceden formas y formas y formas;
Colores, tonos, melodías, registros,
sonidos, líneas; todo se agolpa en un caos inasible de difícil control.
La luz se oculta. La luz juega.
La luz que supo encandilar, eclipsada
está.
Cantar
de cantares reproducido en cada éxtasis poético o
amoroso o místico.
La luz de las criaturas también toca,
hiere e inflama el ánima,
Para luego escaparse entre las plantas
y las flores y los árboles de mi jardín.
Y yo, sin testigos, no cedo a
conformarme con la embriaguez de mis sensaciones.
¡No!
No abandonaré la galería hasta que no
le haya arrebatado el secreto al angélico ser que me provoca.
No es ficción. Es búsqueda.
En este prado o en cualquier otra
parte.
No podría quedarme sin esa perla
inmaterial;
Sin esa luz espiritual más luminosa
que los rayos del sol.
De tanto porfiar, el canino de esta
caza, encuentra su presa.
¡Cómo no me di cuenta antes!
Siempre estuvo allí la respuesta,
Desde el principio de mi maniática
andadura.
De hace tiempo que estaba así,
Esperándome.
Esperando a ser nombrada.
Y una vez nombrada, elegida,
Para luego ser domesticada.
Y por fin, amada.
Siempre estuvo aquí, conmigo, desde mi
adolescencia, y yo no lo advertía.
***
El Jazmín de Leche que cercara mi
hogar,
Ya no olía a jazmín;
Olía al Amor.
Si el amor tiene un olor,
amada mía,
Ese olor no es otro que el
de la flor de Yasmín.
lunes, 26 de octubre de 2020
Llueve en las sierras.
Llueve en las
sierras
Malvinas (Mdz.)
No cejaba la tarde en su imperio
azul: el yuyo se apretaba a las piedras; la tierra, crujiente y hervorosa, se
retraía bajo la cruel tiranía del sol. Era una tarde cualquiera en tiempo de
verano. Apenas se divisaba en la cuesta la firme silueta de un jinete.
Descendía éste perezosamente arreando un piño de chivas, que copiaba los
movimientos de su pastor de forma deshilvanada hacia el zanjón, como una prenda
desgarrada. Debajo de un toldo observaba el descenso una mujer. Al arribo de
las madres, en compañía de sus crías, salieron al encuentro un pelotón de
perros ladrando. Pero tras los gritos impacientes de un jinete fatigado se
dispersó el tropel a través del jarillal. Desmontó y desensilló, con la misma
parsimonia con que bajara la cuesta. Finalmente, se desplomó a la vera de su
mujer que lo observaba y aguardaba mate en mano.
- Si el tiempo no cambea, la van a pasar
fiero.
- ¿Queda pasto en la mesilla? -pregunta la
mujer.
- Casi no hay.
Y un silencio prolongado se hizo
de repente. Algún que otro chivato osó balar desde el corral, implorando leche
a una madre reseca y esquilmada. Ni siquiera los pájaros tenían ánimo de
cantar. Hacía días que el arroyo apenas humedecía la tierra, brotando recién de
noche en un delgado filo de agua. El cielo era un pozo azul, terrible y
despiadado.
La tarde llegaba a su apogeo, y
se esperaba ya la mengua del calor. Cuando el poniente traía la noche a
remolque, como un mar oscuro poblado de buques, por fin la tierra respiraba, la
hacienda se trasladaba, había vida. Ocurrió entonces que una brisa liviana
sacudió el acacio. Al momento pasó otra, y otra, y una más. Se aflojó la
tensión del aire, los animales comenzaron a desentumecerse. Por encima de la
loma, a espaldas del rancho, un vellón entre blanco y aplomado se asomó y
avanzaba tempestuoso, como tirado por una cuadriga de corceles. Tronó. Junto al
susto puso el trueno en marcha al matrimonio que desaladamente guardaba y
cubría cosas, ponía orden a un desbande de pollos, a la yegua bajo techo, y no
mucho más. Se desató el viento y aguacero.
Ahora ambos, un poco mojados, contemplaban la cortina de lluvia radiantes, con una expresión feliz en el rostro y una pureza jovial en la mirada: dos niños se asomaron agradecidos en medio de una piel tostada que no desmentía la solidez de la piedra, ni olvidaba los rigores de la labor. ``¡Llueve! ¡Llueve!´´, entonaban un niño y una niña metidos en su juego. ``¡Llueve! ¡Llueve!´´, parecían cantar los animales. ¡Oh, bendición del cielo!
Pasado el aguacero, todavía
oyéndose algunas cascadas y el torrente del zanjón, salieron ambos rancho
afuera, libertados; y el único tono, la nota dominante era una exhalación
profunda de la tierra, dilatada, como un cuerpo que al fin encuentra su alivio
después de una jornada intensa de labor.
No fue otro aquel día caluroso de
febrero, cerca del Nevado, hará dos años ya.
El Alpataco
lunes, 12 de octubre de 2020
Hispanidad y posmodernidad.
¿DÓNDE ESTÁ ESPAÑA?
Vindicación del ser hispano en el alma frente al hombre posmoderno desde la mirada de Anzoátegui.

Introito.
"¿Dónde está España?"[1] es un poema del
comunista converso José Antonio Balbontín. En dicho poema su autor -varón
enamorado de España- plantea el drama de un anciano que es interpelado por su
nieto sobre el lugar que ocupa España en el mapa, y que, a raíz de semejante
interrogante, el abuelo se deja llevar por el abatimiento y la melancolía de ver
a su Patria hundida, arrancándole de sus entrañas la siguiente exclamación: “¡España
ha muerto, hijo mío! No la busques en el mapa. ¡España yace sin pulso sobre la
estepa agostada!”[2]
Con estos
versos del poeta madrileño hemos querido dar inicio a esta reflexión dado que
el drama allí representado -drama que intencionadamente hemos dejado abierto
para arribar a la solución hacia el final de estos pensamientos- es el mismo
que nos queremos plantear en nuestros días, pero desde una óptica diferente.
Todos nosotros bien podríamos ser el niñito del poema que otea a su patria en
el mapa y pregunta por ella ingenuamente, pero no es ya su ubicación física la
que nos estaría interesando ahora, sino su lugar en la geografía interior de
nuestro ser. Trataremos de explorar el espacio metafísico y espiritual que
ocupa la España inmortal en nuestros corazones. La exploración será somera por
defecto del novel escritor y en razón de los límites establecidos de la bitácora. (De hecho, no podremos hacer
siquiera un resumen de porqué entendemos al hispano y la Hispanidad en
continuidad directa con la Medievalidad y la Antigüedad, teniendo que
presuponer esta realidad histórica). Y para esta aventura -o urgente
vindicación- tendremos que interrogar gravemente a un anciano sabio sobre el ubi íntimo de esta España. Me refiero al
cabal hispanoamericano Ignacio Braulio Anzoátegui. Este inmenso poeta argentino
hará las veces de abuelo nuestro para orientarnos, ahora superando pesimismos,
sobre el verdadero lugar de España en el alma.
Ha sido el
mismo Anzoátegui quien nos ha inspirado a través de dos libros fundamentales
suyos para el presente artículo: Tres
ensayos españoles[3] y Genio y figura de España[4]. En ambos libros,
pequeños pero sustanciosos, nos muestra el autor toda la grandeza del hombre
español o del ser hispano y toda la excelencia de España o de la Hispanidad
como ideal. Aquí hago una aclaración: cuando Anzoátegui habla del hombre
español se refiere al hombre hispanista o hispanófilo de raigambre medieval ;
asimismo, cuando habla de España es aquella misma que amó Primo de Rivera quien
proclamaba en uno de sus grandes discursos: “Nosotros amamos a España porque no
nos gusta. Los que aman a su patria porque les gusta la aman con una voluntad
de contacto, la aman física, sensualmente. Nosotros la amamos con una voluntad
de perfección. Nosotros no amamos a esta ruina, a esta decadencia de nuestra
España física de ahora. Nosotros amamos a la eterna e inconmovible metafísica
de España.”[5] En
contraposición a este elogio hispánico se encuentra la figura del hombre
moderno que será dura y genialmente
puesta en ridícula por la pluma lírica y marcial del poeta trinitario. En este
ocurrente y agudo contraste se pone de manifiesto con total originalidad la
nobleza y la vileza de los dos tipos modélicos en pugna constante: el hispano y
el moderno.
Escueta
distinción entre el hombre moderno y el hombre posmoderno.
Con todo, nosotros
bien sabemos que en la sociedad actual el modelo que ha triunfado es este
último, que ya ni siquiera lo llamamos “moderno”,
sino que con Guilles Lipovetsky lo venimos a nombrar como “posmoderno” (o también “hipermoderno”)[6]. En efecto, este
filósofo y sociólogo contemporáneo es un paladín a la hora de analizar los
rasgos más significativos de nuestra era posmoderna. Entre muchas maneras que
la define, dice el pensador francés en sus ensayos: “la cultura posmoderna es
un vector de ampliación del individualismo.”[7] Entiéndase aquí al individualismo como sinónimo de aquel grandísimo mal de la
época moderna: el antropocentrismo, compendio de todo lo moderno, opuesto al
cristocentrismo o teocentrismo que marcó la época medieval y antigua. Para
Lipovetsky el hombre posmoderno viene a extremar o a enfatizar las taras del
hombre moderno anterior al siglo XXI. Por caso, si el moderno era narcisista,
el posmoderno es ultranarcisista, con
todo lo que esto conlleva. Aunque no solamente el diagnóstico del crítico de la
Francia se reduce a detectar los frutos maduros -siempre frutos ponzoñosos- de
la Modernidad en nuestra época, sino también a destacar que se ha producido -o
está aconteciendo en este momento histórico- un cambio radical entre lo que
fuera el hombre moderno de antaño y lo que es -o está comenzando a ser- el
hombre posmoderno de hogaño. La
Posmodernidad, apoteosis de la Modernidad, es también el inicio de una
nueva era que se ha dado en llamar “la
era del vacío” (así titula el mismo Lipovetsky el libro en que recoge algunos de sus muchos ensayos sobre el tema en cuestión.) Si hasta ayer el moderno soñaba en la
Revolución, luchaba en la vanguardia por sus convicciones y anhelaba un paraíso
terrestre conforme a sus ideales, el hombre “posmo” de hoy, también conocido últimamente como “millennial” (y no aludo aquí
exclusivamente a los jóvenes puesto que hay millennials
de cuarenta años), vive en la
indiferencia total ante la existencia, sumido en la apatía más amarga y
desoladora frente a la vida, sin puntos de referencia ni horizontes
esperanzadores. En una palabra, el posmoderno le rinde culto a la nada misma;
su vida es pura vacuidad... Y todavía la profecía davídica sigue resonando para
éstos que fabrican y adoran ídolos: “Semejantes
a ellos serán quienes los hacen, quienquiera confía en ellos.”[8]
Sin embargo,
sabemos que ríos de tinta se han gastado en autores de alto vuelo para denunciar
todos los problemas y los males del espíritu y la mentalidad modernos. Como a
su vez, también, no se nos escapa la cantidad de escritores de talla que han
ponderado las perfecciones de la Tradición y la estatura espiritual-moral del
hombre tradicional y antiguo. Nuestro objetivo es sumarnos en esta encomiable
tarea, sobre todo para estar alerta en una atmósfera soporífera. La nada a la
que sirve el posmoderno y la vacuidad en la que se mueve, como señalábamos
recién, no son dos realidades claramente discernibles. La nada y la vacuidad
coetáneas son dos fenómenos huidizos, mutables, alucinógenos y alienantes. Son
los peores males contemporáneos, indudablemente, pero están disfrazados y
enmascarados de mil formas. Por esto mismo, para no permitirnos que se nos filtre
el hombrecillo posmoderno y para que se reanime -si es que yacía postrado- ese
sujeto hispano que llevamos en el pecho, presentaremos un paralelismo
antitético entre éste último y aquel otro. De este modo, quedarán resaltadas
las cualidades o virtudes propiamente españolas, y se podrá apreciar cómo son éstas mismas las que más
frontalmente chocan con las características de los posmodernos. Así las cosas,
con fines didácticos utilizaremos este recurso hermenéutico-estilístico, que
ojalá sea adecuado para realizar el cometido que nos hemos propuesto. Por
último, cabe aclarar que sólo nos detendremos en cuatro notas antagónicas entre
cada paradigma que nos han resultado de especial interés.
Hombre hispano Vs. Hombre posmoderno
1) En los
escritos de Anzoátegui sobre nuestro tópico, lo que más resalta y lo que
atraviesa toda su obra en conjunto, es el sentido sobrenatural del hispano
frente al sentido naturalista del moderno, devenido sentido antinatural en el
posmoderno. El hispano vive de cara al Padre; el moderno, de cara a un lejano
Arquitecto; el posmo, de cara a la Nada. El hispano vive según las virtudes
teologales; el moderno vivía las caricaturas de estas virtudes: confianza en el
hombre, optimismo mundano y filantropía hacia la humanidad; ya el posmo ni
siquiera vive estos “valores” modernos. El hispano sabe que su corazón es campo
de batalla entre Dios y el Diablo, entre los Ángeles y los Demonios, y así lo
ofrece resignadamente. El moderno le hacía la guerra a Dios o al Diablo, o a
los Dos desde el parapeto de su corazón ensoberbecido. Pero, el posmo,
sencillamente se olvida que tiene un corazón… Veamos cómo nos ilustra el poeta
Anzoátegui en este primer punto. “España, eterna e inmóvil, vive de cara al
cielo y de cara al infierno, que es una manera de alcanzar el cielo”[9].
Después, refiriéndose al orden social del imperio español, dice que era un
“orden de santidad y de pecado, donde la santidad está al servicio de la gloria
y el pecado está al servicio del arrepentimiento, porque todo en España está
ordenado al cielo.”[10]
En otra parte insiste en la misma idea cuando afirma que “el sentido de la
realidad española […] cuando es verdaderamente española, no es otra cosa que
una viva y decidida conmemoración de la Redención.”[11]
También afirma sobre la madre patria que siempre tuvo una imperiosa inquietud:
“la inquietud de la caridad, que, para España, más que una virtud es una necesidad
nacional.”[12]
En síntesis, España tenía una conciencia y es que “Ella se sabía eterna.”[13]
2) Del punto
anterior, por ser axial, se desprenderán todas las siguientes comparanzas.
Ahora bien, con respecto a la conciencia de pecado y del estado de hombre caído,
urge hacerse a un costado y dejar que el mismo Anzoátegui dé cátedra al exponer
lo siguiente: “El hombre medioeval sentía el olor del pecado; el hombre moderno
se empeña en ponerle al pecado olor a desinfectante. El hombre medioeval hacía
penitencia después de pecar; el hombre moderno adopta precauciones antes de
pecar.”[14]
Y así prosigue en esta línea el ingenioso escritor, pero ahora pasemos a otros
fragmentos del mismo donde nos muestra aún mejor la conciencia hispano-católica.
“Toda la vida del español oscila entre la aventura del pecado y la aventura de
la santidad. […] Él sabe que su última aventura pertenece a Dios. Por eso tiene
confianza en la vida, porque tiene confianza en la muerte.”[15]
“El español peca por tres razones: porque tiene ganas, porque no quiere
arrepentirse de cometer el pecado y porque quiere arrepentirse pronto de
haberlo cometido. Su caída tiene algo de salto; su pecado tiene un trampolín
situado en el abismo, que lo devuelve a la altura.”[16]
“El santo español sabe de qué manera debe abofetear a cada instante al pecador
que lleva consigo y el pecador español sabe con qué firmeza debe resistir al
santo que lleva dentro de él.”[17]
Como se ve, el hombre hispano es un hombre de Fe, un ser profundamente
religioso, “porque el español sabe que Dios ha creado al hombre para que le sea
leal.”[18]
Y por esto mismo “constantemente el español tiene miedo de que Dios se
arrepienta de haberle llamado a la santidad.”[19]
3) Bien. Para
esta nota nos apoyaremos fehacientemente en el genio de Anzoátegui. A causa de
su liberadora trascendencia, el hombre hispano vive sufridamente como un exiliado
en este mundo. En cambio, a causa de su angustiante inmanencia, el hombre posmo
intenta vivir displicentemente como un ciudadano del mundo. De aquí que el hispano
sea un caballero nostálgico y el posmo un ensimismado melancólico. De aquí que
el hispano conciba su vida como una novela escrita por el Gran Novelista y el
posmo crea que su existencia es una vulgar comedia o una mera tragedia bajo el
sello del anonimato más cruel y despiadado. De aquí que el hispano sea un
apasionado y un enamorado de la vida, que sabe vivir y que sabe morir, porque
sabe Quién es el que da y toma la vida cuando Le place. Tan consciente es de
estar hecho a imagen y semejanza de la Santa Trinidad, y tan decidido está en
pelear por alcanzar ese destino divino, que termina resultando en este
destierro una auténtica paradoja -o como dirá Anzoátegui: “un escándalo
irresistible, una preocupación actual.”[20]
Todo lo contrario le sucede al hombre posmo que hoy contemplamos con lástima y
desagrado. El posmo es un desalmado que nada ni nadie lo conmociona, que todo
le da igual, y que no le importa saber vivir y morir porque no le interesa pensar
bien: ésta es su principal enfermedad. Por eso, por abolir su vocación a la
grandeza y descuidar el designio sempiterno, el posmoderno deviene un ser
contrahecho; un ser vertiginosamente absurdo.
4)
Finalmente, confesamos que ambos arquetipos, el hispano y el posmoderno, están
locos. Rematadamente locos. No obstante, la diferencia de ambas locuras radica
en que el posmo “es el único animal razonador que emplea su razón para
engañarse a sí mismo”[21],
es aquel “hombre tranquilo [que] es la negación del hombre. Es el hombre que
vive en el equilibrio del hombre y de la bestia, porque ignora que la salvación
no puede alcanzarse sino por el desequilibrio del hombre que triunfa sobre la
bestia. Es el hombre que acalla su exigencia de cielo y su horror de infierno
para no desvelarse con las exigencias del cielo ni con los horrores del
infierno. Es el hombre que en nombre de la humanidad renuncia a su propia
naturaleza humana…”[22]
Contrariamente a esta chifladura, “España vive […] en el servicio del buen amor
o del loco amor, pero en el servicio siempre del amor enloquecido. La vida y la
muerte son para ella la locura de la vida y la locura de la muerte. Esta es la
grandeza de la España de ayer y de la España de hoy […]. Es el ejemplo que la
vieja España lega a la nueva España. Don Quijote muere con toda la grandeza de
su locura; muere realizando los cuatro actos que el mundo considera como los
cuatro actos cardinales de la locura de un hombre: confesando su pecados,
pidiendo perdón a sus enemigos, perdonando a sus ofensores y repartiendo sus
bienes.”[23]
¡Queridos amigos, esta es la bendita locura quijotesca que todavía nos mantiene
en pie! ¡Sea!
Conclusión
A pesar de todo, aquí estamos…
vindicando a este ser hispano en peligro de extinción. Aquí estamos tratando de
fustigar sin piedad el arquetipo de hombre posmoderno que se nos propone en
todas partes. Aquí estamos, como niños que todavía no están huérfanos y que
cierran los puños para decir con el Poeta: “¡No quiero que muera España!”[24]
Aquí estamos, en suma, para concluir este análisis oyendo en lo más profundo de
nuestro ser lo que Balbontín junto al Cid, al Quixote, a Santa Teresa y a
Alfonso el Sabio, junto a los mártires de Barbastro y a todos los monjes del
Valle de los Caídos, nos dice aquí y ahora, con voz portentosa:
“¡Hijo de mi entraña!,
tu enojo me desenoja y tu indignación me agrada.
España vive de nuevo y nadie podrá matarla.
España alienta y renace como una llama
en la ilusión de tus ojos y en el candor de tu
alma.”[25]
[1]
BALBONTÍN, José Antonio. Romancero del
pueblo. Madrid, Imprenta Juan Pueyo, 1931.
[2]
Ibíd..
[3] ANZOÁTEGUI, Ignacio Braulio. Tres ensayos españoles. Buenos Aires,
Ed. Nueva Hispanidad, 2000.
[4] ANZOÁTEGUI, Ignacio Braulio. Genio y figura de España. Buenos Aires,
Ed. Nueva Hispanidad, 2000.
[5]
Discurso pronunciado por José Antonio Primo de Rivera en el Cine Madrid, de Madrid, el 19 de Mayo de
1935.
[6] LIPOVETSKY, Guilles. La era del vacío. Ensayos sobre el
individualismo contemporáneo. Barcelona, Ed. Anagrama, 1986.
[7] La era del vacío… p. 11.
[8] STRAUBINGER, Juan. El salterio. Buenos Aires, Club de
lectores, 1949.
[9] Tres ensayos españoles… p. 11.
[10] Ibíd.. p. 53.
[11] Genio y figura de España… p. 32.
[12] Ibíd.. p. 40.
[13] Ibíd.. p. 37.
[14] Tres ensayos españoles… p. 63.
[15] Tres ensayos españoles… pp. 62-62.
[16] Ibíd.. p. 55.
[17] Ibíd.. p. 54.
[18] Genio y figura de España… p. 26.
[19] Ibíd.. p. 33.
[20] Genio y figura de España... p. 14.
[21] Tres ensayos españoles… p. 62.
[22] Tres ensayos españoles… pp. 48-49.
[23] Ibíd.. p. 50.
[24] Poema
¿Dónde está España?, de José Antonio Balbontín.
[25] Ibíd..
HILARIO