miércoles, 3 de enero de 2018

La Paciencia todo lo alcanza




Acabada gran parte del año, donde la mayoría de las responsabilidades ya se habían dejado de lado, llegaban las fechas donde las reuniones entre amigos se vuelven una constante. Ya casi no quedaban trabas ni deberes que impedían pasar largas horas de charla junto al fuego, con mate en mano.

Y allí se encontraban nuevamente en la región de los Gamos algunos gallardos, contemplando las ardientes chispas del fuego y la carne que se asaba sobre ellas.

Luego de que Don Calixto Medina y Don Camilo hubiesen charlado un buen rato, interrumpieron con su llegada los apodados orientales del grupo, Don Ábila de la Mancha y el Peregrino Libanés. Estos rápidamente armaron sus “pipas árabes” para traer los aromas de sus cedros del Líbano y descansar tras una larga jornada.

Cuando ya se habían acomodado, resoplando exclamó el peregrino- ¡Que agotado que me dejó este día! A fin de año uno se llena de cosas y ya no me dan las fuerzas para aguantarme todos los contratiempos que interrumpen a uno. Por suerte ya estamos más liberados. Quisimos llegar lo antes posible. -

-No hay problema ni apuro- replico Don Medina con tranquilidad- el tiempo no es nuestro y a veces la rutina o el trabajo se lleva gran parte. Suerte la de ustedes que recién damos vuelta la carne. –

                                    

-Es verdad, pero la paciencia cada vez se me agota más rápido- decía el libanés mientras cansado recibía la manguera que le pasaba su compañero para humear su narguile.

Y luego de que soltase aquella frase, Don Ábila aportó- ¡Que tema el de la paciencia! Y cuan necesaria nos es. Después de todo, vivimos en un Valle de Lágrimas, vamos a tener padecimientos de todo tipo, sufrimientos y molestias tanto físicas como espirituales. Y si no lo vivimos con paciencia, entonces será todo perjuicio para el alma, contrario a si la tuviésemos, pues sufriríamos con provecho.
Es cierto que ahora vamos a disfrutar de un buen asado, pero todos aquí sabemos que tenemos padecimientos, o que los tendremos en un futuro.

-Toda la razón amigo- agregó Don Medina- pero que cuestión difícil de llevar a la práctica la virtud de la paciencia. Porque tiene uno que poder en el momento de la larga fila por un trámite, o en el que el inagotable tráfico lo hace desesperar, tomar sin sufrimiento esas esperas e incluso ofrecerlas. -

Mientras reflexionaban lo que decían, Don Camilo, quien descorchaba un vino añejo aportó:
- Recuerdo una de los capítulos del grandioso libro de C.S.Lewis Las Cartas del Diablo a su Sobrino que desenvuelve muy bien este tema…- Y su oración se interrumpió por el ruido del corcho que resistente salía de la botella, - recuerdo que el autor mencionaba que el tiempo es un “Presente” y así, como presente que es, debemos entender que es un regalo, que no podemos adueñarnos de las 24hs. del día. No podemos retenerlo. Si tuviésemos que servir por mandato de Dios las 24hs. del día entenderíamos que cuatro horas de estudio, o una hora en el colectivo no serían ninguna molestia.-

-El problema es ese- decía el Peregrino- tenemos un sentimiento de propiedad constante, ya que creemos que todo atenta contra lo que es de uno cuando no lo es: mí tiempo, mí descanso, mí recreación. –

A lo que continuaba Don Camilo Di Benedetto- Tal cual, es como decía anteriormente mi querido amigo melancólico- y con una mueca sonreía y elevaba la copa para brindar con Don Calixto- cuando ustedes llegaban: “el tiempo no es nuestro”. Es como si un gran Rey diese un pequeño condado a un Caballero para que lo cuidase, y este creyese que hasta las más pequeñas rocas son suyas.
 Y no es así, si no que hasta la última piedra pertenece a aquel gran Rey que le dio el condado a su cuidado. El podrá usarlas para construir una muralla, o para hacer un camino, pero aun así no son suyas sino del Rey. Es el problema de creerse poseedor y dueño de las cosas, donde empieza a jugar el orgullo. ¿Qué opina compañero mío? – preguntó al de La Mancha.

 -Comparto con ustedes. Y ceo que el problema no es sólo un tema de orgullo, si no del como enseñamos a poseer las cosas. Si un niño dijese que su juguete es “mi juguete” de manera posesiva, o “mi pelota” creyendo que son cosas exclusivas de él y puede destruirlos ya que es el único dueño, estaría equivocado. No es un “mi” de propiedad que se debe aplicar. Debería ser un “mi” como un receptor de afecto, que demuestra la relación especial, el vínculo que me une con las cosas.
De esa manera diremos “Mi Patria”, “Mi Fe” no como propiedad exclusiva nuestra, sino como un regalo, un presente que generosamente tenemos. Y así con el tiempo, por esa relación también se funda la paciencia. Y de la misma manera con Dios. Si decimos “Mi Dios” no quiere decir que pueda exigirle lo que sea porque es de mi propiedad. –

 - ¿Cómo sería eso? - lo interrumpía el Peregrino Libanes, algo desconcertado, mientras le pasaba nuevamente la manguera del aparato árabe-

- Y si alguien rogase pidiendo: ”Mi Dios no deseo sufrir esto”, o “Mi Dios no quiero padecer determinada cruz”, creyendo que Dios es de su propiedad y debe cumplirle cualquier deseo exigiría algo que no le corresponde. Se debe tener esa relación de afecto que mencionábamos antes. Es “Mi Dios” porque me reconozco criatura e hijo suyo, y porque veo el vínculo especial que nos une a ÉL. Lo cual hizo nuestro Señor cuando le pidió al Padre que apartase de él aquel Cáliz que padecía, pero que se hiciese al fin Su voluntad y no la del Hijo. –

- Y así es como debe ser nuestra oración. No debemos pretender que Dios nos concederá cualquier cosa. Porque uno le puede pedir que le evite tal dolor físico, o que no se lleve la vida de algún ser querido; pero Dios probablemente nos exija ese dolor para ofrecer la mortificación, o se lleve a nuestro ser querido, para que nos atemos más a la vida sobrenatural- agregaba con certeza Don Camilo.

-Creo entender bien ahora- agregaba Don Calixto que había permanecido un oyendo pensativo. -  y no quiero extender la charla por las ramas, porque podemos desviarnos a diversos temas. Pero es también eso que explicaban amigos, parte del Amor de Dios a nosotros. Como el Rey que le da el condado al Caballero, nuestro Padre nos da muchas cosas que son de Él, y no debemos creernos dueños, así nosotros mismos somos de Dios. Nos hizo libres para que libres lo amemos, pero al fin de cuentas cuando la muerte nos lleve y si nuestro destino es la Vida eterna, Dios dirá: “Esta alma es mía, porque la amé y me amó”. -

A lo que cerraba Don Camilo- Claro, contrario a lo que el mandinga desea, que es conquistarnos, ya que no somos suyos. Quiere que nos desprendamos de ese vínculo afectuoso con nuestro Padre, para que al fin de los tiempos diga “esta es mi alma” pero con ese “mi” posesivo. -

Asombrados de cómo habían desenvuelto la conversación, los cuatro gallardos se quedaron contemplando el brillante fuego por un rato en silencio.

Hasta que con buen humor el Peregrino exigió al asador- Che para cuando esa Punta Espalda a la parrilla ¡se me acaba la paciencia! –


Y Don Camilo no vio otra solución que descorchar otra botella de buen vino para acompañar las risas que el comentario del oriental había producido. Y así contentos y agradecidos por poder compartir otra enriquecedora jornada los compañeros disfrutaron un buen asado, y se acomodaron alrededor de la fogata para guitarrear en la ya caída noche.

Y antes de que el de Los Gamos soltase las primeras notas, con gran alegría dijo Don Calixto Medina:
-Ahora comprendo mejor aquel bello poema de Sta. Teresa:

“Nada te turbe, Nada te espante,
Todo se pasa, Dios no se muda.
La paciencia Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene Nada le falta:
Sólo Dios basta.”

                                                     

Luego de guitarrear y terminar las bebidas espirituosas, los jóvenes se despidieron partiendo para sus pagos, y en sus cabezas resonaba la frase “Sólo Dios Basta”.



Don Ábila de la Manchita