lunes, 15 de abril de 2019

PAPEL Y TINTA

INTROITO
Fui a visitar, una mañana, a mi querida Galdrima, la madre de mi madre. Era una típica mañana de invierno, en la que los valles se tornan grisáceos y se desprende del cielo un chubasco que empapa los arbustos y los pastizales, dando esa sensación de que el mundo se ha entristecido. Bueno, en fin, ese fue el motivo de visitar a la vieja Galdrima.
Llegué como empañado a la puerta del viejo jacarandá, arcaica morada de mi abuela. Sacudí una de las ramas, ya que en invierno sus frutos secos suenan como la cola de la temida serpiente "Crotalus durissus", conocida como cascabel.

Quién es, preguntó la vieja haciendo sonar su bastón contra las raíces del árbol.
Alcandora, dije con la mandíbula bailando, ya que el frío me tenía estremecido.
Inmediatamente abrió el postigo e hizo señas de que entrara. Al verme con las manos violetas y el cuerpo casi como saltando, me ofreció una taza de chocolate caliente y unos pastelitos. Luego siguieron los mates que dieron pie a una larga conversación. No es mi interés contarles lo charlado, pero sí algo que sucedió cuando ella fue a calentar más agua. Se levantó de la silla y a sus pies se veía un viejo libro plateado.
Seguro la he visitado en horario de lectura, decía en mis adentros mientras tomaba un sorbo de mate. Pero qué, qué puede estar leyendo una vieja que en su larga vida ya se ha leído todo. Me lancé hacia el viejo libro como queriendo atrapar una mariposa y estando en el piso abrí la tapa. El título decía: "TINTA Y PAPEL". Nada más y nada menos que los escritos de un viejo en el lecho de su muerte.
Al instante se escuchó el pitido de la pava y supe que la vieja estaba por volver. Retorné a mi lugar en la mesa y sentándose ella, sin titubear y con el libro en mis manos, le pregunté: ¿Galdrima, sabia de los arboles, qué estáis leyendo? Se produjo un silencio rotundo, solo el crujir de las ramas del viejo árbol se oían. La vieja miró el libro unos instantes y noté una clara sensación de nostalgia en su rostro, luego se le fueron empañando los ojos hasta que desbordaron las lágrimas. Corrí a abrazarla e interrumpí el silencio diciendo como cuando de niño: ¿Qué sucede Mamama?. Me miró secándose las lágrimas y comenzó a relatar los últimos años de vida de mi abuelo.

Alcandora, pequeño, tu no lo sabes, pero... pero tu abuelo no sólo fue un extraordinario aventurero. Los últimos tres años de vida se la pasó encerrado en la copa del árbol, lugar de preferencia para escribir sus aventuras. No dejaba que nadie entrase y siempre se le escuchaba hablar solo. Desde entonces nunca volvió a ser el mismo.
Tuve la oportunidad de verlo dos veces en esos largos tres años. Él, fijaba la mirada en mi rostro, se acercaba lentamente y me besaba la frente, pero no decía palabra alguna. El resto de las veces cuando yo marchaba a los valles en busca de hierbas medicinales y de víveres, él escapaba y se abastecía con toda clase de comidas y bebidas para poder estar el mayor tiempo encerrado. Luego, en los días de primavera cuando cumpliría 109 años, no lo escuché más. Pasó un día, luego dos, hasta que decidí ir a la cúspide de mi hogar, allí, donde sus frondosas hojas se tornan violetas y las ramas se vuelven delicadas. Me atreví a entrar en su despacho y lo único que encontré fue este plateado libro. Los muebles ya no estaban, el cuarto: totalmente vacío, mi viejo marido había desaparecido…

Luego me dijo: Toma pequeño nieto, yo no he encontrado en este libro a tu abuelo. Tan solo tiene escritas unas pocas hojas y lo único que he entendido es que la cordura de tu abuelo se ha ido, dejando en este libro su  locura.

La vieja guardó el libro en mi alforja, se levantó, se dirijo a la cocina, prendió el fuego y empezó a preparar el almuerzo. En cuanto a mí: pensaba que conocía, en su totalidad, a mi abuelo. Pues había tenido la oportunidad de escuchar varias aventuras, narradas por él mismo, en mi pequeñez, y varias también las leía mi madre por las noches, antes de entrarme en sueño. Sin embargo, al parecer, cuando le llegó la vejez, su cabeza empezó a entrar en diferentes mundos. Él ya no viajaba, o mejor dicho, viajaba estando sentado. A dónde, no lo sé. Verdaderamente se habrá vuelto loco, me preguntaba una y otra vez, o quizá en sus aventuras descubrió algo que nunca pudo explicar y por eso perdió la cabeza. Tantas preguntas no podían quedar sin respuesta. Por lo que, inmediatamente, me adentré en la biblioteca y guardé todos los escritos “del loco” en mi alforja.
Algunos eran relatos de sus aventuras, otros, investigaciones sobre las hierbas, tabacos, bebidas, insectos y demás seres que se encuentran en la naturaleza. Al adentrarse la noche la alforja parecía reventar. Me despedí amablemente de Galdrima y partí rumbo a los valles del oeste, donde se encuentra mi acogedora morada.

Han pasado varios años desde aquel día nublado en el que visité a la vieja. Tuve el tiempo necesario para leer cada uno de los escritos y ahora he decidido sacar a la luz las primeras páginas del libro plateado. No dejan de ser palabras de un alocado hombre que pasó su vida descubriendo nuevos mundos, pues le decían el "Colón de los planetas”. Pero venga, ya todo este preámbulo se ha tornado largo. Les dejo las dos primeras hojas del “incompleto” libro “PAPEL Y TINTA”:



¡Se me ocurrían tantas cosas! Más, no podía escribirlas. ¿Cómo, me preguntaba una y otra vez, es posible plasmar las ideas en un papel; cómo centrarme en una sola, habiendo tantas merodeando por mí cabeza?

_¡Quizá debas concentrarte! Susurró suavemente la voz de mi conciencia.

_¡No! Gritaba algún diablillo en mi mente. No debes plasmar las ideas, pues serán nada en el papel. Nadie las entenderá. Cada uno entiende según lo vivido, según la experiencia.

¿Qué quieres decir con esto? Pregunté rápidamente.

_¡No hagas caso a este pensamiento! Decía la conciencia. Caerás en un pozo muy profundo... El hoyo del relativismo.

Silencio y dejad que este malvado, según crees, se exprese.

_ Pues en este momento, comenzó diciendo el pensamiento, estás escribiendo todas estas tonterías. Pero lo más ridículo es que no sabes qué idea quieres plasmar...

_Claro que lo sabe, interrumpió la conciencia.

Paciencia, amiga conciencia, él no sabe lo que estamos tramando. Dejad que hable para poder terminar esta idea.

Y e diablillo continuó diciendo:
_ Decía que no sabes qué idea quieres plasmar. Aunque lo supieras, nadie la entendería, o muy pocos, quizá.
Esto lo digo porque, como tú sabes, una idea surge en la mente como fruto de la contemplación de la realidad. Pues en este caso, si las personas no han contemplado lo que tú, entonces no podrán entender dicha idea.

_¡Falacias, mentiras, tonterías! Escápate de nuestra mente, estúpido pensamiento. Gritaba la conciencia.

Conciencia y diablillo siguieron discutiendo por largo rato. Yo escuchaba. Nada podía hacer, más que escabullirme en el ruido de los cascabeles del viejo árbol, silenciando a ambos. Pero esto no era lo que quería, pues deseaba escuchar. Escuchar silenciosamente en el silencio.

Quedé tildado, como dicen algunos, unos quince minutos, o eso creo. Volví en mí y comencé a escribir, reconstruyendo lo que habían hablado estos personajes:

_ Claro está, dijo la conciencia. Asunto terminado.

Espera, vayamos despacio, que no he sujetado aún la pluma.

_ Cierra los ojos y concéntrate, exclamó la conciencia.

Creo que eso ya me lo has dicho, dije un poco desconcertado. Al parecer estaba dando vueltas, una y otra vez, la misma idea en mí cabeza...

¡Lo recuerdo! Exclamé.

Conciencia argumentaba, que plasmando las ideas podemos hacer que los demás contemplen la realidad. Pues ese papel que contiene la idea no es más que un espejo de la realidad o una ventana que apunta hacia la misma.
Por otro lado el diablillo decía que nadie puede contemplar correctamente la realidad y por ende nadie logrará representarla de manera adecuada en un papel.
A esto la conciencia le muestra dos pinturas. La primera era una flor dibujada por un niño, mi nieto tal vez. La segunda, una obra de Velázquez. Ambos han reconocido y contemplado la realidad, pero solo uno tenía el talento de representarla. La realidad material es, quizá, la más sencilla de representar. Pero la realidad del dolor, amor, muerte, sentimientos, en fin, la realidad intangible o abstracta, sólo puede ser representada por unos pocos hombres de talento.
El pensamiento del diablillo iba desapareciendo con cautela de mí mente, a medida que hablaba la conciencia. Pues sus argumentos eran válidos y no daban cabida al falaz destructor de escritores.
Aclaró, también la conciencia, que es importante el talento y la virtud de poder representar la realidad. De lo contrario podría confundir a muchos y no ver una flor, sino un garabato en un papel.

Luego la conciencia se dirigió a mí diciendo:

"Carísimo mío, sé que dudas de vuestro talento. Está bien que dudes, pues has escrito largo rato y no veo nada claro en estas palabras. Más, que esto no te frene e intenta volver a las épocas en que todo lo dejabas tan bien plasmado, en las amarillentas hojas de papel. El talento y la virtud se alcanzan con la práctica.
Claro está que algunos no están hechos para esto. Puede ser, o no, tu caso. Por la edad quizá, no lo sabemos. Pero eso lo descubriremos con el tiempo."

Dejé pluma y papel sobre el decrépito escritorio. Quedé sentado pensando otro rato...

_¡Claro! Gritó alegre la voz de mi mente, interrumpiendo el silencio interior. Has logrado escribir.

Despertose el diablillo y dijo:
_ Has escrito, después de largo tiempo, eso está claro. ¿Pero... qué has dicho?

_ Descúbrelo tú mismo, entre carcajadas decía la conciencia, pues claro está. Asunto terminado.

No he dicho nada, solo he pensado. Y tú, sí tú, pequeño, te estás adentrando en el barullo de mi mente.

Gospodin Caputrrabid



Rápidamente di vuelta la hoja para seguir leyendo las alocadas palabras, empero no había nada escrito en ellas. Mejor dicho, lo escrito desaparecía. Como si mágicamente la tinta del plateado libro se mezclase con el humo que brotaba de mis narices, luego de haber dado una bocanada de pipa, dejando desnudas las arcaicas láminas de papel. Volví perplejo a las primeras páginas para transcribir en mi cuaderno lo que había leído, pues temía que también ellas desaparecieran del viejo libro. Coloque el último punto y… ¡Si, las palabras comenzaron a desvanecerse! La tinta cayó al piso como si el libro llorara unas espesas lágrimas negras. Abrí el cajón del escritorio y deposite, en un frasquito de cristal que estaba dentro, la mayor cantidad de tinta que pude. Luego sucedieron una serie de eventos que ya tendrán su momento de ser revelados.

Pero en fin, sin mas nada que decir, esas, nada más y nada menos que esas, queridos míos, fueron las palabras colocadas en las dos primeras hojas del misterioso libro de plata. Quizá, el viejo, verdaderamente perdió la cordura, y mi experiencia fue.... simplemente “un sueño”.  Pero yo se que esto no se trata de sueños o mentiras. La tinta está en el frasco y lo transcrito, escrito está. Ésta es la verdad.
"PAPEL Y TINTA"




A.T

sábado, 13 de abril de 2019

Mitología Cuyana: Revelaciones a Dom Abubba




“Las lágrimas de Azodnem por Ecipart”

El relator:
El otoño estaba dando comienzo en el reino sobre la montaña, el sol cálido de la tarde generaba en el ambiente una sensación de ternura de abrazo y el viento fresco una caricia en el rostro. Dom Abbuba paseaba por los caminos pedregosos del reinado luego de un acético almuerzo (dos gotas de rocío y un huevo de codorniz hervido en aguas termales) esta era de las horas favoritas del barbudo humeante, la tranquilidad en el reino lo inspiraban a reencontrase con el neuma.
Dom Abbuba miraba su alrededor como un niño mira un paisaje que se repite todos los días y exclamaba en voz baja, que para él eran gritos adrenalínicos que salían por sus ojos y oídos exaltados y decía:

“Ahhhh…. El reino, que lugar tan fermozo, que esplendido mejunje de cosas agradables a mi espíritu …. El sol que se asoma a través de las hojas agraciadas y juegan con mi visión con el aplauso de las hojas que ovacionan por el viento de la tarde… ¡vaya ja ja! desde cuando hablo con tanto léxico y de esta manera, será mejor callar y contemplar.”

Dom Abubba es y seguirá siendo uno de estos hombres que hablan consigo mismo, es como si hablaran con un compañero invisible y son de aquellos que se ríen de sus propias locuras…. es más, él considera muchas veces que pierde la cordura… la mayoría de las veces, está en lo cierto…dicen que es de los “polifacéticos”.

Ya terminaba su caminata por su recorrido cotidiano, Abubba silbaba melodías de épocas antiguas que hacían que las flores danzaran a la par de tal arcaico sonar. De pronto clavó en seco en el medio del camino y reflexionó: “Voy a ir por un viejo camino de regreso a mi morada, presiento que me voy a encontrar con un amigo”.  

Y así fue que el oriental decidió dar media vuelta y tomar el famoso camino que se encontraba atrás del palacio del Joven Baishka, amo y señor sobre la montaña. Este camino pasaba por un lugar llamado “El mundo de los Duendes”, cuentan las historias de las gentes que en ese lugar viven los duendes, estos son seres ancestrales que existen desde las altas épocas de Otlas (así se llamaba El Reino sobre la Montaña en antaño), seres mágicos que son metamorfos, es decir que no podríamos conocer realmente la forma que tienen ya que pueden tomar la disposición física que ellos requieran: hojas, arboles, conejos, etc. El Staretz había tenido la suerte de dialogar con alguno de ellos muchos años atrás pero él mismo decía que eran casi imposibles de encontrar.






Dom es un hombre de buen comer, muy equilibrado, que sabe cuándo y cuánto necesita alimentarse. Ya iba por mitad de camino cuando de pronto, paseando al lado de la acequia que llevaba al río, para refrescarse un poco, se cruzó un árbol bellísimo de hojas doradas que brillaban como diamantes gracias a las salpicaduras de gotas de la acequia y el reflejo del sol sobre ellas. Los ojos de Dom Abubba también brillaban, pero era porque veía con antojo unos hongos color caramelo sobre el pie del árbol. La lengua peinaba su bigote  y prolijamente retiró el hongo más grande que había, que habrá pesado unos cincuenta gramos. Rápidamente lo llevó a su boca y cuando comenzó a masticarlo y degustarlo; al cabo de unos segundos de placer con su sonrisa de oreja a oreja, vio que saltaban chispas de todos los colores de su boca, como si fuesen pequeños fuegos de artificio. Su piel se puso blanca, azul y violeta y sus pupilas se dilataron, luego cerro los ojos y cayó en seco al suelo áspero.



La revelación contada por Dom Abubba
Dom Abubba:

“¿Dónde estoy? Solo veo brumas… ¿he muerto? ¿Qué sucedió? ¿Los hongos estaban envenenados? ¿Beboyaga me tendió una trampa con brujería? “

Rápidamente me levanté y solo veía neblina y espacios en blancos y grises, pero pude percibir una silueta amorfa que se movía…esta me dijo:

“Abubba… Abubba…. Elige entre estas tres lámparas, cada una posee cenizas, cenizas de conocimientos invaluables, intangibles para los hombres comunes. Toma las cenizas de una de ellas y espárcetelas sobre la cabeza y veras lo que nosotros, los duendes milenarios hemos visto directamente de los daimons (δαίμων).
No sabía que pensar, el azar era lo único que me quedaba, o mejor la voluntad misma de Dios en mi elección. Opté por la lámpara de la derecha, tomé las cenizas y me las esparcí como se esparce la arena sobre la arena.
Relator: Nuevamente las pupilas de Dom Abubba se dilataron y cayó nuevamente en seco sobre el piso blanco como la nieve.

 La REVELACIÓN de la Revelación contada por Abubba:

Me volví a despertar, pero esta vez, no estaba sobre el suelo y la bruma …. Estaba sobre una bruma, sí, pero mis pies no tocaban tierra, estaba flotando, había llegado, a mi parecer a una especie de limbo, todavía no sabía que estaba sucediendo y por qué.
La niebla se fue esparciendo y mis lágrimas comenzaron a brotar, ¡estaba frente a algo jamás antes visto! Estaba frente a la gran Cordillera y al lado de ella estaban dos divinidades, ¡dos daimons! tenían las formas más hermosas que nadie podrá ver en sus vidas … mis ojos se humedecían por el esplendor de aquellas figuras que no podía terminar de abarcar en mi inteligencia, no podía parar de llorar.  Mi cuerpo se encontraba a mil pies del suelo, abajo era todo desierto.
Los daimons hablaban una lengua que no podía entender …. era una lengua onomatopéyica, solo podía escuchar como si un río chocara sobre las rocas o escuchar la madera consumida por el fuego, o el rechinar de los árboles o la brisa de la mañana. ¡Tenían el tamaño de titanes, eran más grandes que las montañas mismas!

De pronto siento un susurro de una mujer en mi espalda …. Una musa … una Elfa …. Yo no podía voltear a verla. Su voz era capaz de conquistar hasta al Sacro Imperio Romano con una silaba.
Ella me dijo: “Estas en una revelación …. Solo presta atención”
Yo no podía dejar de lagrimear y mover mis pies flotando en el aire. Tampoco pude contestar, y me calmé.
Ella: “Ellos dos, a los que vez parados ahí conversando son Azodnem y Ecipart, lo que estás viendo sucedió hace miles de años, pero sucedió… y fue luego de la caída del hombre.”
Lentamente y con la ternura de una madre me comenzó a contar una historia... 

Ella: “Hace muchos años, el Gran Dios mandó a proteger los extremos de la tierra a los daimons más poderosos y más amados por El. Su deber era sostener el equilibrio de estos puntos para que el planeta no colapsara físicamente ya que habiendo caído el espíritu los castigos corporales y terráqueos se harían presentes. Parte de la misericordia del Gran Dios se reflejó en que los daimons evitaran el quiebre de las montañas en esta región.
Azodnem era el encargado de proteger la zona de Cuyo, donde tú vives, ¡donde está Otlas! Y tenía un compañero de más baja categoría que era Ecipart, que pertenecía a otra casta, un poco más bajo que el primero, era como el escudero de Azodnem. La gran diferencia entre los dos y lo que hacía más poderoso a Azodnem era la capacidad de llorar. ¿Y porque digo esto? Porque aquí es donde se desenlaza este relato.
Las tierras de Cuyo eran de las tierras más fértiles del mundo entero, eran para los daimons, el segundo paraíso ya que ellos no sabían dónde estaba el primero (quizás era el paraíso). Con la caída de Adán, las tierras fueron devastadas y sustraídas de su inmensa belleza por las calamidades, las pestes y los desastres.
Ecipart sufría con dolor la ausencia de la belleza, pero no podía llorar y cantaba un epitafio que decía así en lengua de los hombres:



Triste es estar en donde hubo luz
Triste estar en donde hubo vida
Siempre Cuyo nos dio alegría
Siempre aquí se vio el paraíso a trasluz

El manantial refrescaba a los seres
El pasto calmaba el descanso del día
La tierra fértil nos sonreía
Siempre Cuyo nos dio alegría

¡El paraíso a trasluz!

Conmovido y sentidamente Azodnem decidió regalarle lágrimas a Ecipart para consolar tal sufrimiento e hizo brotar unas cuantas para el escudero. Azodnem no podía dejar que cayeran en tierra sus lágrimas así que coloco en las manos de Ecipart una jarra para que se volcaran allí y luego sepultarlas en el fondo del mar. Las lágrimas caían generosamente sobre la jarra, pero tres pequeñas gotas no entraron en el recipiente...

Otniev, el invisible, era otro daimon que merodeaba toda la tierra y transmitía con el permiso del Gran Dios la vida a todas las cosas, estaba presente escuchando el epitafio de Ecipart y observando las lágrimas de Azodnem, él también estaba conmovido. Así entonces, al ver las lágrimas del guardián de Cuyo, le pidió al Gran Dios si podía sacarle tres lágrimas a Azodnem antes de que cayeran al recipiente … esto se le fue permitido y siendo invisible a los ojos de los otros dos sustrajo tres lágrimas y las dejo caer en la tierra de Cuyo. Ya sabrás donde han caído … una de esas cayó en Otlas, la cual ustedes llaman El Reino sobre la Montaña. Las otras dos cayeron en …… y en ……”

Dom Abubba: Estas últimas se me dijeron en secreto y no las puedo revelar directamente por petición de Ella.
Luego del secreto solo sentía coscachos en la cabeza, ¿porque la dama me pegaría? no podía entenderlo …. todo se nublo.

El relator: Resulta ser que Dom Abubba fue encontrado por el Joven Baishka, amo y señor sobre Montaña, a orillas del río pedregoso al borde de ahogarse. Su ropa ya eran harapos mojados y Baishka golpeaba la cabeza del barbudo para que dejara de patalear. El señor sobre la Montaña tuvo que cargarlo en su caballo como a un borracho para llevarlo a que lo atendiera un médico en su palacio.

Abubba todavía no había recuperado la compostura, pero pudo ver el árbol de donde había sacado el hongo y vio unos pequeños zapatitos, del tamaño de un dedal, tirados en el suelo. Abubba se reía, lloraba y decía: “me he comido un duende, pues claro …. me lo he comido ja ja... pobrecito…debe haber sido el que conocí hace años atrás …ja ja”. Al parecer los duendes tenían propiedades que hasta para Dom Abubba eran desconocidas. El joven Baishka dejo a su amado consejero en la alcoba real y se arrodillo al lado del staretz esperando al médico mientras oraba.
De pronto Abubba recuperó todas sus fuerzas, sus ojos se abrieron como faroles y pegando un salto sobre la cama comenzó a gritar: ¡Revelación! ¡REVELACIÓN de la Revelación!
                                                               

Dom Abubba, el Staretz


Las Tres Edades de la Be-Vida Interior (PARTE I)

A mis malditos torpes:

En la siguiente carta los iluminaré acerca de la verdad. Si, y no habrá espacio a críticas, o al menos en cuanto a la esencia, pues este humilde servidor cojea siempre en la forma.
Un famoso escritor de Coquimbito, al cual todos ustedes deberían conocer, dice: "Ha llegado el tiempo de manifestar con violencia la verdad. Aquel que sepa y entienda, que se imponga. Pues cuando la ignorancia habita en las mayorías, el sabio será tenido por inicuo, y no lo dejarán hablar, rasgándose las vestiduras con grandes alaridos. Es menester entonces hacerse fuerte y empuñar la espada; asesinar a los herejes, incendiar las brujas, cortarle la lengua a los necios y quitar los ojos del impuro. Que el monje domine la lanza, que el poeta, el arco y la flecha, y que el músico construya catapultas".
Dicho esto, tendrán ustedes que hacer un alto, y pensar si estas palabras no comprometen su conducta, y aceptar con humildad que, si no está de acuerdo, probablemente es por culpa de su ignorancia... (o... ¿su mal gusto?). Al que le quepa el zapato, que se lo ponga.

Las tres edades de la vida interior, han sido manifestadas en reiteradas ocasiones por los Padres del Desierto y los Santos Místicos. Desde diversos puntos de vista a la cual está sometido cada individuo, todos coinciden, en rasgos generales, en tres etapas más o menos definidas (pero que no pueden ser dilucidadas en una línea temporal y sucesoria , ni rigurosamente detalladas). Y serían: La etapa del principiante, la purificación del sentido y la purificación del espíritu.

En esta bitácora vengo a contarles, mediante la analogía, estas tres etapas recorridas casi en tiempo récord por Don Virula, y tan sólo unos pocos de sus amigos.
Me tildarán de soberbio, de delirante, mas la convicción no vacilará. Y todo lo que esté fuera de estas etapas, sea anatema. Para el que escribe son, fueron y serán, las siguientes:
La conversión en la Cerveza, la purificación en el Vino, y la mística en el Whisky.

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1°. La Conversión en la Cerveza:

El principiante, al comenzar a dar sus primeros pasos, suele tambalearse y caer. Sus piernas están flojas y poco acostumbradas. Es menester entonces que el alcoholagogo no lo canse, y lo eduque a su medida. Que sea suave, y lo atraiga con el esplendor del sabor. Como un niño, aprende el iniciado a obedecer en pos de un caramelo, que lo lleva a olvidarse de si mismo, y superar sus debilidades mirando fijamente su recompensa.
No es casualidad que dicha noble bebida, posea una baja graduación alcohólica, de modo que nuestro organismo interior, pueda asimilarlo, sin grandes peligros de caer en el escándalo, o la vacilación por asiduidad del ejercicio. Bastan unos pocos mililitros para que el joven bebedor descubra los beneficios del consumo, y sienta alegremente la curiosidad en introducirse.
Si logras esto en tu discípulo, considérate un buen maestro, has concluido bien la primera etapa. Sin embargo, deberás prestar mucha atención a que tu hijo no caiga en la tentación de los paganos. Muchos son los pecados con que la sociedad mundana tienta a nuestros hermanos, repletos de maldad y contaminados por antiguas herejías. No hablaré aquí, mas que de las siete bebidas capitales que son: el freeze, cuba libre, mojito, daikiri, caipiroska, gin con tónica y margarita. En verdad, toda clase de "tragos" preparados, pueden seducir a nuestro iniciado, y enturbiar su mente y su convicción cual mujer perfumada.

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Estas perversiones, pueden tentarlo con sus psicodélicos colores artificiales, los excesos de edulcorantes, y el frescor insano del ácido fosfórico ( H3PO4). Quiero que entiendan, que estas bebidas proceden del modernismo instaurado en nuestra sociedad, que consume productos inventados por anglicanos, protestantes, nominalistas, enciclopedistas, revolucionarios de toda índole, la cual nos quieren atrofiar nuestro noble paladar, y lograr lo que los jóvenes de hoy cometen: beber artificialmente, sin aplomo ni verdadera alegría, a las apuradas, a oscuras y envueltos en el ruido. Todo esto hacen los paganos para olvidar por un rato su desesperante vacío interior. Si prestas atención a ellos, sus brindis, sus risas falsas y grotescas, no son más que "comamos y bebamos, que mañana moriremos".  Tú, en cambio, no bebas como ellos, mas bien deléitate en saborear la bebida, y educa tu paladar. No mezcles en tu copa dos bebidas, que para eso se elaboran por separado. Busca por sobre todo las bebidas que hayan creado los monjes en lo secreto de su soledad. La cerveza, por ejemplo, tal y como la conocemos ahora (a pesar de que los historiadores masones digan otra cosa), fue desarrollada por monjes de la Edad Media, como una forma de compensar los rudos ayunos de la cuaresma.
Habiendo aprendido el joven su primera lección, tanto del espíritu, la razón, y el ejercicio de sus sentidos externos, observa si persevera en el tiempo. Si logra el acometido, estará listo para sumergirse en la siguiente morada, morada como el racimo de la vid.

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CONTINUARÁ

Gallardía absoluta

a Don Eutrapelio Cozzetti

Érase entre nosotros un gallardo sin gala con una gran nariz. Era él un verdadero caballero, un noble y cristiano hombre de estirpe criolla y gaucha. Las rimas eran amigas suyas, los versos aún más. Poco rodaje tuvo en el Blog, y espero que un día lo mejore; pero quizás haya sido y es uno de los más escritores (tanto en cualidad como en cantidad) que ha habido entre nosotros. Decenas de papiros se acumulaban en su habitación desordenada, en su "cueva", donde largas desveladas pasamos charlando, estudiando y escribiendo. Qué decir de los cuantos vinos que habrán fallecido allí y de los miles de soldados rubios delgados caídos en sus ceniceros; y ni hablar de las cuantas herejías que habrán nacido de allí también. Pero la Verdad siempre imperó, y cualquier hombre descarrilado o desconsolado siempre encontró en ese pequeño cuartito cuadrado, cual celda monacal, cual confesionario parroquial, consuelo y encarrilamiento. Oyó los problemas e inquietudes de todo el mundo, y a todos aconsejaba y animaba, mas sólo a sus íntimos revelaba los suyos, como el noble paciente que sabe encontrar su fortaleza en el silencio de sus debilidades y en la charla de pocos amigos.
Su nombre fue una misión desde su nacimiento, pues quien lo conoce sabrá muy bien que la sana diversión, la llamada Eutrapelia, siempre fue su distintivo principal, tal es así que las eutrapelias que él inventaba, (y las inventaba a chorrillo), pasaron a llamarse como su nombre, y su nombre pasó a ser una auténtica eutrapelia. Su apellido Cozzetti todos sabrán muy bien a qué va, y no creo que haga falta nombrarlo aquí, mas sólo decir que más acertado apellido no podría haberle dado la Providencia.

Pero este gallardo un día decidió partir, cansado de fallar a Dios y de no hacer Su voluntad a pleno, decidió hacer caso a aquel llamado que había recibido del Padre. Tomó sus cosas: una valija de 'cosas necesarias' (o sea: cigarrillos, libros, mate y más cigarrillos) y otra valija de escritos y papeles solamente. Y partió, luego de recibir más despedidas que Los Chalchas, se fue a entregar al Señor para ser su servidor, para ser quien pueda traer a Dios a los hombres y los hombres a Dios mediante la administración de los Sacramentos y la transmisión del Evangelio. Y ésta fue, queridos gallardos, su mayor gallardía, la más viril y arrebatada que pudo realizar este gallardo hermano nuestro; la más noble y salvaje decisión que pueda llevar un hombre de bien, la Gallardía absoluta. Él quiso elegir lo máximo, el quiso ir tras el Dorado, quiso robar As de espadas; y allá fue, siguiendo la huella que la estrella le marcaba en el Cielo, persiguiendo aquella voz que lo incitaba a lo magnánimo, a lo grande, a los excelso, a lo sublime. La magnanimidad siempre fue característico suyo, muchos la aprendieron de su ejemplo, y de su ejemplo mucho se puede aprender. No se conformaba con lo mucho que poseía, su alma insaciable anhelaba siempre "un poquito más", siempre un pasito más, siempre subir un escalón más en la escalera que lleva a Dios. Y finalmente un día, decidió tomar ese camino de entrega absoluta, abandonando su ciudad, su casa, su familia, sus amigos, su trabajo, su propia voluntad y sus propios planes, todo para seguir la senda y la cruz que Cristo le marcaba. Y por fin, como dice el Evangelio en el llamado de Cristo a los discípulos: "... y dejándolo todo lo siguió".

Vaya este sencillísimo y diminuto escrito a nuestro querido amigo Eutrapelio para que Dios lo acompañe en su camino al sacerdocio.



viernes, 12 de abril de 2019

La Gran Tormenta

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Nota: Es costumbre del melancólico Virula, cada dos o tres años, abrir el sótano donde guarda viejos escritos y libros de aventura. La única intención de esto, es recordar un poco el pasado y sus años donde la infancia aún no se desvanecía. Entre tantos papeles, cada tanto se encuentra con viejos escritos suyos, olvidados en medio del desorden de la sala. Este es uno de ellos, el cual tuvo que reconstruir un poco, dado a que la humedad había corrido un poco la tinta.


Era de noche y la fuerte lluvia azotaba el jardín de Don Virula. Pequeños arroyos se deslizaban entre la hierba, yendo a parar a provisorios estanques que se formaban en el suelo.  El Virula, permanecía de pie junto a su hermanito menor, ambos acogidos bajo el techo de la amplia galería. El tejado canalizaba el agua y formaba una cortina de gotas cual cascada. A cada instante, la oscuridad escapaba a la penetrante luz blanca y fugaz de un relámpago.
Virulana, un poco por no dejarse invadir de aquella vieja melancolía, preguntó al niño, siempre dispuesto a los cuentos sin explicación:
-¿Por qué llueve tan fuerte?.- A lo que el pequeño contestó:
-No lo se, esta llorando mucho la tormenta... Debe estar muy triste. -
El mayor, fijando su mirada a lo lejos, dijo:
- Estas tormentas son apenas pequeñas hijas, hijas de la Gran Tormenta-
El niño, abriendo los ojos, replicó:
- ¿Y quién es esa? ¿Dónde está?-  El flaco, dando unos segundos de silencio, dijo:
-No lo se, pero dicen que la Gran Tormenta es una nube muy grande y negra, capaz de hacer temblar la tierra. Hace muchos años atrás, el agua estaba en un mismo sitio, junta y feliz. Pero un día, alguien quebró la armonía de la Tierra, y de pronto el Mar se vio separado de su amada, el cielo. Esto causó una gran tristeza para ambos. Entonces la Gran Tormenta del cielo, enfurecida, le prometió al Mar buscar una solución para volver a estar juntos, o vengar al culpable. Es por esto que la tormenta derrama sus caricias y sus lágrimas sobre el Mar, y este, desesperadamente despliega sus olas intentando abrazar el cielo, una y otra vez.-
Don Virula, haciendo una pausa, suspiró y continuó diciendo:
- Pero han pasado siglos y no lo han conseguido, y así, la lluvia camina vagabunda sobre la tierra buscando consuelo, buscando alguien que la ayude. A veces se llena de cólera y lanza sus rayos por doquier, rugiendo en su impotencia. -

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El niño quedó absorto en sus pensamientos, mientras escuchaba y veía la lluvia; hasta que al fin, con cierta timidez preguntó:
- ¿Y lo logrará algún día?-  Este respondió:
- No lo se, quizás cuando todo sea restaurado en Él, no solo aquella pena, sino las nuestras también. Es por esto, que cuando te sientas en la arena y observas el horizonte, ves como cielo y el mar se despliegan a la par rumbo al más allá, confiadas en que lejos, más allá del horizonte, en algún reino maravilloso se puedan abrazar.-

Allí concluyeron las palabras de los hombres. Ambos permanecieron contemplando las quejas de la tormenta.

jueves, 11 de abril de 2019

Una Carta de Dom Abubba a sus íntimos II: La carta que nunca llegó, la carta perdida.






Hermanous! Priviet!

¿Cómo comenzar ... desde dónde ?, que sucedió? ¿Por qué la demora? ¡Hace 4 años Dom Abubba!

Hace 3 años caros míos, llego a vuestras manos una carta, una carta que abrió la puerta al espacio Sideral, al descubrimiento de una entidad mítica que se relaciona con los hombres desde tiempos inmemorables. El cosmos se alineaba para darnos un suculento banquete de conocimiento, tal como el de los páganos dioses nórdicos en el Valhala, pero cuando más lo esperábamos…todo sucumbió.

Pero ¿porque demore tanto en enviar mi segunda carta?

¡Brevemente les contaré que fui capturado en esas épocas! ¡Así es! Fui capturado por un poderoso hechicero del Reino Sobre la Montaña. Esta alguna vez fue señor de estas maravillosas tierras, ascendiente del Joven Baishka. Su nombre, casi innombrable por estas tierras, es el de Beboyaga. La captura no fue extensa gracias a la valerosidad y virtuosismo de Gustav, el gran vigía, el de prominente musculatura y barba fluyente cual rio de montaña (una crónica aparte). Las cartas reveladas por Fortunato desaparecieron estos años entre las grandes montañas andinas, más allá de la cascada de manantial. La revelación no pudo ser transcrita, era imposible, pero ¡elo aquí! Las he recuperado intactas en una de mis caminatas por las montañas pedregosas, yacían en un nido de Cóndor cordillerano, debajo de un precioso huevo color marfil.
 
¡Pero basta ya! ¡A lo que nos incumbe!










Transcribo:

¡Queridos míos!

 A propósito de Fortunato... Envío esta carta para que mis lectores gallardos acrecienten sus conocimientos y enriquezcan sus fantasías, pues así descubrirán su pequeñez; escribo estos párrafos para que puedan ver lo que no se puede entender y quizás entiendan lo que no se ve.

Fortunaismo, filosofía revelada por Fortunato, en la que se ve involucrado todo ente masculino, consta de tres simplísimas partes, de la cual solo hablaré de la segunda en este texto: “el Descarte”.

Esta etapa es sumamente prestigiosa para cualquier varón, es una etapa que a algunos se les hace prolongada a otros les pasa cómo un chasquear de dedos. Este momento de la filosofía Fortunatista remarca un salto en el “andros”, un salto de seguridad, de remarque de actitud ante la caza furtiva.
Instintivamente teniendo en la baraja una serie de opciones (¿3 o 4 o quizás más?), esta se reduce por fortuna del Fortuna…para ejemplificar: no la veo seguido, me olvido de hablarle en mensajes, su conversación es meramente superficial, nunca me atreví a hablarle e invitarla a salir, y así un millar de etcéteras.

En definitiva el destacarte fortunatista se da porque Fortunato no ve una conexión y cohesión de gustos y recursos que alimenten la futura relación , pero Fortunato no dictamina nada , solo aconseja y tomando ese consejo inconsciente , místico y mágico comenzamos a ignorar a algunas de nuestras cartas, cuál niño que al tener nuevas canicas  ,que no quiere decir que sean nuevas, olvida la existencia de las que en un principio fueron sus más apreciadas y se encontraban en el podio.

¡Por último, hermanous! Tened mucha atención a los que les digo, el Descarte es el centro de una ruleta que nos conduce a dos opciones:
1-la cara del cazador furtivo ... el retorno a la inseguridad y al círculo vicioso y perpetuo del famoso “idealismo” inactivo.

2- la cara de la próxima etapa, el momento más mágico e irrefutable (quizás) de esta filosofía fortunatista. El apogeo de la firmeza viril, el esplendor de la valentía, de la gallardía del que salió del barro para hacerse roca de confianza intra e interpersonal.


¡Exhorto a que rumeen estas cosas que se me han sido reveladas para comprender un poco más, para ver un poco más, para iluminarse cada vez más! No dejen de ver La clima, allí encontrarán respuestas y se darán cuenta de lo que digo es cierto y no hay mentiras sobre mi boca.

до свидания

lunes, 8 de abril de 2019

El adiós



Corría un día como cualquier otro en el que, pasado el mediodía, sería el momento de concurrir a la estación del bien conocido tranvía.
Salía de mi hogar sin mucho equipaje, sólo algunas amarillentas páginas encuadernadas que portaban mis versos favoritos se acomodaban perfectamente en mi mano derecha. Respiraba profundo durante la breve caminata la suave fragancia de los capullos nacientes que inundaba todo aquel lugar, y mi rostro se iluminaba de vez en cuando por los rayos de luz que se filtraban fugazmente entre las hojas de los árboles. Nada nuevo podía distinguirse a simple vista aquella tarde, pero cada paso era diferente al anterior, y a los de días atrás.
La estación en su simpleza se desprendía de un modo disimulado de los infinitos rieles y la tarima de madera rechinaba sin excepción alguna a los pasos que circulaban sobre ella. Un pequeño techo con una que otra teja era cubierta por una vieja enredadera a punto de florecer, que al mismo tiempo escondía un banco de plaza que habían colocado allí hacía quién sabe cuánto tiempo.
Al llegar, esperé ocupando el banco mientras hamacaba los pies contando y recontando durmientes, y pensando de vez en cuando, poder obtener un asiento junto a la ventana ya en el interior del tranvía. De pronto, una sorpresiva bocina interrumpía la calma en aquel prado y de un momento a otro ya podía gozar de dicho asiento de mi preferencia. No era difícil conseguirlo ya que a tal hora del día pocos pasajeros abordaban el transporte a la ciudad, pero uno llamó particularmente mi atención.
Un muchacho como no había visto, de buen porte, mirada diáfana y algo enigmático. Si se lo observaba detenidamente denotaba no tener rumbo fijo. Bajaba y subía en distintas estaciones optando siempre por el mismo tren, y muchas veces al mirarlo intentaba descifrar algún patrón oculto en la inmensidad de paradas en que tal muchacho descendía con el pasar de las jornadas.
Lo había observado durante varias semanas, meses tal vez, y al momento en que las vías se abrían paso en una pequeña villa bajaba en alguna que otra estación, y con su boina en mano se adentraba en alguna casa que de camino le llamaba la atención desde el interior de los vagones, siendo eso suficiente para precipitarse a abandonar el tren y dirigirse a aquel lugar.
Arribaba e ingresaba a la casa sin esperar que la puerta se le abriera. Así varias ocasiones lo vi bajando y entrando en algún edificio y nunca se sabría a cuál entraría al día siguiente puesto que algunos eran muy diferentes a lo que sus ojos manifestaban de él mismo.
Con el correr de los días siguió con esa extraña rutina, mientras que una casa, que logré ver no de casualidad alguno de mis viajes, se alzaba en una esquina oculta por la cascada de un sauce. No era deslumbrante, pero los detalles de cada uno de sus recovecos la hacían, a mi parecer, magnífica. Cada piedra de sus paredes dejaba ver un tinte algo arcaico, de imperfecciones arregladas con el esfuerzo de las propias manos, hogar de historias mil y una vez contadas, y de leyendas increíblemente acontecidas. Aquel muchacho parecía pertenecer de algún modo a ese hogar, o ese hogar a aquel muchacho.
Hasta que un día en un recorrido pude darme cuenta de que se percató, no de casualidad, de la presencia de dicha casa, aquella en la esquina. Por primera vez vi encendido el fuego del farol fuera de la casa. Entonces bajé para ver qué sucedería.
Dirigiose él con decisión a la puerta repujada y al intentar entrar como siempre hacía no pudo, algo fallaba, intentaba e intentaba, pero todo esfuerzo era en vano. Fue entonces que me percaté a lo lejos de que el picaporte de la puerta no estaba, había sido retirado, o quizás nunca tuvo. Por más que el muchacho llamó y llamó implorando adentrarse en aquel lugar, que denominó fugazmente hogar mientras suplicaba, ningún sonido se escuchó, nada se movió, nada se abrió. Posiblemente ya era tarde.
Al verlo resignado corrí a tomar el siguiente tren para continuar mi camino, mientras observaba ya dentro de él cómo el muchacho se rendía ante el pórtico de aquella casa. Luego de aquel día nunca volví a verlo, no sé qué fue de él.
Nunca lo volví a encontrar caminando por la villa, ni en los asientos del tren de las tres en la tarde. Ese día de primavera fue el adiós, fue la despedida de aquella extraña práctica, de aquellos viajes, de su presencia recorriendo y entrando en cada casa, de aquel muchacho. Cuando no pudo entrar en la mística casa se dio por rendido, no era cualquier casa. Pocos lugares y pocas cosas hay cuyas puertas se abren desde dentro, comprendió en su resignación que aquella no era cualquier casa.
Algo murió desde entonces en aquel valle, en aquella villa; pero algo aún mayor había emergido colmando cada rincón de la región y del legendario hogar.

Tal vez fue esa despedida, quizás fue ese adiós.

jueves, 4 de abril de 2019

Subibaja espiritual.




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¡Qué misterio...!
¿Cómo es que te me vas en silencio y vuelves
en el mismo silencio?
Silenciosas idas y venidas que me hieren por sentidas.
Ascensos impensables; descensos inimaginables.
¿Por qué no siento tamaña caída?
¿Dónde está ese fondo sin fondo de mis tropelías?
¿Con qué me estrello cuando te atropello?
Me muero, y me creo vivo.  Me muero, y sigo siendo. 
¡Qué misterio!
Caída mortal sin Parca ni guadaña.
Mera ilusión. Sensaciones mudas. Experiencias que desconciertan.
El vuelo no es mío, y esto es ciencia cierta.
El tropiezo estrepitoso sí es mío y, ¡ay!, también esto es cierto. Empero lo más cierto -por más bello- es la Magia que se produce en cada vivencia, siempre inasible, siempre huidiza.
¡Qué tormento! ¡Qué misterio!
Me vuelco y revuelco, y sigilosamente, me elevo. Me elevan. Y en la bajada, ¿quién me baja? Nadie.
Tristemente nadie. Abrumadoramente.
Subibaja espiritual de espacios ignotos, de dimensiones inconmensurables que abisman.
Sublime aventura o desventura que la misma mística no apura. Ni se apresura en la espesura.
Contradicción lacerante propia de la bestia alada.
Circuito desconocido para los tres reinos. Y para los Ángeles, que miran atónitos.
Movimiento vertiginoso que sabe de suelos y de cielos.
Todo un ciclo incomprensible. O más bien, inconcebible. ¡Indecible!
Viaje más increíble que el de Hermes.
Travesía más terrible que la del Dante.
Misterioso columpio en el que no se sabe exactamente quién lo mueve, lo empuja. ¿Me empujan?
Rueda de la fortuna sin fortuna. ¿Rueda de la Providencia?
Kamikaze interior; barco íntimo con sus íntimos vaivenes; montaña rusa de extensísimos recorridos con inciertos destinos. 
Hipérbole única. Sinuosidades que desafían el tiempo y el espacio.
No hay descanso en estas circulaciones de curvaturas pronunciadas.
Parque de diversiones angelicales. ¿Parque de maldiciones o de bendiciones?
Este subibaja, que sube y sube, que baja y baja, acabará algún día en la cima... 
o en la sima.
El trayecto sigue y sigue...