viernes, 12 de abril de 2019

La Gran Tormenta

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Nota: Es costumbre del melancólico Virula, cada dos o tres años, abrir el sótano donde guarda viejos escritos y libros de aventura. La única intención de esto, es recordar un poco el pasado y sus años donde la infancia aún no se desvanecía. Entre tantos papeles, cada tanto se encuentra con viejos escritos suyos, olvidados en medio del desorden de la sala. Este es uno de ellos, el cual tuvo que reconstruir un poco, dado a que la humedad había corrido un poco la tinta.


Era de noche y la fuerte lluvia azotaba el jardín de Don Virula. Pequeños arroyos se deslizaban entre la hierba, yendo a parar a provisorios estanques que se formaban en el suelo.  El Virula, permanecía de pie junto a su hermanito menor, ambos acogidos bajo el techo de la amplia galería. El tejado canalizaba el agua y formaba una cortina de gotas cual cascada. A cada instante, la oscuridad escapaba a la penetrante luz blanca y fugaz de un relámpago.
Virulana, un poco por no dejarse invadir de aquella vieja melancolía, preguntó al niño, siempre dispuesto a los cuentos sin explicación:
-¿Por qué llueve tan fuerte?.- A lo que el pequeño contestó:
-No lo se, esta llorando mucho la tormenta... Debe estar muy triste. -
El mayor, fijando su mirada a lo lejos, dijo:
- Estas tormentas son apenas pequeñas hijas, hijas de la Gran Tormenta-
El niño, abriendo los ojos, replicó:
- ¿Y quién es esa? ¿Dónde está?-  El flaco, dando unos segundos de silencio, dijo:
-No lo se, pero dicen que la Gran Tormenta es una nube muy grande y negra, capaz de hacer temblar la tierra. Hace muchos años atrás, el agua estaba en un mismo sitio, junta y feliz. Pero un día, alguien quebró la armonía de la Tierra, y de pronto el Mar se vio separado de su amada, el cielo. Esto causó una gran tristeza para ambos. Entonces la Gran Tormenta del cielo, enfurecida, le prometió al Mar buscar una solución para volver a estar juntos, o vengar al culpable. Es por esto que la tormenta derrama sus caricias y sus lágrimas sobre el Mar, y este, desesperadamente despliega sus olas intentando abrazar el cielo, una y otra vez.-
Don Virula, haciendo una pausa, suspiró y continuó diciendo:
- Pero han pasado siglos y no lo han conseguido, y así, la lluvia camina vagabunda sobre la tierra buscando consuelo, buscando alguien que la ayude. A veces se llena de cólera y lanza sus rayos por doquier, rugiendo en su impotencia. -

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El niño quedó absorto en sus pensamientos, mientras escuchaba y veía la lluvia; hasta que al fin, con cierta timidez preguntó:
- ¿Y lo logrará algún día?-  Este respondió:
- No lo se, quizás cuando todo sea restaurado en Él, no solo aquella pena, sino las nuestras también. Es por esto, que cuando te sientas en la arena y observas el horizonte, ves como cielo y el mar se despliegan a la par rumbo al más allá, confiadas en que lejos, más allá del horizonte, en algún reino maravilloso se puedan abrazar.-

Allí concluyeron las palabras de los hombres. Ambos permanecieron contemplando las quejas de la tormenta.

2 comentarios:

  1. Don Virula, querido.
    Bellísimo escrito ha desenterrado usted. Un intercamb de palabras que ha logrado conmoverme las entrañas.
    Espero paciente, seguro como usted, que algún día cielo y mar se unan de nuevo.
    Un saludo desde las montañas

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  2. Maestre Gamos, gracias por desempolvar su antiguos e infantes papiros.
    Me interesaría, igual, que nos hable de otra tormenta, la tormenta interior. Que nos describa aquel estado de ánimo que algunos sensibles llegaron a llamar: TORMENTA MELANCOLICA. Lo dejo a su consideración.

    Mis afectos de siempre,
    Hilario.

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