lunes, 26 de marzo de 2018

Un Improvisado Ensayo sobre los Mitos y los Cuentos

Antes de comenzar este intento de ensayo, aclaremos que el tema es infinitamente grande como para resumirlo en un par de hojas. La cosa da para miles de libros y millares de fogones con más de algún descuidado que en su entusiasmo olvidó los límites de la alcoholemia. Sumado a esto, convengamos que Don Virula no es un erudito del tema. Gracias a Dios, aquí no existe ningún ente regulador, ni filtros, ni autoridad, y el libertinaje del blog me permite escribir sin escrúpulos sobre el tema...¡Que lo juzguen las musas!
 Pues si, es tratar de meter la cabeza en el mar, y desde allí explicar lo que este posee en todas sus dimensiones. Es por esto, que intentaré dar una breve pincelada.
¿Por qué los cuentos? ¿Por qué los mitos? ¿Por qué la fantasía? ¿Qué es todo esto del que tantos hombres gastan su tiempo sin motivo alguno?

Resultado de imagen para mitos griegos

Sabemos bien, que vivimos sujeto a la carne, con limitaciones y debilidades. Sabemos también, que nuestra inteligencia es limitada. Bien, el primer punto en cuestión, es explicar que el ser humano es superado ampliamente por la creación, y las entidades sobre-naturales. Al ser finitos, concebimos en nuestra inteligencia tan solo un aspecto parcial de la realidad absoluta. Ahora bien, si nuestra recepción es finita, ¡Cuanto más reducimos un concepto, al introducirlo dentro de una palabra! Entendamos, que no podemos explicar lo que es Dios, ni mucho menos entender lo que es. Sin embargo, el hombre se ha valido de diversos recursos para tratar de alcanzar una percepción superior a la que la misma razón, mediante razonamientos lógicos, pueda llegar. Un ejemplo de esto es la poesía, que mediante palabras bien elegidas, logra hacer de trampolín para que alcancemos realidades muy altas, que por las simples "frases" no llegaríamos. Si bien el tema de la poesía no es exactamente igual, podría decirse que los mitos y los cuentos utilizan un procedimiento parecido. Esto es, intentan insuflar al corazón del hombre, algún mensaje que nos acerque a alguna realidad inexplicable. Creo importante subrayar que el corazón no posee un lenguaje de palabras, sino de conceptos mucho mas "completos" que las palabras que coartan el pensamiento.
El segundo punto a tener  en cuenta, es la olvidada verdad de que las cosas poseen una realidad superior y primera, a lo que captan nuestros sentidos externos. Es decir, que lo que aquí vemos, oímos, tocamos, etc... es tan solo la consecuencia última y más efímera de lo que realmente es. Quiere decir esto, que todo ente, en un plano "sobre-natural" es más real. Es como un sueño, las cosas son borrosas, poco definidas, y al despertar, vemos mejor la realidad. Bien, ahora vemos las cosas como en un sueño, y al morir y resucitar (o despertar los sentidos del alma aún en esta vida), descubriremos como realmente son.
Dicho esto, vayamos al tema en cuestión.

En mis escasos estudios, tengo como primer recuerdo los mitos griegos. Estos viejos que no tenían nada que hacer, pasaban su tiempo tratando de dar explicación a los fenómenos que observaban en la naturaleza, tanto del hombre como su al rededor. De allí surgieron fantasiosas explicaciones, donde se hablaban de dioses y otras cosas. Digamos aquí entonces, que al estar ociosos descubrieron dos verdades: La primera, es que existe algo superior a nosotros, que gobierna el universo, la segunda, que el hombre es un ser que posee en su interior deseos de una plenitud inalcanzable en este mundo, sin embargo, mediante la filosofía y el estudio, nos acercamos un poquito a esta "eternidad".
Ya desde entonces, con la sola observación, supieron ellos cuales eran los ideales del hombre,hasta tal punto que es preferible beber la cicuta, antes que traicionar los principios. Surge el concepto de héroe, aquel quien por un bien sobrenatural, es capaz de realizar obras que dañan su propia persona en lo exterior, mas lo purifica en su interior. Entienden que el hombre, es un ser creado, inferior a los dioses a quienes le debe culto y obediencia, y que ellos juzgarán las obras buenas y malas, y que habrá recompensa para los justos y castigo para los malos. Maravillosamente entienden también, que el mal se ha apoderado del kosmos a causa del delito de una mujer, y que ni este ni la muerte le son propios al hombre.
Los griegos no poseían la revelación hebrea, aunque no este comprobado de que algo hayan sabido. Digamos pues, entonces, ¿Cómo es posible que los griegos hayan inventado todo esto? ¿De dónde sacaron ideas tan semejantes a lo que Dios aún no había revelado? ¿Cómo es que Homero tenga conceptos tan cristianos? Podría darse una extensa explicación, pero digamos por ahora, que creemos en un orden natural. Que Dios ha grabado a fuego en el corazón del hombre lo que está bien y lo que está mal. Y sumándole a esto, aún los griegos descienden de Adán, y por ende llevan marcada la herida del pecado original, y con esto el recuerdo casi imperceptible del edén y la potencialidad de ser transfigurado, redimido y saciado sus deseos con gozos eternos.
Por lo tanto, mi rápida respuesta es que los griegos simplemente supieron oír la sutil voz que corre en el torrente más profundo del corazón de todo hombre en la historia.
Vale aclarar, que todo mito no siempre responde a una verdad absoluta, sino que tocan distintos aspectos parciales de ella. Por ejemplo, un mito nos puede hablar sobre la virtud de la humildad y no por eso del sacrificio. Otro hablará sobre el heroísmo y otro sobre la prudencia.
Dejemos por ahora a los griegos...
Se cuenta en algún libro de algún autor que nunca leí, pero que no se quien me contó, que varios jesuitas se sorprendieron al encontrar la buena disposición de los indígenas para con la fe. Descubrieron luego, por boca de los nativos, que ellos creían en que algún día les llegaría la salvación bajo el símbolo de una cruz (Esta fuente es verídica). Quiere decir entonces, que por alguna ocasión, a lo largo de los años les habían legado a estos indios la tradición de la salvación.
Vayamos ahora a los egipcios, quienes creían en poderosos dioses, en la divinidad de un super-hombre (el faraón) que debía gobernar, y ser sepultado en la espera de resucitar a la vida futura.
Ahora bien, dejemos un poco de lado los hechos históricos. Casos en la historia de conductas semejantes a la fe cristiana, hay de sobra y en este momento no me acuerdo cual otra poner. Lo que quiero que se capte de esto, es que el hombre siempre ha querido tener fe, y creer en algo más divino que la miseria humana. Digamos de nuevo, que parece ser que lo lleva inscrito en el corazón.

Todo pareciera indicar, que el hombre que se detiene por unos instantes, descubre la invisible presencia de algo más, necesariamente debe haber algo más. Y he aquí cuando el hombre se pone a pensar  o buscar algunas respuestas posibles.
Expongamos otra cuestión, ¿Puede el hombre verdaderamente INVENTAR algo? ¿Es acaso el hombre creador, en el campo imaginativo? Y aquí se abre el debate, y si de algo me alegro en este momento, es que no hay entre los gallardos algún teólogo que me pueda excomulgar por hereje. Por lo tanto, si bien somos imagen y semejanza de un Dios que es creador, me atrevo a decir que el hombre es incapaz de crear algo en su mente. Mas bien descubre la realidad. Pero entonces, dirán, si fuera así, el hombre no podría errar en sus concepciones. A lo que respondo, ¡Claro que si! Puede equivocarse en la interpretación, pervirtiendo la realidad contemplada a causa de su mala receptividad de lo intangible. (Intragable)
Bien, como el hombre es un mero descubridor de verdades superiores, y que a  su vez presiente su necesidad de perseguir la felicidad inaccesible por medio de "cosas" que no captan del todo sus sentidos, recurre entonces a escuchar su corazón, y tratar de encontrar casi desesperadamente las respuestas a sus preguntas.
Si, el hombre siempre presintió que está destinado a algo más que esta tierra, el hombre siempre supo su origen divino, y su magnánimo destino... Aún los más desesperados, han tenido ese pequeño rayo de luz que le da esperanza para la otra vida, no puede quedar todo acá.
Pero al comenzar esta búsqueda, la humanidad se encuentra con una gran traba: su propia limitación. ¿Cómo es posible que intuyamos un destino divino y glorioso, que nada en este mundo nos pueda saciar, y que no exista la posibilidad de salir de las limitaciones de nuestro cuerpo frágil y mortal?
Es la gran pregunta que todos experimentan inconscientemente. Y creo que es aquí, donde se pueden tomar dos caminos: el primero, comamos y bebamos que mañana moriremos. El segundo es aquel donde ese rayo de luz esperanzador, en el mejor de los casos, enciende una llama, y el sujeto dice, si, hay algo más que lo que vemos, hay vida en la vida, o después de la vida. Esta idea ya abre la ventana del alma, para recibir la luz del exterior. Esta idea activa la vitalidad del corazón, y este movimiento se transforma en amor  a lo desconocido. ¡Busquemos! gritará el interior, pensemos en lo que conviene hacer, en cual es nuestra misión, en cómo debe ser el hombre. ¿Y las limitaciones? No importa, si hay algo más, eso nos ayudará.
Es justo aquí, a mi entender, que el hombre comprende que necesita ayuda, ayuda de un héroe semi-humano, semi-divino. O alguien que venga del más allá a  mostrarnos el camino, o héroes que nos rediman. Y en esta gran verdad del hombre, comienza quizás el tema central de todas las historias, cuentos o mitos. Un héroe que da la vida por los demás, en pos de algo mejor. El amor como tema central de casi todas las historias. El bien y el mal, luchando entre si, y el necesario final feliz de nuestras vidas.
La humanidad no necesitó la revelación para comprender esto, siempre estuvo allí, fue creado para eso. Y finalmente, en la plenitud de los tiempos, Dios se hizo hombre, viniendo del más allá, para mostrarnos el camino, la verdad y la vida, y como el héroe griego, murió para salvar a los demás de las garras del mal, redimiendo la humanidad imposibilitada de saltar al más allá, en una entrega pura de amor por los hombres, libre y desinteresadamente. Y finalmente,  el Mito se hizo carne, y habitó entre nosotros (como diría un viejo monje).
Al haber venido Cristo a la tierra, se nos fue rebelado absolutamente todo aquello que por tantos siglos de antigüedad los hombres buscaron sedientos. Toda la historia lo estaba esperando a Él, todos los hombres presintieron su venida, todos poseían y poseemos en el corazón, la historia completa de la salvación.
De hecho, es por esto mismo que uno puede emocionarse y llorar ante la lectura de algún libro, o sentir que su corazón se calienta al oír una historia de amor. Porque aunque se esté hablando de Bilbo, el corazón se ve involucrado en esta historia, y realmente lo está, pues Bilbo no es más que una interpretación de esa gran historia en el corazón del hombre. Si, nuestra alma está también destinada a partir desde los Puertos Grises hacia una maravillosa tierra, bajo un tibio amanecer. Y justamente es esto lo que desde siempre han hecho los mitos y los cuentos, tratar de evocar la verdadera gran historia, de cantar sus maravillas élficas a la cual verdaderamente el hombre está destinado, de manifestar ese amor todavía negado, pero que no morirá jamás en el cielo, y que vale la pena sufrir mil vidas por el. Todas las historias, no son más que el intento de contar la verdadera historia. Y si el intérprete es fiel, y nuestra recepción es noble, que no quepa duda que nos encenderá el alma, y nos encontraremos llorando como niño de 5 años, ante la impávida mirada sorprendida de algún hermano o padre. No lloramos por Frodo, lloramos por nosotros, lloramos por Cristo, nuestro Héroe.
Por todo esto, es que las historias siempre le serán cercanas al hombre y la fantasía será el asunto de los adultos. Siempre serán necesarias. Ellas no hacen más que recordarnos lo que somos, y purificarnos el corazón. Quien desprecia los mitos y los cuentos de hadas, es un homicida.
Entre el Edén y el Paraíso, existe un oscuro camino llamado tierra, donde los sentidos se duermen... Que el recuerdo y la nostalgia, mediante los cuentos, nos salven en este trayecto.

Resultado de imagen para cuentos de hadas

 Don Virulana de los Gamos

domingo, 25 de marzo de 2018

Lectura Obligatoria

A lo largo de la historia, (y de las historias), los hombres se han inspirado en las enseñanzas de los antepasados para aprender de estos la sabiduría de la vida. Es así como gracias a las enseñanzas de Aristóteles, miles de filósofos siguen teniendo materia para pensar, rumiar y debatir.
Podríamos decir partiendo de esta base, que los hombres pensantes, o mejor dicho, con algún mínimo deseo de pensar, se apoyan en los hombros de grandes pensadores, para lograr observar lo que estos observaron, y por qué no, un poco más allá. Pensemos por un segundo en todos aquellos genios en materia no solo de filosofía, sino también poetas, músicos, literatos, matemáticos, pintores, cantautores, novelistas, etc... Todos aquellos tuvieron una sensibilidad particular para percibir la belleza reflejada en las cosas. Al lograr transmitirnos aquel mensaje, se nos es concedido ser partícipe de aquella percepción.
Quien no posea ninguno de estos talentos como quien les escribe, al igual que todos aquellos hombres en la historia deseosos de llenar sus corazones con algo del "más allá", somos marcados estudiando lo que otros descubrieron. ¡Dime qué lees y te diré quien eres! Dirán por ahí.
En síntesis, uno comienza a configurarse de acurdo a lo que cultiva en su corazón, desde la música hasta las lecturas.
Pero he aquí, que existe la deliciosa posibilidad, de quien leyendo a un autor, lo marque tanto, que hasta incluso acepta la realidad escrita aún más que el mismo autor del libro. Algunos dirán que es una obsesión, pero quizás no lo sea. Pondré un ejemplo para aclarar un poco este embrollo:
Existe entre los gallardos, admiradores de la serie "Los Simuladores" (indiscutiblemente la mejor serie del mundo) , con un adicción tal, que estoy seguro de que entienden más el profundo sentido de esta novela que el mismo Damián Szifron. O visto desde otro punto de vista, se podría decir que Damián Szifrón ni se debe imaginar lo que sin querer plasmó en la gloriosa obra de arte televisiva.

Resultado de imagen para mario santos fumando

Entre los Gallardos ocurre esto mismo muy a menudo. A veces creemos en ciertos libros aún más que sus mismos autores. Sin embargo, sería muy presuntuoso decir que siempre comprendemos mejor los libros que quien los escribe. Tomamos ciertas ideas, la encarnamos a fondo, y hacemos de esto un estilo de vida real.
Recuerdo un gallardo, que amaba tanto a Sherlock Holmes, que sin darse cuenta se vestía como él, fumaba pipa y trataba de resolver misterios donde no los había. La idea lo obsesionaba tanto, que lo poseía.

Salvando las distancias, y sin afirmar de manera directa que todo esto ocurre en cada uno de los siguientes libros con cada uno de los gallardos, he aquí una serie de libros que definieron el estilo de vida de los gallardos, con secuelas irreversibles. Y que quede claro, quien aún no ha leído alguno de estos libros, no podrá comprender a fondo el espíritu que corre por las profundidades de este blog. Y aún más, año tras año se deben repetir estas lecturas.
Y por el contrario, aquellos que si han leído estos libros, sabrán a qué me refiero, y no dudarán de la latencia de estos en nuestras plumas.
Por consiguiente, no haré ninguna referencia sobre qué trata cada uno, quien quiera saber, ¡que lea!


Comencemos!

Hombre-Vida (G.K. Chesterton)

Imagen relacionada
El Napoleón de Notting Hill (G.K. Chesterton)

Resultado de imagen para hombrevida chesterton

Crónicas del Ángel Gris (Alejandro Dolina)

Resultado de imagen para cronicas del angel gris

y como no, la mitología de J.R.R. Tolkien

Resultado de imagen para book the lord of the rings


Finalmente me pregunto... ¿Tendrán nuestros hijos un libro titulado "Gallardos sin Gala", que resuma nuestra propia mitología casera?

Por qué no, por qué no...

Don Virulana De Los Gamos

viernes, 9 de marzo de 2018

La ira del justo

Eran casi las tres de la tarde cuando me disponía a partir hacia la famosa Av. Corrientes de Buenos Aires, extraña para mí conocimiento y que me producía una suerte de incertidumbre y de temor. Llevaba pocas horas en la gran Babilonia y no era conocedor  de la ubicación exacta de dicho destino, guiado por breves y apresuradas indicaciones, caminaba a mí parecer en la dirección correcta. 
Era más que claro que soy montañes, mí ritmo era lento y despreocupado, pues el tiempo era mí amigo, mientras que el tumulto de gente en su traginar acelerado se me abalanzaba como queriendo escapar de las horas o mejor como si quisieran alcanzarlas. 
Hasta entonces iba todo bien, hasta que mi vista se tornó pesada, atribulada, pues estos eran testigo de mujeres totalmente impudicas que pasaban sin el menor reparo de las demás personas, ya antes había visto esto pero no en carne propia ni en tanta cantidad, a simple vista era difícil calcular el número. Marchaban que se yo a donde, estaba a mí favor sin embargo, que mí dirección era opuesta al de ellas, a tal punto que aquel escenario desagradable pronto quedó atras. 
Sin embargo sin saber lo que me aguardaba horas después de haber encontrado la afamada Av. y de haberme hecho poseedor de algunos libros antiguos y retornar al recinto en el que me albergaba, empezó la odisea, nunca mejor comparado. Estaban todas juntas estás mujeres si es que dicha palabra las identifica, cortando calles, a los gritos y lo más extraño reproduciendo una serie de movimientos grotescos y desarticulados, como salvajes o poseidas, eran tantas, y de todas las edades que causaban estupor. 
Era tal la acumulación de éstas que era imposible el caminar, eran como una muralla impenetrable, podrida desde sus cimientos, pero no por eso fácil de derribar, pues la cantidad hace la fuerza.
Sin saber para donde ir para poder rodearlas, ya que eran tantas que se hacía imposible el caminar, como las cabezas de la hidra y cuando lograbas pasar a una se multiplicanan sin dar tregua. Abatido por dicha situación, la sangre empezó a ebullecer y en un estado de irreflexivo, mí cara se desarticuló, a tal punto era mí enojo que sin importarme la cantidad, cada ves que me cruzaba con una de estás, las miraba con tal desprecio, que si no hubiera sido por la protección celestial, estás hubieran reparado en tal afrenta y probablemente me hubieran golpeado con la misma fuerza y odio que blasfemaban. 
Pudiendo salir de aquel infierno después de varias horas, llegue a mí hogar, por primera vez sentía la alegría y el gozo que el viajero vive en su corazón cuándo llega a su más apreciado destino, si bien aquel convento de frailes dominicos en el que me albergaba, no era verdaderamente mí hogar, pero era tal la ira y la desolación que me invadía, que hacia parecer esta gran casa mí terruño. Una vez adentro, dirigiendome a mí celda con vehemencia y aturdido, me frena de golpe un fraile, preguntándome que me pasaba, a lo cuál respondí con enojo e impertinencia, olvidándome que enfrente tenía a un hombre de Dios, pero hombre al fin, que el mundo estaba dado vueltas que era inimaginable lo que pasa afuera, niñas si niñas, gritando y enarbolando la bandera de si al aborto y de muerte al patriarcado y de todas las atrocidades que se te ocurran puedan decirse, cómo es posible tanta guequedad y estupidez. A lo cual el fraile me respondió con verdadera serenidad y sencilles, lo cual apasiguo mi estado de cólera que mientras más hablaba del tema más aumentaba, que la ira es buena en la medida que nos conduzca a hacer hombres justos, pero no la cólera irreflexiva y faltante a la caridad, acaso Nuestro señor Jesucristo no sufrió de tales ignominias clavo en el árbol de la redención con verdadero amor a tal punto de perdonarnos, es difícil para el hombre amar al enemigo, pero no imposible, ve y reza para apaciguar el dolor de nuestro señor y tu cólera, pues es triste lo que pasa afuera y doloroso y por este motivo más hay que rezar.  Don Bernardo de Vivar. 

miércoles, 7 de marzo de 2018

Fwd: Re: Inquisiciones sobre la fealdad


Querido Mr. James,

Me complace hondamente saber de usted. Trae su misiva fragancias que evocan los encuentros de enero. Ciertamente fue divino nuestro encuentro, y muy humano también (quizá por eso fue muy divino). Recuerdo esas canciones que cantamos, esos vinos que tomamos, esos temas que charlamos..."

Así empezó don Pelayo la redacción del correo en respuesta a Mr. James. Qué hombre más templado ese oriental. Nostalgioso, pensativo y comedido, cuando hablaba qué profundas eran sus palabras. Así como San Alberto dijo del buey mudo de Santo Tomás que sus bramidos harían temblar la Iglesia entera, así presentía don Pelayo que, cuando decidiese empuñar la palabra en este combate en que estamos inmersos, Mr. James haría temblar la Argentina entera.

Estaba escribiendo el correo, decía, pero se paró. Había olvidado con que objeto respondía.

-¡Ah! La Belleza, o mejor, la fealdad -dijo para sí el panzón.

Lo dicho antes, Mr. James no hacía preguntas tontas. Por eso don Pelayo que, quiso pensar bien la respuesta, desenfundó su pipa, la llenó de tabaco y se sentó en el sofá, mirando a la ventana. Allí comprimió el tabaco contra el fondo del hornillo de la pipa, y la encendió con un fósforo. Aspiró un par de veces, salió humo, pero no suficiente. Dos veces más y ya estaba lista. Tiró el fósforo y colocó la pipa entre muelas. Después de todo el ritual, se acomodó bien en el sofá y volvió sobre el tema de la fealdad.

Ya había ocupado ese tema tiempo atrás sus pensamientos. No era nuevo, pero nunca había dado con la solución. Por eso esta era la ocasión de ponerse más en serio a la labor. Empezó entonces por donde lo había dejado la última vez:

-Si la Belleza es un trascendental junto con el Ser y la Bondad... Y si la fealdad es contraria a la Belleza... Entonces la fealdad podría decirse, en sentido figurado, que es algo así como un trascendental del no-ser y de la maldad.

Se quedó en silencio mental.

-Pero si el no-ser y la maldad no tienen entidad, tampoco debe tenerla la fealdad... En todo caso podríamos hablar de la maldad moral, pero nunca de la ontológica, y del no-deber-ser, pero nunca del no-ser.

Se le prendió el foco.

-¡En ambos casos se hace referencia al ámbito moral! ¡El no-deber-ser y la maldad moral! Pero, ¿y la fealdad? Tampoco tendría entidad ontológica, sino sólo moral. Pero... ¿Cómo puede tener la fealdad entidad moral?

Se empezaba a intrincar el tema. Pero atisbaba a ver la luz del final del túnel. Decía Castellani que la belleza es el esplendor de la verdad. Y la verdad es el ajustamiento del pensamiento al ser. Pero esa es la verdad pura, la del pensamiento, el primer analogante. Pero se puede entender que la sinceridad y la coherencia son análogas a la verdad. La sinceridad sería la adecuación de la palabra con el pensamiento, y la coherencia la adecuación de las obras con la palabra. Y también la belleza es el esplendor de esas ‘verdades’. Es bello quien no se equivoca en el pensar. Pero también lo es quien es sincero, y quien es coherente... O eso pensaba don Pelayo.

-Entonces, ¿la fealdad? También se relega al campo moral ¿no? -se dijo para sí al aspirar largamente su pipa.

Pero empezó a toser, se le había atragantado una viruta de tabaco. inmediatamente se recompuso y volvió a lo que estaba.

-Es claro que la fealdad, la maldad y el no-deber-ser toman entidad sólo en el campo moral. Si no, al principio, cuando Dios creó las cosas, las habría feas, y malas. Pero no fue así. El ser es el que engendra la bondad y belleza. Digamos que se reconducen estos dos últimos trascendentales a él, o que tienen su fundamento en él.

Y así era. Tal como sea el grado de ser de un ente, así será su bondad ontológica, y así será también su belleza. Y del mismo modo, es el no-deber-ser el que es fundamento de la maldad y la fealdad.

-¡Claro! -pensó el Emigrante- La fealdad y la maldad se introduce en los ángeles con la caída del diablo, en los hombres con la de Adán y Eva. ¡Es el pecado! Ese es el no-deber-ser, y por él se introducen la fealdad y la maldad en el mundo.

Estaba contento el nostálgico, había avanzado en el tema, y eso daba gozo al alma. Pero, ¿y la fealdad? ¿Cómo la define don Pelayo, entonces? Creo que se deduce que, si la belleza es el esplendor de la verdad, la fealdad será la bajeza del error, de la mentira, de la incoherencia. En definitiva, la fealdad sería la bajeza del pecado, o eso deduzco de lo que pensaba don Pelayo.

-Pero, y ¿cómo es posible que la cruz sea fea y hermosa?

Se quedó pensando un poco más, ya se estaba quemando su cabeza, salía humo...

-¡Ya sé! ¡Porque Cristo hace nuevas todas las cosas! Sólo él puede hacer del sufrimiento gozo, sacar de lo malo algo bueno, escribir recto sobre renglones torcidos, porque sólo él hace nuevas todas las cosas.

Estuvo un rato deleitándose en estos pensamientos nuestro gallardo. Pero veía en esto un misterio, y le daba temor y temblor inducir a otros a error con estos pensamientos, sin corroborarlos y rezarlos antes. Así que se levantó rápido, se puso frente a la pantalla continuó escribiendo:

"Respecto a su pregunta por la belleza y la fealdad... Yo no sé responder, es algo que me supera con creces. Ya lo lamento querido Mr. James. Me parece que don Virula sabrá responder mucho mejor que yo esta pregunta que plantea. Espero junto con usted su respuesta.

Dios quiera que volvamos a vernos pronto, estimado. Tengo la esperanza de que, así como quiso que nos encontráramos, también querrá que nos reencontremos.

Hasta un próximo reencuentro, gallardo, si no en la Patria terrestre, en la celeste.

Quede con Dios."

-----------

E.N.

lunes, 5 de marzo de 2018

Crónica de una noche de Leipzig


Queridos Gallardos: comparto un pequeño cuento, de hace algunos años, en honor a mi gran maestro, mi estrella de oriente: Abba Bach. 




Llegando a su fin uno de los días más caluroso del verano alemán, se ponía el sol sobre la “Thomaskirche”, iglesia de Santo Tomás. Por la puerta principal, salía un hombre de mediana estatura, caminando algo torcido quizás, producto de su avanzada ceguera. La soledad de la noche no le impidió frenarse ante la puerta principal de la iglesia y recitar una oración de acción de gracias y adoración al Padre del Universo. Y es que si, tenía ese hombre mucho que agradecer...


Desde luego que no daría gracias al Increado por las glorias del mundo, tan efímeras, tan perecederas, tan humanas, con las que su siglo y todos los futuros lo cubrirían. Porque a ese hombre no le importaba que se dijera por doquier que era el mejor organista de Europa, no le importaba que los reyes le confiaran su propia educación y la de sus hijos. Sin cuidado le tendrían todos los millones de comentarios y halagos que recibiría luego de su paso por la tierra: que Brahms lo llamara la enciclopedia musical, en el cual “está todo”; que Mozart y Beethoven lo reconociecen como maestro inspirador de generaciones eternas; que le dieran por doquier el título de “Padre de la música occidental”; que su nombre figurara como el máximo ingeniero musical que el mundo haya dado a luz; que fuera recordado como la más feliz concreción del famoso adagio que dice que la belleza lleva a la verdad. Todo eso le importaba poco a ese ciego con peluca.

Meditaba en el camino a casa que era de lo que realmente estaba agradecido a la Trinidad, lo que movía su corazón a decir “Gratias tibi”. Mientras pensaba en esto, escuchó el sonido de las estrellas centellantes como sinfónicos grillos en la oscuridad. Y lo comprendió. Por fin sabía que tenía que agradecer: por benevolencia divina, él era de esos pocos hombres escogidos a lo largo de la historia capaces de unificar el Cosmos- ambición griega- como nadie más podía. Porque ese anciano era capaz de sintetizar la más elevada matemática, la antropología más profunda, la biología de animales y plantas, y hasta el canto de los ángeles, en un “unum” sencillo y de corta duración como eran cualesquiera de sus obras. El había sido privilegiado con el don de ver las cosas como Dios las ve, comprenderlas aunque solo un poco-al tiempo que maravillarse- en el orden infinito de la Creación.

Tocó la puerta de su casa y esperó. Lo recibió sonriendo su hijo, Carl Philip, y sus nietos. El anciano sonrió con gracia: después de todo, ese don suyo era también don de familia, siendo la suya la más extensa en el tiempo- casi dos siglos- en dedicarse continuamente a las semifusas y corcheas…Ya a la hora del descanso, el venerable compositor cerró sus ojos, notando como disminuía de a poco su ritmo cardíaco. Después de todo, había cumplido su tarea en la tierra y había fundido su música con la única razón de su existir. Así había dicho que el único motivo para que exista tal arte es “la gloria de Dios y el alivio del espíritu”.

Y nosotros, 264 años después de esa veraniega noche de Leipzig, seguimos repitiendo que no debió llamarse Bach-arroyo en alemán- sino Meer, mar vasto de belleza y paz. No podemos hacer más que deleitarnos con su música y cantar con María Elena Walsh que “Dios le dictaba el argumento, al Señor Juan Sebastián”.



28 de Julio del 2014: 264 aniversario de su muerte.

Estaba la Madre Dolorosa


Comparto en este querido blog de escritores, un himno el cual, celebra las emociones de Nuestra Señora en la Cruz, espero les guste como a mí.


Stabat Mater Dolorosa


Estaba la Madre dolorosa
junto a la cruz llorando,
mientras su Hijo en la cruz pendía.

Su alma llorosa, triste y dolorida,
 traspasada por una espada.

¡Oh cuán triste y afligida
estuvo aquella bendita,
¡Madre del Unigénito!

Estaba triste y dolorosa,
como Madre piadosa,
al ver las penas de su divino Hijo.

¿Que hombre no lloraría, 
si viese a la Madre de Cristo,
 en tan atroz suplicio?

¿Quien no se constristaria,
al contemplar a la Madre de Cristo,
dolerse con su Hijo?

Por los pecados de su pueblo,
vio a Jesús en los tormentos, 
y sometido a los azotes.

Vio a su dulce Hijo,
morir abandonado,
cuando entregó su espíritu.

¡Oh Madre, fuente de amor!
Haz que sienta tu dolor,
para que contigo llore.

Haz que arda mi corazón,
en amor de Cristo mi Dios,
para que así le agrade.

¡Oh santa Madre! Haz esto:
Graba las llagas del Crucificado
en mi corazón hondamente.

De tu Hijo lleno de heridas,
que se dignó a padecer tanto por mi,
reparte conmigo las penas.

Haz que este contigo,
junto a la Cruz,
pues desea asociarme en el llanto.

¡Oh Virgen, la más ilustre de todas!
No seas ya dura para mi,
haz que contigo llore.

Haz que lleve la muerte de Cristo;
Hazme socio de su Pasión,
y que venere sus llagas.

Haz que, herido con sus heridas,
sea yo embriagado con la Cruz,
y con la sangre de tu Hijo.

Para que no me queme y arda en las llamas,
por ti oh Virgen, sea defendido
en el dia del juicio.

¡Oh Cristo! Cuando hubiere de salir de aquí,
dame, por tu Madre, que llegue a la palma 
de la victoria.

Cuando el cuerpo feneciere,
 haz que al alma se le de la gloria del
Paraiso. Amen. Aleluya.




.............................


      PL

domingo, 4 de marzo de 2018

Inquisiciones sobre la fealdad


Corría el mes de julio. Una fina llovizna y el frío hostigaban a la ciudad de Buenos Aires. El gentío iba de aquí para allá, combatiendo el clima a fuerza de abrigos, concentrado cada uno en sus cosas y quehaceres. Unos, cabizbajos, caminaban apresurados, mirando de vez en cuando su reloj pulsera. Otros, andaban más lentamente, prendiendo un cigarro si el viento así lo permitía. Algunos, muy pocos, caminaban charlando entre ellos. Pero eran los más quienes iban y venían ensimismados en sus teléfonos celulares, ya sea mandando mensajes, o hablando por teléfono haciendo uso del practiquísimo invento de los auriculares “manos libres”.


-Aparato del demonio- murmuró Mr. James, quien desde la ventana de su departamento contemplaba el fatigoso andar matutino de las personas - si al menos usasen la mitad de tiempo que usan en esa basura en mirar un poco la realidad, el mundo sería diferente.

Pero en seguida rechazó esos pensamientos. No tenía ganas de enredarse otra vez en lo mismo y amargarse así el día. Ya suficiente discusión tenía con sus compañeros de trabajo sobre ese tema, como para discutirlo él solo. Además, ese día había decidido meditar sobre otra cosa. - ¿En qué estaba? - pensó en voz alta - ¡Ah sí! La belleza. “La belleza salvará el mundo”.

¡Cuánto le gustaba aquella verdad! El tema de la belleza, o la hermosura, como él prefería llamarla, le apasionaba en exceso. Herencia paterna tal vez. Y materna. Toda su vida había sido educado en ello. No de modo explícito. - No. Así no procede la hermosura – pensó. Siempre va acompañada de la sutileza, del silencio contemplativo, de la sencillez, de la simpleza. Aunque es profunda y misteriosa… - suspiró. Siempre llegaba a lo mismo. Siempre las mismas preguntas: ¿qué es la belleza? ¿Qué es lo que causa en uno?

Tenía muchas definiciones y respuestas en su cabeza, pero ninguna le satisfacía.

-Y no. ¿Cómo la inteligencia humana va a poder abarcar semejante objeto? Nunca en este mundo, querido colega, vamos a comprender ciertos misterios. Y es la belleza (o la Belleza, mejor dicho) uno de los misterios más grandes con el que Dios quiso bendecirnos. Y es grande tanto por ser belleza como por ser misterio- las palabras de don Pelayo resonaban aún en su memoria. ¡Tanto tiempo había transcurrido desde aquella conversación! Sin embargo, no se le borraría jamás de su alma. Había sido su primer encuentro con Pelayo. Un enero, en Madrid. Después de guitarrear largo y tendido, habían estado hasta el amanecer conversando sobre la belleza. Probablemente sin la ayuda del vino no hubieran charlado tan sueltos ni con tanta profundidad. Pero así lo hicieron. Otra prueba de la naturaleza élfica del vino.

Fue allí donde se enteró del blog. Gallardos sin gala. Mr. James rió para sus adentros. Más acertado no le podía parecer aquel nombre. Aunque más acertado le parecía el fin: simplemente buscar, desde la sencillez, hablar de la belleza. O, mejor dicho, dejar hablar a la belleza. A la Belleza.

-En fin- volvió a suspirar. La nostalgia lo invadía otra vez. Se levantó lentamente de su sillón, se prendió un Chesterfield, y se sentó frente a la computadora. Tenía que escribirle a don Pelayo. Había estado últimamente leyendo a ciertos teólogos alemanes, y había un interrogante que le daba vueltas por la cabeza: la fealdad. ¿Cómo se conjuga con la hermosura? ¿Es la fealdad parte de la hermosura? – Y si...- pensó - debería serlo… Si no, ¿qué es el sufrimiento? ¿Qué es la Cruz? ¿No es acaso fealdad? Sí, pero una fealdad hermosa tiene que ser… Hermosa e hiriente. Hiriente… -. Pelayo sabría contestarle sus dudas, y aclarar un poco la cuestión. Agregó a la lista de destinatarios a Virula y a don Hilario también. Estaba seguro de que alguno iba a poder echarle luz al asunto.



------------------------

Mr. James, el Oriental.