Querido Mr.
James,
Me complace
hondamente saber de usted. Trae su misiva fragancias que evocan los encuentros
de enero. Ciertamente fue divino nuestro encuentro, y muy humano también (quizá
por eso fue muy divino). Recuerdo esas canciones que cantamos, esos vinos que
tomamos, esos temas que charlamos..."
Así empezó
don Pelayo la redacción del correo en respuesta a Mr. James. Qué hombre más
templado ese oriental. Nostalgioso, pensativo y comedido, cuando hablaba qué
profundas eran sus palabras. Así como San Alberto dijo del buey mudo de Santo
Tomás que sus bramidos harían temblar la Iglesia entera, así presentía don
Pelayo que, cuando decidiese empuñar la palabra en este combate en que estamos
inmersos, Mr. James haría temblar la Argentina entera.
Estaba
escribiendo el correo, decía, pero se paró. Había olvidado con que objeto
respondía.
-¡Ah! La
Belleza, o mejor, la fealdad -dijo para sí el panzón.
Lo dicho
antes, Mr. James no hacía preguntas tontas. Por eso don Pelayo que, quiso
pensar bien la respuesta, desenfundó su pipa, la llenó de tabaco y se sentó en
el sofá, mirando a la ventana. Allí comprimió el tabaco contra el fondo del
hornillo de la pipa, y la encendió con un fósforo. Aspiró un par de veces,
salió humo, pero no suficiente. Dos veces más y ya estaba lista. Tiró el
fósforo y colocó la pipa entre muelas. Después de todo el ritual, se acomodó
bien en el sofá y volvió sobre el tema de la fealdad.
Ya había
ocupado ese tema tiempo atrás sus pensamientos. No era nuevo, pero nunca había
dado con la solución. Por eso esta era la ocasión de ponerse más en serio a la
labor. Empezó entonces por donde lo había dejado la última vez:
-Si la
Belleza es un trascendental junto con el Ser y la Bondad... Y si la fealdad es
contraria a la Belleza... Entonces la fealdad podría decirse, en sentido
figurado, que es algo así como un trascendental del no-ser y de la maldad.
Se quedó en
silencio mental.
-Pero si el
no-ser y la maldad no tienen entidad, tampoco debe tenerla la fealdad... En
todo caso podríamos hablar de la maldad moral, pero nunca de la ontológica, y
del no-deber-ser, pero nunca del no-ser.
Se le
prendió el foco.
-¡En ambos
casos se hace referencia al ámbito moral! ¡El no-deber-ser y la maldad moral!
Pero, ¿y la fealdad? Tampoco tendría entidad ontológica, sino sólo moral.
Pero... ¿Cómo puede tener la fealdad entidad moral?
Se empezaba
a intrincar el tema. Pero atisbaba a ver la luz del final del túnel. Decía
Castellani que la belleza es el esplendor de la verdad. Y la verdad es el
ajustamiento del pensamiento al ser. Pero esa es la verdad pura, la del pensamiento,
el primer analogante. Pero se puede entender que la sinceridad y la coherencia
son análogas a la verdad. La sinceridad sería la adecuación de la palabra con
el pensamiento, y la coherencia la adecuación de las obras con la palabra. Y
también la belleza es el esplendor de esas ‘verdades’. Es bello quien no se
equivoca en el pensar. Pero también lo es quien es sincero, y quien es
coherente... O eso pensaba don Pelayo.
-Entonces,
¿la fealdad? También se relega al campo moral ¿no? -se dijo para sí al aspirar
largamente su pipa.
Pero empezó
a toser, se le había atragantado una viruta de tabaco. inmediatamente se
recompuso y volvió a lo que estaba.
-Es claro
que la fealdad, la maldad y el no-deber-ser toman entidad sólo en el campo
moral. Si no, al principio, cuando Dios creó las cosas, las habría feas, y
malas. Pero no fue así. El ser es el que engendra la bondad y belleza. Digamos
que se reconducen estos dos últimos trascendentales a él, o que tienen su
fundamento en él.
Y así era.
Tal como sea el grado de ser de un ente, así será su bondad ontológica, y así
será también su belleza. Y del mismo modo, es el no-deber-ser el que es
fundamento de la maldad y la fealdad.
-¡Claro!
-pensó el Emigrante- La fealdad y la maldad se introduce en los ángeles con la
caída del diablo, en los hombres con la de Adán y Eva. ¡Es el pecado! Ese es el
no-deber-ser, y por él se introducen la fealdad y la maldad en el mundo.
Estaba
contento el nostálgico, había avanzado en el tema, y eso daba gozo al alma.
Pero, ¿y la fealdad? ¿Cómo la define don Pelayo, entonces? Creo que se deduce
que, si la belleza es el esplendor de la verdad, la fealdad será la bajeza del error,
de la mentira, de la incoherencia. En definitiva, la fealdad sería la bajeza
del pecado, o eso deduzco de lo que pensaba don Pelayo.
-Pero, y
¿cómo es posible que la cruz sea fea y hermosa?
Se quedó
pensando un poco más, ya se estaba quemando su cabeza, salía humo...
-¡Ya sé!
¡Porque Cristo hace nuevas todas las cosas! Sólo él puede hacer del sufrimiento
gozo, sacar de lo malo algo bueno, escribir recto sobre renglones torcidos,
porque sólo él hace nuevas todas las cosas.
Estuvo un
rato deleitándose en estos pensamientos nuestro gallardo. Pero veía en esto un
misterio, y le daba temor y temblor inducir a otros a error con estos
pensamientos, sin corroborarlos y rezarlos antes. Así que se levantó rápido, se
puso frente a la pantalla continuó escribiendo:
"Respecto
a su pregunta por la belleza y la fealdad... Yo no sé responder, es algo que me
supera con creces. Ya lo lamento querido Mr. James. Me parece que don Virula
sabrá responder mucho mejor que yo esta pregunta que plantea. Espero junto con
usted su respuesta.
Dios quiera
que volvamos a vernos pronto, estimado. Tengo la esperanza de que, así como
quiso que nos encontráramos, también querrá que nos reencontremos.
Hasta un
próximo reencuentro, gallardo, si no en la Patria terrestre, en la celeste.
Quede con
Dios."
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E.N.
Cuánto lamento haberme retardado en detenerme bien en estas entradas. Verdaderamente magníficas! Da gusto cuando escritos exigen un esfuerzo intelectual.
ResponderEliminarRespecto al tema, he seguido paso por paso los razonamientos, y así como usted, estimado Pelayo, esperaba que yo pudiera responder mejor, lo mismo esperaba yo de usted, para que nos salve las papas. Probablemente, antes de siquiera intentar resolver este asunto, debiéramos acudir al magisterio, la tradición y las Sagradas Escrituras. Pero dado a que no no hay malicia en intentarlo por nuestros medios, se me ocurre decir lo siguiente (lejos de afirmar los siguiente, simplemente y con temor, digo lo que intuyo).
San Pablo va a explicar que Nuestro Señor se "anonadó". Es decir, se hizo la nada misma. Por supuesto que esto apunta a que alejó su Ser Pleno, Infinito y en acto puro, justamente a lo contrario. Por supuesto que esto bien entendido, dado a que Dios es inmutable en su esencia. Es decir, que sin dejar de SER PLENO, en su condición humana, se mostró lejano a esa apariencia. Y justamente esa humanidad, es la que asume el pecado de todos los hombres. Y quizás sea por esto, que vemos una cruz fea a la vista, un Cristo que asume tanto el pecado, que hasta se manifiesta visiblemente la fealdad del pecado. Por supuesto que esa fealdad es nuestra, y Dios la asimila para destruirla en su propio cuerpo. Por lo tanto esa fealdad no está ligada en absoluto a Dios, que justamente es LA BELLEZA. Y muy por el contrario, en la elocuencia de la imagen, se muestra a la luz de la fe, un Dios poderoso y soberano, lleno de gloria y amor desbordante, venciendo al pecado en la cima del Gólgota. Ya la percepción cambia completamente. Por eso en oriente se pone en la cruz a un Cristo vivo y glorificado.
Pero bueno, releyendo lo que escribí, no dije nada nuevo de lo que ya ud habían dicho. No sabría bien donde encajar esta fealdad. Pero confío en que aún hay gallardos silenciosos que callan por humildad. A los que les digo, ¡HABLEN!
Los saluda,
Don V.