lunes, 30 de diciembre de 2019

Islotes en brumas.

DIA V

Esta es otra experiencia vacacional que trataré de relatar en pocas líneas... -aunque me quede corto, aunque diga muy poco-.

Estaba acostado, por dormir, hasta que mis amigos decidieron partir hacia el muelle (sí, el mismo muelle que visitara la noche anterior). Yo me olí -vaya a saber uno que Musa influyó en ese sentido- que una aventura especial me estaba convocando, esperando. Por lo que me alisté en un santiamén y salí con la tropa que me estaba por dejar atrás. La noche estaba fresca pero curiosamente acogedora, y yo no entendía porqué. Hasta que arribamos al muelle y, para mi sorpresa, el muelle no se encontraba allí. O mejor dicho, estaba solamente la entrada del muelle pero luego...¡desaparecía entre las brumas! Una neblina marina velaba el muelle, y no solo, sino también velaba el mar, la playa, el cielo, la ciudad y, por momentos, incluso los mismos amigos eran tragados por la espesa niebla gris. Desafortunadamente -o no tanto- los compañeros de la tropa decidieran volver a casa por "frío" (léase: burguesía, sin remilgos). Cuando tenía que acoplarme al resto contra mi voluntad por ser el único que quería quedarme allí y porque la casa quedaba en el otro rincón de la ciudad balnearia, me entero de que faltaba un compadre. Y sí, ¿quién podía ser? Correcto, Don Virula de los Gamos. Secretamente me alegré de que hubiera tomado esa decisión de haberse apartado de la tropilla. Cuando corrí a buscarlo muelle adentro, dejándonos los otros que retornaron en sus coches confortables, escucho un grito desde la playa. En efecto, Don Virula se hallaba debajo del muelle, sobre las rocas y entre violentas olas.

Y me reí... Hacía mucho que no me reía así.

Felizmente bajé raudo a su encuentro, vislumbrando una travesura o alguna pequeña hazaña. Así fue que, mi compañero de tantas travesías y desafíos, me invitaba y retaba al mismo tiempo para conquistar tres minúsculas islas que apenas se divisaban entre tanta bruma. Para alcanzar dichos objetivos había que enfrentarse a duelo, cara a cara, con Poseidón que nos amenazaba con un oleaje revoltoso, con una niebla engañadora y con una llovizna que distraía. Pero la meta no era imposible, aunque sí se trataba de una misión un tanto temeraria. Nadie se encontraba por la orilla ni de pesca a esas altas horas de una noche avanzada que estaba por concluir su turno. (¿O tal vez ya comenzaba el alba? Difícil de saberlo por la magia del clima). Virula y yo estábamos solos, muy solos, a solas con Poseidon. Los peligros eran varios y reales: ser arrebatado por el bravo mar, estrellarnos con las rocas filosas, ser mordidos por los cangrejos o bestias marinas peores, que la policía aparezca de improviso; entre otros riesgos posibles. Difícil operativo. Sin embargo, la decisión ya había sido tomada, y la retirada era inadmisible...


Decía que iba a ser breve. Por eso, no podré contar los detalles de la exploración (ni aún menos el regreso a la base militar pasada la aurora). Lo importante que han de saber es que logramos alcanzar las islas, las cuales fundamos con el nombre de San Pedro, San Juan y Santiago. En las tres pisamos firme a pesar de los múltiples azotes de Poseidón, a quien vencimos, aunque nos halla propinado unas cuantas heridas en el cuerpo. Pero salimos victoriosos. Y mientras en las islotes, mojados de pies a cabeza, cantábamos y bailábamos -en menores paños- y bebíamos whisky con cigarrillos caímos súbitamente en la cuenta de que estábamos realmente vivos, de que eramos nuevamente niños...

¡Salve cuerda locura veraniega!

domingo, 29 de diciembre de 2019

Mar y yermo.

DIA IV

Todavía hay un modo más de decir lo que se sospecha sobre el mar -igualmente, no es posible no tener sospechas o intuiciones cuando se aloja el mar en el interior. Para eso hay que permanecer en la playa, hasta tarde, esperando a que las muchedumbres se vayan y dejen la costa desértica. No es sencillo aguardar el momento del ocio en vacaciones de este tipo. De más está señalar que los ruidos y las imágenes invasoras que se van acumulando durante el día interfieren el ejercicio contemplativo. Sí, conspiran contra el ojo que intenta mirar con asombro las bellezas presentes en la playa tanta agitación interna. Por ello es preciso esperar a que se aquieten las aguas de adentro, aunque las de afuera sigan su curso natural. También cuesta la permanencia para contemplar porque el clima, si bien no llega a ser hostil, es poco amistoso y favorable... Al menos, a primera vista,  pareciera ser desfavorable la climatología para el acto contemplativo. Sin embargo, después uno empieza a intuir que quizás sea adrede que la Naturaleza muestre un rostro así de hosco para lograr de este modo guardar su secreto, su magia, su esencia. Parecido a los athonitas o a los monjes antiguos que se mostraban agresivos y distantes en primera instancia para celar sus vidas solitarias, pero después de superada esta estapa mudaban su semblante que se hacía amable y abrían sus labios para explicar verdades profundas.
Pues bien, así acontece, de alguna manera, el acercamiento que un visitador ocasional  hace con respecto al mar. No se puede entrar en diálogo con la naturaleza, de estas latitudes o de cualquier otra, si no se soportan las primeras agresiones y destratos que intimidan, incomodan y repelen. Hay que hacer frente a esa realidad, y desde ya, también asumir la soledad que rodea al contemplador.

El mar sugiere tantas cosas... Para la vida contemplativa o eremítica, por caso. ¿Se podría hablar de un magisterio marino? Así como se habla de una "espiritualidad del desierto", también se podría hablar de una " espiritualidad del mar". Hay semejanzas entre uno y otro estadio. Tanto uno y otro no varían demasiado en el sitio en el que se encuadren: el mar es casi el mismo aquí que en la otra punta del mundo. Ambos atraen de entrada pero luego cansan en su monotonía, en el paisaje inalterable -no siempre encanta el mar; puede aburrir. También, ambos lugares pueden enloquecer al que lo habita: es folclórica la locura de los corsarios como la de los hombres del yermo. Los dos ámbitos van configurando la personalidad de aquellos que perduran en el tiempo en semejantes parajes. Mar y yermo se besan, océano y desierto se abrazan.

Pero toca volver, nuevamente, y dejar atrás el mar eremita, padre de ermitaños. Pero dejarlo físicamente no significa darle la espalda existencialmente. Se puede llevar el océano en el alma. O todavía más, ya existe un océano en la interioridad. El alma posee, de hecho, una hondura y una extensión mayores que el Atlántico. Hasta puede hablarse de un Océano divino de amor que yace oculto en el ánima del visitador, del viajante mortal. El Amor oceánico que anima al contemplativo es infinitamente más encantador que todos los mares que pintan la Tierra. Mi tierra, frágil y pequeña, es capaz de ese Océano anterior al universo. Está en uno la decisión de sumergirse en esas Aguas vivificantes y allí vivir, como pez en su agua... ¡Hábitat sobrenatural del mamífero parlante!


sábado, 28 de diciembre de 2019

Muelle en la noche tempestuosa.

DIA III

Existe una experiencia maravillosa cuando se va al mar que no hay que dejar de hacer: arrimarse de noche a la punta del muelle y permanecer allí, vigilante. Esta experiencia única se acentúa si al contexto descrito se le suma una tormenta feroz. Esto significa que el viento azota con más vehemencia y hay que agarrarse firme de la baranda. Significa un olor salado que se infiltra por los poros. Significa un sin fin de sensaciones más, todas ellas intensas. Es el vértigo mismo. Se trata de quedar suspendido sobre olas temibles que rujen y que hacen estremecer los puntales del muelle costero. Es, además, observar el noble oficio y arte de la pesca: su rito, su ritmo, su mística y su gracia. ¿En qué traes tu recreación, pescador nocturno? Tu que sabes de paz y de paciencia, instrúyeme silenciosamente. Sin embargo, lo más especial y tremendo de esta vivencia es lo terrible. El terror de una tempestad que se divisa en lontananza, pero que se avecina. Borrasca que ilumina el cielo oscurecido por rayos implacables que se descargan insistentemente sobre las aguas profundas. Terror antiguo de marineros intrépidos. Espectáculo cósmico que aterra, que espanta, que hechiza. Tentación de ser envuelto, absorbido, por esas fuerzas desatadas de la natura. Es un terrible despliegue que invita a pensar sobre el Terrible que ordenó esa tormenta. Sobre el Terrible hacedor de ese océano, de esos rayos, de esos truenos, de esos vientos, de esas nubes. Director de esa obra teatral telúrica. Domador de borrascas marítimas que minimizan al humano arrogante, prometeico.
¿Estuve yo presente cuando hiciste todo esto, Señor de las tormentas? Desde luego que no. Decididamente no.

Dejo a los pescadores en su juego misterioso y en su puesto de centinelas. Me siento mal por haberlos dejado... Abandono la vigilancia.

viernes, 27 de diciembre de 2019

Soledades marinas.

DIA II

De sus soledades vengo... De las del mar. Tan inmenso, y, sin embargo, uno solo. Tan solo.
Lo mismo acá y allá. Bien acá sobre mis pies y más allá donde se pierde la vista.
El mismo mar, ayer y hoy, hasta que desparezca, como canta el Apocalipsis.

Soledad marina que me invitas a la soledad.
Soledad del mar que me compartes tu soledad. ¿Para qué? ¿Por qué? No podría saberlo.
Buscas que me haga solitario. Y al mismo tiempo, no me darías tus secretos si no fuera solitario -o ansiara serlo.

¡Cuántos secretos escondes, oh mar, que pareces indiferente!
¡Cuánto tienes que contarme, mar, que citas a la hora del crepúsculo!
Pero me hablas... Con tu danza, con tu melodía, con tu perfume. Tienes un lenguaje que solo lo interpreta aquel que te atiende con demora y con afecto.
Inconmovible como eres conmueves al que logra ver en ti un sacramento.
Es tuya la presencia misteriosa que refiere arcanos divinos, que señala seguro el mundo invisible.
Por ello no te atienden los playeros circunvecinos. Temen contemplarte desinteresadamente. Pacientemente.
Eres -me atrevo a decirlo- mas celeste que el cielo que te abraza. Sí, y aunque no sea feliz la comparanza, confieso que entreveo el paraíso más en tu figura que en la del firmamento.
Atraes. No sueltas. Inmantas poderosamente.

Pero es el momento de volver a casa y dejarte nuevamente en tu insospechable soledad, tanto o más violenta que la de las altas montañas.
Soledad cartujana del mar: no me abandones en esta tierra populosa y bullanguera.



jueves, 26 de diciembre de 2019

Escollera.

DIA I

Otra vez el mar... La inmensidad. La nostalgia.
El mar que daña. Que lástima. Que hiere.
El olor a sal, a gaviota en vuelo, a océano abierto.
Otra vez un mar que es, sin embargo, una novedad. El primer mar. La buena noticia de lo infinito y de lo ilimitado que da alegría.
Sí, alegra el corazón ver el mar. Pero duele... Se sufre lo que no tiene nombre.
¿Qué es? Los días lo dirán. O no.

Espuma crema que lames la roca, lame mi corazón.
Espuma que no cesas de lamer la roca estancada, continúa tu obra.
No abandones tu oficio,  tu labor, tu misión.
Es tuyo el papel de desgastar el mineral adusto.
Tu incansable vocación es signo y figura de la misericordia divina.
Tu arremetes con gracejo la piedra empeñada en enfrentarte, en sostener el conflicto. Ese orgullo mineral...
Envuelven las olas la escollera enmohecida, sujeta a las algas y al viento enfurecido, y la limpian, la lavan, la descubren en su primordial color. Agua salada que nombras la piedra cubierta de musgo.
Porfiadas olas que estremecen los pétreos cimientos de la costa y hacen cantar a la playa entera. O mejor, suman su voz al coro que deleita la costanera de Miramar.
¿O es un grito? Si lo fuera, de seguro que desgarraría el alma de aquel que contempla la escena en vacaciones.
De profundis playero de un gallardo melancólico que se deja impresionar, inspirar, por el contexto especial. Con un whisky en la mano, con un cigarrillo en la boca y con una pena en el pecho.

Mar nuevo de resonancias antiguas.
Mar tan antiguo que el Edén de enseñanzas nuevas.
Mar mío, mar tuyo, mar que baja del cielo a sanarnos las heridas...

viernes, 29 de noviembre de 2019

Las Tres Edades de Be-Vida Interior (PARTE II)

(La primera parte de esta entrada puede usted leerla aquí.)

Hijos míos:

Luego de meditar largos años respecto a las edades y el flujo de la bebida interior, creo poder darles apenas un esbozo de la segunda etapa. Como el rayo nocturno que ilumina un instante el camino, procuren así recordar ustedes lo que les vengo a mostrar. No puedo decirles todo, pues hay realidades que las palabras no alcanzan a describir. Vívanlo ustedes mismos, y sabrán de qué les hablo.
Quiero que entiendan que nuestra época tiende a destruir la cultura en cada detalle. No es difícil observar de dónde vienen y a dónde llevan nuestros hábitos. En este caso es igual, y más aún en el noble arte del beber. "Dime qué y cómo bebes, y te diré quién eres". ¿Cómo podemos despreciar así nuestras costumbres occidentales y cristianas de dos mil años, al primer trago dulzón que se nos cruce?. Pues beban eso, que es lo mismo que usar chupines en la vestimenta, escuchar cuarteto en la mañana, construir casas cuadradas, y ver televisión. La tiranía del mal gusto es un fruto podrido del hombre posmoderno. Pero volvamos a lo nuestro.



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Superada la etapa del principiante, es menester que el gusto sea purificado. Para esto, debe haber una muerte al sentido que nos libere de los peligros sensibles, y nos lleve a un deleite superior. Como todo lo provechoso en la vida, se obtiene a base de paciencia y esfuerzo. Lo mismo pasa aquí.
Pero antes que nada, y por mi gran compasión como maestro, os mostraré algunas cuestiones sobre el vino, que son dignas de meditación.
En primer lugar, sepan que no es casualidad que la uva dulce y deleitable deba ser triturada, aplastada y ser modificada en su esencia por un agente externo a ella, ya que por ella misma no podría progresar en su naturaleza. La graduación alcohólica ya es superior a la cerveza, por lo que implica un esfuerzo mayor. Supongo, que no debo ya aclarar las similitudes con la vida interior.  La levadura  viene a consumir lo más sabroso de la uva, que es su azúcar, y lo transforma en un compuesto de sabor más amargo e insípido, como es el "etanol" (alcohol de las bebidas, de dos carbonos, cinco hidrógenos y un oxidrilo C2H5OH). Terminada su fermentación, debe pasar largos períodos en la soledad y el silencio de una barrica en una cava húmeda, oscura y apartada del mundo exterior. Pues sí, mientras los hombres van y viene en sus afanes, el vino permanece oculto, madurando lentamente, sabiendo que el tiempo de la pascua llegará algún día.
Ay! amigos míos, cuantas cosas me gustaría contarles acerca de las maravillas de esta bebida tan religiosa, mas el tiempo apremia, y esta carta debe llegar a tiempo.
Observen, en segundo lugar,  como la vid siempre estuvo ligado a la actividad religiosa del hombre. El hombre es un ser religioso y está hecho para el culto.  Justamente la vid se expandió por el mundo a raíz del culto. Es por esto que los hebreos lo utilizaban en sus ritos, los egipcios creyeron que la borrachera era una posesión de Osiris, los griegos en Baco, y nosotros gracias a los jesuitas que nos trajeron la cruz a América, la utilizamos en cada Misa. ¿Cómo osan, malvados, puercos rastreros, cambiar con risitas cómplices, esta bebida por un campari?. Sepan disculparme, pero si les reprendo es por el amor que les tengo.

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Decíamos que nuestro discípulo fue introducido al mundo de la bebida interior. Aceptó alegremente el ejercicio del beber, mas, su fidelidad al camino sigue contaminado por la manifestación sensible del gusto. Es por esto, que la mayoría de los seres sucumben bajo la nueva etapa, y cuando beben un vino, se vislumbra en su rostro una expresión amarga, como el niño que prueba por primera vez un limón. Y se preguntan si valdrá la pena seguir bebiendo una bebida mas fuerte y con menos sabor, habiendo tantas propuestas de bebidas suaves. Es lo mismo que le ocurre al creyente cuando la oración deja de ser apetitosa, la vida cristiana se vuelve ardua en el ejercicio de las virtudes y la renuncia del mundo comienza a pesar al observar con cuánta aparente diversión se maneja la gente. Mas, si continúa decidido y a pesar de los pesares, poco a poco comenzará a desarrollar un paladar más noble, más sutil, que lo llevará a grandes delicias insospechadas. Quien nunca llegó hasta aquí, jamás podrá entender mis palabras, pues aún habita en la caverna.
Sin embargo, en el transcurso del camino, aparecerán como en la primer etapa nuevos enemigos. Esta vez más sutiles, mas encubiertos, que estén a la altura del desarrollo de nuestro aprendiz, como los pecados capitales... ESPIRITUALES.
El más tirano de todos ( y aquí planto bandera en una loma, saco mi espada, y los espero de a uno) es el fernet. Algunos me dirán que no ha sido aún prohibido por ninguna encíclica, y que el mismo autor ha sido sorprendido tomando algún vaso luego de comer una carne asada. Y ambas cosas son ciertas. Pero no me nieguen que la tiranía del fernet ha ido muy lejos. No conozco reunión entre cristianos donde falte este maldito jarabe, faltando en tantas el magnífico fruto de la vid. Que uno tome un vaso, es como quien acude una vez a una Misa Ortodoxa, por supuesto que no hay riesgos. Pero la insistencia en esto, sumado al abandono de lo otro, transforma este obrar en un acto de destrucción del cristianismo entero. Pues estancado en este petroleo, volveremos a las bebidas capitales de la etapa anterior, y despreciaremos el vino, dejando para siempre la senda que nos conducía al paladar noble. He aquí el sutil y demoníaco peligro del fernet, bebida sin historia ni raíces. La segunda es el ya mencionado campari, muy propagado entre las cristianas de la época. El gancia entraría entre los pecados más burdos cual es la lujuria. Los vinos edulcorados con mosto concentrado son la representación palpable del progresismo. El pisco, que siendo un destilado, no le da ni para entrar en las bebidas de la próxima etapa, al igual que el singani. Por último, la suma de todas las herejías, la maldita y depravada sidra.
Mas debo decirles hermanos, que si llegados hasta aquí, piensan que han adquirido la plenitud de la bebida interior, sepan que el vino aún posee aromas y sabores detectables, y que el bebedor puede descubrir realidades aún más sublimes.


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Como verán, muchas son las tentaciones y largo es el camino. No os preocupéis, si en una charla noble, con bebedores fieles a la tradición, alguno sucumbe a los duendes y queda postrado en el piso. Todo es parte del aprendizaje, y es mejor fallar por exceso que por defecto. Solo quien logra ser molido y fermentado por la levadura, perseverando ingresará al siguiente estadio, a la etapa puramente religiosa, al purificado fluido sin color ni atracción visual.
Concluida este etapa, nuestro bebedor ya poseerá una sabiduría especial y ya no lo tentarán las vanidades, pues ha contemplado la luz. Observará entristecido, como los demás no son capaces de salir del chiquero en el que se revuelcan una y otra vez, y será motivo de mofa para todos. ¡Soberbio, mal espíritu, refinado! gritarán por ahí... Pero ya no tendrá regreso al mal, pues ha comprobado cuál es el camino. Solo le queda un salto de fe.
¡Qué dicha la de los amigos que llegan juntos aquí, pues su amistad tendrá el sabor a vino añejo!

CONTINUARÁ...

DON VIRULA DE LOS GAMOS


lunes, 18 de noviembre de 2019

Viernes a la noche con Fray Juan de la Cruz.



Era un viernes por la noche. Recuerdo que me quedé en casa, milagrosamente, negándome a asistir a todas las actividades nocturnas de aquel día que pintaban ser divertidas y/o interesantes. Mas mi alma no quería saber nada de salir otra vez, pues ya sabía que en este oficio no “venía diferente la jugada”. ¡Lo mismo de siempre! ¿Lo mismo de siempre? Vinitos más, tabacos menos, igualito a mi Santiago. Sí, como dice el zambón, “me invitaron a salir y les dije que no a un puñado de amigos”… pero no por Aquella, no esta vez. Sino por… ¿por Aquél? Sospechaba que sí, porque mi alma necesitaba sosiego, y en el sosiego y en la quietud suele hallarse el Señor, amigo del silencio. La semana -los meses- venía agitada, “apresurada” diría el tonadero, y era menester un poco, al menos, de calma, de recogimiento, de ocio... Pero, ¡vaya día que tocó para ejercer el ocio deseado! Inicio del fin de semana: se despiertan los demonios de la joda, de la farra, de la  vida loca. Se respira en la atmósfera un aire arsénico, arsénico para el alma contemplativa, pues todo convoca y atrae a la diversión, a la dispersión, a la evasión feliz de una existencia gris y aburrida. La  existencia siempre fue banal y superficial, solo se trata de saltar de una superficialidad a otra mayor o distinta. Todo sigue siendo parte de lo mismo. No hay trascendencia. No hay escapatoria por Arriba. No hay salida del laberinto... Y todas estas cosas mi alma las sentía, o presentía, porque el ethos no era favorable, porque era viernes a la noche y todo invitaba a la fuga, a la huida de la casa exterior e interior…

En este contexto es lo que me sucedió lo que relataré a continuación. Me hallaba, como decía, en casa un día viernes a la noche, sin saber bien qué hacer porque habitualmente en mi agenda se hace un espacio en blanco cuando arranca el fin de semana. Ese espacio en blanco se rellena casi siempre con actividades sociales, eutrapélicas y no tanto. Pero tuve que hacer algo, aunque los fantasmas de “allá fuera” me llamasen con voces seductoras. Sin embargo, cual Ulises, me até al mástil de mi hogar y mi madre para no ceder a la tentación. No importan tanto qué fue lo que hice al principio y al medio de aquella noche, sino lo que pasó al final cuando tenía resuelto orar e irme a la cama. Imaginen, el clamor, el susurro, el murmullo de la noche en ciernes era inquietante. Mis pasiones lo sabían, sabían que el “finde” había comenzado y que a ellas no se las había convocado aún. Los logismoi (“pensamientos intrusos”) revoloteaban en torno a mi alma como temibles avecicas dispuestas a abalanzarse vertiginosamente sobre la presa para comerla a picotazos, salvajemente. Turbación, intranquilidad, nerviosismo eran las notas que sonaban en mi cuarto en aquellas altas horas. Hasta llegué a pensar: “¿No hubiera sido mejor haber salido con mis amigos, aunque fuera una joda parecida a otras, aunque se tratase más de lo mismo?” Porque para encontrarme en una situación tan fea e incómoda, y hasta peligrosa como aquella, hubiera sido mejor haberme escapado a la juerga, abandonando una vez más los conatos a la suerte de una noche licenciosa y destemplada -también peligrosa…

¡Pero no! No podía ser que fuese tan flojo, que no lograra permanecer un maldito viernes a la noche en casa. ¡¿En qué momento me volví tan parrandero; desde cuándo me costó horrores “quedarme quedo” en mi hogar; cómo fue que contraje esa enfermedad pagana de no saber habitar conmigo mismo?! ¡Oh, diablillos nocturnos del jolgorio perpetuo, cómo os empeñáis en arrastrar a las almas a vuestro festín inmundo y mentiroso! A la jarana, plegaria pues. Y se hizo la luz y me puse a rezar, o a intentar hacerlo. Estando en esto fue que oí una voz, en medio de la noche, que me resultó apenas familiar. Todavía con algo de caos en mi interior, con la última bulla de los diablos en retirada, pude reconocer finalmente quién era el que me interpelaba. Y bien, no era otro que mi hermano y maestro Juan de la Cruz, quien se dirigía mi alma en estos términos:
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(El siguiente diálogo -con ciertas licencias-  es compuesto a partir de los Obras Completas de San Juan de la Cruz de la editorial Monte Carmelo-Burgos. La escena se recrea en el rincón de un cuarto amplio donde se halla un pequeño oratorio, con un icono de Cristo, una vela encendida y un incienso quemado.)

SAN JUAN DE LA CRUZ.- Quédese, pues, lejos la retórica del mundo; quédense las parlerías y la elocuencia seca de la humana sabiduría, flaca e ingeniosa, de que nunca tú gustas, y hablemos palabras al corazón bañadas en dulzor y amor, de que tú gustas, quitando por ventura delante ofendículos y tropiezos a muchas almas que tropiezan no sabiendo, y no sabiendo van errando, pensando que aciertan en lo que es seguir al dulcísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, y hacerse semejantes a él en la vida, condiciones y virtudes, y en la forma de la desnudez y pureza de su espíritu.

ALMA.- Así se habla, hermano, y verdaderamente tus palabras son luz y amor para mí; pero, dime: ¿por qué me cuesta tanto recogerme y contemplar al dulcísimo Jesús?, ¿por qué me canso de escucharle, de servirle y de seguirle?

SJDLC.- El alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa. No te canses, que no entrarás en el sabor y suavidad de espíritu, si no te dieres a la mortificación de todo eso que quieres. Cánsase y fatígase el alma con sus apetitos, porque es herida y movida y turbada de ellos como el agua de los vientos, y de esa misma manera la alborotan, sin dejarla sosegar en un lugar ni en una cosa.

A.- Es cierto. Tal vez todo se resuelve amando; en definitiva todo es cuestión de amores. Lo que no me gusta tanto o no entiendo bien es lo último que me dices…

SJDLC.- Y para mortificar y apaciguar las cuatro pasiones naturales, que son gozo, esperanza, temor y dolor, de cuya concordia y pacificación salen estos y los demás bienes, es total remedio lo que se sigue, y de gran merecimiento y causa de grandes virtudes: Procure inclinarse siempre:

No a lo más fácil, sino a lo más dificultoso;
No a lo más sabroso, sino a lo más desabrido;
No a lo más gustoso, sino a lo que da menos gusto;
No a lo que es descanso, sino a lo que es trabajoso;
No a lo que es consuelo, sino antes al desconsuelo;
No a lo más, sino a lo menos;
No a lo más alto y precioso, sino a lo más bajo y despreciado;
No a lo que es querer algo, sino a no querer nada;
No a andar buscando lo mejor de las cosas temporales, sino lo peor, y desear entrar en toda desnudez y vacío y pobreza por Cristo de todo cuanto hay en el mundo.

A.- ¡Apa! Palabras duras y radicales me dices. ¿Acaso no puedes hablarme de la mortificación de otro modo menos… fanático o extremoso?

SJDLC.- Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada.
Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada.
Para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada.
Para venir a lo que no gustas, has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes, has de ir por donde no sabes.
Para venir a lo que no posees, has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres, has de ir por donde no eres.
Cuando reparas en algo, dejas de arrojarte al todo.
Porque para venir del todo al todo, has de dejarte del todo en todo,
Y cuando lo vengas del todo a tener, has de tenerlo sin nada querer.
En esta desnudez hallar el espíritu su descanso, porque no codiciando nada,
Nada le fatiga hacia arriba, y nada le oprime hacia abajo,
Porque está en el centro de su humildad.

A.- Nada, nada, nada…

SJDLC.- ¡Nada, nada, nada, nada!

A.- Exageras, hermano. ¡Tu camino es imposible! No estoy de acuerdo con lo que me aconsejas, decididamente.

SJDLC.- El alma dura en su amor propio se endurece.

A.- ¡Otra vez vas a salirte con la tuya…! Está bien, puede ser que no acepte tu planteo porque estoy endurecido pero es que…

SJDLC.- El alma enamorada es alma blanda, mansa, humilde y paciente.

A.- ¿Manso? ¿Humilde?... ¿Cómo?

SJDLC.- Humilde es el que se esconde en su propia nada y se sabe dejar a Dios. Manso es el que sabe sufrir al prójimo y sufrirse a sí mismo.

A.- “Sufrirme a mí mismo”, ¡ja, gran verdad! Muy bien, pero ahora dime, eso de “enamoramiento”: ¿podrías explayarte más, por favor?

SJDLC.- ¡Oh llama de amor viva
Que tiernamente hieres
De mi alma en el más profundo centro!

A.- ¡Ah, hermano mío, que tus palabras son tan encendidas, y mi oración es tan apagada y desabrida!

SJDLC.- Porque muchos de éstos, engolosinados con el sabor y gusto que hallan en los tales ejercicios, procuran más el sabor del espíritu que la pureza y discreción de él, que es lo que Dios mira y acepta en todo el camino espiritual. […] Y así, quieren sentir a Dios y gustarle como si fuese comprensible y accesible, no sólo éste, sino también en los demás ejercicios espirituales, todo lo cual es muy grande imperfección y muy contra la condición de Dios, porque es impureza en la fe. Lo mismo tienen éstos en la oración que ejercitan, que piensan que todo el negocio de ella está en hallar gusto y devoción sensible, y procuran sacarle, como dicen, a fuerza de brazos, cansando y fatigando las potencias y la cabeza; y, cuando no han hallado el tal gusto, se desconsuelan mucho pensando que no han hecho nada. Y por esta pretensión pierden la verdadera devoción y espíritu, que consiste en perseverar allí con paciencia y humildad, desconfiando de sí, sólo por agradar a Dios. A esta causa, cuando no han hallado una vez sabor en este u otro ejercicio, tienen mucha desgana y repugnancia de volver a él, y a veces lo dejan; que, en fin, son, como habemos dicho, semejantes a los niños, que no se mueven ni obran por razón, sino por el gusto. Todo se les va a éstos en buscar gusto y consuelo de espíritu, y por esto nunca se hartan de leer libros, y ahora toman una meditación, ahora otra, andando a caza de este gusto con las cosas de Dios; a los cuales les niega Dios muy justa, discreta y amorosamente, porque, si esto no fuese, crecerían por esta gula y golosina espiritual en males sin cuento. Por lo cual conviene mucho a éstos entrar en la noche oscura que habemos de dar, para que se purguen de estas niñerías.

A.- ¡Ohhh! De a poco empiezo a entender…, a entenderte. Me has hablado del amor y del enamoramiento, de la mortificación y propia negación, de la oración (como nadie), y ahora de la fe. Veo, mejor dicho, comienzo a ver cuáles son tus pilares y prioridades, a qué le das mayor importancia en la vida espiritual. Te confieso que al principio tu lenguaje causa espanto y rechazo, al menos a mí causó eso, pero a medida que me hablas me doy cuenta que tu lenguaje es cordial -suave, claro, simple-, aunque recio y viril. Tendrías que venir a visitarme más seguido para conocerte más y comprender mejor tu itinerario y tu vida. Sé que aún te quedan muchísimas cosas por decirme, tanto por enseñarme y aleccionarme , iluminarme y consolarme. Pero por esta vez tengo ya bastante que rumiar y repasar a solas, ¿no cierto?

SJDLC.- En soledad vivía,
Y en soledad ha puesto ya su nido,
Y en soledad la guía
A solas su querido,
También en soledad de amor herido.

A.- ¡Dios mío, qué poeta eres! Y qué sabio y qué santo… ¡Cuánto me queda por aprender de ti, de tus dichos y de tu ejemplo! Solo que, y con esto puedes ir en paz para volver otra noche (en lo posible, que no sea al término de la semana que no suelo estar por aquí), dame una última respuesta que me pacifique, que me llene de consuelo, que me conforte, que me anime a seguir buscando al Amado a pesar de o junto con, mis innumerables miserias y pecados. Sólo esto te ruego, querido hermano, y luego puedes marcharte…

 SJDLC.- ¿Quién se podrá librar de los modos y términos bajos si no le levantas tú a ti en pureza de amor, Dios mío? ¿Cómo se levantará a ti el hombre, engendrado y criado en bajezas, si no le levantas tú, Señor, con la mano que le hiciste?

No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo, en que me diste todo lo que quiero. Por eso me holgaré que no te tardarás si yo espero. ¿Con qué dilaciones esperas, pues desde luego puedes amar a Dios en tu corazón? Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en migajas que se caen de la mesa de tu Padre. Sal fuera y gloríate en tu gloria, escóndete en ella y goza, y alcanzarás las peticiones de tu corazón.


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viernes, 8 de noviembre de 2019

Leyendo "Literatura Apocalíptica"


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En los últimos meses (me refiero a éstos últimos míos, y no los de la historia universal) he estado vagando detenidamente en una serie de novelas catalogadas como "literatura apocalíptica". Lo que me llevó a ello quién sabe qué fue... Quizás cierta neblina oscura e invisible que domina la atmósfera; la seguidilla de eventos sociales, sínodos eclesiales, apostasías, etc... uno más lamentable que el otro. También esta realidad me llevó a abrir recientemente un bar llamado "El Apocalíptico". ¡Ah!, y a fumar de nuevo tras seis meses de sanidad corporal... Sea como sea, esta trasnochada me impulsó a escribir algo al respecto, y sea de paso, me ayudó a conciliar el sueño, o a bajar los niveles nerviosos que estos libros me han producido.

Antes que nada, valdría aclarar que esta "reflexión corta" no es sobre el Apocalipsis en sí mismo, dado a que sobre esto sé poco menos que nada y prefiero dejárselo a los entendidos en la materia (que tampoco son muchos, ¡ojo!). Tampoco me apoyo en revelaciones privadas personales, pues aún no soy vidente (ni me interesa serlo, ¡abundan en nuetros lares!). Pero lo que sí me animo a intentar, ya que esta bitácora me lo permite, es tratar de extraer los patrones comunes en los que coinciden algunas de estas historias, cuando de plantear un escenario para las ultimidades se trata. Dicho esto, quedaría de lado la historia personal de cada personaje, distinto en cada libro, y nos sumergiremos en lo que estos escritores visionarios contemplaron como los tiempos finales del Anticristo.

Comencemos, si es que aún hay tiempo...

Un aspecto importante y fácil de distinguir, es el fenómeno de la globalización. Esto podríamos decir que es la unificación de los caminos para la pronta difusión de la fe invertida. Así como hace 2.000 años el Imperio romano predispuso la unidad, la paz, y la lengua común para la venida del Cristo, de modo semejante sucede con la globalización para la aparición del Anticristo. Pero claro, ahora hay algunas ventajas que facilitan enormemente este proyecto diabólico: los medios de comunicación, los periódicos, los televisores, los traductores, etc... Todo esto, genera un pensamiento colectivo a nivel mundial y prepara las masas y las naciones todas para que el Anticristo simplemente tome el poder absoluto. En otras palabras, los pueblos se hacen uno, pero sin que corra la sangre como antes...

De la mano de esta globalización, está la unificación de las religiones. Todas estas se acogen bajo la bandera de la pseudo-iglesia católica quien, cobijando a sus hermanos, abandona toda trascendencia, y gracias a la herejía del Modernismo, el hombre se declara como cúspide de todo lo creado y vuelca su religiosidad al naturalismo. (Debo aclarar que sigo hablando de novelas escritas hace más de 50 años). Es común leer en estos autores apocalípticos cómo la religión pasa a ser el "humanismo", es decir, el hombre para el hombre; y podemos ver sorprendidos (o ya no) cómo la iglesia universal y democratizada comienza adorar ídolos como la diosa fertilidad, la Pachamama, la energía cósmica, Venus, etc... Una iglesia al servicio del... ¿Anticristo?

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Siguiendo este hilo, el poder político se une al poder religioso, ligando así todos los aspectos del hombre en un solo sistema dirigido por un solo hombre: Juliano Felsenburg. Como soporte de esta única e irrepetible unión de la humanidad, sirve al bienestar el desarrollo tecnológico que comienza a abarcarlo todo. El mundo descubre que vive bien, que está en paz y que ha logrado dejar atrás los viejos fantasmas que impedían esta elevación del hombre. Los culpables fueron y son, naturalmente, los católicos rígidos ("con cara de pepinillos de vinagre") que tuvieron en cautiverio durante siglos el desarrollo evolutivo de la humanidad. Y aquí se da inicio al proceso de "sanidad mental" y de "liberación" por la cual hay que eliminar todo rastro de la antigua iglesia católica. Al diablo los cristóbales castellanianos...

De momento, un panorama de los aspectos más grandes, o grotescos, si se quiere. Pero lo más alarmante, al modesto modo de ver de quien escribe, es qué pasa con los cristianos de estas novelas, puesto que, no hay que por qué disimularlo, las similitudes abundan en nuestros días. Pues bien, es un hecho constatable que existe una apostasía en abundancia, generalizada. Pero, ¿cuál es el motivo? Y aquí comienza lo delicado, y donde me pesa mi falta de entendimiento y de claridad para expresarme. En primer lugar, hay un gran desconocimiento de la fe y la doctrina verdadera. En segundo lugar, se nace y se vive en el seno de una sociedad modernista e inmanentista. En tercer lugar, los pastores insinúan (y no tanto) una pseudo-religión católica. En cuarto lugar, el clima hedonista y antropocéntrico impide vislumbrar que se vive para Dios y no para uno mismo. Todo este contexto hace y hará que los fieles a la Iglesia de Jesucristo sean visto a los ojos de la gente común como exagerados, soberbios, locos, irracionales, dinosaurios que no tienen la capacidad de ver la bondad que ofrece este maravilloso mundo en paz.¡Oh, delirio del Paraíso terrenal! Esto es calve, pues quienes perseveren en medio de estas tribulaciones, entrarán en las dudas y presiones psicológicas más graves que puedan existir. O díganme, si no: ¿es posible que un puñado de locos, basados en antiguas creencias, tenga razón ante el consenso universal, ante las demostraciones científicas, ante la benevolencia que nos ofrece el mundo? ¿Pide nuestro Señor, Dios del Amor, tener que sacrificarlo todo, y confiar ciegamente en unas promesas que parecen tan lejanas? ¿ Es que no se podrá disfrutar de nada a causa de la fe, mientras todos parezcan gozar de una gran vida? Por lo tanto, estas dudas probarán fuertemente la fe de cada cristiano. Y es que, al menos uno, imaginaba el fin de los tiempos con grandes tragedias y guerras en todo el mundo, con un enemigo de cara fea, y de frente. Pero no, la cosa es tan sutil, que quien no vea con claridad estos hechos, le parecerá un lunático quien las predique; mas quien alcance a verlas, la cosa será tan grosera, que causará un desaliento desbastador. El creyente fiel deberá perseverar hasta el fin, sin esperar nada a cambio. Sabrá con seguridad que las consecuencias de creer serán nefastas, por ser incomprendido, perseguido y odiado por los más cercanos, sumado a la debilidad que los propios pecados generan en uno. Por el contrario, la nueva religión será tan atractiva, deslumbrante y acomodada a mi situación personal, que sería una locura no abrazarla.

Para el mundo todo marchará bien, y para las buenas personas y la pseudo-iglesia también. Sin embargo, los cristianos de ley soportarán todo el peso de la angustia como si Dios hubiese abandonado el mundo para siempre. El cristiano será motivo de lástima y enojo. Otra cuestión puede ser la dificultad de explicar a quien no sabe, en qué consiste ser cristiano en un mundo ignorante, masificado y depravado. Por último, la figura del Anticristo como fruto maduro del contexto, quien posee una imagen bella y bondadosa, atractiva, que concilia al mundo, y que utiliza un lenguaje sumamente religioso, bíblico, pero tergiversado y vaciado de contenido real.

En fin, la pseudo-religión del Anticristo va a ser similar a la católica, de ahí el gran engaño. Sus términos serán similares, como quien no destruye la religión, si no que la vacía, y la llena de otro contenido lleno de porquería.

Ésta es mi conclusión (y sí, tildenmé de apocalíptico, si les place):
Hay en estos escritores cierto grado de profecía, ya sea como don sobrenatural, o como el genio, que viendo con agudeza las causas, puede anticipar las consecuencias. Estos libros encierran una actualidad que hacen temblar. Creo, honestamente, que todos los aspectos que he tratado de balbucear en este post se están cumpliendo ya en cierta manera, e incluso, mas cerca de lo que pensamos. La cuestión es, sin ser alarmista, y confiados en el Señor, si estamos siendo capaces de percibir este clima que lo está cubriendo todo, y si estamos poniendo el pecho a las balas, con lo que esté a nuestro alcance. Hemos nacido pensando mal, hemos sido infectados de nacimiento, con el veneno de la Modernidad, y juzgamos naturalmente todo con estos lentes, con este siglo que pone al hombre como centro de toda la vida. Nos han vendido que el santo es simplemente un buen ciudadano, una persona buena y sencilla, que se lleva bien con todos, y nos han robado el santo de las virtudes heroicas. Debemos hacer un esfuerzo por conocer como piensa la Iglesia, que trasciende todos los tiempos, y a la vez, que es contemporánea a todos los siglos. Debemos aferrarnos a la oración, donde seremos instruidos, confortados y consolados. Debemos, pese lo que nos pese, saber que habrá que renunciar una y mil veces a todo lo que nos aparte del Cielo prometido. Vivir la fe será un morir lento, día tras día, pero confiados en que irá naciendo el hombre del Espíritu.

Finalmente, no puede ser nuestra guía el pesimismo, ya que es motivo de gran júbilo saber que el Señor viene, ¡y viene pronto! "Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación" nos manda Nuestro Señor (Lc 21, 28). Dios quiera que la anestesia de la vida cotidiana no oscurezca nuestra mente para tener siempre presente, y en todos los aspectos de nuestra vida, el fin último por el cual combatimos. Y que nuestros amigos gallardos sean por muchos días un descanso alegre que cure las heridas, pero para esto, debemos todos abrir los ojos, si no, nos iremos adormeciendo poco a poco, casi imperceptiblemente. Demás esta decir que las cosas pueden empeorar mucho mas aún, claro que sí, o que todo puede revertirse de un momento a otro. Solo Dios lo sabe. Pero estas, queridos amigos, son mis pobres reflexiones trasnochadas y parusaicas.


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VENI DOMINE JESU

DON VIRULA DE LOS GAMOS.


viernes, 25 de octubre de 2019

Crónica de una experiencia campera.




Partimos de la ciudad bien temprano. Era un día de semana, por lo que tuvimos que suspender las actividades y los deberes que nos solicitaban en la familia y en el trabajo. “Irresponsabilidad” llamarían a esta decisión los hombres serios de nuestra aldea siempre preocupados de mantener un status social y económico respetable, y aún más, exitoso. Dejar todo tipo de solicitación temporal con cierta displicencia y mudarse al campo, montaña adentro, era una falta grave contra la religión del Nuevo Orden Mundial y contra el venerable Hombre Posmoderno. Pero los que nos marchábamos al campo por dos días entendíamos -o empezábamos a entender- que el hombre es algo más que una máquina de producir y de acaudalar bienes para una existencia cómoda y confortable. No podía reducirse la existencia a procurar un bienestar material para así alcanzar la felicidad. ¡Engañosa trampa, señuelo moderno de raíces protestantes! El homo economicus, modelo de nuestro mundo actual, se ha infiltrado entre las filas católicas y su ponzoña es casi imperceptible. El homo religiosus, en cambio, que yace dormido en el corazón de los fieles y olvidado en las mentes católicas, reclama todavía ocupar el puesto eminente que antaño tuvo indiscutiblemente. Por eso, y por muchas razones más, irse a andar a caballo por días en la montaña mendocina mientras todo el mundo seguía con sus “urgentes” e “impostergables” ocupaciones laborales era un verdadero esputo en la cara a toda la posmodernidad reinante y un grito de reivindicación por el hombre eterno que anida en el pecho de todos los mortales.

Por cierto, vale aclarar que esta acción de escape a la montaña  -más que "escape", "retorno" hacia la tierra bendita- no significa descrédito o desdén a todo deber de estado que en sí es algo bueno, e incluso, es medio de santificación. Nada de eso. Se trata más bien de no caer en la esclavitud del hombre que sólo persigue “llenar sus bolsillos” y llevar una vida segura y lujosa, es decir, una vida aburguesada. No se invita a la huida de los deberes que nos urgen para una subsistencia digna y honrada -piso de un realismo tradicional-, sino a comprender la Realidad toda con ojos cristianos y aprender a priorizar -y antes que eso a escuchar- los reclamos del espíritu que ansía lo infinito, lo absoluto y lo permanente. Hecha esta aclaración, vuelvo al inicio del relato para no alargar más esta crónica sentida y oportuna, que procurará ser breve para no cansar al benévolo lector.

Habiendo dispuesto todo lo necesario para la cabalgata -polainas y pilcha gaucha, pipas y tabacos, vinos y petaca con whisky, vaso y cuchillo, bolsa de dormir y demás bártulos-, me recoge el Palanca en su coche junto al Pelado. De casa nos dirigimos en busca del Negro que nos levantaría en su chata para finalmente buscar al jefe de la travesía, el Gordo, que nos aguardaba ansioso en Chacras de Coria donde estaba su hogar. Una vez los 5 acomodados en nuestros asientos, arrancamos derecho a Potrerillos entre mates y charlas amicales. Llegamos a media mañana y nos dispusimos a acomodar todo para partir campo adentro con los caballos. Si eran 5 los jinetes, 5 eran los nobles y hermosos caballos, el cual se destacaba especialmente el soberbio corcel del Gordo -y el mío también tenía su atractivo por su pequeña estatura y su pelaje tordillo-. Apenas llegamos a la estancia en la montaña, arriba Don Carlos, el último para sumarse al grupo de caballeros cuyanos. Ya éramos 6 y ya terminábamos de dejar todo listo para iniciar el paseo: caballos bien ensillados (en orden: pelero, mandil, carona, casco, encimera y cincha 1ra, pellón, sobrepuesto, pegual y cincha 2da) y equipados con alforjas rebosantes de carnes, brebajes y otros utensilios.

Eran alrededor de las 11 de la mañana cuando emprendimos la cabalgata. Cruzamos el arroyo del Salto y entonamos al unísono el comienzo de un canto adecuado que nos acompañaría durante toda la expedición: Ya me voy para los caaampooos, y adioooos… Sí, “La Tupungatina”. El mundo y sus afanes quedaban atrás; mientras que la magia del campo montañés comenzaba a operar en los corazones andariegos. Y andando, nos íbamos pasando las caramañolas del ejército forradas artesanalmente con cuero que contenían vinos tintos, frescos y ricos. Mientras corría el vino, entonábamos a capela tonadas emocionantes y algún que otro gato y/o cueca, siempre cuyanos. A estos cantos los ahumábamos con algunos cigarros y pipas encendidas que hacían el viaje más placentero. Era el Gordo algunas veces, y otras, Don Carlos, quienes nos aleccionaban sobre cuestiones camperas, ecuestres y afines. También nos indicaban el nombre de los lugares que recorríamos o veíamos en lontananza. Así divisamos “La Casa de Piedra” (una enorme piedra ahuecada  por dentro donde se agazapan pumas en inviernos crudos), luego de sortear temibles rosas mosquetas que arañaban con sus espinas a los mancarrones. Luego almorzamos en “El Corral” (la gente del campo es esencial para nombrar las cosas) que se encontraba en la “Quebrada de la Manga”, resguardada por la montaña del “Rincón Colorado” desde donde nacía la famosa “Cascada del Salto”. El almuerzo fue sabroso y copioso. Sin embargo, tuvimos que seguir el ascenso hasta llegar a la “Pampa de la Pulcura” donde vimos una tropilla de guanacos por primera vez y desde donde se veía a lo lejos el imponente “Cerro Bayo” en cuyo “Rincón Bayo” se hallaba entronizada en una ermita Nuestra Señora de las Nieves, Patrona del agua y de las actividades de montaña. Hacia allí nos dirigíamos, claro, porque el motivo último de la travesía era irle a rogar a la Virgencita de que intercediera ante su Hijo para que el cielo se abriera y derramara sus bendiciones. Llegamos allí casi a la hora del crepúsculo, rezando un Rosario con devoción campera. Entonamos un Salve Regina sentido y allí le expresamos infantemente a Ella, Nuestra Madre, todas nuestras peticiones. Después, el silencio contemplativo desde una ubicación única con una panorámica sobrecogedora. Y se hizo el momento de acción de gracias.

No obstante, el silencio y el agradecimiento se vieron interrumpidos por un animal vislumbrado en la cima del Cerro Bayo. Algunos dijeron que se trataba de un puma; otros no vieron nada por eso no opinaron. Sin embargo, volvió a aparecer el bicho movedizo correteando una liebre, y esta vez yo fui el aquel que dije: “¡Vean el puma, cómo persigue a la liebre!”, pero el resto confesó que ese no era el puma que habían visto hacía unos instantes, sino el perro que nos acompañaba (cuyo nombre no logro recordar). Como sea, todos quedamos contentos de haber visto un "león" (así le llaman al puma la gente del campo), y el que diga lo contrario será achurado. Después de este episodio simpático y excitante, subimos la montaña para rodearla. Ocurrió en este trecho que el Pelado columbró unos guanacos a unos 100 metros y decidió dispararles con su arma (legal), saltando del pingo con una agilidad sorprendente para los años que el Pelado se cargaba encima. Y fue así que dio 3 tiros sin poder acertarle a las bestias que descendían de la falda de la montaña a gran velocidad. Otro emocionante episodio para recordar. Después llegamos al primer gran mirador  en el mismo Cerro Bayo desde el cual se podía contemplar con júbilo el Dique Potrerillos en toda su grandeza y belleza. También pudimos ver la Ruta 7 y la mítica “Pampa de los Hoyos”. Pero tocó descender hasta el lugar donde pernoctaríamos: en el “Agua de la Pampa de la Pulcura”, donde brotaba un manantial mágico. Allí nos detuvimos y desensillamos los fletes, atándolos en arbustos de acerilla (planta que abunda en aquellos altos parajes). Estábamos cansados pero el espíritu se mantenía en alto, jovial, alegre. Así concluía la primera etapa de la cabalgata y comenzaba el intervalo eutrapélico-cuyano. Pero antes de seguir con la crónica, comparto un acontecimiento de aquella dichosa jornada con su posterior reflexión.   

No solo de cantos estaba sazonada la cabalgata, también había carcajadas sonoras por chistes oportunos e ingeniosos, y conversaciones interesantes sobre distintos temas, pero puntualmente sobre todo lo que tuviera que ver con lo que estábamos haciendo. Así fue que, cabalgando, yo le preguntaba al Gordo: “¿Qué es lo que más te gusta de esto?”. “¡Todo!”, me respondió con su voz lenta y grave. “¿Qué es todo?”, insistí yo, ávido de aprender. “Todo es… -y luego de unos segundos de silencio me dio su respuesta desde la experiencia amante- es celebrar la amistad de otro modo, disfrutar de las charlas cuando hay que charlar con serenidad pero antes que eso disfrutando más de los silencios, contemplar la naturaleza y dejarse invadir por toda su belleza transformadora, cantar tonadas ´con el alma y con el corazón´, desconectarse de todos los problemas de la ciudad, conocer al caballo y todo lo que tenga que ver con montar uno por mucho tiempo, curtirse por la cuota de sacrificio que hay en cabalgatas largas como éstas, disfrutar al fin de la jornada la noche con un gran fogón y mucha comida y bebida, mirando las estrellas radiantes o la luna brillante hasta quedarse dormido en la intemperie, amanecer con el sol en la frente y volver a casa con el corazón cargado de alegría, de paz y de nostalgia…”

Luego de esta respuesta sencilla y a la vez profunda del Gordo volvió a reinar el silencio compañero. Y yo cavilaba a mis adentros lo que me decía y lo confrontaba con lo que estaba viviendo, y me sentía afortunado y bienaventurado por vivir todo aquello. ¡Cuántos jóvenes (millennials) son los que se pierden de vivir experiencias así…así de intensas y decisivas! Uno queda marcado con cosas de este tipo si se las vive con el corazón abierto, como si el alma fuera una esponja que succiona todas las impresiones. El poder terapéutico que tiene el campo con todos sus encantos es inimaginable. Uno deja la ciudad repleto de heridas que sin piedad el mundo posmoderno y anticristiano inflige, y el campo, cual hospital fundado por el Divino Médico, va curando y engasando todas las llagas del espíritu humano. La naturaleza, la realidad, la cosa, no solamente va sanando, sino que va produciendo en el fondo del alma un gozo indescriptible. Se trata de un ocio en estado puro. Descanso y solaz, reposo y fiesta en apretada juntura. Inunda el júbilo todas las fibras del ser y uno se extasía ante la Creación. Hasta el más minúsculo detalle asombra y no pasa desapercibido. Todavía más, es el mismo contexto -el ethos campero- el que te aguza la mirada interior y afina los cinco sentidos. Entonces uno advierte los variopintos colores de las piedras, el degradé que luce en las yerbas monteses, las formas llamativas de las rocas, las coloraciones de los minerales que tiñen los cerros, los sonidos de los pájaros con sus pintorescos plumajes, el canto y el baile de las vertientes y los arroyos, los mil aromas que libera la montaña libérrimamente, las figuras de las nubes pasajeras, el cielo y sus movimientos, los cambios de toda la natura,… En fin, el asombro se renueva a cada paso dado y uno va dejándose habitar por todo eso que observa, que aspira, que oye, que palpa, que paladea. Y a la par de esta experiencia, las meditaciones que afloran sin uno buscarlas, como también las oraciones que brotan naturalmente, como si todas las circunstancias invitaran a la plegaria. “La naturaleza es católica” me dijo un primo mío tiempo ha. ¿Puede haber, entonces, un remedio más eficaz y un manjar más sabroso para el alma que este que describo?

Bien. Como este acontecimiento luminoso, muchos más sucedieron en toda la cabalgata, pero no hay tiempo de relatarlos uno a uno. Así las cosas, seguimos con la crónica…

Querido lector gallardo y farrero, ¿acaso alguna vez ha presenciado una farra sin guitarra? Probablemente no. Pues bien, este servidor sí que tuvo esa ocasión. Presencié una auténtica farra con violas ausentes pero con cantos cuyanos nacidos del alma que obligaban al pago de los cogollos y a respetar las canciones como se debe. Todo esto se dio en el marco de un asado triunfal hecho por el Palanca, con chinchulines espectaculares que él mismo había llevado cuidadosamente. El fuego y la luna iluminaban a los cantores que sin cesar traían temas nuevos desde el fondo de sus corazones. También hubo discusiones enérgicas y chacotas incisivas en la noche. Hasta que por fin llegó la hora del descanso merecido. Yo, inexperto en todo esto, sufrí la crudeza del frío por andar desguarnecido. Pero dormí feliz, con el choco junto a mí.

Al otro día, con el sol en la jeta, nos amanecimos. El desayuno fue frugal pero rico. Levantamos campamento lentamente, ensillamos los caballos y, de paso, practicamos un poco el tiro al blanco. Nos quedaba todavía una segunda etapa repleta de maravillas. Subimos desde donde estábamos hasta el “Rincón de los Novillos Muertos”, y desde ahí, hasta el “Rincón de los Leones” donde se hallaba el segundo mirador con otra vista fascinante. Bajamos hasta el “Agua de los Juanchos” donde nos paramos para almorzar como Dios manda. Luego proseguimos el viaje a través de la conocida Quebrada de la Manga donde nuevamente nos topamos con 2 guanacos que fueron perseguidos furiosamente por el Gordo y el Pelado. ¡Ay, que casi los pillan! Tuvimos que regresar a la granja sin un guanaco a cuestas (pero habrá una revancha…) Y repetimos el camino de ida a la inversa con sus mismos -y siempre distintos- paisajes. Llegamos al Salto, pasamos por la cervecería "Jerome" que estaba cerrada para rigor de nuestra sed, cruzamos el arroyo con la Iglesia de los Redentoristas a un costado, y finalmente retornamos al punto de partida: la granja de Don Carlos. Allí dejamos a los ya familiares caballos y los despedimos con ternura criolla.

Antes de la vuelta a Mordor, bebimos unas buenas pintas de cerveza brindando por todo el magnífico periplo que vivimos entre amigos y entre cuyanos.




-FIN DE LA CRÓNICA-

El Jinete Bisoño.


PS: Dos días después de la invocación a la Virgen de las Nieves nevaba abundantemente en la Cordillera mendocina. ¡LAUS DEO ET VIRGINI MATRI!

miércoles, 16 de octubre de 2019

Confesiones de Ransom.

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17Pero entonces, no soy yo quien hace eso, sino el pecado que reside en mí, 18 porque sé que nada bueno hay en mí, es decir, en mi carne. En efecto, el deseo de hacer el bien está a mi alcance, pero no el realizarlo. 19 Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. 20 Pero cuando hago lo que no quiero, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que reside en mí. 21 De esa manera, vengo a descubrir esta ley: queriendo hacer el bien, se me presenta el mal. 22 Porque de acuerdo con el hombre interior, me complazco en la Ley de Dios, 23 pero observo que hay en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi razón y me ata a la ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Ay de mí! ¿Quién podrá librarme de este cuerpo que me lleva a la muerte?

 

Carta a los Romanos 7, 17-25.

 

53 Cuando lo que es corruptible se revista de la incorruptibilidad y lo que es mortal se revista de la inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: La muerte ha sido vencida. 55 ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón? 56 Porque lo que provoca la muerte es el pecado y lo que da fuerza al pecado es la ley. 57 ¡Demos gracias a Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

 

Primera Carta a los Corintios 15, 51-56.

 

Agranda la puerta, padre, 

porque no puedo pasar;

la hiciste para los niños,

yo he crecido a mi pesar.

Si no me agrandas la puerta,

achícame, por piedad;

vuélveme a la edad bendita

en que vivir es soñar.

 

Miguel de Unamuno.

 

Corazón al descubierto,

horizonte de poesía,

timbre eternal y durmiente

en esas voces que afinan

el universo cascado

-lágrima, sudor y espina-.

Mirada cordial e intensa

su idioma que no declina.

Alfabeto de esperanza,

niñez de belleza herida

trayendo esquelas del Reino

en su esencia de semilla.


José Ferrari, Romance de la niñez inmaculada.

 



—Entre nosotros los seres parten después de un tiempo. Maleldil les saca el alma y la ubica en otro sitio: en el Cielo Profundo, esperamos. A eso le llaman muerte.
—Oh, Hombre Manchado, no es extraño que tu mundo fuera el elegido para ser el recodo del tiempo. Viven mirando el cielo propiamente dicho y, como si eso fuera poco, Maleldil los conduce a él al final. Han sido favorecidos más que todos los mundos.
Ransom sacudió la cabeza.
—No. No es así —dijo.
—Me pregunto si no te enviaron aquí para enseñarnos muerte —dijo la mujer.
—No entiendes —dijo Ransom—. No es así. Es algo horrible. Tiene un olor inmundo. El mismo Maleldil sollozó al verlo.
Era obvio que tanto la voz como la expresión facial de Ransom eran algo nuevo para ella. Durante un instante vio sobre el rostro de la Dama el estremecimiento, no de horror sino de total perplejidad, y después, sin esfuerzo, el océano de su paz lo cubrió como si nunca hubiera existido y ella le preguntó qué había querido decir.
—Nunca podrías comprenderlo, Dama —contestó—. Pero en nuestro mundo no todos los sucesos son agradables o bienvenidos. Puede existir algo ante lo cual te cortarías los brazos y las piernas para impedir que ocurra... y sin embargo, ocurre entre nosotros.
—¿Pero cómo puede uno desear que cualquiera de las olas que Maleldil hace rodar hacia nosotros no nos alcance?

C.S.Lewis; Perelandra, cap. V.



Cuyo, 16 de Octubre de 1.996
Yo, Ransom, ya de vuelta en mi Tierra baldía me he propuesto volcar en papel, tinta y sangre humana, todas mis vivencias en aquél lejano planeta que, estoy seguro, me han marcado para siempre. La herida física que me dejó este viaje cósmico puede que se remedie como puede que no -me da lo mismo ya-, pero la otra herida, la del alma, esa no tendrá cura en esta vida, sino en el hospital de Arriba, en el Cielo Profundo: allí Él, Maleldil, me enjugará las lágrimas y me curará todas y cada una de mis hondas llagas. Pero hay cosas que jamás podré olvidar de aquél mundo-jardín… Esa Dama Verde, su presencia tan… supernatural, y al mismo tiempo, tan cercana y entrañable, ha operado un cambio radical en mi corazón. Sí, me está haciendo ver las cosas de otro modo, me da una óptica para ver la Realidad de otra manera. Me está auxiliando para que pueda volver de la vejez a la juventud primordial. Me ayuda a entender la razón de mi envejecimiento acelerado y el motivo de mi desdicha al no sentirme joven, al saberme marchito, mustio, desflorado como jardín barrido por el zonda despiadado. Y no me refiero a la edad, a la salud, a este cuerpo que se dirige irrevocablemente a la muerte. No. Es el espíritu el que envejece y se debilita de día en día. ¿Por qué? ¿Cómo frenar esa caída, esa segunda caída? ¿Cómo escaparme de esta doble cárcel: la del cuerpo y la del mundo?
Oh, Dama Verde, que hay cosas que hubiese querido decirte y que tal vez mucho más me hubieses iluminado de haberlas vos sabido. Pero no, no debía yo hablarte sobre los mitos -reales, por demás- de mi esfera cuando tu mundo recién se está inaugurando y tú eres la Señora de esa nueva creación. Lejos de mí el envejecerte vertiginosamente, Señora y Dueña mía. Tu servidor sólo se desahoga…, aquí, ¡tan lejos de ti!, ahora, en esta hora tenebrosa. Procuro saber el secreto, mientras escribo y pienso, de tu juventud poderosa, inconmovible, inmortal. Yo sí ya que he envejecido y no tengo otra alternativa para mi liberación que la de retornar a esa juventud dichosa que se me fue en el ayer, en un abrir y cerrar de ojos. Dime, Señora Verde, cómo podré volver, siendo ya viejo, a la juventud soñada, aquella que vi radiante en Ti. Cómo puedo no saber lo sabido, ni razonar lo razonado. Cómo logro convertir esta vida mía, gastada, cansada, en una diáfana aventura siempre novedosa y sorprendente. Cómo alcanzar tu serenidad sin tormentas cuando mi experiencia telúrica me arrastra, me hunde y me aplasta. Cómo conquistar el fuego de un asombro magnífico y virginal habiéndome tendido en las cenizas de una existencia gris y resabida. No conoces mi desarmonía, no entiendes las agonías que padezco por mi aguijón... ese sabor hediondo del pecado, tú, Mujer, ni lo sospechas. Mi carne es tu carne, y a su vez, no es tu carne pura. ¡Paradoja que nunca entenderás! "Paradoja"… este concepto con su denso significado se encuentra a kilómetros de distancia de tu realidad. Maleldil trajo esa palabra y le otorgó un símbolo exacto que no pude columbrar en tu mágico terruño: dos maderos cruzados haciendo la forma de cruz… Tú, tú que no has probado el fruto prohibido, tú que juegas con los animales y los vegetales con infante ternura y graciosa destreza, tú que eres transparente como un cristal finísimo y límpido sin mácula que lo empañe, tú que eres felizmente libre y libremente feliz, tú que oyes constante el susurro de Maleldil: ¿cómo podrás aconsejar y consolar a un Manchado como yo, a un doblemente Caído, a un Herido profundamente de muerte trágica?
Hay cosas que tú haces y que yo no hago pero que deseo con toda el alma hacerlas. Las persigo, mas no las puedo asir. Yo veía cómo tratabas a los seres todos con extrema delicadeza, con amor derrochador y con dulzura infinita. Yo, en cambio, soy torpe y malo con las criaturas, comenzando con los de mi especie: los maltrato y destrato todo el tiempo que estoy con ellos, desatendiendo el misterio sagrado que habita en cada uno de ellos, desoyendo sus reclamos de amistad sincera y sus cuitas y sus penas, desatendiendo todas sus solicitaciones cordiales. Tú no haces esto; todo lo contrario, espontáneamente te sale amar, y darte sin cálculos ni límites, y lo que es más arrobador es que lo haces “de acuerdo a tu corazón”, como vos mismo me lo dijiste en una audiencia memorable. Yo detesto un sinfín de acciones que hago, de palabras que digo, de omisiones que tengo, de pensamientos que poseo. ¡Qué distintos somos, oh Madre y Reina de aquel mundo encantador y paradisíaco! Tú jamás tendrías la necesidad de hacer estas confesiones que yo ahora hago, de este otro lado del espacio, aquí donde nuestro Amado Maleldil tomó forma humana y nos amó hasta el fin; aquí y ahora suspiro por ti, por tener otra audiencia, por seguir en tu compañía, por continuar en tu servicio, por habitar en tu planeta eternamente… hasta que el Cielo Profundo baje engalanada como una Novia enamorada, o bien Perelandra ascienda ingrávida entre aclamaciones dejando lejos, muy lejos, los cielos contaminados de esta Tellus que yace en silencio desesperante, aguardando quizás el retorno de Maleldil…    
Me siento un estúpido… Lo último que escribí no tiene ningún sentido. Es un absurdo. Me dirijo a un ser que nunca jamás volveré a ver (¿es que acaso existió realmente?). Ella no me responderá. Lo que pasó allá, más allá de este planeta oscuro y silencioso, quedó allá mismo, con mi Dama Verde. Aunque me hizo bien escribirle. ¡Ah, la realidad es muy otra! No es el mundo ideal que vi en Perelandra. No. Nada queda de aquello. O quizá sí, sólo quede este recuerdo vibrante, esta nostalgia aguda por aquella experiencia única que ojalá algún bendito día pueda volver a tener…
Ya amanece… y la inmensa bola roja se asoma por el horizonte. ¿Estará amaneciendo también en Perelandra?
Dama Verde, tú que tienes la luz de mi Edén perdido, ilumina mi interior para contemplar al Único, al Absoluto: a Maleldil.
 Ransom Villavicencio~




lunes, 14 de octubre de 2019

Carmensa (un cuadro).


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Año 1820

  Avanzada la noche, después de bailes y cantos teñidos al metal por el parlante, nos arrimamos al fogón. Éramos un grupo reducido: tres guitarras, unos cantores y un racimo de oyentes alrededor. Todos jóvenes, menos uno. Allí estaba, con la presencia de un fierro machacado y endurecido por la vida, inconmovible, y parco a veces. No he llegado a contar con una mano los que te tienen por inteligente, querido amigo.
  
  Andaba la noche lenta y espesa, como un buque que surcara aguas tranquilas. Unos tocaban, otros cantaban, pasaban el mate, el vino a escondidas, y alguna frase indecisa osaba filtrarse entre las melodías. 

  -Ella sabe que la estás mirando- me interrumpió P. a mi derecha.

  Lo miré risueño y respondí:
  
  -¿Qué me importa?- Y volviendo el alma a la punta de mis ojos y mi mirada al centro de su rostro, dije:- Te juro que podría contemplarla así toda la vida.

  Y en ese momento me olvidé de P.

  Empezó Patio de Nogales. Pasé mecánicamente el mate, volví luego a lo mío.

 ``Un desafío cifrado para mí: ’’, me decía, ``eres un amanecer en cerrojos’’. Una extraña resonancia despertaba, como si hubiéramos derramado lágrimas gemelas. Pero tu hondura era más violenta que la mía (apenas la sutura de un posible, de algo que el Cielo no permitió). La estela de una noche que pasó y cambió tu vida, borró implacable mil estrellas… Y tu mirada… Podía adivinarse en tus ojos la muda imploración de tu enorme soledad. Una inmensa interrogación clavada y entrevista a la tímida lumbre del fogón, entre cantos varoniles que templaban la noche.

  Negra era la noche…, como tus cabellos, como tus vestidos, como tus ojos profundos apretando dos noches; tan negro era todo… Pero nada era tan negro como tu pena y esa muda imploración de tu enorme soledad adivinada en tu mirada. Y tan hermosa…, que podría contemplarte todo una vida. ¿Cuál es tu secreto, mujer? ``Eres un amanecer en cerrojos, o tal vez un misterio’’, remembraba yo viejas palabras.

  Acabó la velada y cada uno partió adonde debía, con el pecho hinchado y el alma contenta, plena de paz y alegría. Tal vez sólo quien estuvo allí sabría la verdad que esas sencillas y últimas palabras significan. Como ellos, volví en paz; pero con una imagen quemándome el alma todavía.


El Alpataco