Será quizás que tanto soñar y anhelar una civilización
cristiana, misteriosamente un día, Don Virula despertó en el año 1300, y vio
con asombro que se encontraba en la querida edad media, en el seno europeo. No
le fue necesario preguntar nada a nadie para que se sintiera perfectamente
ubicado, con todo lo que esto demanda. Emocionado, decidió caminar y respirar
aquello que tanto amaba, aquello que tantas horas lo desvelara, aquello que le
hacía hervir la sangre: la Europa cristiana, sus guerras, sus héroes, sus hazañas,
sus leyes y su cultura.
Mientras caminaba por la ciudad, veía las inmensas
catedrales en construcción, las banderas y crucifijos descubiertos en alto en
cualquier esquina, la arquitectura, el arte, el culto, monasterios, obispos, caballeros majestuosos y las damas bien
vestidas. Parecía que todo tenía armonía, y se podía intuir allí, que todo se
hacía para mayor gloria de Dios.
Siento la fuerte tentación de detenerme a describir con lujo
detalle lo anterior, más no es el fin de la entrada, y por esto, he resumido al
máximo esta pequeña composición de lugar, para dar con el hecho importante que
sucedió allí.
Resulta que al caminar, vio una muchedumbre que se reunía en
la plaza. Con cierta intriga, se acerca el Virula a observar más de cerca, y
descubre que todos estaban atónitos escuchando a un importante catedrático que
daba un discurso parado sobre una fuente. Llamaba la atención la energía del
hombre al hablar, y la pulcritud de su oratoria. Por suerte, Don Virula era
flaco, y pudo escabullirse entre la multitud hasta alcanzar uno de los primeros
puestos, donde pudo oír bien. Alzando la vista,
escuchó:
-Damas y caballeros, oíd bien mis palabras, puesto que llega
la hora que tanto habéis esperado, desde vuestro padre Adán, hasta nuestros
días. Día glorioso que contempláis, en que tantos hombres valerosos desearon
ver. Al fin hemos logrado romper nuestras cadenas, al fin hemos logrado la
libertad humana, para alcanzar nuestra plenitud. Vendrán días sublimes, puesto
que hemos enterrado el dilema de la humanidad entera, y a partir de hoy, yo, ante
todos vosotros, me declaro, dios y señor del universo.-
La multitud aplaudió con una fuerza descomunal, y vitorearon
con gritos chillones al locutor. Don Virula quedó totalmente descolocado, y su
mandíbula llegaba hasta al piso, por no creer lo que estaba oyendo. En un
principio le pareció todo absurdo, pero algo le indicaba la tragedia universal
que estaba presenciando, quizás fue que tuvo la sensación que a los presentes se les
dibujaba una sonrisa siniestra, maligna. Turbado como estaba, reunió fuerzas
para interrogar al orador, y dijo:
-Disculpe, hombre, ¿cómo os llamáis?- A lo que le respondió:
-Mi nombre es Ockham, a su servicio- Y Virula volvió:
-Dígame, señor Ockham, ¡Cómo es que os declaráis dios, ¿no
tenéis miedo a la Santa Ira?, cómo es que pronunciáis dicha blasfemia!- Todos
rieron, y al ver el apoyo del público al hombre, Ockham respondió:
-La santa ira la desencadeno yo cuando me sea menester, y puedo
lanzarla hacia ti, puesto que soy dios, sin embargo, me tomaré el tiempo que
sea necesario para explicarte, cerdo infame, y de paso terminar de hacer
entender a la humanidad entera su necedad. Debéis comprender amigo mío, que el
hombre ha vivido tanto tiempo ya bajo el yugo del dios creador. Sin embargo,
eso ya no existirá, puesto que en verdad, nosotros hemos creado a dios, y por
lo tanto somos amos de dios.- Don Virula, no pudiendo creer lo que le decía,
respondió:
-¿Cómo diablos dices eso, cómo puedes tú, ser humano
limitado crear a dios mismo?-
-Mirad joven imberbe, lo que tu cabecita os indica, es que
tú has sido creado por dios, y digo cabecita, porque allí es donde mora tu
concepto de dios, es por esto que en verdad, nosotros mismos con nuestra
cabeza, creamos a dios, él es nuestra creatura, formada en el seno de nuestra
inteligencia. He aquí mi sabiduría, es por esto que mi empresa ha comenzado, le
daré al hombre el arma más poderosa del mundo, le daré el poder de someter a
dios. Dios, no es el ser más grande y el hombre, ya no debe intentar conocerlo,
ni contemplarlo, todo eso es falacia. El hombre es su propio dios, y nuestra
inteligencia gobernará ahora sobre el orbe. ¡Escuchad bien todos, comenzaremos
desde hoy a construir una nueva era, la era el hombre, y todo aquello que venga
del hombre, por venir de nuestra mente, será acogido con solemnidad!-
Todos aplaudían, Don Virula fue apartado por la muchedumbre
que rendía culto al hombre. Fue en la angustia de una gran tensión que pudo
comprender que el hombre había decidido romper con Dios. Ahora los nuevos dioses
de la tierra, comenzarían a dictar nuevas leyes, y destruirían la ley de Dios.
Y fue en la cima de un cerro, donde contempló cómo se propagaba la herejía. En
la sencillez del planteo, se escondía el designio más diabólico jamás visto.
Por todas las calles se corría la voz de un nuevo nacimiento del hombre, que,
cortada la cabeza, cortada la potestad más importante del hombre (la de ser un
ser transfigurable por Dios), el mundo se dio vuelta para quedar patas arriba,
y la cosmovisión cristiana fue muriendo, dando a luz a la mirada del todo desde
el hombre mismo. Una nueva era, un…. RENACIMIENTO, el cual, fue corrompiendo el
arte, la cultura, la música, y todo lo mencionado en la introducción, al fin y
al cabo, ¡al hombre!
Continuará...
Don Virulana de los Gamos
Escalofriante escrito, don Viruela. Me temo que está dando usted en el clavo con el origen de la decadencia moral, cultural y cultual del hombre.
ResponderEliminarAnsioso espero sus siguientes escritos, por ver qué acontece, y cómo discurre don Viruela rebatiendo los argumentos del vil Ockham.
Le animo a que siga escribiendo. Unidos en oración.
E.N.
¡¡Excelente compadre, sin palabras!!
ResponderEliminarQue se venga esa segundita...