OLOR DE AMOR
Para Vos.
Cierto día me hallaba en el jardín.
No en cualquier lugar sino en la
galería.
¿Qué hacía? Contemplaba.
(Contemplar… esa palabra violada.)
Estaba contemplando, digo, hasta que
un sentido se despertó:
El olfato.
Y con él, el entendimiento intuitivo.
Porque lo que olía no eran solamente
los diversos aromas que allí concurrían;
Los azahares narcóticos, los perfumes invasivos.
Todo lo que allí estaba, deleitaba:
La hoja de limón derramando su elixir,
La flor del laurel ofreciendo su fragancia,
La gracia de las rosas con su inconfundible esencia,
El poderoso incienso que envuelve con su efluvio,
Y el mismo terruño mojado entregando el petricor.
El olor del blanco jazmín estallando en los setos.
Festín del alma son los aromas de mi
jardín,
Bálsamo gratuito que desciende en
primavera
Y que perdura hasta el estío.
Pocos son los que se detienen para aspirar
las pisadas del ángel;
Pocos, quienes palpan las brisas del
florecimiento primaveral;
Pocos, quienes oyen el rumor de
aromáticos susurros.
(Sinestesia producida por la magia
escondida de mi vergel.)
Pero más allá de la locura soporífera
de estas plantas mías,
Todavía más allá del delirio de los
sentidos,
Hay una sustancia que percibe el
corazón enamorado
Que no renunciará hasta descubrir
aquello que lo invoca.
La puesta en marcha por aquello
inteligible que yace en algún rincón del delicioso huerto,
Es irrevocable.
¡La flecha fue lanzada!
El alma atraída se despega de la
materia y persigue con sus potencias las señales de ese mundo circundante.
Implacable persecución.
Se suceden formas y formas y formas;
Colores, tonos, melodías, registros,
sonidos, líneas; todo se agolpa en un caos inasible de difícil control.
La luz se oculta. La luz juega.
La luz que supo encandilar, eclipsada
está.
Cantar
de cantares reproducido en cada éxtasis poético o
amoroso o místico.
La luz de las criaturas también toca,
hiere e inflama el ánima,
Para luego escaparse entre las plantas
y las flores y los árboles de mi jardín.
Y yo, sin testigos, no cedo a
conformarme con la embriaguez de mis sensaciones.
¡No!
No abandonaré la galería hasta que no
le haya arrebatado el secreto al angélico ser que me provoca.
No es ficción. Es búsqueda.
En este prado o en cualquier otra
parte.
No podría quedarme sin esa perla
inmaterial;
Sin esa luz espiritual más luminosa
que los rayos del sol.
De tanto porfiar, el canino de esta
caza, encuentra su presa.
¡Cómo no me di cuenta antes!
Siempre estuvo allí la respuesta,
Desde el principio de mi maniática
andadura.
De hace tiempo que estaba así,
Esperándome.
Esperando a ser nombrada.
Y una vez nombrada, elegida,
Para luego ser domesticada.
Y por fin, amada.
Siempre estuvo aquí, conmigo, desde mi
adolescencia, y yo no lo advertía.
***
El Jazmín de Leche que cercara mi
hogar,
Ya no olía a jazmín;
Olía al Amor.
Si el amor tiene un olor,
amada mía,
Ese olor no es otro que el
de la flor de Yasmín.