jueves, 11 de junio de 2015

Sabiduría ancentral.

 


  Don Hilario tenía una abuela, pero no era una abuela cualquiera. Todos en la familia y en el barrio la conocían como "La Norteña", por su tez negra y sus rasgos aborígenes, y, claro, por su ascendencia del Norte. Con la Norteña sucedió el siguiente episodio, que no por breve pierde su gracia, ni por opaco su valor.

  Era un día más de la semana, pero no para Hilario que tenía bien ordenado y contado sus días -o al menos eso intentaba-, sino para la abuela de éste que estaba más allá del tiempo. La Norteña hacía sentir a su nieto, ya no como "viejo", ni siquiera como "pichón", sino como un pigmeo. Hilario no era nada al lado de su nona, y no en el sentido físico -ya que La Norteña era bien petisa y tan negra como el azabache, que parecía un punto oscuro en el espacio-, sino en el sentido espiritual. Pues, esta vieja de innumerables años, tenía una sabiduría exquisita fruto de toda una vida vivida, y por vivida, sufrida. Como decía, en ese día indiferente, tuvo Hilario que pasar a buscar a su "yeya" por su rancho humilde y sencillo. Y al volver a casa de éste, en el glorioso barrio Liquidámbar, sucedió este diálogo memorable e irrepetible.

  Yeya, -pregunta don Hilario para generar una conversación palpitante con su abuela que se hallaba oculta detrás de un bulto enorme de abrigo- ¿por qué es tan ingrata la vida?.
  ¡Nene, nene! ¿Qué estás diciendo? -responde la vieja con firmeza pero no con ira, a las "sandeces" que decía su nieto- La juventud es la flor de la edad. Ningún problema te puede poner mal. No hay que encerrarse en ningún problema porque hace mal. Ni tampoco hay que complicar a la gente en los problemas de uno porque no son nada. Al final, todos los problemas se resuelven en la vida -termina la anciana morena su profundo discurso sobre "la juventud y los problemas".
 
  Tales palabras hechizadas despertaron a Hilario a una realidad tan obvia y simple, que al reflexionar él después estas palabras, se sorprendió al constatar que lograron un efecto renovador en su espíritu. Lo que comenzó siendo una vulgar charla para "hacer rabiar" a la vieja, terminó desembocando en una "lección de vida" imprevista y totalmente gratuita. En efecto, estas palabras fueron "terapéuticas" en el liquidambareño, porque éste estaba atravesando un momento tenebroso en su vida. Ensimismado como estaba en sus pensamientos y divagaciones, lograron los consejos de la abuela sacarlo del abismo mediocre y lúgubre en el que se encontraba. ¿Qué transformación sufrió el de Jesús luego de este hecho singular y cuasi mítico?

  Bien. Siempre disfrutó don Hilario del que sus amigos lo llamaran "viejo", ya por su modo de vestir, ya por sus deseos vetustos, ya por su forma de hablar. Pero siempre, y esto es lo que descubrió con la nona, se estuvo engañando. ¿Por qué? Porque ciertamente que no era un "viejo" don Hilario, sino un joven impetuoso y apasionado, con gran inmadurez y con poca experiencia. ¿Qué sabía de la vida este imberbe sujeto? ¿Cuánta sabiduría podría haber acumulado en tan pocos años? ¿Qué era lo que le agradaba tanto de ese mote -"viejo"- cuando en realidad debería avergonzarlo, ya que era otra cara externa de la antigua soberbia y de la milenaria pereza? Todas estas cosas fue razonando don Hilario, el joven e insensato Hilario, luego de este feliz suceso con La Norteña, la Pachamama cristiana.

  Pero, no todo concluiría en ese primer acto del entremés, sino que faltaba un segundo acto de mayor tensión y de más belleza literaria.

  Yeya, -volvió a preguntar al neo-joven gallardo, que sentía curiosidad y necesidad de volver oír otro proverbio de su legendaria abuela- ¿qué me podes decir de la vida?.
  Muchas gracias, muchas gracias.. -comenzó a recitar en voz alta (era bastante sorda) y como si viniera haciéndolo hace una hora-. Dios mío y Señor mío hazme cada día más buena.. Señor, no soy digna de que entre en tu casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Amen, amen, amen, amen!!! -termina las últimas palabras con la voz apagada y golpeándose el pecho fuertemente.

  Repito, este espectáculo quizás no llame la atención, quizás algún otro buen gallardo tenga una abuela tan o más religiosa que la de don Hilario que suela repetir tales oraciones, pero para los que no estuvieron presente, sepan que el ambiente se había tornado distinto. El aroma perelándrico que se respiraba, el timbre de voz
anterior a la Caída, el tacto entre manos arrugadas y manos juveniles, todo lo que iba sucediendo cobraba vida, destilaba luz, esparcía energía. Las mismas palabras encerraban un mensaje superior y sempiterno. ¡Qué ciencia la de aquella vieja! ¿De qué cuentos de hadas fue extrapolada tal figura mágica? Preguntas sin respuestas; exclamaciones de corto alcance. Y de repente, don Hilario de Jesús no era ya el mismo, y su abuela sí seguía siendo la misma, la misma vieja fea y frágil de siempre. Y de pronto, las frases del Predicador cobraron vigor en la mente del mozo Hilario:

"Gózate, joven, en tu juventud, y alégrese tu corazón en los días de tu mocedad; sigue los caminos de tu corazón y lo que encanta tus ojos; pero sábete que de todas estas cosas Dios te pedirá cuenta. Destierra de tu corazón las congojas, y aleja de tu carne el dolor. Pues la juventud y los albores de la vida son vanidad". (Ecl.11,9-19)

2 comentarios:

  1. La belleza salvo al mundo?
    Gracias Yeya!!!

    Jonh DL Cocot

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  2. Fantástico. Aprovecho para agradecer a cada uno de ustedes compadres, amigos verdaderos y fieles, por hacerme partícipe de este bello Blog que revive en uno el gozo de recordar de que toda la creación es mítica, que nos entromete en el Misterio por el Misterio mismo , haciendo éste que todo sea asombro y algo maravilloso. En el mundo que pareciera estar todo perdido por la asfixiante racionalidad que oprime la magia viviente , dan cuenta ustedes de que hay , como dice San Chesterton, un pequeño puñado de hombres que salvan su época contradiciéndola. Creo que son parte de ese mínimo grupo de hombres. O como entona el cantor no creo que " los cantores y poetas de este suelo querido ya son parte de un olvido , aunque haya muerto el labriego , la tierra ya está sembrada" y ustedes son el brote florecido.
    No me he presentado, soy ,bautizada por Don Hilario , La Turca Salvaje, que en otra ocasión también fue llamada Carmen la Sargento, y en tiempos de antaño Juana. Pareciera que mis camaradas ven en mí un aspecto bélico o quién sabe qué jaja no termino de entender porque me los atribuyen, pero si han venido de ellos los tomo como un halago.
    La Turca Salvaje

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