lunes, 17 de diciembre de 2018

Alcoholoquios: la conciencia


-¡Silencio! –Gritó el Hidalgo en medio del alboroto- A ver si en el silencio escuchan esa voz que dicen tener en su interior.

Todos callaron, más intimidados por el vetusto Quijote que por hacerle caso voluntariamente.

-¿Y? ¿Escuchan algo? –dijo con tono de burla.

Los gallardos callaron haciendo un acto de verdadera ascesis, por venerar al anciano gruñón, pero más de uno pensaba que un buen piñón en el pómulo izquierdo le vendría de maravilla.

-Son unos zopencos si piensan tener una voz interior –añadió el Manchego, pero mejor hubiera sido no hacerlo.

Don Virula no pudo contenerse más, tiró al suelo el vaso de whisky que estaba tomando y pegó un grito de desahogo que pareció un puma feroz y hambriento. Ares lo había poseído, pero aún quedaba parte de Apolo en él que lo frenó.

-¿Calentito? –comentó el Quijote con sorna, ya para rematar.

Y aquí sucedió todo de forma tan rápida que no sé muy bien si sabré explicarlo. La escena era la siguiente: don Virula saltaba con sus cuatro patas hacia el Hidalgo, que se ponía en guardia con los puños en alto, en un estilo propio del boxeo antiguo, moviéndolos en círculos. Don Camilo, que bebía su coñac, lo escupía por la nariz mientras, sorprendido y preocupado, se levantaba rápido para frenar el trayecto de su hermano. Sancho dejando la pata de pollo que comía y limpiándose con la manga la boca, se levantaba para colocarse delante de su amo. Jimmy, a la izquierda de don Virula asomaba con su honda, listo a encajarle un piedrazo en el medio de la frente al Quijote. The Young Writer se paraba extendiendo su brazo y gritando a la vez, avisando al Manchego del hondazo que se le venía. Y el Marqués de Godoy se servía un whisky en su copa, sentado en su sillón contemplando jocoso la escena que frente a sus narices se desarrollaba.


Conclusión de todo esto: el provocador Hidalgo recibió ese piñón en la cara, el calentón de don Virula recibió el hondazo fallido de Jimmy en la parte de atrás de la cabeza, don Camilo un codazo de su hermano, y a Sancho se le cayeron todos encima. Estaban ahora todos en el piso, habiendo recibido su parte y sin ganas de continuar la pelea. En eso se oyó una voz sofocada:

-¡No puedo respirar, por favor! ¡Sálganse que me aplastan!

Era el pobre Sancho.

Todos tornaron a sus respectivos asientos, silenciosos y culpables. Al rato tomó la palabra el Quijote rascándose el chichón que le había salido:

-Quiero pedir disculpas. Me dejé llevar por la efusividad de la discusión, todo esto ha sido mi culpa.

-La culpa fue mía –dijo don Virula encendiendo un cigarro-, pasé fácilmente a las manos sin poder contenerme.

-¡La culpa es de los dos! –Gritó Sancho- ¿Dónde está mi pata de pollo?

Todos soltaron una carcajada que aligeró el ambiente tenso que había. Don Quijote y don Virula se dieron un abrazo reconciliador.

Recargaron todos sus tragos y prepararon y encendieron sus pipas y puros. Estando así un rato, y habiendo añadido leña al fuego que menguaba, tomó la palabra el Marqués de Godoy:

-Me alegra que se hayan reconciliado, compadres, vienen bien a veces unas piñas como estas. Pero quisiera retomar el tema en cuestión que quedó sin concluir, y que me pareció bastante interesante. Si me permiten seré el moderador para asegurar un final cordial.

-Tengo entendido, entonces, que nuestro caballero andante sostiene que no hay ninguna voz en nuestro interior que se llame conciencia, y que tampoco la conciencia es algo innato con lo que nacemos. Por el lado contrario, sostiene don Virula que la conciencia es la voz de Dios en nuestro fuero íntimo. Explíquenos, Hidalgo, ¿qué es para usted la conciencia, pues?

-Bueno… es una pregunta difícil, la verdad –puntualizó el Quijote-. Aún no lo tengo del todo pensado y corro el riesgo de equivocarme; pero como estamos entre camaradas, les confío mi idea de conciencia para que la pensemos. Veamos si sé exponerlo breve y claramente.

-Creo que ha habido una tendencia errónea desde Lutero a esta parte, y es el hacer de la conciencia un «sustantivo» cuando en realidad es un «verbo» (lo mismo que se ha sustantivado la libertad, que siempre ha sido un mero adjetivo). Me explico, la conciencia no es una potencia como lo es la inteligencia y la voluntad, no es un «sub-apartado» de ninguno de ellos. La conciencia es un acto propio de la inteligencia, una acción, o al menos eso dice Santo Tomás. Si tuviera que definirla, diría que la conciencia es un acto reflexivo del entendimiento. Por este acto reflexivo, el entendimiento es consciente de lo que el hombre conoce en la realidad (la naturaleza de las cosas), a la vez que es consciente de su modo de obrar. Y, comparando ambas cosas, se da cuenta de si obramos conforme a la naturaleza de las cosas, o de si obramos contra ella.

-¡Muy interesante! –Exclamó don Camilo- Hay en Ética un principio llamado de «unidad de conciencia» que, dicho en cristiano, sería así: obra como piensas, o acabarás pensando como vives. Y creo que es porque cuando somos conscientes de que nuestro obrar no condice con la naturaleza de las cosas, sabemos que estamos haciendo mal, y eso nos incomoda.

-Claro –dijo Jimmy- y, ante esa violencia interna, hay dos salidas: cambiar de modo de obrar, que es la salida virtuosa; o cambiar de modo de pensar, que es la manera viciosa de salir.

-Tiene sentido… -añadió don Virula-. Por eso, el ideólogo es el que toma esta segunda salida, de adaptar su pensamiento a su modo de obrar. E incluso va más allá, intenta cambiar la realidad, porque en el fondo se da cuenta que la realidad no es como piensa.

-¡Excelente! –Gritó Sancho- ¡Este pollo está verdaderamente excelente!

Soltaron una carcajada general por la ocurrencia del Panzón de Sancho. Pero, después, volvió a tomar la palabra don Quijote:

-Caballeros, dicho todo esto, quería terminar concluyendo que cuando la Iglesia dice que Dios nos habla en nuestra conciencia, es cierto. Pero hay que saber entenderlo. El modo en que Dios nos habla es a través del orden impreso en su creación, a través de la ley natural que conocemos en la esencia de las cosas. Digamos que lo que conocemos son las leyes por Dios impresas en las cosas, por tanto, sí, Dios nos habla, pero no en sentido literal, salvo contados milagros históricos.

-Ea, pues, querido Hidalgo –dijo don Virula-, celebro que hayamos podido charlar este tema en el Alcoholoquio de hoy. Quien siga con discrepancias frente a la idea de conciencia aquí planteada, que hable. Y si no hay más discrepancias, pasemos al asado, que el gordo de Sancho con el pollo ese, me hizo rugir de hambre. Pongamos algún matambre, llenemos nuestros vasos, y brindemos por nuestra amistad.

Dicho y hecho, aquella noche guitarrearon, comieron y chuparon hasta que se hizo día y el sol salió de su escondite. Y es que la voz de la conciencia les decía que hacían bien…

2 comentarios:

  1. Emigrante: veo que el aire monacal le está sentando bien. Y compruebo cuánta inspiración le brindan aquellos dos grandes de España.
    Nunca pierde su profundidad (y elegancia), pero últimamente lo noto más acertado y claro.
    Lo invito a compartir con el resto de los gallardos, aunque no por este medio, su escrito sobre la Ley Natural.
    Espero que pronto la piel de toro vuelva a ser testigo de algún encuentro gallardo.
    Un abrazo,
    Mr. James

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  2. Excelente entrada querido Emigrante!
    Gracias por tanto y perdón por tan poco.
    Le mando un abrazo gallardo.
    Don Camilo

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