viernes, 30 de agosto de 2019

Glosa a Borges: "Para una versión del I King".



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El porvenir es tan irrevocable 
como el rígido ayer. No hay una cosa 
que no sea una letra silenciosa 
de la eterna escritura indescifrable 
cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja 
de su casa ya ha vuelto. Nuestra vida 
es la senda futura y recorrida. 
Nada nos dice adiós. Nada nos deja. 
No te rindas. La ergástula es oscura, 
la firme trama es de incesante hierro, 
pero en algún recodo de tu encierro 
puede haber un descuido, una hendidura. 
El camino es fatal como la flecha 
pero en las grietas está Dios, que acecha.

Jorge Luis Borges

***

Glosar un poema bello y profundo de Borges sin conocer nada sobre su vida y su obra puede constituir una real presunción, ser un tamaño disparate o sencillamente cometer un atentado hacia su texto en cuestión. No nos juzgamos aptos para decir "algo" sobre esta preciosa joya de la literatura argentina. No obstante, ante un reto literario amigo, no podremos mantenernos indiferentes ni menos recular en dicha tarea. ¡Así que allá vamos, directamente a la "ergástula oscura", tan sólo con una linterna de pocas pilas para explorar este hondo tesoro borgeano e intentar, con temor y temblor, extraer algún diamante en bruto u oro en polvo!

Por supuesto que muchos son los temas que el Poeta aborda aquí, cuyas proyecciones infinitas e insondables son siempre una auténtica poesía que habla de lo eterno, y, todavía más, se inscribe en él. Sin embargo, nos limitaremos a aquello que ha resonado en lo profundo de nuestro corazón peregrino.

Se destaca en el poema, antes que nada, un determinismo existencial: todos estamos condenados a existir. El Autor concibe esta existencia del hombre como una vida sin salida. Una siniestra aporía. Vivir es un acto irremediable, contundente y necesario. No se puede escapar ante esta Moira que se muestra, en el transcurso de los primeros versos, como terrible y justiciera. Las imágenes no pueden ser más expresivas y hasta desesperantes: "Quien se aleja de su casa ya ha vuelto". El presente sugerido no es aquel que libera y que linda con la eternidad -al menos en el inicio del poema-, sino un presente inexplicable y sinsentido que enloquece y humilla al pobre individuo de la raza humana. En esta existencia no hay creación, fruto del amor, sino que todo se reduce a un destino implacable: aprender a sobrevivir como lo ha hecho siempre la humanidad entera.

Hasta aquí, como podemos ver, se presenta un cuadro horroroso, asfixiante y pesimista. Nuestra suerte está echada. Nuestro porvenir, sellado. Espacio y tiempo nos ahorcan. Futuro y pasado nos espantan. Mas, cuando todo parece concluir en una resignación nihilista sobre la vida del hombre en este mundo sublunar, aparece un grito de esperanza: "Nada nos dice adiós". Ahora es cuando el Autor nos quiere llevar a un plano superior, a una nueva dimensión... Nos avisa que no todo es lo que parece; y canta con la marcha: De pie que ya despunta el sol, y queda atrás la cerrazón. Haciendo esto plantea, implícitamente, una búsqueda. Por eso la exhortación insinuada: ¡Humano, no desesperes, y sigue buscando! ¡Eres inmortal! Se invita a hacer una experiencia de lo que permanece, y desde allí, dirigir los pasos hacia la puerta secreta que me conducirá a ese estado perdurable "donde nada nos deja".

Bien. Ya estamos, a nuestro parecer, dejando la segunda parte argumental del texto para pasar a la tercera y última que lo definirá todo (¿o lo cuestionará todo?).

Caminamos en completa oscuridad desde el comienzo hasta que un rayo mágico de luz con una voz potente nos detiene y nos despierta. Y cuando por fin encontramos la solución a nuestras angustias y tristezas, y decidimos confiados ir tras esa lumbre, una advertencia final nos deja atónitos. Efectivamente, "el camino es fatal", pero hay un más allá que puede ser descubierto. Eso sí, ¡atención!, porque el Dueño de ese más allá es un "Dios que acecha". En este punto -final o inicial, depende donde se lo mire- brotan los interrogantes escalofriantes, vertiginosos. ¿Acaso Dios es un León feroz que se divierte con su presa, el hombre, cuándo éste está en trance de liberarse y de ser feliz por siempre como su alma se lo susurra? Aquí, claramente, no hay un Dios-Amor en busca del humano perdido. Pero hay más..., ¿podría ser ese Dios un Gran Bromista que se ríe de nuestro "encierro" y se recrea detrás de las rejas como un payaso disfrazado de guardia? Estas consideraciones estremecen y columbran el tormento del alma que inspiró estos sentidos versos finales.


Con todo, podemos ir aún más lejos-siempre en materia poética se puede ir más lejos. Quizás, y tan sólo quizás, una posible vía superadora sea que Dios definitivamente esté entre las grietas acechando porque es necesario esto al hombre, como le fue necesario a Jacob y a todas las miríadas de creyentes tener que pelear con un Dios -o con sus Ángeles- hasta vencerlo -¡vaya paradoja!- logrando así atravesar esas "grietas" que nos guiarán, ¡por fin!, a ese lugar donde "nada nos deja ni nos dice adiós" y cuyo nombre es: Reino de Dios.

                                Imagen relacionada
(Monte de las Bienaventuranzas.)

2 comentarios:

  1. Hermoso analisis. De Borges ya está todo dicho. Insuperable.
    Yo creo que al final quiere tiene una mirada positiva sobre la figura divina. El camino es fatal como la flecha PERO en las grietas está Dios que acecha. En ese pero, quiere darle otro sentido a la fatalidad de la vida. Dios está en la grietas, manejando los destinos ya escritos y los que tú mismo vas escribiendo. A nada temas.

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  2. Éste poema me llevó a conocer un Borges que desconocía abierto a lo espiritual... y yo lo ví a este Dios que acecha como que pese a las apariencias lo eterno y lo infinito están invitando a que no nos quedemos agobiados por nuestro presente y nos abramos a una realidad que está allí iluminando aún cuando ahora sea la pequeña luz que proviene de una grieta.

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