Se asomó por la galería de la casa, bañada por la sombra del quebracho. El tabaco al sol desprendía su fragante olor. Era el descanso de las doce después de una larga mañana de estudio. Puntual salía siempre, mate en mano, para despejarse un poco apoyado en la columna. Barría con la vista el vasto paisaje pampeano. Todo tenía su acostumbrado encanto: el carpintero picoteando el tronco del que más tarde haría su hogar; el perro echado bajo las escaleras; las nubes barrocas impasibles y majestuosas; el cielo de un azul límpido y puro; y, dispersos entre el mar ondulado de pasto florido, de pie flotaban los ombús como islas de sosiego. Allí, tirado en el pasto bajo la primera de las islas, yacía el Emigrante leyendo enfrascado un libro. Mr. James se encaminó para allá.
―¿Un mate?
El Nostálgico movió la cabeza en dirección a su amigo, pero sin sacar la mirada del libro, como queriendo terminar un párrafo que le quedaba. Dobló la esquina de la página por donde iba y, cerrando el libro, por fin dijo:
―Muchas gracias, compadre, se lo acepto.
Se incorporó sentándose, teniendo el tronco del árbol como respaldo. Mr. James permanecía en pie, aunque apoyado con el hombro también sobre el cuerpo del ombú. Seguía cada uno metido en sus barruntes, con la mirada perdida en el horizontal confín del paisaje. Así estuvieron un buen rato, con el sólo sonar de la bombilla del mate y el toc-toc del carpintero.
―Esta tarde nos ha invitado Don Virula a su rancho ―dijo el Oriental.
―¿Qué? Ah, sí, sí…
―Somos los encargados de proveer de tabaco.
―¿Tenemos suficiente?
―Y si… Ayer mismo puse a secar una buena cantidad de hojas, después tengo que picarlo un poco y listo…
―Es increíble… Claro… ¡Qué grandes eran! ―dijo el Emigrante.
―¿Cómo?
―Ah, nada, nada… Una cosa que estuve leyendo.
―¿De qué se trata? ―preguntó Mr. James mientras agarraba el libro del suelo―. ¿La Ilíada?
―Así es, ni más ni menos. Toda la literatura se condensa y resume en Homero. Siempre hay que volver a abrevar de esa fuente.
―Pero, ¿en qué piensa en concreto?
―En las descripciones, querido amigo, en las descripciones. Creo que estamos un poco errados, bueno, creo que yo estoy errado. Leyendo a los clásicos uno ve que sus relatos son pura acción, y que la descripción se relega a un par o tres palabras ocasionales. Lo que describe el modo de ser de sus personajes es su obrar. «Operari sequitur esse», ¿no? Pues bien, ellos lo aplicaban muy equilibradamente. Eran conscientes de que narrando los sentires, pensares y obrares de los personajes es como uno más perfectamente los conocía. ¿No es así como conocemos en el fondo a las personas en el trato cotidiano? ¿Qué importa si Aquiles era rubio o castaño, de ojos verdes o azules? ¿Acaso alguien lo sabe después de 2700 años desde que se compuso? Lo que sí sabemos es que era un calentón. Tanto, que su cólera contra Agamenón fue la que provocó la muerte funesta de Héctor y de tantos otros cuyas carnes cedieron ante su espada.
―¿A dónde quiere llegar, compadre?
―Lo que quiero decir es que de un tiempo a esta parte estaba preocupado por hacer descripciones detalladas y exuberantes para el sentido. Y me estaba centrando en el placer sensible más que en la verdad que debe transmitirse o la historia que contarse. Por ejemplo, releí hace poco el escrito de don Eutrapelio Cozzeti sobre el arte de describir, en el cual me pone como protagonista, y…
―Pero, ¡Emigrante! ¡Por favor! ―exclamó el Oriental. Y se cebó un mate nervioso.
―¿Le preocupa que rompa la cuarta pared? ―preguntó el Nostálgico entre risas de locura―. No tiene de qué alarmarse, ¡nadie se dará cuenta!
Mr. James seguía inquieto, no le parecía adecuado lo que su amigo hacía. Pero permaneció en silencio.
[En este punto le pido disculpas a usted, lector, por los desvaríos del Emigrante]
―Vamos a tomar un ejemplo nuestro. Vaya al inicio de este escrito, en el primer párrafo. ¿He hecho algo más que pintar con palabras un paisaje? No. Primero que si el quebracho, después que si las nubes, el cielo o el pasto. Son todas cosas para deleitar el sentido, pero no para nutrir el espíritu. Un clásico no se habría detenido jamás con tantas palabras en un paisaje. Le bastaría un par de aposiciones y seguiría con el relato, que es lo que importa. ¿No lo cree usted así, lector? ¡Oh, sí, tú que nos observas desde la altura, leyendo estas líneas pobres y pretendiendo beber con tus ojos nuestra vida misma! ¿Te complace observarnos sin involucrarte? ¿No es acaso lo más cruel que se puede concebir? ¡Baja aquí ahora mismo y vive con nosotros esta fantasía! ―exclamó el Emigrante ya al borde de la locura mirando al cielo.
―¡Suficiente, Emigrante! ―sentenció el Oriental, un poco molesto.
Callaron ambos. El Nostálgico tenía la mirada puesta en el suelo, preso de la enajenación y la desesperación que lo poseían sin tregua.
―Además, creo que se equivoca en algo ―dijo Mr. James acercándole un mate a su amigo.
Esta última aserción captó la atención del Emigrante que le miraba ya suplicándole desatara el ñudo en que se había metido.
―Considero que es cierto que el romanticismo ha podido influir notablemente en la literatura, de modo tal que prime lo sensual o sensible frente a las ideas y el relato. Y hay que alejarse de ese extremo si no queremos caer en lo superfluo y hedonista a la hora de escribir. Se recrean los modernos en lo accidental por sí mismo fomentando la imaginación pero sólo para pintar una imagen que nos deleite. Por contra, los clásicos usaban por supuesto lo accidental –¿qué es la acción sino un accidente?–, pero como un medio para llegar a lo esencial que era lo que les interesaba contar. No abusaban de los cinco sentidos. Así, la aposición que acompaña casi siempre a Aquiles era la de «el de los pies ligeros», y no hablaban de su estatura, color de pelo, musculatura. Eso se lo dejaban al lector. Y tiene consecuencias buenas como, por ejemplo, que el escrito fuera más universal. El lector tenía libertad para los detalles, según su propio imaginario. Pero lo esencial es que era un guerrero bravísimo y propenso a la ira, que desató su cólera y por ello los dioses intervinieron en la guerra causando estragos.
―Ahora bien, dicho eso, creo que no es nocivo permitirse algunas licencias descriptivas, siempre con moderación y no en exceso, para enriquecer el escrito o para pintar con palabras el ambiente en que se desarrolla la acción. Hay autores que abusan de este recurso y dedican hasta diez páginas a ello. Esto, además de ser tedioso para el lector, aparta la atención de lo importante en el escrito que es el relato. En fin, como conclusión, creo que la cuestión está siempre en el equilibrio, como en todo. ¿No le parece?
―Si... Puede ser… ―dijo titubeante el Emigrante, aunque ya con la cordura recuperada y el ánimo restablecido―. Tengo que darle algunas vueltas más, pero parece que los tiros van por donde apunta usted. En fin, estoy cansado de escribir y supongo que ustedes, lectores, de leerme, ¿no? ―dijo lanzando una mirada arriba―. Vamos a picar ese tabaco para esta tarde, ¿se suman?
―¡Compadre! ¡La cuarta pared!
―Bueno, ¡vamos, vamos!
―¡Vamos, nomás! Creo que esta tirada es de lejos la mejor que hemos tenido en estos meses. Les va a encantar a todos en la reunión de hoy.
―¡Esperemos!
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E. N.
Estimado y emparentado Emigrante, debo decir que usted ha sabido ver e intentar corregir un mal que aqueja a la nueva literatura y que tanto nos palpa a nosotros mismos en este singular mundo que es GsG. Ojeando su escrito, donde nombra la Iliada, no pude evitar recordar cuando yo mismo de joven la leí.. y si había algo que me llamaba mucho la atención, era la capacidad del autor de relatar y describir en una misma oración. Ciertamente usted lo dice, en un intento de
ResponderEliminarmódico romanticismo, quedamos atrapados en la descripción llana, saturando de información externa y vacía al espíritu. Ciertamente el romanticismo es un poco eso, originado en Alemania e Inglaterra cerca del siglo XVIII como una reacción quizás contra la Ilustración , dándole prioridad a los sentimientos, los cuales son captados por los sentidos, en contraposición a la riqueza espiritual si bien no significa que no podamos palpar lo espiritual a través de los sentidos.
Me parece una gran mirada la que usted hace, muchos cometemos el error que usted marca en busca de darle abundancia a la descripción y pues, al final de cuentas, el justo medio está en la sobriedad de la misma. Por otro lado, comentarle que empezaré a leer nuevamente a Homero, me lo ha estimulado!
Le mando un afectuoso saludo Emigrante, sepa que la lejanía no disuelve el linaje que nos une. Espero verle pronto.
Peregrino Libanés
De cuarto grado consanguíneo Libanés y Peregrino amigo de primero,
ResponderEliminarLe agradezco sus palabras en este apunte, ciertamente expresa usted mejor en este breve comentario la idea que en el largo relato pretendía transmitir. Hay que volver a los clásicos constantemente a aprender de ellos y me alegra que se lance usted a la relectura del padre de la literatura. Podrá observar, ahora con más conciencia que cuando joven, esta virtualidad de Homero a la hora de escribir. La riqueza profunda de sus descripciones a la par que su escueta simplicidad. Y esto, a mi parecer, lo logra precisamente describiendo más el accidente de la acción que el de la cualidad. así es como llega a la médula de sus personajes.
Si se va a inmergir en la lectura de la Ilíada, le recomiendo preste atención a los arquetipos de Aquiles y de Héctor. Solemos preferir al primero por influencia de la profana y desviada película de Troya, pero el realmente valioso es Héctor. Es quien posee las virtudes del heroísmo bien entendido, del patriotismo y del honor y sacrificio. esto se manifiesta lúcidamente en el diálogo que éste tiene con Andrómaca, su esposa, ante la presencia del infante hijo de ambos.
Otra cosa para notar de Homero es que la palabra griega con que empieza su obra (tanto en la Iliada como en la Odisea) marca el tema de la obra. En el caso de la Ilíada es "Cólera" (Ménin), en el caso de la Odisea es "Hombre" (Andra). En la primera se cuenta la cólera de Aquiles cuando se desata por Agamenón y se repliega al final por intercesión de Príamo, eso es lo que narra esta obra y no la guerra de Troya como muchos piensan. Y en la Odisea, más que una aventura, lo que quiere explicar Homero es la vida de todo hombre, que es impulsada a travesías inimaginables y lucha contra monstruos siempre teniendo como norte el anhelo en el que reposa su corazón, en este caso, ni más ni menos que el retorno al cálido hogar. Tengo especial predilección por esta última obra por motivos obvios. Resulta reconfortante.
En fin, no le entretengo más, querido amigo. Le agradezco nuevamente su impecable comentario.
Tenga usted un afectuoso saludo y quede con Dios.
Emigrante.
Estimado Emigrante:
ResponderEliminarExcelente entrada. Por un lado, como siempre, su pluma deleita al lector, por lo que, más allá de que se diga, suele uno admirarse y regocijarse con eso.
Por otro lado, no me atrevería a opinar sobre este tema si no me hubiera nombrado en la narración. No sé si fue casualidad o no, pero lo vi como un llamado a emitir juicio al respecto. Debería adentrarme más en el tema para poder estar a la altura, por lo que no puedo aportar más que una intuición que se gestó a partir de la lectura del presente.
Y lo que pienso es que hay que tener cuidado con despreciar las descripciones que van, como ud. dice, al accidente de la cualidad. No pongo en duda la excelencia y la superioridad del gran Homero y sus obras. Pero si una literatura se aleja de su modo o de su estructura o de su estilo, no es de por sí mala. Es más, la diversidad (bien entendida) es una riqueza enorme creo yo, por más progre que suene. A lo que quiero llegar es que me parece que ni la descripción a partir de la cualidad, ni la descripción a partir de la acción tienen en sí mismas superioridad con respecto a la otra. Habrá aspectos técnicos de la literatura que se me escapan y que pueden contradecir lo que estoy diciendo. Pero hablo desde la visión de un espectador, de un lector (y no con eso lo reduzco al tema del gusto y nada más). Quiero decir que tanto una como la otra pueden ser pobres. Y tanto una como la otra pueden ser ricas.
Una descripción a partir de la cualidad puede estar muy sobrecargada, puede ser rebuscada o incluso puede ser una herramienta del autor para demostrar su talento. Pero una descripción a partir de la cualidad puede ser simplemente un querer mostrar una realidad, por ejemplo, un paisaje. ¿Para qué? Para nada. Solamente mostrarlo. Y el lector seguramente se regocije en eso. Se regocije en el simple hecho de que un cielo otoñal encierra nubes arrastradas por la brisa de la nostalgia, llegada de tiempos remotos con ánimos de rejuvenecer un presente sombrío y melancólico. De la misma manera en que un espectador puede regocijarse en los niños en la playa de Sorolla.
No soy partidario de hacer lo que estoy haciendo: analizar más racionalmente la literatura. No digo que esté mal. Me parece, en cierto aspecto, necesario. Pero no me siento cómodo en este terreno. Y quizá a eso quiero llegar: creo que hay que tener cuidad cuando se analiza el arte, porque puede quitarle la espontaneidad. La simpleza. De vuelta, no me parece mal analizarla, peros si me parecería mal dejar de vivirla. Todo arte, mejor o peor, es una vivencia me parece. Y en la literatura se ve muy explícito, así como en el mito. Uno lee, y se deja empapar con la lectura, deja que su alma recorra los mismos caminos que los personajes. Que sienta lo mismo que ellos. Que huela, escuche, y mire de la misma manera.
Por supuesto que hay literaturas u obras literarias que son tan pobres que uno duda de su ser artístico. Pero esas no entran en juego en lo que estoy diciendo. Aclaro esto para que se me entienda y no se crea que digo que cualquier cosa puede ser obra de arte.
Me extendí más de lo pensado y di vueltas. Le pido perdón por eso. Y vuelvo a aclarar que todo esto surge desde una intuición, que puede estar errada.
Por último, le agradezco enormemente por haber introducido este tema tan interesante.
Espera su respuesta, y lo saluda desde las tierras plateadas,
Mr. James, el Oiental.
Estimado Mr. James,
ResponderEliminarInteresante comentario el suyo. Ciertamente el tema planteado en el escrito lo propuse a modo de pregunta, pues no es algo que tenga ya pensado y definido. En ese sentido, su planteamiento resulta clarificador para mí.
Sin embargo, ¿no considera notable esa influencia del romanticismo en la literatura? Quiero decir, es notable no ya sólo en Homero, sino en los autores griegos y romanos, incluso en los medievales, el tema de la simplicidad épica, que no coarta la imaginación, sino que, a mi parecer, le da alas más grandes, porque le presenta objetos más universales al no descender tanto a los detalles superfluos, como a las conductas, palabras y hazañas.
Pero entiendo lo que plantea usted, no hay que irse a un extremo en busca de la pureza arcaica siendo ajenos a nuestros tiempos. Y es perfectamente lícito y bueno el describir las cosas por el mero hecho de contemplarlas, para luego seguir relatando. Mi crítica va hacia los modernos que plantean pura descripción sin narración alguna de una historia.
En fin, el tema desde luego es interesante, y espero sigan aportando a la cuestión que yo todavía no tengo tan definida.
Le manda un abrazo desde la distancia,
Emigrante.
Se cuenta que una vez le preguntaron a Paul Claudel porqué no publicaba una obra teatral que ya tenía cocinada entre manos y hace tiempo. Respondió que aún no estaba acabada. "¿Qué tarea le falta?", le dijeron. "Suprimir adjetivos". Aspectos como éste son propios del oficio del artista, que pesa y martilla las palabras hasta lograr la expresión acabada. Existen carriles necesarios, pautas establecidas que hacen a la literatura; salirse de ellas estropea la obra.
ResponderEliminarSin embargo, el equilibrio entre la descripción y el relato o la acción lo da aquello que el artista quiere expresar. Por ejemplo, en el cuento prima sobre todo la historia; en la novela, los personajes. Para hacer notar el amplio panorama que esto entraña y la libertad con que se mueve el escritor, conviene dar dos ejemplos de dos grandes escritores dentro de la novelística.
José María de Pereda, Peñas Arriba. Como es el tema primero la conversión del personaje principal a la tierra, al solar y tradición de sus padres, la descripción del pueblo y sus paisajes es clave; y el escritor no mezquina en detalles, aunque bien dichos y tan proporcionados que nos hacen paladear el sabor de la tierruca.
Georges Bernanos, La Impostura. Uno de los temas capitales es lo demoníaco en el alma humana, hasta el punto de la posesión. Uno encuentra párrafos y párrafos compactos y trabados que arrojan perfiles psicológicos sutilísimos. Buceador de las profundidades del hombre, la descripción exterior es prácticamente nula; la materia de la obra es un mundo exclusivamente interior -sugerente, por otro lado, del tema principal.
Son dos extremos. Párrafo aparte, uno exagera el mundo interior y el otro lo que aportan los sentidos; tomada la obra entera, hay orden y armonía. En resumen, aquel caso de belleza atrapado al vuelo en el tiempo y que el artista cristaliza en una obra, será su pauta y medida. Desviarse será primero falta del artista, en su oficio mismo, y repercutirá como consecuencia en el lector, en el foco de su atención, en el objeto de su contemplación.
Magnífica entrada, riquísimos comentarios, interesantísimo tema!!!
ResponderEliminarNo quisiera comentar algo más serio sin pensar más la cosa. Se me ocurren, de hecho, tantas cosas con respecto a esta temática fascinante, tanto que la misma exigiría más una tertulia en el mundo real con pipas y whiskys, que un debate por esta bitácora. Pero, además de las circunstancias pandémicas, los que hasta ahora han comentado están ubicados en cada punto cardinal respectivamente: al Norte el Emigrante, en su lugar el Oriental, al Oeste el Peregrino y al Sur el Alpataco. Sería una bella utopía reunirlos a todos.
Sin extenderme inútilmente, sólo pasaba por acá para agradecerle (tarde pero seguro) al Nostálgico el hermoso tema que ha planteado y a los comentadores sus sesudas opiniones que hacen pensar sobre un tema importante y que mucho ayudan a este servidor, miembro de esta grandiosa tripulación de gallardos.
Mis saludos cordiales a Emigrante, Mr. James, Peregrino Libanés y El Alpataco.