Primero de Octubre, fiesta de santa Teresita del Niño Jesús, bar Cachavacha, pasada la medianoche.
FRAGANCIAS PRIMAVERALES
Otra vez la bruja primaveral convocaba dos corazones hechos de ilusión y juventud...
¿Y si acaso fuera el llamado cordial que nos hiciera la lira de la milagrosa Florecilla?
***
Fue una agradable vivencia la que tuve aquella noche mientras te contemplaba despacio durante horas imprecisas…
Palpitante encuentro de registros edénicos y de canciones esperanzadoras.
¡Conmoción profunda, seguro delirio, rapto inesperado, vital inspiración, fuego irrefrenable!
Yo descubría en cada minúsculo espacio de tu rostro universos maravillosos jamás explorados,
Hallaba una luz nueva en cada rincón de tu semblante feliz en el que me detenía plácida y atentamente;
Y buscaba la magia blanca que me diera la clave de tan armoniosos y delicados rasgos faciales.
Con mis dos ojos cual corceles bien adiestrados perseguía distintas bellezas en una cara que parecía no tener fronteras,
No me daba cuenta que mis pupilas iban de arriba abajo, de un extremo a otro, sin hacer reposo en ningún punto exacto;
Y en el fascinante recorrido que realizaba me asombraban las agraciadas facciones que adoptabas: tus perfiles únicos, tus formas elegantes.
Tu nariz de oro me socavaba todo el candor que alojaba en mi pecho y en mí suscitaba una franca hilaridad.
Tu sonrisa fresca con su indefinible rictus me generaba un sin fin de sensaciones sabrosas y exquisitas;
Esa tu eterna dentadura, ¡tan blanca!, me causaba una placentera impresión que vos no advertías;
Y me divertía con tu frente de niña, tus triunfales mejillas, tus finas cejas y tus dulces pestañas que me colmaban tranquilamente.
Contemplación en la que concursaban animosamente los cinco sentidos; actividad recreativa de un alma peregrina.
Toda tu angelical figura -nacarada, limpia, amplia e infante- me sugería una crónica justa y detallada;
Me susurraba la brisa nocturna que jugueteaba con tu melena dorada que escribiera un poema,
Y mientras vos me mirabas encendidamente con tus cautivadores ojos pardos y me conversabas,
no eras capaz de sospechar mi ejercicio sutil propio de contemplador romántico o de trovador escondido...
***
Yo procuraba arrebatar el secreto de tus perfectas líneas y los arcanos de tu faz bendita, que al fin de la cita, se me hacía familiar.
La aventura de contemplarte sin testigos se acababa, mas yo adivinaba detrás de tu figura risueña, una promesa de primavera.
[Manuscrito de un bardo del siglo XXI]