Oído y lengua de discípulo
al Maestro.
Cotidiana apertura matutina
al Abierto.
Abatimiento insólito que toma
de lo nuestro,
y en Su docilidad pura se instala
en el centro
del hombre rebelde para curarlo
desde adentro.
Aquel Hijo de hombre que dió Su vida
siendo muerto.
Tú sólo nos redimes
Siervo Abyecto.
Golpear de atrás sin piedad y escupir
al encubierto
es cosa vil, pero mesar la barba
ya es siniestro;
mas dar la Cara más bella del mundo
es egregio
y doblar la espalda en silencio es propio
del Esbelto.
Confusión y vergüenza para el cruel
y zopenco;
y al que se esconda en el Rostro del Siervo:
¡todo el Reino!
Tú sólo nos redimes
Siervo Eterno.
-D.H.-
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