Queridos Frikis, locos para este
mundo que intentan meter la cabeza al cielo y no el cielo a su cabeza,
no poseo lamentablemente la
habilidad de escribir poéticamente como ustedes, pero quisiera compartir lo
siguiente.
Me topé el otro día con algo fascinante, algo que me hizo
reflexionar; hay tanto para decir, aunque lo que podría decirse no podría ser
ni una ínfima gota en el mar, pero bueno
ahí les va lo que me DESLUMBRÓ. Me encontraba leyendo un libro de Jack,
más conocido por C.S. Lewis. Estaba escrito en el libro que toda religión tiene
tres aspectos o momentos, y el cristianismo uno más aparte de éstos. El primer aspecto y último, propio de la
religión del cristiano, son los que me dieron para pensar todos estos días. Pero
dado a que se puede escribir hojas y hojas de cada aspecto me limité al inicial.
El primero hablaba de lo
nouminoso (en la traducción sale numinoso, pero me tomo la libertad, por interpretación,
de que numinoso, por lo que intenta significar Jack, es lo que respecta al Nous
griego, intelecto, por lo que considero mejor nouminoso). Lo nouminoso señores
no es más que el Misterio. Es aquel sol del mito de la caverna, es la magia
mítica presente en la realidad nuestra, lo más vital y real, aquello que es tan
vivo por participar de la Vida misma, que no podemos entender completamente,
sólo intuirla. Para este Friki del siglo
pasado lo nouminoso es lo “extraño” que suscita “pavor” y “asombro”, que
consecuentemente produce “sobrecogimiento”, es decir un “temor reverencial”, el
Santo Temor. Santo Temor porque ante tal magnificencia no podemos más que
reverenciar. Es como dice él: “la
sensación de incapacidad para enfrentarse a tal visitante y la NECESIDAD de
postrarse ante él” porque sí, porque tiene sentido hacerlo por ser el Ser
que se revela. Últimamente me ha cautivado la belleza de los astros, tanto el
de la luz aurea del día, como el de la argenta de la noche, tanto que
sentía poiéticamente un gozo inefable.
Creo que para expresar con palabras ese percibir debemos aproximarnos a lo que
dijo Evdokimov: “el gozo por sentir la
Patria perdida y reencontrada”. Esa Patria
por la cual andamos como errantes en su búsqueda, y por la cual sentimos
gozo al ver sus vestigios en la creación encantada con lo divino. Patria
perdida por la negación de lo metá-físico, de lo divino.
Sin embargo descubrimos que no se
nos ha extraviado completamente cuando vemos sentido en todo lo que existe,
cuando nos regocijamos al contemplar un amanecer, o un ocaso, o al oír el suave
y dulce sonido de una cascada, o lo magno de un árbol y su tendencia hacia lo
alto, esa realidad brillante, más
luminosa que nunca porque reconocemos a la Luz por excelencia presente
haciéndola res splendens. Ahí es cuando nos sorprende esa Patria, de la que
venimos y a la que vamos, nuestra a y w. No
sabemos cómo llegar, nos hemos perdido, hemos perdido el principio, y por eso
no sabemos a dónde ir, porque el principio es la meta misma. Por eso nos
abandonamos al Misterio y confiadamente, o es lo que deberíamos hacer, y he ahí
el Camino, el Misterio, que es a su vez el a
y w, es el TODO ilimitado, infinito. Y
por eso el que no cree en el Misterio no sabe realmente de dónde viene, por
dónde debe transitar, ni adónde debe
llegar, no sabe vivir, no es como debería ser o aspirar a ser. Por eso, ¡Oh
sagrado y magnífico Misterio! eres nuestro fin, nuestro supremo Bien, no hay
porque tenerte miedo, sin embargo me superas en sobremanera por lo que soy
incapaz de enfrentarte, no porque seas oscuro, sino por tu sobreabundancia
desbordante de luz que no cesa, que
ilumina deslumbrando a este pequeñísimo destello que es casi oscuridad; y ante Ti
me postro, te temo, porque como Macbeth dijo por la pluma de Shakespeare: “Mi
genio se intimida ante el suyo”. El que contempla con estos ojos el mundo que
es bueno, intuye y sabe que no es un
frivolidad en su esencia. La excesiva racionalidad y la superficialidad del
vicio y del pecado lo ha hecho frívolo para los que no ven y no quieren ver.
Pero la creación, Él vio que era buena, no frívola, porque es su huella, la
huella de lo eterno en lo temporal, de lo que no tiene extensión en el espacio.
Recordando lo que escribió el orante citando al mismo autor, el Mito se hizo Hecho; se sigue dando
cuenta de la paradoja atravesante en
todo lo que es , por la cual se comprueba, sin comprender del todo, la plenitud
en lo finito, que produce asombro, ergo sobrecogimiento.
Lewis dice luego: “Puede cerrar los ojos del alma a lo
nouminoso, siempre que esté dispuesto a romper con la mitad de los grandes
poetas y profetas, con su propia infancia (…)”. El que haga esto se apartará del Misterio,
se engañará creyendo que puede dominarlo, ya no buscará ni su a, ni su Vía, ni su w; en ese caso irá sucumbiendo cada vez más profundo. No
perdamos nuestra infancia que da apertura al Nous. El Padre abre sus misterios a los de corazón sencillo, reitera el
teólogo Papa Benedicto XVI. Hay que retornar a ese corazón puro de la niñez, ya
que los “limpios del corazón son lo que
verán a Dios”. El que quiere ver, y como niño,
intuye el reino de los Cielos en la tierra, vestigios de la Patria que va
siendo reencontrada si permitimos que se nos entrometa mediante un “Fíat”. Un “Hágase”, como el de la
humilde servidora que es Reina, que ante el ángel sintió pavor, por eso el “no temas”; y ante tal nouminosidad del
que envió al mensajero, “Fíat” con un
temor reverencial, siendo receptáculo del Misterio incomprensible. Ojalá
podamos ser sumergidos en el encanto de la Belleza misma y reverenciarla por su
deslumbrante nouminosidad, para que sea nuestro Camino certero para reencontrar
la Patria perdida.
La Turca Salvaje
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