Quienes estén familiarizados con lo relatado, lo entenderán fácilmente. Pero a quienes no lo están, por más que el mensaje de fondo sea comprensible, los invito a, cuando vuelvan a visitar la gran ciudad oriental, conocer al caballero que aquí se menciona, y a su azul y épico proyecto.
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Siete de la mañana. El despertador cumplía su función
mientras los primeros rayos del día se filtraban por las ventanas. Los treinta
jóvenes, con algo de esfuerzo, pero con ánimo alegre, se encaminaban tranquilos
hacia la parroquia. No era un trecho largo, pero ayudaba a despertarse bien. En
el templo los esperaba el cura con todo ya dispuesto para comenzar la adoración
Eucarística, y así, arrancar el día.
¿Para qué habían viajado aquellos jóvenes a dos mil
quilómetros de sus hogares? ¿qué es lo que había allí, en Puerto Santa Cruz,
que los motivaba a recorrer tanta distancia? ¿o sería más propio preguntarse
por lo que no había allí?
Dicen que una gran sequía espiritual se cierne sobre
aquellos pagos. Sequía que es fruto de otra sequía que nuestro tiempo está
padeciendo: la falta de vocaciones sacerdotales. Dicen que allí hay un cura cada
tres parroquias, y que éstas no están a menos de cien kilómetros de distancia
una de otra. Dicen que la gente casi se acostumbró a no tener Misa los domingos
por la falta de trabajadores en las viñas del Señor. Dicen que allí, en el
suelo sagrado donde por primera vez en nuestra Patria la Forma fue elevada, ya
no hay pastores suficientes.
Pero dicen también que hubo en un tiempo un noble caballero,
italiano y canoso, enamorado del suelo patagónico. Y que sin dudarlo ni un
segundo, sin darle importancia a las dificultades y adversidades, sin darle
importancia a la poca cantidad de apoyo, y sin problema de que la gente lo
tildara de loco, idealista o fantasioso, emprendió, lo que hoy podríamos llamar,
un viaje épico o una hazaña caballeresca. Este hombre, italiano y canoso,
invirtió su tiempo y su vida en esta empresa. Empresa que consiste, en
definitiva, en volver a la tierra. Dar a conocer a los argentinos nuestra
querida Patagonia, tan olvidada y menospreciada. Empresa que busca transmitir
los valores de la vida rural y la vida pueblerina. Con vistas siempre a un bien
común mayor: el resurgir de la patria grande que forjaron nuestros próceres y
caudillos. Dar a conocer a la Patagonia para poblarla y saber hacer uso de los
recursos que nos ofrece. Poblar la Patagonia en los campos, en las estancias.
Fortaleciendo la vida familiar, y viviendo las grandezas de la vida rural.
Pero aquel italiano canoso vio también que una hazaña así era
una empresa eminentemente espiritual. Y así decidió organizar una misión
apostólica, con todo lo que ello implica. Para eso convocó a aquellos jóvenes.
Jóvenes contagiados de esta locura, que se sumaron a aquel viaje con el único
fin de transmitir lo recibido, y de tener un encuentro en Cristo Jesús con las
personas que se cruzaran en su camino. Un encuentro de amor. Un encuentro de
Amor, ya que es fundado y animado por el Espíritu. Buscando siempre no caer en
un mero encuentro humano, en simple ayuda social. Sino queriendo ir a lo
profundo para poder llegar a la Verdad y la Belleza, y transmitirla, y no
quedarse sólo en las periferias, como el mundo pretende.
Es por eso que aquellos treinta jóvenes viajaron y viajarán
al sur. Sabiendo que el mundo, con razón, los llamará locos (cosa que, por otra
parte, un poco los enorgullece), ya que su empresa no busca ver ningún fruto.
Es una empresa, en términos modernos, condenada al fracaso. Porque estos
jóvenes, junto con el loco italiano y canoso, son perfectamente conscientes de
que Dios pide que se luche, no que se gane.
Mr. James, el Oriental
Estimado Mr James:
ResponderEliminarSorprendente entrada. Debo reconocer que no estoy al tanto de este santo emprendimiento, contra la turbulencia incesante del mundo moderno. Ahora mismo me pondré a averiguar de qué se trata, o esperaré a otros escritos que relaten las aventuras.
Aquí estoy viendo precios de low cost al sur. De la orden y parto para alistarme.
Don Virula