Que nadie sufra como he sufrido yo
Ni que soberbia sea lo que digo hoy
Que ni el primero ni el último hombre de lodo
Seré ni he sido yo
Más cuando Su voz llama
No hay cimiento que pueda sujetar el alma
Casi como si a Él estuviera imantada
...
Entre tumbos y caídas
Un bastón llegaría a mi vida
Que no sería el remedio ni la cura
Más bien lo que me sujete en las dudas
De cada astilla supo Él enseñar cosas distintas
Y cada una formaría
un lazo con el alma mía
A modo de risas entraría
Como quien esconde su sabiduría
Más no por mucho oculta permanecería
Ya pronto mi alma lo sabría
Benditas sean las noches en que a él me aferré para no caer
Perdone el Señor las veces que no supe en el bastón escuchar Su voz
Y si sólo fuese madera fría hubiera alcanzado
Más corazónes humanos me ha brindado, y abrazos de hermanos
Si llegase el día que, por Su gracia
El bastón no me hiciera falta para dejar de ser esquivo a Su mirada
Cargaría con éste en hombros cuantos sean los kilómetros
Antes de verlo desconocido y ajeno a mis pasos
...
Si la cojera fuera mi único problema
No me hubiese brindado quizás,
La flor que me traería la inocencia
En el don se encuentra la responsabilidad
Y de la responsabilidad ofrecida, cuando es lograda
!Me regala más como si uno de Sus dones no bastara!
¡Ay de mi! Que con uno no basta
Calientase mi duro corazón sin excepción
Cuando en ella mudo Lo encuentro
Y tiemblan mis manos cuando caen en la cuenta
De que es don aquello que abrazo
¡Que sabios son sus caminos!
Mi flor y yo jamás sabríamos
Cuánta falta nos haríamos
Si no fue suficiente el sostén del madero
Para entibiar mis entrañas quiso Él
Traer el llanto a mi vida
De la mano de mi flor amada
Una mirada a mi flor desvela mi corazón
Y es que frágil debo ser para poder aprender
Que no hallaré jamás obstinación en el Amor
...
Lloran y lloren mis ojos cada vez
Ardan mis rodillas sin condición
Tiemble mi voz pidiendo perdón
Siempre que no comprenda o cuide yo a mi bastón y mi flor
Zaqueus de la Guerma
A los amigos de don Hilario, ¡buenas tardes!
ResponderEliminarNo es fácil recrear un mundo desencantado. Díganmelo a mí, preso en la pena por esta hostería volante que no sabe dónde reclinar sus barriles de cerveza, y sus tertulias recónditas.
Desde mi viejo navío, contando un escuadrón de años, apareceré -con o sin gala, pero siempre gallardo- para compartir palabras... palabras que descuellan en el horizonte lírico del corazón descubierto.
Con el saludo gentil y un ruego de bienvenida, los abraza literariamente,
Capitán Dalroy.-