Ya denotaba el día la llegada del
atardecer, con tintes oscuros y rojizos que minuto tras minuto, iban
conquistando sincronizadamente lo que quedaba de aquella jornada. Y pues era en
esos momentos donde me gustaba abrir paso a la meditación de algún tema pendiente
o de interés particular junto a algún licor casero -esta vez Mandarinello-
junto a mis infaltables Chesterfield, tabaco promedio para aquellos que
deseaban la meditación. Mientras adentrábame en pensamientos y cavilaciones, no
tardó en tocar a la puerta un viejo amigo, el de las tinieblas por excelencia,
este era nada más ni nada menos que Don Ojota Fonsé. Al darle la bienvenida con
un abrazo en estima, le pregunté a que se debía su visita ya que habíame
sorprendido y pues el mismo contestó;
-Estimado Peregrino Libanés, traigo
noticias de la gran urbe, tales son de máxima porte e importancia, pero pues
antes de adentrarme a darte conocimiento sobre ellas, prepárame alguna bebida
espirituosa, que este frío de invierno no me deja pensar.
Sin meditarlo dos veces -y ya algo
curioso- apuré mi paso para darle al austero compañero fiel amparo. Y luego de
beber aquella delicada bebida y compartir algunas palabras, pensaba yo
nuevamente cual era la razón de su visita y pues, luego de un corto silencio le
dije;
-Bien, ya has bebido y te has acomodado,
dame ya las noticias, que tanta introducción, no hace a la esencia del mensaje.
Don Ojota luego de darle una pitada a su
cigarro respondió: Pues verás, desde el sureste, me ha llegado un encargo por
parte de viejas amistades relacionadas a la antigua alianza entre nuestras
tierras -las del buen vino- y la de la Pampa húmeda, ya que andan
reclutando hombres de toda índole y nación para llevar a cabo la magnánima
tarea de peregrinar unos 100 km, desde un pequeño pueblo, de nombre Rawson,
hasta la gran fortaleza de la cristiandad, la majestuosa Basílica de Luján.
Pero pues, no será solo el peregrinar nuestra tarea, sino también la de
transportar, resguardar y cuidar un gran tesoro que llevaremos entre nosotros
al frente de la expedición. Me han dado la noble tarea de reclutar
verdaderos cruzados pertenecientes a nuestros bellos valles y montañas, y pues
he aceptado con sutil orgullo.
Yo moría de santa envidia al escuchar a
Don Ojota cada palabra que salía de su boca y entre tanto palabrerío y
curiosidad, le dije;
-¡Dime por favor, cual es el tesoro que
deben portar! ¡Ha de ser sustancial en tal misión por lo que me relatas!
Respondió Fonsé; Así es, el tesoro que
transportaremos en tal peregrinación es la Virgen de Luján, si bien nuestra
tarea es resguardarla y lograr que llegue a su destino, Ella a su vez hará su
tarea, y será la de guiarnos en nuestro camino y de ser la luz a seguir para
que nuestros pasos sean certeros a la hora del andar.
Fue así que dábame cuenta de que, la
visita de Don Ojota Fonsé tenía un fin específico, y era la de convocarme a ser
parte de la tamaña empresa que era aquella. Y con una sonrisa de oreja a
oreja y un poco sobrecogido di respuesta afirmativa sin ser preguntado, lo que
provocó una carcajada a Don Ojota. Luego de informarme pequeños detalles de tal
encargo, levantose de su sillón y dijo;
-Bien, es tiempo ya de partir, que mi
peregrinación ya ha comenzado buscando fieles jóvenes y veteranos que
quieran ser parte de esta aventura. Próximamente tendrás más noticias sobre
esto que hemos hablado. Ha sido un gusto como siempre compartir un momento
contigo. Lo mismo opino - respondí yo- .
Pasadas unas semanas y luego de
prepararme, todo estaba listo para partir de mi hogar y encontrarme en el
Albergue Jauja, lugar de encuentro de donde emprenderíamos el viaje hacia el
punto de partida de la Gran Peregrinación. Allí, me encontré con grandes amigos,
y nos llenábamos de júbilo al vernos el rostro y notar que juntos
emprenderíamos la bella misión de peregrinar en nombre de la Virgen Santísima.
Todos teníamos expectativas y pensamientos de lo que nos esperaría en las
tierras de los valles húmedos, pero en verdad, esos pensamientos no eran ni un
pequeño adelanto de lo que realmente nos aguardaba.
Luego de haber emprendido el viaje y de
muchos problemas con la <pseudo> empresa contratada, llegamos a Rawson a
eso de las 7:00am, siendo la Misa inaugural a las 7:15am. Bajamos nuestros
bolsos y nos dispusimos a alinearnos para tal misa. Al acercarnos al lugar,
pudimos notar la cantidad de compañeros de diferentes regiones que se arrimaban
entre sí para dar comienzo a la tristemente subestimada Misa de rito
Extraordinario al pie de una antiquísima capilla, que por sí misma, la sola
fachada de la misma denotaba una mezcla de historia y tiempo. Aun el sol no
aclareaba en su máximo esplendor y terminada la Liturgia, nos preparamos para
la bendición de partida, rodeados de verdaderos sacerdotes y hombres con el
espíritu en alto y en pleno orgullo por la tarea a realizar. Estábamos
separados en capítulos por región de venida, cada cual tenía sus estandartes y
banderines, nuestro capítulo - el de AVE VERUM - alzaba en alto el estandarte de la
altísima Guadalupana y otro de bellísimos hilos finos que daba a su modo de
representación a los Monjes del Cristo Orante, a los cuales también éramos
parte. Y así fue como emprendimos y dimos comienzo a nuestro primer día de peregrinación
con cánticos ya casi extintos en la Sion mundana y corrompida. Poco a poco y
sin darnos cuenta nos fuimos alejando del pequeño pueblo de Rawson para
adentrarnos en el hermoso campo bonaerense y que siendo yo cuyano cosechador,
debo aceptar que su belleza guardaba motivación y sublimidad en mi corazón.
Vale resaltar que comenzada la caminata,
apareció un <choco> algo particular, de estatura baja, no más de 40 cm,
pelaje negro, fiero fiero a la vista, con rasgos de especie enana pero cabeza
grande y tosca de Labrador, sumado a que era largo cual salchicha. Fue su rara
contextura el motivo por el cual nos encariñamos con aquel y lo bautizamos al
grito cuyano de <morsi> (morcilla). Este particular animal nos acompañó
en cada momento de la peregrinación y logró llegar al pie de la basílica. Era
nuestra mascota y simpático era ver como llegábamos fatigados por el cansancio
a los campamentos y que Morsi, firme, con fe inquebrantable, avanzaba sin queja
alguna.
Pasadas algunas horas de caminata, el
cansancio en los pies empezaba a tocar la puerta, pero pues ese dolor desaparecía
cuando se contemplaba a la Virgen guiando nuestro camino al pie de la columna
de peregrinos. En el trayecto meditábamos, orábamos y compartíamos charlas con
personajes de otros sitios, creo yo que más de uno volvió a su hogar con nuevas
amistades o con un corazón enamorado… pero ese es tema de otros lares, habrá
tiempo de sobra para relatar en otros escritos.
El ocaso se iba pronunciando a la llegada
del primer campamento, fogones nos esperaban con agua caliente para
resguardarnos. El opacado cielo poco a poco iba tronando advirtiendo de la
llegada de una lluvia y pues por mala suerte, nuestras carpas estaban en un vehículo
retrasado y nuestro capítulo debió afrontar además del dolor muscular, el frío
de la sublime lluvia, hasta lograr armar nuestro campamento. Avanzada la noche
y luego de un exquisita cena, los fogones aguardaban para dar la bienvenida a
los guitarreros, mas esto no fue posible ya que la lluvia dio su repetida
aparición. (Más allá de la caída de la misma, algunos de los guitarreros más
curtidos no dieron importancia y entonaron cantos bajo la fresca noche.) Demás
está decir que junto a Don Virula de los Gamos en esta primer noche, intentamos
dar escapatoria al Club de las tinieblas buscando y compartiendo charlas con
algunas elfas de estas tierras celestiales, mas, las tinieblas no permitieron
nuestro acometido. Y terminada la jornada, cada cual fue a su pequeño refugio
para dar espera al segundo día de peregrinación con la levantada a las 5am.
Siendo ya la madrugada de la segunda
jornada, podíase escuchar a lo lejos los gallos cantar dando la bienvenida al
día que llegaba para quedarse y a su vez nuestros oídos escuchaban a viva
voz la criticada marcha española de Cara al Sol. El campamento empezaba a
levantarse, podían notarse diferentes tipos de caras entre los peregrinos,
muchos con dolores, algunos rezongando por la hora y otros pocos en silencio
meritorio haciendo lo debido para partir. Luego de prepararnos y de haber
desayunado como correspondía, nos dispusimos nuevamente a formar fila y seguir
rumbo al sureste, guiados siempre por nuestra Madre. El segundo día trajo
consigo algunas complicaciones, que pues no eran más que nuevos obstáculos que
el Señor ponía en el camino para fortalecer la unidad y voluntad para seguir.
Uno de estos fue el miserable lodo, ya que la noche anterior los suelos habían
sido azotados por las fuertes lluvias y habían formado una especie de trampa
mortal para el peregrino que se atreviese a pisar por allí. Muchos cayeron en
el trayecto para volver a levantarse, entre estos había uno, algo torpe de
pies, que logró hacer una especie de coreografía en el intento de no
caer, mas no fue suficiente y cayó, pero con dignidad y honor al dar eterna
batalla al barro. Todo quedó grabado. Llegado el medio día los dolores en
los pies ya empezaban a hacerse muy visibles y la enfermería donde atendían
<las de Bella Vista> empezaba a colapsarse. Luego de tener Misa, hubo un
pequeño descanso y volvimos al ruedo de caminar... que ya empezaba a ser
costumbre. Los desertores que no podían seguir caminando empezaban a ocupar las
camionetas para ser llevados directamente al campamento al nombre de
<muertos>. En nuestro capítulo se había dejado en claro que cualquier
hombre del mismo que tuviese solo la idea de subirse a algún transporte sería
burlado durante todo el año por su traición a la causa. Este fue el causante de
que ninguno abandonara la caminata. Muchos por no querer que su linaje
fuese manchado, llegaban últimos al grito de <Rengo, Rengo, pero Vengo.>
y eran aplaudidos por los demás.
Llegada la tarde noche, luego de la larga
caminata sin descanso, llegamos a Mercedes, pueblo pequeño y colorido. Allí
entramos cantando y sonriendo a puro canto y conversación, intentábamos
contagiar la alegría que portábamos entre los pobladores que nos miraban con
asombro y curiosidad. Allí mientras caminábamos, junto a <The Young Writer>,
se nos acercaron 2 enfermeras para conversar con nosotros y pues bien
recibidas fueron hasta que notamos que aquellas, insistentemente pedían un
mate. Allí fue que entendimos que simplemente buscaban nuestra compañía por
aquella bebida gaucha y reíamos junto a ellas por aquello. Las tinieblas como
verán, aún estaban presente y no abandonaban a sus víctimas en ningún momento.
Llegada la noche, pisamos campamento donde
ya todos exhaustos cenaron y acomodaron en los fogones para guitarrear, esta
vez sin la molestia de la lluvia. Se entonaron zambas y tonadas, gatos y
chacareras. El cansancio no era motivo verdadero para no pasar un alegre
momento entre todos. Dicen por allí, que varios, luego de este momento, fueron
a descansar a sus carpas aquella noche enamorados o conquistados por alguna
fémina. Quien lea esto, entenderá a su parecer.
Fue así que siendo el último día de
Peregrinación a las 6 am se nos notificó que nuestro capitulo -el de la
Guadalupana- sería el que iría al frente de la columna portando a la Santísima
rumbo al último tramo de peregrinación. Esto nos llenó de júbilo a nosotros,
quienes estábamos muy fatigados, ya que era una verdadera gracia la de
acompañar y trasladar al frente a la Virgen en su entrada triunfal a la
Basílica de Luján. La noticia nos dio nuevamente energía y al dar comienzo a la
caminata, entonamos bellos cantos como el Non Nobis Domine junto a la exquisita
música del violín de El Starets Dom Abubba.
Ya al saber que poco faltaba para concluir
esta tremenda misión, los ánimos estaban muy por arriba, y el cansancio ya no
ocupaba un lugar en la mente, ya que este había sido reemplazado por el orgullo
de ser parte de lo que estaba por concluir en un bellísimo cierre.
Ya sintiendo los aires de Luján, nos
comunicaron que ya estábamos muy cerca y fue allí cuando a lo lejano, desde el
excelso campo por donde veníamos pisando, pudimos avistar entre los
encolumnados árboles, las dos torres de aquella antiquísima basílica. La
sensación de aquel momento es indescriptible, algunos lloraban, otros quedaban
mudos contemplando, mientras que varios simplemente miraban al cielo y clamaban
a Dios en agradecimiento. Fue un momento de muchos sentimientos encontrados, el
anhelo de tres días era por fin visible a lo lejos y arrodillándose toda la
columna hacia la dirección de la basílica, se cantó un Salve Regina, en
agradecimiento a Virgen, quien sin saberlo nosotros, había estado velando por
nuestras miserias.
Al frenar al pie de la basílica, todos nos
saludábamos y abrazábamos, emocionados y conmovidos, me topé en eso con Don
Ojota Fonsé, su rostro de fatiga era como el de aquel que a la noche anterior
había bebido a no más poder, pero ambos sonreímos y nos abrazamos y
conjuntamente dijimos, <lo logramos>. Se sentía en supremacía un sentido
de hermandad entre los casi 1000 peregrinos al momento de llegada y pues no era
para menos. Todos acariciaban y felicitaban a Morsi, la mascota fiel, vaya a
saber uno qué será de su vida en estos momentos.
Finalmente nos dispusimos a entrar en el
templo para colocar a la Santísima en su lugar y dar cierre a la peregrinación
con la Misa de rito extraordinario.
Acabada la celebración llegó la hora de ir
en busca de nuestros bolsos a unas cuadras de allí. Ya en el momento en que
cada cual con sus cosas en mano, llegó el momento de la despedida y esta estuvo
llena de simpática melancolía. Era el momento de volver de donde se había venido
y dar testimonio de lo vivido aquel fin de semana un poco diferente a los demás.
Una vez arriba del colectivo junto a los
peregrinos de mi tierra, entré en una meditación profunda en la que pensaba y
reafirmaba, que no todo está perdido, que aun quedamos muchos verdaderos
hombres y mujeres de bien, que desean ardientemente ver reinar a Cristo sobre
la tierra, que aún existe un puñado de personas que no han perdido el rumbo
hacia lo bueno, bello y verdadero y que realmente vale la pena luchar para contagiar
este espíritu de peregrinaje que vive el ser humano sobre esta tierra.
Como diría mi amigo G.K. Chesterton; <
A cada época la salva un pequeño puñado de hombres que tienen el coraje de ser
inactuales.>
El Peregrino Libanés