Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!…
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero…
-la tarde cayendo está-.
“En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
“ya no siento el corazón”.
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
“Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada.”
Antonio Machado
Era verano. Poco más de un año había transcurrido desde la partida de Don Hilario de Jesús. Nadie sabía con exactitud su destino, ni su misión ni su vocación. En verdad, ninguno hubiese creído que de un momento a otro, sin dar explicaciones, se marchase el Viejo hacia el Oeste, montaña adentro. "¿Se iría a Chile?", comentaban los más jóvenes de la la Comarca cordillerana. "No, decididamente no osaría Hilario cruzar la Cordillera para establecerse en tierras traicioneras", contestaban rotundamente los más patriotas del grupo de amigos. No obstante, todos, en el fondo del corazón, dudaban de hacer cualquier afirmación sentenciosa con respecto a la vida y a los pensamientos del de Jesús...
Sin embargo, fue una semana de febrero en que la plácida y tórrida Comarca del Oeste comenzaba a agitarse por señales hilarantes... Don Virula de los Gamos se hallaba whiskieando a las 11 de la mañana en su casa, un día cualquiera, cuando el conejo que allí tenía se arrimó a su dueño con una esquela atada al cuello. Éste toma al conejo por las orejas, lo alza, le saca la esquela del cuello y lo arroja por el jardín. Luego con avidez desenrolla el papel, y lee con rapidez el siguiente mensaje:
Este sábado, a la medianoche, en el Rincón de la Dalila. Traiga un "100 PIPERS".
¡Hasta la vista!
Vuelve a enrrollar el papel, lo guarda en el bolsillo y se prende un cigarro. De pronto su corazón empezó a palpitar con violencia. Los ojos comenzaban a iluminarse, y mientras se servía otra medida de whisky, asentía levemente con una sonrisa en la cara, murmurando: "Vuelve..."
Mas no fue únicamente el ruludo Virula quien recibiera dicha invitación misteriosa, aunque probablemente haya sido el primero. Uno a uno fueron los compadres del Hilario enterándose de tamaña mítica reunión. Así, Don Ojota Fonsé leyó un WhatsApp inesperado de un número desconocido con palabras enigmáticas: sábado-medianoche-rincón de la dalila-urgente. Dom Abubba advirtió un significativo comentario en su Instagram con palabras similares, cuestión fácil de desentrañar para el Starets. El Marqués de Godoy es avisado por un peón de la estancia de su Marquesa sobre dicho evento. El Emigrante Nostálgico con su inseparable Granadino son invitados a la curiosa velada por el camarero de la taberna donde se encontraban bebiendo ya le 7ma cerveza. Los pequeños dinosaurios -Medina, el menor de los Gamos, Cozzetti, de la Manchita y el Libanés- recibieron el mensaje por parte de Elviralacio, después de una misa semanal. Jimmy es anoticiado del acontecimiento por un mensaje privado en Facebook. A Zaqueus se lo comunica el portero de su barrio. A Don Rionnes se lo informa su propia empleada, fiel y guapa. Al del Alba se lo cuenta un cliente asiduo de su taller de carpintería. A The Writer le llegó un escrito a su Blog con la mentada información. También son invitados al concilio personajes como Pericles, Jens y el Irlandés que estaban filosofando en un campo del pedemonte. Y Don Alcandadora Tuk no se enteró de la cita por ninguna vía; pero finalmente hubo un compadre que se desbocó y lo puso al tanto del encuentro (¿o reencuentro?), sobre todo porque era menester un mago del fuego que encendiera uno a tono con la ocasión -pues hay fuegos y fuegos... fuegos que encienden otros fuegos.
De más está decir que aquella semana se pasó volando. Todos los invitados a la asamblea del Anónimo fueron presa de una ansiedad virulenta. Y ciertamente que entre ellos ni una palabra se dijeron sobre tal invitación. Así las cosas, cada uno se calzó a su manera: Abubba con su narguile y sus bebidas tropicales, Virula con el whisky susodicho mas cigarrillos a granel, los mini-dinosaurios con sus Damajuanas y sus puchos baratos, el Emigrante y el Granadino con sus cervezas, los filósofos del campo con sus licores variados y sus pipas, Zaqueus con gintonic, The Writer con su bebida energizante, Don Rionnes con su agua mineral de manantial, Alcandora con su fernet, Fonsé y Jimmy con un añejado coñac, y el Marqués con las manos vacías. Todos estaban alistados, y el día se aproximaba con presura.
Fue entonces que la juntada por fin arribaba con su noche estrellada y su luna escondida. Poco a poco iban cayendo al callejón pedregoso donde se hallaba el lugar de la reunión. Algunos llegaban caminando, fumando en silencio. Otros aterrizaban en sus coches full-full. No faltaban los que caían en bici, en longboard o en monopatín. Y otros aparecían súbitamente, como por arte de magia, como caídos del cielo. Es en esta situación que fueron cayendo en la cuenta los invitados que eran todos amigos entre sí, o más acertado, todos eran amigos de una persona en común: Hilario. Al percatarse de esta coincidencia, más violentamente comenzaron a latir los corazones, con redoble de tambores, en una expectación que iba in crescendo. Hasta que todos se agolparon junto al enorme portón blanco de estilo victoriano que daba al caserón en cuyo rincón trasero se hallaba sepultada la mascota más sagaz de los últimos tiempos: Dalila, de la estirpe de Roverandom. Al verse las caras, atónitas, atina el Nostálgico con cierta decisión:
-Bueno... ¿vamos a entrar o qué?
-¡Entremos! -grita un Virula decidido que comienza a colgarse del artístico portón. Todos le siguen detrás, salvo Alcandadora que de un salto acrobático ya se encontraba del otro lado del portón.
Mientras marchaban en fila india hasta el fondo del loteo, avanzando por el rosedal, luego zigzagueando una serie de arbustos y plantas de distintas especies, se van aproximando lentamente al el sitio preordenado, y allí observan a un hombre sentado sobre un tronco, apenas iluminado por una farola, que miraba al piso mientras fumaba una pipa calmosamente. En eso se oye desde la penumbra un excitado: "¡Hilario!". Seguido luego de varias voces que paulatinamente iban adquiriendo un rostro gracias a la tenue luz del faról narniano. Voces que clamaban y exclamaban: "¡Hilario, es Hilario!... ¡Ha vuelto, el Viejo ha vuelto!... ¡No lo puedo creer, joder!... Sabía que regresaría... ¡Necesito chupar, necesito celebrar!... N O O O S I I I N O O O S I I I..." Acto seguido, o al mismo tiempo, todos se abalanzaron hacia un Hilario que ya se hallaba de pie con el semblante radiante, feliz con los brazos abiertos de par en par y una sonrisa gigantesca y unos ojos desorbitados. Y se sucedieron los fuertes abrazos, las risas prístinas y sonoras, las lágrimas gozosas, los besos al hombro, las bendiciones amicales, los gestos afectuosos y las palabras cordiales. Todo era albricias, algazara y júbilo. A los saludos prosiguieron los brindis, descorchando todo tipo de botella de vidrio contenedora de algún líquido amable que acompañara al son de la alegría sobreabundante. Vinos, whiskys, birras, licores en el aire se balanceaban al ritmo de la danza de la amistad celebrada, entre cánticos exultantes y vibrantes. El fuego, ágilmente prendido, chisporroteaba con gracilidad en el centro del asombroso reencuentro. Después de un año Dalila volvía a presentir la vida desbordante sobre la superficie terrestre. Había fiesta en ese legendario rincón porque un compadre retornaba de lejanas tierras, y el corazón desgarrado de Don Hilario volvía a encontrar los pedazos que lo completaban en sus amigos entrañables. Con todo, solamente el intuitivo Virula contemplaba en la cara de su amigo vuelto un dejo de dolor abisal, impronunciable...
No fue en esta noche que explicó el Viejo Hilario el motivo de su regreso. No fue ni en esa noche ni en muchas otras noches que el de Jesús desarrollara las razones de su ida y su venida, y de sus correrías más allá de la Precordillera. Fue mostrando poquito a poco la "aguda espina dorada" que llevaba atravesada en el pecho, y no a todos sino a muy pocos. No le era fácil hablar del asunto. Entonces, prefirió que el tema se mantuviera en el silencio, en el olvido, en el misterio oculto. Sería un secreto que llevaría en su alforja, como tantos secretos del pasado que supo ir acumulando y que tanto le enriquecían. Si algo compartía era con suma discreción, pues lo que revelaba tenía su precio y no podía ser manoseado por la gente como si fuera un chiche, como si no fuera nada. Trataba de ser fiel a aquella frase sabia de Bernanos: "Cuando nuestro sufrimiento ha pasado de piedad en piedad, como de boca en boca, me parece que ya no podemos respetarlo ni amarlo". Los amigos, a la corta o a la larga, terminarían comprendiendo esta compleja posición del amigo herido, y lo seguirían acompañando, en este punto, en el misterio de la oración envuelta en un silencio profundo.
Extrañado D. Hilario,
ResponderEliminarMe alegra notablemente haberlo encontrado bajo esa farola tenue. Tenue, pero no lo suficiente como para que me impidiera ver el fugaz reflejo de su espina dorada. Sepa que el Granadino y yo lo esperaremos allí donde el valle es cumbre, donde la cruz es faro de la Hispanidad. Lo esperaremos vestidos como de luto, pero alegres.
Un abrazo en nuestro Señor,
E.N.
¡Vaya comentario caro Emigrante! Dios le oiga... DEUS VULT+
EliminarEstimado Don Hilario: fabuloso escrito. Y digo fabuloso porque es de fábula. La descripción del principio sobre su persona es tan acertada como original, y tan coherente como contradictoria, es decir, paradojal.
ResponderEliminarEs una gran alegría tenerlo nuevamente entre nos, y esperemos que las musas nos reúnan regularmente.
Sin más que decir y con gozo en el corazón, me despido, suyo para siempre,
El Marqués del Godoy.
Razones varias me hacen cara su persona, estimado Marqués, y esto Ud. ya lo sabe.
EliminarEl comienzo del escrito, descriptivo, sobre el personaje en cuestión, no ha de ser lo más importante del mismo de todas maneras. Lo esencial en el susodicho es la presencia de la "aguda espina dorada".
Y aprovecho este comentario para hacer una aclaración que sin ella se puede prestar a la confusión o a fieros malentendidos, sobre todo en quienes -por distintas y ocultas razones- no piensan ni sienten demasiado bien, rectamente. Así las cosas, hay que saber que los personajes de esta bitácora no se corresponden exactamente, linealmente, directamente con las personas reales de carne y hueso que evocan o indican. Por ejemplo, el Hilario de Gallardos Sin Gala no será el mismísimo Fulano que conocemos en este mundo sublunar. Por supuesto que habrá semejanzas entre personaje y persona, y así de hecho es como se puede descubrir con mayor facilidad quién es quién es. No obstante, no deja de ser una analogía (personaje~persona) y no una identidad (personaje=persona) lo que se busca plantear. Sabiendo esto podremos escribir con libertad y sencillez, sin escrúpulos, sin tensiones, sin presiones, fluidamente. Siempre procurando escribir verdades con belleza. Me parece pertinente hacer esta observación para no caer en tentaciones volanderas o en prejuicios insanos, o en cualquier otro desvío, desvarío.
Pero Marqués, esta aclaración ciertamente no va para Ud., pues aquí testifica su gallardía en su sentido más amplio y rico.
También suyo,
DHdJ