Nublado tenía el ojo izquierdo Don Pelayo. Y el derecho.
Pronto unas lágrimas de cristal germinaron y florecieron por sus mejillas.
«Tiempo perdido…» pensaba en sus adentros. Las palabras de
Krathis habían hecho mella en el fondo de su ser. La clave estaba en el
equilibrio. No estaba mal festejar de vez en cuando con los amigos, pero se
había vuelto excesiva la cantidad de veces que lo hacían y, sobre todo, el cómo
lo hacían. Perdían prácticamente todo el día siguiente por estar aletargados. Se
regodeaban en la burbuja en que vivían. Había muchas almas que convertir,
muchos libros que leer, mucha materia que meditar, pero se sentían fuera de
peligro. Como creyendo que el coludo no entraría en esta fortaleza que habían
creado, en esos ambientes católicos y tradicionales de doctrina sana y buen
proceder. No se dieron cuenta que ya estaba adentro el león, había ya
conquistado su modo de proceder, no externa, sino internamente.
‒Y eso ‒le dijo Krathis‒, eso es tiempo perdido. O mejor,
tiempo robado.
‒¿A quién? ‒preguntó el caballo Céfiro.
‒A Dios ‒respondió cabizbajo Pelayo.
¡Ay! Cuánto sudor y sacrificio, cuánta sangre y esfuerzo
había costado a los mayores la generación de ese «ambiente propicio», de ese
oasis en el Mundo, para que ahora los jóvenes lo desperdiciaran con la molicie
y la ociosidad. La cultivación del folklore se había transformado ahora en
farras descontroladas; la búsqueda de sana doctrina, en debates superfluos,
puntillosos y sofísticos; la procuración de sano y digno culto a Dios, en
fariseísmo.
‒¿Qué debo hacer, entonces?
Krathis lo miró con amor y dulzura, compadeciéndose de la
tristeza que le había sobrevenido a Pelayo. Las miradas de esta ninfa eran
miradas sustanciales. El afecto con que miraba producía en lo mirado la misma
sensación. Pelayo, entonces, se sintió reconfortado, y un calor prendió su
pecho. Y dijo Krathis:
‒Anímate y recobra el vigor, que el Señor no te quiere así.
Se te ha encomendado una misión desde lo alto que debes empezar cuanto antes.
El objeto de la misión lo irás descubriendo a medida que el tiempo vaya
fluyendo, como casi todo en la vida, mas ahora debes partir.
―¿Partir? ¿A dónde? ―dijo Pelayo.
―¡Eso! ¿A dónde? ―relinchó Céfiro.
―Iréis juntos al este, siguiendo el curso del arroyo que se
vuelve río, primero manso, después con brío. El fluvio desemboca en un
tranquilo y profundo lago. Allí os saldrán al encuentro tres ninfas del lago
que ya están advertidas, haced lo que os digan.
―Pero quedan muchos interrogantes… ¿Dónde nos hospedaremos?
¿Cuánto tiempo vamos a estar fuera? ¿Es peligrosa la misión? ―preguntaba
Pelayo.
Otra vez Krathis lanzó una mirada cálida y confiada, y
Pelayo se reconfortó. Y la ninfa nada respondió a las preguntas. Grácil se
acercó al caballo y, besándolo en la frente, al punto le crecieron largas y
plumadas alas. Y Céfiro se sintió poderoso. Luego, Krathis se acercó al sauce y
le acarició el lomo. En ese momento, comenzó a brotar de sus raíces un báculo
alto y enroscado sobre sí mismo, de madera negra y compacta. Ella lo tomó sin
dificultad ni esfuerzo, y se lo entregó a Pelayo diciéndole:
―Este cayado será tu soporte y auxilio en momentos de
dificultad. Sabrás cuándo usarlo. Ahora partid rápido, pues atardece. El Señor
os acompañe y proteja en esta empresa que comenzáis hoy. ¡Esto vir!
E.N.
Entrañable Emigrante, de las tierras del Cid, a Ud. lo saludo con nostalgia.
ResponderEliminarSepa que su entrada ha dado en el clavo. Sí, ha denunciado en la voz de una Ninfa un problema actual y recurrente (suspendido eventualmente por los acontecimientos por demás conocidos) en nuestros círculos de amistad y camaradería de corte tradicional. Ciertamente que es un peligro la falta de prudencia en los jóvenes para vivir virtuosamente, aún en las fogones y tertulias. O, más bien, es en estos ámbitos donde se suele manifestar la ausencia de virtudes que no se cultivan en el tiempo presente, devenido en "perdido" -como bien señala- por bajar la guardia. En concreto, falta la virtud de la eutrapelia en las farras que se suele relegar al olvido, que hace del buen humor, de la humildad y de la templanza una misma cosa para la recreación alegre en lo bueno y bello de la vida. Sería interesante otro post explayándose en la vinculación que existe en estas tres cualidades mentadas de la eutrapelia para lograr el equilibrio y la virtud exacta que se nos exige durante "nuestras" jodas. Todavía más, hasta un síntoma de que verdaderamente estamos fallando o podríamos fallar en esta materia que propone es, precisamente, el desánimo: fenómeno típico de aquel que ha descuidado las virtudes y los ideales. Por eso hace tan bien, a su vez, rectificar la intención de modo grupal, volver a revisar la conducta colectiva a la par del examen individual que obligatoriamente hay que hacer. De aquí el valor de su posteo, para repensar nuestro comportamiento de caballeros cristianos, entre otros puntos de reflexión que invita -como aquel del tiempo "robado a Dios", tan cierto, tan alarmante.
En fin, estimado Nostálgico, quizás el tiempo de cuarentena que nos toca sirva -y sospecho que está sirviendo ya- para meditar sobre todos estos temas caros a nuestras existencias. Mientras no falte la transparencia, la frontalidad y cordialidad en el trato amical, es posible este cambio, esta metánoia, para ser mejores cristianos. ¡Vamos, para ser santos!
Suyo, con el afecto intacto de mejores épocas.
Don Hilario +.