Si el dolor penetra tu alma, ten paciencia y persevera, Dios te purifica.
Si las lágrimas se han vuelto tus amigas, agradece, Dios te lava.
Si las desgracias se amontonan en tu puerta, acepta, Dios te llama.
Si las preocupaciones te oprimen el corazón, espera, Dios te educa.
Si pierdes lo que tanto amas, ten ánimo, Dios recompensa.
Si esto y más ocurre en tu vida, eres bienaventurado, pues el Señor ha decidido podarte para que des fruto. Ten calma y espera, acepta tu cruz sin rodeos y no reproches al Señor, que te hace un bien. Pues las penurias son sólo en apariencia un túnel sin luz.
Tras la muerte hay resurrección y tras el llanto alegría, y es Cristo quien enjugará hasta la última lágrima derramada.
Ama entonces el sufrimiento, y verás florecer el gozo y la paz que proceden de lo alto.
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