LUZ DE TUS OJOS
(Enero del '22 - La Angostura)
A Milucha
Recuerdo que te miré,
Pero no te vi .
Luego miré tus ojos,
Y entonces te vi .
Después miré la naturaleza,
Y vi tus ojos en ella,
Y en ellos volví a verte a ti.
Todo estaba en el secreto de tus ojos.
Desde entonces,
Cuando mire la Creación bajo su lumbre,
Esparcida en infinitos rayos,
Naciendo en múltiples colores,
Estallando en mil tonalidades,
Me acordaré de esos tus ojos multicolor.
De aquellos iris policromados.
Porque hay en ellos cielo y tierra;
Está el verde bosque,
El dorado y el ámbar,
La esmeralda del río aquél,
Los plateados tonos,
El azul profundo,
El fino turquesa,
Hasta notas de nácar hay.
(Y sólo faltaba el rojo primario
que me lo dieron tus labios.)
Degradé perfecto,
Contenido,
En esas dos niñas,
En esas dos nueces,
En aquellas benditas pupilas
Escrutadoras del misterio.
(Ellas mismas eran el misterio)
Que miraban el universo entero,
Que todo lo veían
En su prístina luz.
Y que a mí me atravesaban,
Y mi nombre pronunciaban,
Desnudándome el alma
E hiriéndome el corazón.
¡He aquí el peligro de ver!
Poder de tu vista
Que tú, pequeña, aún no conocías.
Eras el espejo del mundo...
Al abrir tus párpados, bella,
¡Cómo recreas todo de nuevo!
Tan sólo abriendo tus ojazos:
Marítimos.
Minerales.
Felinos.
Vegetales.
Uranios .
Dionisíacos.
Todo el cosmos en tu mirada,
Todo el cosmos en mi retina.
¡Qué terrible era verte así!
Sostener la visión,
Con vértigo,
Pero.
¡Qué gloria la mía!
¡Qué dicha!
En el oficio de sólo verte,
Verte en tus ojos,
Ver tu alma en tus ojos,
Y verme a mí en ellos renovado
Podría estar mi único ejercicio.
Ya podría dormir en paz.
Cerrar mis ojos.
Descansar. Soñar. Rezar.
¿Qué otra visión queda después de ésta?
¿Qué queda por ver?
¿Qué hay por salir a ver?
Todo lo encontré en esos ojos de mujer.
De niña.
De amiga.
De amante.
No hay percepción que engañe.
Dicen que no existe el color.
Yo vi en tu iris la substancia de la coloración.
Y vi además:
La misma lumbre.
El poder.
La libertad.
El amor.
La alegría.
Todo, todo lo vi.
Pero también vi,
¡ay, Milucha mía!,
La fragilidad.
Y entonces temí...
Temí por esos diminutos faros de cristal.
Temí que perdieran su fulgor,
Que se diluyera su color,
Que se apagara su ardor,
Que espejearan,
no ya la Luz,
sino las Tinieblas.
Que arrebatasen todo su candor.
Me hubiera propuesto cuidarlos...
Cuidar de la llama de sus óvalos.
Custodiar su esencia,
Incontaminada.
Ser centinela de sus fanales,
Mi Señorita, eso quisiera...
Protector de aquella mirada pura.
Este es el deseo, pues,
De Aquel-que-la-vió.
Y como abrojito quedó
Prendado para siempre de su hermosura.
•••
Don Hache.
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