jueves, 1 de enero de 2015

Un brindis en lo de don Hilario.

-  Un año más que pasa y Gandalf aun no vuelve..-musitó pensativo el viejo Hilario.

 Quedan absortos en la mesa redonda, los amigos fieles de don Hilario, al escucharlo a éste lanzar tal curioso gemido.

-  Perdón, -se anima a interrumpir abruptamente el más sanguíneo del grupo, don Fonsé- pero yo creo que alguien a tomado algo más de "champán".

-  ¡Pará! -lo frena fraternalmente pero no caritativamente, el joven Virula, que se hallaba al lado del morocho-. No ves que algo importante iba a decir. Tanto tiempo juntos y aun no conoces al barbudo.

Se oían estruendosos fuegos en la lejura del barrio Liquidámbar. Claro, era primero de Enero del 2015, y las copas heladas rebosantes de champagne, protagonizaban la escena junto con las luces colorinches de un cielo nublado. Era costumbre que para esta fecha don Hilario invitara a todos sus más fieles camaradas, y esto desde hacía tiempo. Por tanto, en el balcón místico del de Jesús, acontecía este hecho singular.

-  Bueno, ustedes cállense de una buena vez, y dejen que el viejo continúe su discurso -levantaba la voz el tornadizo Catalino.

-  Gracias, amigo. Lo que digo no esconde un gran misterio, ni es una profecía, hasta ni siquiera sé si es serio lo que voy a decir. El tema es que tengo una intuición, y antes de que huya, quiero manifestársela a ustedes.

Prende el tabaco y acelera la marcha.

-  Fíjense, Gandalf el Gris, iba a la Comarca, su añorada Comarca, y de manera gratuita repartía fuegos artificiales a todos los habitantes de aquel magnífico vergel. Además, no eran artificios cualquiera, eran de un encanto particular. Todo un ritual del Mago Gandalf. En cambio hoy, en un mundo consumista, todo ,pero todo, pierde sentido (en este caso, los fuegos artificiales). Valen, en primer término, carísimos. Es decir, ya no hay gratuidad,y por tanto, placer al verlos, pues rápidamente constatas que tu bolsillo a quedado vacío al lanzar, apenas, un "chasquibún". En segundo término, mucho ruido,a mi gusto,que termina atormentando el sentido de lo maravilloso, a tal punto que uno se queja de tanto caos y tanta cosa bullanguera. Y esto no lo digo por viejo gruñón.

Rápidamente, los amigos de Hilario cruzaron miradas cómplices, porque sabían del rabeo periódico de éste. Pero el viejo no se detuvo a defenderse, prefirió pasar por alto las miradas compinches, y continuar con su sinuosa teoría.


-  Creo que no logro explicarme y veo que este sermón no tiene salida. A lo que voy, miren el cielo y sabrán a qué me refiero. Ya casi ni hay fuegos luminosos que hacían de la primer noche del año un día brillante. Han apostado a los fuegos bajos, que se tiran en lo llano y hacen tambalear hasta este modesto edificio..- queda en completo silencio el viejo, bajando levemente la mirada y llevándose la pipa a la boca.

Al cabo de unos segundos, suspira diciendo:
-  Ya no todo es lo mismo.

Con esta última frase, todos los amigos presentes comprendieron el sentimiento que se había apoderado en el viejo: la nostalgia. Si bien, los compadres de la mesita redonda habían captado que el viejo estaba en extremo melancólico, no lograban entender a qué respondía tan fuerte emoción. Pero ninguno dudaba de que estaba triste el barbudo, ya que sabían que cuando no terminaba de decir algo concreto y su discurso quedaba incompleto o insulso, era porque sufría alguna pasión que no lo dejaba pensar con frialdad.

Sin embargo, no dejando que se deslizase por el ambiente tal sabor amargo, debido a que era día de fiesta y no de duelo, ágilmente exclama el ocurrente Ramón:
-  ¡Atención,caballeros! Con ustedes, el indomable Cómitre de Tautopía, para deleitarnos con su bella música.

Todo estaba planeado por Valdéz y por Cómitre, para distraer a don Hilario y a los muchachos gallardos, con el fin de encender en los corazones de cada uno:amor y alegría. Así es que ya se encontraba en su posición el pianista de Tautopía, para embelesar a todo el mundo con lo mejor de Chopin.

Antes de empezar, se yergue don Hilario de Jesús con la copa en mano, y pronuncia:
-  ¡¡¡Salud, mis amigos gallardos!!!

Y todos los del balcón, al unísono contestaban:
-  ¡¡¡Salud!!!














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