lunes, 1 de julio de 2019

Luz en las tinieblas...



Luego de mis oraciones vespertinas y de la lectio diaria, salgo al patio a meditar sobre el paisaje melancólico que se me presentaba: un paisaje triste que llevaba inexorablemente a la Santa Nostalgia (...y aquel que diga que este tipo de vista hace mal, pues no ha entendido nada.) Pero había algo que resonaba en mi interior, algo que generaba tanta inquietud que ya no podía meditar como lo hacía siempre. Algo pasaba… Por lo tanto, aquella tarde de contemplación, la había perdido a causa de mi malestar...

Después vuelvo a entrar, molesto, a mi celda, y me dispongo a comenzar mi sano ritual… saco de mi escondite un Johnny Walker robado del ancestral armario de mi viejo, saco mi pipa de boca larga tallada por los enanos de Erebor y la lleno hasta el tope de una mezcla exquisita: Latakia con Black Danish. Luego de haber volcado como una cascada perfecta aquel liquido color caramelo y de haber atizado bien el tabaco, me siento en el cómodo sillón que tengo en mi cueva - ya un poco gastado por las horas de uso en meditación o en tertulias que terminan en el amanecer con amigos frikis-.
Todo estaba en orden: la celda llena de humo y mi paladar deleitado por aquella deliciosa combinación de tabaco y whisky. Pero no logré encontrar la paz interior que habitualmente encontraba… Y la razón de esto fue lo que sucedió esa misma mañana en mi casa de estudios, en mi facultad. Era por esto que me encontraba inquieto sin saber qué hacer, hasta que una voz se oyó en mi interior, una voz salvífica, la cual me dijo con suavidad: ¡Escribí, estúpido! Podríamos abrir otra discusión sobre el origen de esta voz pero no es el tema que hoy he de tratar.  Obediente a esta voz me senté en el escritorio, saqué mi pluma y comencé a derramar la tinta sobre las amarillentas hojas, en las cuales se lee lo siguiente:

Viernes 17 de mayo. Luego de rezar Laudes me dispongo a partir hacia la facultad, cansado y apesadumbrado, no por ser el último día de cursado sino por lo que vivo allí adentro en ese pozo de alimañas. Harto de analizar escritos y posturas nefastas como las de Marx o Hegel y de los tontos útiles que no paran de hablar sobre los derechos humanos y bla bla bla... entro al aula, cabizbajo, y me siento lo más lejos posible de aquellos orcos. Saco mis cuadernos y me preparo para tomar apuntes.
Llega la hora de comenzar la clase y algo raro sucede. No escucho los pasos pesados y lentos del troll que habitualmente entra a enseñar estupideces creyéndose un gran profesor o intelectual. Esta vez se escuchaba un caminar suave y musical, y un dulce silbido que alguna vez había escuchado... Ya esto me había asombrado, pues alguna vez leí al célebre autor de hermosos libros, Alejandro Dolina, que decía que la gente ya no silbaba y eso reflejaba la tristeza del mundo.
El silbido cada vez se escuchaba más cerca, volteo para ver quién era aquel místico hombre que iba a entrar a la clase y cuando llega a la puerta, semi abierta ,una luz blanca poderosa impide a mis ojos ver aquella figura; esta persona irradiaba una luz elfica. Se plantó delante del curso y pude verlo. Era él, el grandote calvo que había sido profesor mío en el secundario y luego se convertiría en mi mentor. Me miró y  sonrió, como entendiendo mi padecer. Llevaba la misma sonrisa que antes, esa sonrisa esperanzadora que dice que todo está bien. Yo no lo podía creer, no podía creer que aquel hombre siguiera con la misma presencia de antes en aquel espantoso lugar, en “Mordor” diría algún compadre mío. Los ojos se me empañaron al recordar lo que aquel gigante había hecho conmigo, pues él me había introducido en el mundo del misticismo y de la literatura, había despertado en mi corazón las ansias del conocimiento, de llegar a la Verdad de una forma más romántica.
Pero yo seguía ciego, seguía sin entender lo que hacía este excelentísimo profesor allí dentro, y mil pensamientos oscuros se introdujeron en mi cabeza: comencé a pensar que estaba atrapado, que estaba encadenado como un prisionero allí adentro y que no podía ayudar en nada a aquellas bestias.  La acedia se había apoderado totalmente de mí. Pero observé a mi alrededor, el aula oscura empezó a iluminarse, los ojos rojos encendidos por el fuego del odio de los orcos empezaron a tomar su color natural. Observé por las ventanas que la lluvia pesada desaparecía y el sol empezó a asomarse entre las nubes, creando por consecuencia un arcoíris en el cielo. Claro, este hombre irradiaba belleza, la Belleza que a todos nos salva.
Estaba predicando, predicando a  Dios a través de la verdad y de la belleza, pues cumplía con su apostolado. Cualquiera a quien la desesperanza lo haya dominado podría decirme que esto es inútil porque no hablaba de Dios explícitamente y no predicaba el evangelio a viva voz, y que todo su trabajo era en vano porque los corazones de aquellas bestias eran de piedra, pero yo no me atrevería a afirmar esto tan rápidamente. Simone Weil alguna vez escribió: "En todo lo que despierta en nosotros un sentido auténtico y puro de belleza, ahí se encuentra, en verdad, la presencia de Dios. Hay una especie de encarnación de Dios en el mundo, de la cual la belleza es señal". Este místico hombre había entrañado e interiorizado este juego de la verdad, belleza y amor, para así en un ambiente podrido, de almas extraviadas, mostrar el verdadero Camino que conduce al Padre.
Claro que él estaba luchando donde Dios le había pedido, había entendido que era un “ruso contemporáneo” como señala Dostoievski en “El sueño de un hombre ridículo”.Se podría haber quedado en la escuela en donde hablar del Evangelio no sería una cosa nueva, pero eso sería escapar de su misión divina. Soplos, soplos de belleza daba este hombre, haciendo volver a su hábitat natural los rostros tumefactos, distorsionados, difusos de aquellos que niegan la Verdad. Yo estaba impresionado desde la lejanía de mi lugar, boquiabierto como un niño cuando conoce algo nuevo y se deja llevar por el sano asombro. Peleando solo en medio de bestias feroces, dando palizas de sabiduría a los necios, pero con el fin de limpiar sus almas, de sacarles la viga de los ojos, de Se podría haber quedado en la escuela en donde hablar del Evangelio no sería una cosa nueva, pero eso sería escapar de su misión divina. Soplos, soplos de belleza daba este hombre, haciendo volver a su hábitat natural los rostros tumefactos, distorsionados, difusos de aquellos que niegan la Verdad. Yo estaba impresionado desde la lejanía de mi lugar, boquiabierto como un niño cuando conoce liberar el anhelo del corazón humano, despertar la santa inquietud por el conocimiento de lo Bueno. Porque había entendido que la belleza, ya sea del universo natural o del arte, justamente porque abre y extiende los horizontes de la conciencia humana, apuntando a más allá de nosotros, trayéndonos frente a frente con el abismo del Infinito, puede convertirse en un camino a lo trascendente, al misterio último, a Dios. Luego de que terminó de dar su prédica, ya que eso fue y no una simple clase, me acerqué hasta su escritorio y sin poder formular palabra alguna lo abracé, le di las gracias y me fui.


En fin, este es el relato de un hombre que todavía no se da por vencido. Dejé caer mi pluma sobre el grueso papel, recargue mi vaso de whisky, encendí el tabaco de mi pipa medio quemado y salí a contemplar el cielo una vez más. Noté que había cambiado, salió el sol, y las nubes que lo escondían ahora estaban naranjas porque Aquel las había pintado...
Y así como el paisaje espiritual interior se refleja exteriormente, del mismo modo el paisaje Nostálgico del cielo iba de acuerdo con mi relato.


                                                                                                              CONTI D. FLORES                                                        

6 comentarios:

  1. Le doy la más cálida bienvenida, mi muy estimado señor de Flores, a esta embarcación de gallardos. Grata alegría es que se sume y de este combate contra los Refutadores de Leyendas, hombres fríos y racionales que usted bien conoce.
    Gran designo de humildad muestra su escrito, pues como buen discípulo, sabe valorar los buenos maestros. Cuanta gratitud le debemos a aquellos; quizás sin ellos no existiría este blog.
    Siga trabajando su pluma que aquí recibiremos afectuosamente más de sus escritos.
    Un gran abrazo desde el Godoy querido Conti.

    Don Ábila de la Mancha

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  2. Querido Conti D. Flores,

    Sea Ud. bienvenido en esta barca. Esperábamos su escrito, sinceramente. Buen estreno para esta bitácora, ajustada a nuestro estilo gallardo, tocando temas esenciales con sabor a nostalgia santa.

    Me agradó la composición de lugar inicial que hizo. Suscribo a su gusto por la pipa, por el whisky y por el paseo vespertino en el jardín. Por su afición a Dolina. Ah, y por el encanto del humo aromático en el cuarto. También valoro su sano hábito de escribir experiencias intensas de la vida. Me interesaría conocer, por su parte, a ese maestro que describe con tanto entusiasmo y gratitud. Y en cuanto a lo que relata, bueno, qué decirle, todo Gallardo ha pasado por esa vivencia peculiar. Es parte de la vida.

    En fin, gracias por su entrada, y no se demore tanto en publicar que tanto bien hacen escritos deste tono...

    Mi saludo, desde el otro lado de la tranquera.

    Don Hilario de Jesús+

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  3. Queridisimo Don Abila, mi mas sincero agradecimiento por su comentario. Estos mensajes, al igual que el profesor que describi en mi sencillo escrito, son los que me motivan a seguir derramando la tinta de mi pluma, sana costumbre esta!

    La alegria es mia, ya que encontre un barco con tripulantes de "almas sencillas" que combaten contra el nuevo mundo cientificista. Como describe en "Las cronicas del Angel Gris", Dolina :


    "Todos los adoradores del progreso nos pintan un porvenir lleno de
    veredas moviles que nos evitaran el esfuerzo de caminar, con maquinas
    invictas, con rios domados, y vehiculos cada vez mas veloces.

    A las almas sencillas, la descripcion de estos espantosos mecanismos
    les parece algo diabolico."

    Desde mi estancia le mando un abrazo.

    Conti D. Flores

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  5. Estimado Don Hilario,

    gracias por la invitacion a este Navio, que con el tiempo estoy seguro, que seguira creciendo..

    Creo que muchos gallardos tienen gustos semejantes a los nuestros, por consecuencia, es menester que haya una reunion en donde se cruzen los aromas de las pipas y se llenen los vasos de whisky y asi con el misticismo que esto ofrece poder adentrarnos en conversaciones profundas que hacen bien al alma...

    En fin, reitero mi agradecimiento. Lo dejo, el paseo vespertino por el jardin me aclama.

    Desde la cercania de mi estancia, mis mas cordiales saludos

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  6. Le doy una cálida bienvenida Señor Conti.. Ciertamente como bien dice Don Hilario, seria muy agradable conocer aquel personaje a quien narra en su escrito, muchos de nosotros afrontamos la tempestad que intenta relatar en sencillas palabras y pues no pasa desapercibida nuestra curiosidad sobre el ya mencionado personaje.
    Por otro lado, no quiero que suene al paso aquello que dice hace todas las mañanas, el madrugar y empezar el día con Aquel que es el Camino y la Verdad, ya sea orando o meditando nos hace mas humanos, nos hace acercarnos cada día un poco mas al ASOMBRO, algo que ha pasado de moda, que ha sido ultrajado, pero que curiosamente, el la primer herramienta del cristiano para llegar a la vida eterna. Este es un simple comentario, mas espero comprenda su importancia.
    No deje de escribir, aquí tendrá un lector y escritor esperándole. Desde el Guaymallén Antiguo, le mando un sentido saludo.
    El Peregrino Libanés

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