Es probable que el hombre que se considere bueno, o más
bien, tenga deseos de serlo, se arrepienta de muchas cosas en su vida de
juventud. O en algún que otro caso reconozca que una vez decidido a cambiar
para ser una persona recta vea que toda su vida fue algo de que avergonzarse,
principalmente durante la etapa más jovial.
Permítanme re-ordenar mi análisis de una manera más sencilla:
todo Varón se avergüenza de muchas cosas de su adolescencia o temprana juventud.
Estará avergonzado de algunas actitudes, hechos cometidos,
expresiones dichas o amistades tenidas y obviamente de sus pecados; pues si
quiere ser hombre bueno (no mirándose a uno mismo, sino mirando a Dios) estará arrepentido
de todas sus faltas.
Por segunda vez sintetizo el análisis: Hombres y jóvenes
deseosos de virtud, saben que en la adolescencia hicieron cosas o actuaron como
hoy de seguro no harían.
A pesar de lo introducido, se deben hacer varias salvedades.
Uno sabe que en aquella etapa no tenía la conciencia ni el mínimo de
experiencia o madurez que, pasados algunos años ya se adquiere. Siendo así, que
hay también un cúmulo de cosas de las cuáles no se arrepiente, o ni
consideraría examinar porque son parte de esa etapa de la vida.
Es por aquello que recuerda, cual epopeya digna de ser
rememorada por juglares, las hazañas realizadas con amigos para tomar la
primera cerveza, fumar el primer cigarrillo o escaparse de la clase más
monótona con el más vil de los profesores. O venera, cual canto de musas y
sirenas, el relato de alguna piñadera o un gol marcado de la forma más
extraordinaria en algún potrero.
(Dom Abubba junto al Marqués años atrás con sus amigos del Godoy)
Muy bien, afirmado todo esto, considero que (en un gran
porcentaje de casos) es para todo hombre deseoso de virtud cosa muy seria el primer
amor. Para los gallardos, en su gran mayoría espero, es tema de
grandísimo rigor.
Trataré de explicar, sin mucha capacidad, el porqué de mi
anterior afirmación. Ya que analizándolo puedo pensar que es así en la mayoría
de las ocasiones, aunque de seguro no en su totalidad, por lo que dejo el
entero análisis a todo tipo de observación. Pero un verdadero varón nunca se
avergonzará de su primer amor.
Uno cuando niño tiene todos los sentidos puestos en el jugar
y le parece bochornoso el tener que dirigirse a una niña, ese indescifrable ser
del sexo opuesto. Sólo la referencia a ellas puede llegar a ser cómo la de
“jugadora” cuando se decide incluirla en la “escondida”, “mancha” o “ladrón y
policía”, ya que es necesaria su participación para alcanzar el número suficiente
para ejecutar el juego, no porque su intención sea contactarse y relacionarse
con tal criatura.
Pues bien, cuando adolescente, la cosa cambia. Es en esta
etapa donde la inocencia se mezcla con las emociones, quién fue enteramente
niño ya no lo es; y se cree potencialmente capaz de interactuar con una fémina
e incluso llegar a enamorarla.
Y se concretan aquellas fascinantes interacciones donde
comienza a brotar el niño-caballero,
o más precisamente, el niño-poeta-corazón
enamorado. Porque no posee el aplomo que da el frecuentar trato con mujeres
y su inocencia es su principal virtud. Sentirá por primera vez reacciones que
nunca antes había tenido, las que luego se repetirán con los próximos amores.
No sé si logro expresar con gran exactitud el tema indagado.
Será porque son cosas del pasado y los pocos recuerdos certeros son el decir
“Me gustas” y tras unos eternos segundos, sumado a un cálido sonrojarse, oír
las gloriosas palabras “Y vos a mí también”. O traer a la mente aquellos dos
meses (¿o fueron tres?) en que ambos sabían que debían interactuar el uno con
el otro, con la perfecta convicción de que la otra persona estaba ansiosa de
esa pequeña conversación.
Uno por ahí no se acuerda bien cómo paso, o no trae a la
memoria el por qué pasó. Pero de seguro no olvida que la gran victoria del año
era decirle con el mayor coraje del mundo “Que linda que sos”, haciendo un
sobrehumano esfuerzo para mirarla a la cara y no hacerlo con el rostro
tembloroso mirando el suelo y rascándose la nuca. O saber que, la mayor proeza
que uno había realizado, había sido tomarla de la mano en las más extensas e
interminables dos cuadras y medias del mundo que caminaban para acompañarla a
la parada del colectivo. Y porque no, transpirar de los nervios cuando en
aquella fiestita de 15 sonaba la música bailable de a pareja (ojalá hubiese
sido un “lento” o un baile colonial, o mejor aún, una zamba) siendo esa la gran
e irrepetible oportunidad de mostrarse juntos delante de todo el mundo.
De seguro habrá sido por aquella niña que uno descubrió en
su interior las capacidades poéticas. Por ella la cabeza habrá dado muchas
vueltas añorándola, hasta tener el coraje de agarrar pluma y papel para plasmar
torpes versos que luego casi como trabalenguas se recitarían delante de ella.
Cabe preguntarse si aquella primera niña no fue la razón de
conocer que dentro nuestro había un hombre de letras; y me arriesgo a decir un
futuro gallardo.
(imagen de Don Virula en una de sus primeras conquistas)
En fin, concluyo que es de vital importancia aquella primera
“noviecita” porque al conquistarla en una época de total simplicidad y
sencillez, sumada a una cuota de ingenuidad y cabal inocencia, convierten lo
que suena a travesura en una gesta inigualable, regidora del más sincero e
inigualable enamoramiento, que para el futuro del niño-poeta-corazón enamorado será el cimiento perfecto del futuro y
verdadero amor.
Y fundamental la primera porque es cuando uno por fin conoce
la emoción de ser correspondido, sentimiento que entrará de la forma más pura.
Escalofríos nunca antes sentidos. Sin duda estos se repetirán en el futuro,
pero con la gran experiencia de aquella primera vez.
Puede que tenga una cuota de inmadurez, puede que en muchas
ocasiones uno hubiese realizado las mil y un tratativas y estrategias para
realizar la conquista, sin el fruto deseado o con un gran rechazo, digno de ser
mofado y vituperado por todas sus amigas. Pero cuando aquel pequeño niño poeta comienza a explorar aquellos
tenues destellos de virilidad forma la base de lo que en el futuro serán
instrumentos de loar a cualquier dama, mejor dicho, a su dama.
Luego los caminos de todos son insondables, y hasta aquí
llega mi análisis, puesto que puede pasar que en algunos sea a los 12 años, en
otros a los 15,16 o más edad. Aunque permítanme darle una muestra de aquella
nobleza que se escondía en el primer amor de quien hoy escribe:
Si el sol mira el río lo ilumina,
Si mira tu rostro, se encandila
Las estrellas alumbran la noche
Tus ojos como faroles hacen la noche día
Me gusta que canten las aves
Pero tu risa es un contagio de alegría
Si algo impresionante es pisar la luna,
Para mí lo más increíble es ver tu sonrisa
(uno de los
primeros poemas escritos por el torpe escritor, que se le entrego a aquella
pequeña dama y elemental para ganar su “Y vos también me gustas a mí”)
Puede ser
criticado de imberbe, inmaduro o patán, supongo que depende el caso. Tengo la
convicción de que aquella gesta que se realiza por los pequeños niños-poetas es
la base fundamental de futuras gallardías.
Dedicado a los inocentes primeros amores, cimientos de
gallardía
Don Ábila de la Mancha
Carísimo Don Abila,
ResponderEliminarAgradecerle es poco, tendre que invitarle algun trago mistico. No solo en forma de agradecimiento sino mas bien para poder escucharlo explayarse en el tema.
Por lo pronto, solo puedo decirle que sus palabras han empañado mis ojos, ya que me hizo recordar "mi primer amor" y todas las horas que pase con mis intimos planeando como encararla en algun recreo..
Sin duda, estoy de acuerdo con lo que usted plantea en este escrito, pero me animo a reaformular la conclusion que usted bien saco en sus últimos párrafos, talvez diciendo que no es solo de vital importancia la primer "noviecita",sino que es Necesaria para que por fin empiece a surgir de toda la inocencia el pequeño gallardo que todos llevamos dentro.
En fin, que nunca caiga su pluma. Le ruego que siga iluminandonos con sus escritos.
Le mando un abrazo grande desde mi humilde rancho.
Conti D. Flores
Estimado Don Ábila
ResponderEliminarLuego de unos largos meses de haberme ausentado en el blog debido a mis travesías, hoy decidí volver a sumergirme en el mundo Gallardo mientras me dirigía a Praga.
Los bosques que cubrían el camino me llamaron a que de una vez por todas tuviera noticias de mis amigos Gallardos, y que mejor que haber entrado y encontrar un escrito suyo.
Que decirle, sus escritos son de esos que se esperan y cuando uno los lee no defraudan
Su pluma cada día mejora más queridísimo. Comparto con Conti en que también me transportó al pasado y me hizo rememorar antigüas hazañas.
Y sin dudas también creo y estoy convencido que la mujer inspirá e ilumina, y que mucho de lo que hoy escribimos se debe a ellas.
Espero seguir teniendo noticias suyas estimado.
Lo saluda cordialmente
Jimmy
Quiero leer los comentarios, no hacerlos, y no puedo. ¿Se podrá arreglar eso?
ResponderEliminarEstimado Normando, bueno es tenerle por aquí.
EliminarNunca hemos tenido inconveniente con lo que pregunta. De todos modos, recién revisé la bitácora para comprobar si había algún desarreglo pero todo está bien. Así que no debería, en principio, tener problemas para leer los comentarios sin necesidad de hacerlos.
Con todo, sus comentarios serían más que bienvenidos y agradecidos.
Sin más, le envío mi abrazo a sus tierras normandas...
Don Hilario de Jesús.+