“Cuando venga el Hijo del
Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?” (Lc 18-8)
Estimados amigos, en el
siguiente escrito intentaré describirles un mal que vengo meditando hace
tiempo. Como bien saben, quien les escribe suele ser bastante torpe para
describir los asuntos que lo motivan, sobre todo tratándose de realidades
sutiles, las cuales han sido ya denunciadas por grandes autores. Mas, como bien
me aconsejó un amigo, no hace mal intentar repetirlas, ya que los buenos libros
no se leen.
En esta ocasión, busco
gritar, quizás a modo de queja, un mal que se infiltra en nuestros entornos, en
nuestras familias y nuestra Iglesia.
Ya no hablaré aquí, de
quienes han decidido deliberadamente no ser cristianos; no denunciaré aquí al
mundo corrompido y diabólico. Intentaré reavivar los corazones de buena
voluntad, quienes confundidos por la misma Iglesia, pueden perder el rumbo de
la Verdad.
Se trata amigos míos, de
todos aquellos cristianos que viven alrededor nuestro, y no están viendo los
hechos con claridad, y por consiguiente obran mal, y lo que es peor, acusan a
los que con sus miserias intentan ser fieles a Jesucristo. Todo lo que intentaré balbucear a
continuación tiene una misma raíz, es parte del mismo problema que viene hace
años promovido en la iglesia por los malos espíritus. La Iglesia ha abandonado
la enseñanza apostólica, inspirada por el Espíritu Santo, y ha cedido a tener
una conducta y un pensamiento mundano, humanista, a la medida del hombre, y no de Dios.
Peldaños históricos como el protestantismo, la revolución francesa, el marxismo
(o el legado de Antonio Gramsci), el modernismo, y todas las herejías, han ido
modificando y contagiando el buen pensar cristiano, haciéndole perder terreno
en todos los planos (social, cultural, teologal, moral, antropológico, etc…). Nosotros,
recibimos en herencia una sociedad diametralmente opuesta a nuestra fe, que nos
contagia profundamente, tanto, que no nos damos cuenta que pensamos mal.
Me preguntaba cómo es posible
que hoy en día, con la realidad de esta pandemia en que vivimos, en el pueblo de Dios haya
tantas visiones distintas, tantas opiniones contrarias, tantas acusaciones
internas y tantos desbarajustes. Verdaderamente son tiempos confusos, pero con
la luz de la Verdad, la cosa es tan evidente y grotesca, que para quienes
quieran verlas con humildad, no habrá ya lugar a dudas.
Pues bien, intentemos destruir
algunos engaños que nos tientan hoy en día.
Lo primero que quisiera comentar,
es que ya no se conocen las verdades de fe más simples. Parece increíble que la
Iglesia desconozca su catecismo. Pregúntale a un católico normal, en qué se
funda su fe, y no sabrá responder. Entonces, ¿quién ya considera que nuestra fe
se basa en las Sagradas Escrituras, que estas son explicadas a la luz del
Magisterio, y que al mismo tiempo, esto es sostenido por la Tradición de la
Iglesia? Resulta alarmante el desconocimiento
culpable de los fieles. Los fieles ya no conocen en qué creen, y lo que es
peor, no les interesa. El catecismo dice claramente que los fieles están
obligados a conocer su Fe.
Las Sagradas Escrituras, que
suelen estar juntando polvo en un rincón olvidado del hogar, es la primer
desconocida. “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de
la boca del Señor…” Hermanos en la Fe, ¿creen o no creen en esta verdad? Si
creemos, ¿nos alimentamos cotidianamente? ¿No creen que la Palabra es VIVA Y EFICAZ
y que es inspiración divina para mí, para hoy, para mi tiempo?
Por otra parte, a las Sagradas
Escrituras la interpreta el Magisterio de la Iglesia, pues, si yo la
interpreto a mi gusto, eso sería protestante. Para esto nuestra Madre la
Iglesia se ha encargado, a través de tantos Doctores, Teólogos, Santos y
Concilios, de llegar a la plenitud de la Verdad, que el Espíritu Santo ha querido
enseñarnos. Y por último, la Tradición es la que nos garantiza este magisterio,
y nos cuidad de los engaños subjetivos y de las falsas interpretaciones. Es
realmente penoso ver cómo se desprecia la tradición de la Iglesia, como si
fuera algo del pasado, oscuro, y no el pulso vivo que nos une en la comunión de
toda la Iglesia de todos los tiempos. ¡Cuántos tesoros tirados a la basura,
cuánta belleza, cuanta sublimidad despreciada! ¡Ante la confusión reinante,
quien quiera buscar la verdad, acuda a estas tres fuentes seguras! !Qué triste es observar cómo, cuando uno menciona palabras como tradición, modernismo, la gente te mira con lástima, como si uno fuera un pobre trasnochado, idealista del pasado y ni siquiera conocen de qué se trata!
Ahora bien, sabiendo estas
verdades que todo católico debería aprender en su primer año de catecismo,
¿Cómo diantres es posible que haya tanto desprecio por estas tres? ¿Cómo puede
la gente ser tan soberbia, de despreciar siglos enteros de sabiduría y alimento
espiritual, y priorizar su opinión personal, basado en los infantilismos sensibles
enseñados por los párrocos? Esto, es realmente gravísimo. En el fondo, esa
gente cree estar por encima de los santos y doctores de nuestra Iglesia. Probablemente
estas personas, jamás se hayan tomado el tiempo de leer un poco. Pero para quienes se toman el tiempo, con honestidad
intelectual, descubren poco a poco verdades fundamentales, que elevan al alma
por los cielos, y que hoy son bastardeadas.
En segundo lugar, creo que lo recién
dicho sucede por varios motivos. Uno de ellos es que se ha perdido el “teocentrismo”,
que pone a Dios como centro del universo, centro de las sociedades, centro de
la Fe, centro de la Verdad, centro de nuestras vidas y centro de nuestro Culto. “Amarás a Dios sobre
todas las cosas” ¿Quién medita esto? Y cuán profundo es. Dios está por
encima de absolutamente todo, y por lo tanto, su Iglesia, su doctrina y todo lo
que referente a Dios, también. Tiene prioridad
ante todo. Pero el modernismo ha hecho estragos, y ahora el centro de mi vida
soy yo. Mi prioridad es la realización de mi vida, y la fe la dejamos para el
tiempo libre, como algo más de las tantas cosas que hacen a mi vida. Hago la
voluntad de Dios, en tanto y en cuanto se amolde a mis gustos.
Tener a Dios y la fe como
centro de nuestra vida y nuestra principal búsqueda cotidiana, cura de vivir y
pensar subjetivamente la Fe. ¿No resulta
evidente que vivir la fe a mi manera es falso? Si cada uno vive y piensa la fe a
su manera, ¿no tendríamos una fe distinta en cada persona? Por consiguiente, ya
no sería la Fe verdadera. La Iglesia es UNA, SANTA CATÓLICA Y APOSTÓLICA. No
interesa lo que pienses u opines, la Verdad fue, es y seguirá siendo la misma.
Nuestro deber es descubrirla, y Dios se la regala a los humildes y sencillos
que la desean intensamente y con una constancia comprobada.
Esto se ha metido de raíz y
no lo vemos. La Fe, no se vive a nuestra medida, la fe se vive a la medida de
Dios. No puedo vivirla como me parezca. Tengo que amoldarme a Dios, y eso, a
nuestro mundo visible, es incómodo. Si la fe nos resulta cómoda en nuestros
aspectos humanos, estamos en problemas. ¿No es acaso Dios infinitamente más
sabio que nosotros? Entonces… ¿Quién debe seguir a quién? El diablo nos ha convencido que eso de ser piadoso, llevar la cruz y buscar las virtudes heroicas ya no existe, la maravillosa vida de la iglesia ahora se ha amoldado a los tiempos, y es todo color de rosas, no hay de qué preocuparse.
Otro problema es tener una visión
humana y terrenal. Todo lo juzgamos desde lo económico, lo social, etc... Se lo puede llamar como “un cristianismo pasado
por agua”. Todo se analiza según los efectos de las consecuencias
humanas y los resultados terrenales. Resulta
ahora que, a las verdades de fe, tan simples y hondas a la vez, respondemos
con un “no es tan así”, y mediante razonamientos terrenales, disolvamos con
agua la gravedad de cada enunciado de Cristo, y todo quede en la nada. Curiosamente
esto lleva siempre a la salida más fácil y cómoda para el hombre, y jamás induce
a la puerta estrecha, aquella que pocos dan con ella. Incluso, hemos humanizado
a Dios, quitándole lo divino y sagrado, y despreciamos el don del Espíritu Santo, que es el Temor de Dios, bajo pretexto de "las formas no importan"... Así estamos. Ahora el culto es para el hombre, no para Dios, le tiene que gustar al hombre, no a Dios.
La modernidad, y el
liberalismo “católico” se han encargado de disolver la fe, y han hecho que todos los
cristianos la vivan con soda. Todo se charla, no hay que ser fanáticos, hay que
ser buenos tipos, ir a Misa el domingo y nada más. Lo importante es ser buen
padre, buen trabajador, no pleitear con nadie y punto. ¿No es acaso esta, una
visión meramente humana de la Fe? ¿Por qué, quienes tratan de vivir conscientes
con las verdades invisibles, respondiendo a Dios antes que los hombres, quienes
buscan la verdad, y viéndola la defienden a muerte, son acusados de fanáticos? ¡Entiéndanlo! ¿Quién vive mejor la realidad, el que considera todas verdades celestiales y terrenas o el que se pasa la vida solo atendiendo asuntos terrenos, perdiendo el tiempo en tonteras? Sumado a esto, vivir las realidades invisibles, jamás ha implicado el incumplimiento del deber de estado. Hoy, se hace al revés, somos observadores en el deber de estado, pero... ¿en nuestro deber para con Dios? ¿Acaso no saben que la virtud de la justicia implica devolverle a Dios lo que nos dio? Esto no es para el que quiera y le guste las cosas religiosas, TODOS tienen el deber.
La realidad es, que pareciera
que la vida de la Iglesia, las palabras de Jesucristo, el culto digno y
agradable a nuestro Dios, fuera como un cuento, una leyenda antigua que no hay
que tomarla tan enserio. “¡No me vengan con rúbricas antiguas, no me vengan con
la moral, hay que vivir tranquilos!...” Esto es un simplismo barato o falta Fe,
de quien le da pereza buscar lo mejor para el Señor, porque en el fondo saben
que no quieren joderse la vida. Luego nos preguntamos por qué sobran
sacerdotes homosexuales, y por qué en cada parroquia se cometen tantas estupideces,
y se enseñan cosas tan distintas.
Queridos amigos, nada más real
que las verdades que no vemos. Este cielo y esta tierra pasarán, nuestro cuerpo
se va a descomponer, la muerte nos alcanzará y, qué quedará entonces, ¿lo que
vemos o lo que no vemos?
El católico actual no quiere
ser consciente de esta verdad, no quiere pensar que se puede condenar. La vida
es un drama, donde se juega la eternidad. Quien no vive con esto, se aboca a
los ídolos de la tierra, y su corazón se afana en las promesas perecederas del
mundo.
Otro síntoma palpable, es el
desprecio por la moral cristiana. Nadie duda que hay observadores de la ley,
que piensan que el cristianismo es un mero cumplimiento de normas. Y claro que
no es así, el cristianismo es Amor, es libertad de espíritu, es una aventura apasionante,
pero eso se consigue únicamente cumpliendo la ley, como base que nos garantiza
las virtudes y el camino recto. ¿Si no eres fiel en lo poco, cómo podrás serlo
en lo mucho? La realidad de los que desprecian la ley, suele demostrar lo
contrario, ya no cumplen ni los preceptos más sencillos.
Otro peligro es el racionalismo
que se respira en estos días. El racionalismo es un sistema cerrado, que tiene
supuestas respuestas para todo, que no admite el misterio, que no puede abrir
la mente a la sabiduría de Dios, que a los ojos humanos es locura. Esta se
basa en un conocimiento enciclopedista, en una acumulación de datos, mas se
cierra al conocimiento divino y profundo, a esa sabiduría silenciosa y mansa que se otorga en la contemplación.
Una gran falencia de nuestro
tiempo, es la democratización de la verdad. Pareciera que lo que hacen y dicen
las mayorías de los católicos, es lo verdadero. ¿Cómo diablos podemos pensar esto? ¿Acaso la verdad se construye?
Por todas estas cosas, la
gente esta adormecida y ciega. Seguirán pasando atrocidades, seguirán los
escándalos y seguiremos amoldándonos bajo una falsa obediencia, a la destrucción
que nos conduce la autoridad de la iglesia. Pero claro, quien no quiera ceder,
lo tildarán de soberbio. Se piensan que uno lo hace para llamar la atención. ¿No es más fácil quedarse en el molde, y disfrutar tranquilo de la vida? El amor verdadero a la Iglesia Santa de Dios, no produce una alegría sensiblona y boba, mas bien, produce profundos tormentos, arranca graves lágrimas y llantos, ya que esta camina por el calvario, con dolores de parto hasta el retorno de nuestro Señor. Amar la Iglesia atrae persecuciones, desprecios, burlas y soledad. Y si no me creen, revisen la historia de los santos.
Amigos míos, si tuviera que
seguir relatando cada problema, no terminaríamos más. Sencillamente quiere
decirles que todo es parte de lo mismo, responde a si tenemos fe o no. Esa fe
simple, sencilla, que todo lo recibe sin peros, sin rodeos. Esto no es
simplismo, sino hondura.
Son tiempos difíciles, el
enemigo ya no está de frente. El enemigo se ha metido entre nosotros. El gran
problema nuestro, es que hemos nacido en una sociedad hedonista y superficial,
que pasa el tiempo en chusmeríos y banalidades.
Lamentablemente la Iglesia no nos ha dado el
sustento seguro de su enseñanza, por lo que estamos obligados a realizar un
esfuerzo intelectual por intentar comprender cuál es la verdadera Fe, que es la
misma de los primeros apóstoles y mártires. Y para esto, hay que primero
anhelarlo y pedirlo. Quien no siente sed de Dios, y esa sed no lo alumbra y lo
mueve, está expuesto a grandes peligros insospechados. Dios concede estas
gracias a quienes se lo piden humildemente, reconociendo sus miserias. La sabiduría es un Don.
No nos dejemos llevar por la
seducción del mundo, que es enemigo del alma. Nuestro Señor ya lo dijo, el
mundo nos odiará. Y en mi opinión, el mundo no solo son los no creyentes. Las
personas que quieren cargar la cruz y seguir al Señor, molestan mucho, y cada
vez más. ¿Acaso pensaron, que iban a descubrir una fórmula nueva de estar bien con Dios y con todo el mundo? Eso no existe, y no existirá jamás.
La iglesia se desmorona, y
hasta aquí hemos tenido siempre una actitud de defensa tímida, moviéndonos en
secreto, sin hacer barullo. Pues, creo que es hora de manifestar a cuatro
vientos la Verdad. Hay que amarla y defenderla en todos los aspectos, las
burlas no faltarán, pero al final de la vida, Dios cumple sus promesas.
¿En qué momento empezamos a
tener vergüenza de ser católicos? ¿Por qué nos cuesta decirlo? ¿Cuándo tendremos un fuerte sentido de pertenencia? Defendamos todo lo
que la Iglesia siempre defendió, sintámonos orgullosos de ser cristianos. Tenemos
un legado cultural magnífico, manifestado en la música y todas las artes. Busquemos
el bien, busquemos y gustemos de la belleza manifestada en todo. La apuesta
debe ser magnánima y viril. Hay que
jurarse a uno mismo no ceder ni lo más simple de nuestro cristianismo. Por la falsa prudencia humana, hemos perdido
terreno en todos los campos. El acomodarse a este mundo, es un mal que nos
azota. Somos cristianos, no pertenecemos a este mundo, somos la sal de la
tierra. Si no somos de este mundo, nuestra conducta no es de este mundo. No teman
a los que matan el cuerpo, sino a los que matan el alma.
Queridos amigos,
busquemos ante todo el silencio que se da en la soledad. Solo allí se encuentra
a Cristo. Cristo está vivo, y vive entre nosotros, si no caemos en la cuenta de
esto, no somos cristianos. Somos templo del Espíritu Santo, no podemos darnos a
la chabacanería. Basta de ser tan mediocres, la iglesia nos necesita, si
nuestros pastores no cumplen su función, debemos nosotros ser apóstoles, aunque
seamos rudos y torpes como los pescadores. Sursum Corda, olvidémonos de
este mundo, aquí no hay más que engaños y seducciones.
Creo firmemente que los
tiempos actuales, son tiempos que anticipan los finales. Y mi gran temor, es
pensar que Cristo vuelva, y que quizás muchos cristianos no lo reconozcan. Esto
debido a que no vieron los signos, no velaron, y que la misma Iglesia vuelva,
como al principio, crucificar al Señor en su cuerpo místico, que es la
verdadera Iglesia incorruptible, compuesta por los fieles verdaderos. De hecho,
ya ha comenzado el abandono de la misma. ¿Estaremos fieles como el apóstol San
Juan, fieles hasta la cruz?
Por último, hay mucha gente que verdaderamente erra por ignorancia. Uno debe ser lumbrera, y los que quieran creer, creerán. Para nada esto debe llevar al desprecio, o la falta de caridad, sino mas bien lo contrario. Hay serios riesgos de ser hipócrita, motivo de escándalo, piedra de tropiezo. Creo que todo comienza con aceptar humildemente la misión que nos toca en estos tiempos, no por nuestros méritos, sino solo porque Dios así lo ha dispuesto. Si uno ve estas cosas, es únicamente por gracia de Dios, pues todo lo bueno viene de Él.
Que Dios nos de la gracia de verlo, de ver, y habiéndolo visto, no renunciar jamás.
CRISTO VENCE, CRISTO REINA,
CRISTO IMPERA
Don Virulana de los Gamos