Godoy Cruz, 18 de Marzo de 2003
"Pueden correr, más no atraparme!"-gritó don Hilario de Jesús, mientras salía disparado hacia el portón verde del colegio de la calle Tucumán a toda velocidad. El Hijo del Perla, Abbuba, don Virula y el Marqués se precipitaron como pudieron hacia los límites de la "Schola Francisci Xavieris", pero al llegar, descubrieron que Hilario estaba quieto, con los ojos muy fijos en una misiva que sostenía con sus destructivos dedos.
"Se van"-añadió el Rafi con voz queda. El resto del grupo se asomó por la puerta de salida y vieron como con presura una flota de 5 vehículos Mercedes Benz Clase B se alejaban hacia calle Beltrán. Llevaba cada uno pequeñas banderas en sus vidrios retrovisores, distinguiéndose en ellas una barca en el mar, y una paloma.
Hilario, mirando en el impecable papel el destinatario, leyó: A MdG. Pensando en la ya conocida salutación de los jesuitas en sus márgenes de hojas, Hilario musitó: "Para mayor honra y gloria de Dios". El Hijo del Perla, arrebatando la carta de las entonces salvajes manos del de Jesús, explicó:
-"No es eso lo que dice, hay una separación entre la primera y segunda letra."- acotó pausadamente y luego continuó: "Es para ud, Marqués del Godoy".
El Marqués tomó con sus manos el pergamino, lo desenrrolló, y leyó en alta voz:
Estimadísimo Marqués del Godoy: El cheque de donación de 20 Ha de sus feudos para la promoción del colegio San Ignacio de Loyola ha sido acreditada en nuestra cuenta bancaria el pasado Viernes. Según lo convenido en su momento, Ud dispondrá en el futuro de un único favor, a demandar al responsable principal de toda esta operación, cuyo nombre Ud ya conoce. Úselo sabiamente, saludos cordiales.
Arzobispado Metropolitano de la Provincia de Buenos Aires, 17 de Marzo del 2003
El grupo se miró consternado. ¿Que podían significar palabras tan misteriosas como las leídas? Sin embargo, el Marqués guardó la hoja en su guardapolvo gris con corbatín rojo, y dando media vuelta, marchó de prisa hacia la Honda Odisey roja, modelo '96, donde Horash, el vigote andante, lo esperaba desde hacía rato.
Ciudad del Vaticano, 13 de Mayo del 2020
Las campanas de la ciudad eterna tañeron durante más de media hora, desde la lejana Basílica de San Lorenzo Extramuros, pasando por la maravillosa Iglesia de Santa Inés, en Piazza Navona, hasta el corazón de la Plaza de San Pedro, donde las gemelas de bronce no dejaban de repicar por detrás de los relojes de la fachada principal de la Basílica del Pescador.
La multitud, abrazada por la columnata de Bernini, comenzó al unísono el rezo del Santo Rosario, y de todas las letanías a los santos. Concordando todos en que el Latín era lo más universal que aún les quedaba, se escuchó un voz múltiple y única a la vez: "In nomine Patris, et Filii, et Spiritui Sancti".
Mientras tanto, en el Palazzo Regio, a tan solo unos 150 metros de distancia, el jefe de la guardia suiza, Hans Edberg, tocaba a la puerta del despacho del Cardenal Sodano, entregando por debajo de la puerta un sobre con una pequeña nota adherida con pegamento, firmada por la Secretaría del Santo Padre. Del otro lado, el purpurado recogió el sobre con impaciencia, y leyó la nota:
"Ante la reciente muerte de Su Santidad el papa, queda Ud encargado como Camarlengo del poder Ejecutivo de la Santa Sede, durante el plazo en que se extienda el período de Sede Vacante, iniciado hace 13 minutos, con la partida a la eternidad del Vicario de Cristo. Todas las facultades pontificias le quedan transferidas, así como la disposición del Óbolo de San Pedro, el Banco Vaticano, y el Instituto para las Obras de Religión. Como último deseo, el papa Francisco dejó este paquete a Ud como único destinatario, exigiendo el cumplimiento inmediato de lo que en el se pide."
Rasgando con ansiedad el papel madera, el Cardenal se sentó en el sillón del escritorio principal, cortó la punta del habano que estaba por encender, y llenó su vaso con una medida del whisky japonés que le había regalado Ho Chi Min a su abuelo paterno, durante la alianza de las potencias del Eje. El sobre únicamente contenía una vieja hoja "Rivadavia", probablemente con más de 15 años de antigüedad, en donde podían leerse unas palabras escritas que parecían salidas de las manos de un niño:
"Al Señor Arzobispo metropolitano de la ciudad de la Santísima Trinidad y el Buen Ayre.
Exigo una sola cosa: que utilice todas sus influencias curiales y religiosas que posee para que en algún momento del futuro sea yo creado Cardenal de la Santa Iglesia Católica.
Saludos Cordiales,
MdG"
De pronto, otro sonido deslizante. El Cardenal, sobresaltado, miró de nuevo hacia la puerta. Un sobre blando esta vez, sellado por cuero de Florencia. Desabrochando los botones que cerraban el envoltorio, Sodano retiró el contenido del paquete: era un Capelo Cardenalicio.
El vaso rodó de sus manos, cayendo estrepitosamente al suelo. El Whisky nipón penetraba en la alfombra dorada a borbotones, mientras un metro más a la izquierda un habano encendido producía una quemadura al sillón del purpurado...
Continuará
Muy apreciado Marqués del Godoy, ¡qué felicidad tenerle por aquí nuevamente, luego de -pareciera- tantos lustros! Nada para agregar a esta primera entrada ocurrente al mejor estilo de las publicaciones de antaño -que, por cierto, andan escaseando en estos últimos tiempos-. En fin, no se demore en publicar su continuación porque los ánimos están suspendidos y expectantes para conocer la trama de este relato que pinta maravilloso...
ResponderEliminarSuyo affmo.,
Hilaro Cruz (que no ya "De Jesús", para su información).