viernes, 1 de enero de 2021

Carta al Niño de la cueva belenita.

《La adoración de los Reyes Magos》de Rubens
 

"HOY NOS HA NACIDO UN SALVADOR, EL MESÍAS, EL SEÑOR".

 

Querido Niño Jesús:

Escribo estas humildes palabras, en acción de gracias por tu venida. ¡Qué misteriosa es la vida de la Fe cuando las cosas no salen como uno lo espera!

Hace ya tiempo que la oscuridad del corazón me llevó a un viaje inesperado, a las profundidades inhóspitas del abismo. ¡Tú lo sabes bien, Niño de Belén! Yo no lo presentía, pero siempre estuviste conmigo.

En aquellas frías cañadas fui descendiendo lentamente. La soledad y la ceguera, lo envolvían todo. Tuve cientos de intentos arrebatados por encontrar la salida, mas, el resultado era lo contrario: tropezaba, y caía más y más.

Recuerdo cuando en mi confianza pensaba: “Ya es hora de otra prueba Jesús, mi corazón está listo…” Qué tonto, qué ignorante fui, casi como cuando Pedro te aseguraba que iría incluso a la muerta contigo. Así fue como, a la hora de la tempestad, desesperé y me enfurecí contra el cielo.

En aquellas profundidades, abatido y herido el orgullo, una vez más, como de costumbre, adopté la actitud equivocada. No esperé con mansedumbre que venga el buen pastor, sino que me afirmé en mi soberbia, y en un acto de rebeldía decidí yo mismo buscar la salida.

Medito ahora sobre esto, y me resulta difícil imaginar la ternura con que me mirabas.

Pero el camino fue empeorando. La huella se convirtió en barro, y el barro en una fétida ciénaga de miserias. La podredumbre me envolvía, y se fundía con mi alma.

¡Qué pronto nos corrompemos, Jesús, si tú nos sueltas la mano! ¡Qué hábiles somos para el odio, y la soberbia! Pero tú callas, y esperas, con amor de Padre, sabiendo cuál es el final de camino.

Un día, la ciénaga me vomitó a un costado, y habiendo perdido toda esperanza, sucedió tu milagro. Al fondo de una pequeña cueva, hubo una luz; y en medio del guano y el fango del pesebre de mi corazón, encontré a un niño. ¡Te encontré a Ti, Niño Jesús, tan humilde, tan manso, tan bello!

Desnudo y sucio, con la vergüenza genuina de Adán, me acerqué hasta Ti. Estaba tu hermosa Madre, a la que no me atrevía ni a mirar. Ella, con grave ternura y una cálida sonrisa, te depositó en mis brazos. También estaba José, quien guardaba un silencio contemplativo, con una luz de gratitud en su mirada. No había nada que decir allí, ustedes ya lo sabían todo. Al sostenerte, por primera vez en mucho tiempo, tuve paz.

¡Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor! ¡Y lo he encontrado donde no lo esperaba! Has decidido nacer aquí, has venido a desposarte con mi alma para siempre. Sí, Jesús mío, así lo has querido. No te has fijado en la multitud de mis pecados, antes bien, los has tomado contigo para redimirme. Tú eres el único Fiel, el que cumple su Palabra. Me lavas, me pones un traje de bodas, y me llevas al seno de tu Trinidad Santa. Por pura iniciativa tuya.

Es por esto, que te alabaré eternamente, bendito Niño de Belén. ¡Que todos los pecadores te alaben, porque hoy nos ha visitado la luz que viene de lo alto!

Mi amado Jesús, enséñame a quererte cada día un poquito más.

Mi excelsa Madre Santísima, gracias te doy por tu sí ante el Ángel, muéstrame siempre a tu Hijo.

Mi venerado Patriarca San José, ayúdame a ser custodio del Niño Dios que ha nacido en mi corazón.

Animales y fango, que sepa adorar al niño aceptando mis miserias.

Santos Pastores, que nunca deje de velar mi alma.

Magos del Oriente, que pueda ofrendar mi vida entera a Jesús

Amén. 


Firma: Don Virula de Los Gamos

 

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