miércoles, 22 de julio de 2015

Hasta pronto (..si no "viene pronto").

Estimados amigos,

Con varios queridos gallardos hemos concertado en cerrar -o más bien, "dejar en el olvido"-, por un período indefinido, el blog "GALLARDOS SIN GALA", que nos enorgullece y que nos convoca. 

Lo cerramos por varios motivos, pero uno de ellos, el de mayor peso, es porque los gallardos más jóvenes de la comunidad gallarda -me incluyo- necesitamos un tiempo de desierto (léase: silencio, soledad y recogimiento). En dicho tiempo, confiamos, y deseamos, profundizar en aquellos conocimientos que nos atraen y que nos transfiguran: la Verdad, el Bien y la Belleza.

Pues, hoy leía en la lectura del Evangelio, cómo Nuestro Señor decía a las muchedumbres la parábola del Sembrador. Y llegada la parte en que las semillas cayeran en terreno pedregoso y quedaran secas porque no tenían raíces, porque la tierra no era profunda, me acordé de vosotros, de vuestro lugar en la web, de vuestros experiencias compartidas. Y reflexioné, y dije: "no vaya a sucedernos a nosotros, gallardos imberbes, lo que les aconteció a los de este terreno pedregoso con la Palabra de Dios. Que, recibiendo la Palabra con tanta alegría, terminan por aflojar a causa de las persecuciones que trae necesariamente el amor a esa Palabra de Vida". En efecto, vosotros, nostálgicos predicadores de esa belleza que salva, seremos perseguidos -y ya lo somos- por buscar denodadamente esta belleza que nos hiere y que nos vuelve loco y que nos deja sedientos con una sed infinita que sólo nos podrá apagar esta misma sed Aquél que es la Belleza Infinita, y que nos salvó, y que se llama Jesucristo.

Hasta pronto, queridos hermanos de esta modesta fraternidad de frikis en potencia. Hasta pronto, amigos gallardos que andan sedientos por el mundo buscando esa Belleza que redime. Hasta pronto, don Virula, don Ojota, don Jema, y todos los demás que se mantienen firmes en esta nostalgia de Lo Eterno, que nos conduce y guía a "verdes praderas". Hasta pronto digo, que no hasta nunca, porque como dice Francisco Luis Bernárdez al final de su memorable poema "estar enamorado":  Es empezar a decir siempre y en adelante no volver a decir nunca.

...y es además, amigos míos, estar seguro de tener las manos puras.



martes, 7 de julio de 2015

Lo Nouminoso

Queridos Frikis, locos para este mundo que intentan meter la cabeza al cielo y no el cielo a  su cabeza,  no poseo  lamentablemente la habilidad de escribir poéticamente como ustedes, pero quisiera compartir lo siguiente.
Me topé el otro día  con algo fascinante, algo que me hizo reflexionar; hay tanto para decir, aunque lo que podría decirse no podría ser ni una ínfima gota en el mar, pero bueno  ahí les va lo que me DESLUMBRÓ. Me encontraba leyendo un libro de Jack, más conocido por C.S. Lewis. Estaba escrito en el libro que toda religión tiene tres aspectos o momentos, y el cristianismo uno más aparte de éstos.  El primer aspecto y último, propio de la religión del cristiano, son los que me dieron para pensar todos estos días. Pero dado a que se puede escribir hojas y hojas de cada aspecto  me limité al inicial.
El primero hablaba de lo nouminoso (en la traducción sale numinoso, pero me tomo la libertad, por interpretación, de que numinoso, por lo que intenta significar Jack, es lo que respecta al Nous griego, intelecto, por lo que considero mejor nouminoso). Lo nouminoso señores no es más que el Misterio. Es aquel sol del mito de la caverna, es la magia mítica presente en la realidad nuestra, lo más vital y real, aquello que es tan vivo por participar de la Vida misma, que no podemos entender completamente, sólo intuirla.  Para este Friki del siglo pasado lo nouminoso es lo “extraño” que suscita “pavor” y “asombro”, que consecuentemente produce “sobrecogimiento”, es decir un “temor reverencial”, el Santo Temor. Santo Temor porque ante tal magnificencia no podemos más que reverenciar. Es como dice él: “la sensación de incapacidad para enfrentarse a tal visitante y la NECESIDAD de postrarse ante él” porque sí, porque tiene sentido hacerlo por ser el Ser que se revela. Últimamente me ha cautivado la belleza de los astros, tanto el de la luz aurea del día, como el de la argenta de la noche, tanto que sentía  poiéticamente un gozo inefable. Creo que para expresar con palabras ese percibir debemos aproximarnos a lo que dijo Evdokimov: “el gozo por sentir la Patria perdida y reencontrada”. Esa Patria  por la cual andamos como errantes en su búsqueda, y por la cual sentimos gozo al ver sus vestigios en la creación encantada con lo divino. Patria perdida por la negación de lo metá-físico, de lo divino.
Sin embargo descubrimos que no se nos ha extraviado completamente cuando vemos sentido en todo lo que existe, cuando nos regocijamos al contemplar un amanecer, o un ocaso, o al oír el suave y dulce sonido de una cascada, o lo magno de un árbol y su tendencia hacia lo alto, esa realidad  brillante, más luminosa que nunca porque reconocemos a la Luz por excelencia presente haciéndola res splendens. Ahí es cuando nos sorprende esa Patria, de la que venimos y a la que vamos, nuestra a w. No sabemos cómo llegar, nos hemos perdido, hemos perdido el principio, y por eso no sabemos a dónde ir, porque el principio es la meta misma. Por eso nos abandonamos al Misterio y confiadamente, o es lo que deberíamos hacer, y he ahí el Camino, el Misterio, que es a su vez el a y w, es el TODO ilimitado, infinito. Y por eso el que no cree en el Misterio no sabe realmente de dónde viene, por dónde debe transitar,  ni adónde debe llegar, no sabe vivir, no es como debería ser o aspirar a ser. Por eso, ¡Oh sagrado y magnífico Misterio! eres nuestro fin, nuestro supremo Bien, no hay porque tenerte miedo, sin embargo me superas en sobremanera por lo que soy incapaz de enfrentarte, no porque seas oscuro, sino por tu sobreabundancia desbordante  de luz que no cesa, que ilumina deslumbrando a este pequeñísimo destello que es casi oscuridad; y ante Ti me postro, te temo, porque como Macbeth dijo por la pluma de Shakespeare: “Mi genio se intimida ante el suyo”. El que contempla con estos ojos el mundo que es bueno,  intuye y sabe que no es un frivolidad en su esencia. La excesiva racionalidad y la superficialidad del vicio y del pecado lo ha hecho frívolo para los que no ven y no quieren ver. Pero la creación, Él vio que era buena, no frívola, porque es su huella, la huella de lo eterno en lo temporal, de lo que no tiene extensión en el espacio. Recordando lo que escribió el orante citando al mismo autor, el Mito se hizo Hecho; se sigue dando cuenta de la paradoja atravesante  en todo lo que es , por la cual se comprueba, sin comprender del todo, la plenitud en lo finito, que produce asombro, ergo sobrecogimiento.
Lewis dice luego: “Puede cerrar los ojos del alma a lo nouminoso, siempre que esté dispuesto a romper con la mitad de los grandes poetas y profetas, con su propia infancia (…)”.  El que haga esto se apartará del Misterio, se engañará creyendo que puede dominarlo, ya no buscará ni su a, ni su Vía, ni su w; en ese caso irá sucumbiendo cada vez más profundo. No perdamos nuestra infancia que da apertura al Nous. El Padre abre sus misterios a los de corazón sencillo, reitera el teólogo Papa Benedicto XVI. Hay que retornar a ese corazón puro de la niñez, ya que los “limpios del corazón son lo que verán a Dios”. El que quiere ver, y como niño, intuye el reino de los Cielos en la tierra, vestigios de la Patria que va siendo reencontrada si permitimos que se nos entrometa mediante un “Fíat”. Un “Hágase”, como el de la humilde servidora que es Reina, que ante el ángel sintió pavor, por eso el “no temas”; y ante tal nouminosidad del que envió al mensajero, “Fíat” con un temor reverencial, siendo receptáculo del Misterio incomprensible. Ojalá podamos ser sumergidos en el encanto de la Belleza misma y reverenciarla por su deslumbrante nouminosidad, para que sea nuestro Camino certero para reencontrar la Patria perdida.



La Turca Salvaje

jueves, 18 de junio de 2015

Los dejo con una frase que puede dar que hablar. A mi particularmente me dejó helado:

"No todo el arte es bueno, bello, profundo, sublime, épico, rotundo, agradable, encantador. En invierno hay uno que carece de todas estas peculiaridades , y es el arte de frío"
Platón 427-347 a. C.

D.R.V.C. 

jueves, 11 de junio de 2015

Sabiduría ancentral.

 


  Don Hilario tenía una abuela, pero no era una abuela cualquiera. Todos en la familia y en el barrio la conocían como "La Norteña", por su tez negra y sus rasgos aborígenes, y, claro, por su ascendencia del Norte. Con la Norteña sucedió el siguiente episodio, que no por breve pierde su gracia, ni por opaco su valor.

  Era un día más de la semana, pero no para Hilario que tenía bien ordenado y contado sus días -o al menos eso intentaba-, sino para la abuela de éste que estaba más allá del tiempo. La Norteña hacía sentir a su nieto, ya no como "viejo", ni siquiera como "pichón", sino como un pigmeo. Hilario no era nada al lado de su nona, y no en el sentido físico -ya que La Norteña era bien petisa y tan negra como el azabache, que parecía un punto oscuro en el espacio-, sino en el sentido espiritual. Pues, esta vieja de innumerables años, tenía una sabiduría exquisita fruto de toda una vida vivida, y por vivida, sufrida. Como decía, en ese día indiferente, tuvo Hilario que pasar a buscar a su "yeya" por su rancho humilde y sencillo. Y al volver a casa de éste, en el glorioso barrio Liquidámbar, sucedió este diálogo memorable e irrepetible.

  Yeya, -pregunta don Hilario para generar una conversación palpitante con su abuela que se hallaba oculta detrás de un bulto enorme de abrigo- ¿por qué es tan ingrata la vida?.
  ¡Nene, nene! ¿Qué estás diciendo? -responde la vieja con firmeza pero no con ira, a las "sandeces" que decía su nieto- La juventud es la flor de la edad. Ningún problema te puede poner mal. No hay que encerrarse en ningún problema porque hace mal. Ni tampoco hay que complicar a la gente en los problemas de uno porque no son nada. Al final, todos los problemas se resuelven en la vida -termina la anciana morena su profundo discurso sobre "la juventud y los problemas".
 
  Tales palabras hechizadas despertaron a Hilario a una realidad tan obvia y simple, que al reflexionar él después estas palabras, se sorprendió al constatar que lograron un efecto renovador en su espíritu. Lo que comenzó siendo una vulgar charla para "hacer rabiar" a la vieja, terminó desembocando en una "lección de vida" imprevista y totalmente gratuita. En efecto, estas palabras fueron "terapéuticas" en el liquidambareño, porque éste estaba atravesando un momento tenebroso en su vida. Ensimismado como estaba en sus pensamientos y divagaciones, lograron los consejos de la abuela sacarlo del abismo mediocre y lúgubre en el que se encontraba. ¿Qué transformación sufrió el de Jesús luego de este hecho singular y cuasi mítico?

  Bien. Siempre disfrutó don Hilario del que sus amigos lo llamaran "viejo", ya por su modo de vestir, ya por sus deseos vetustos, ya por su forma de hablar. Pero siempre, y esto es lo que descubrió con la nona, se estuvo engañando. ¿Por qué? Porque ciertamente que no era un "viejo" don Hilario, sino un joven impetuoso y apasionado, con gran inmadurez y con poca experiencia. ¿Qué sabía de la vida este imberbe sujeto? ¿Cuánta sabiduría podría haber acumulado en tan pocos años? ¿Qué era lo que le agradaba tanto de ese mote -"viejo"- cuando en realidad debería avergonzarlo, ya que era otra cara externa de la antigua soberbia y de la milenaria pereza? Todas estas cosas fue razonando don Hilario, el joven e insensato Hilario, luego de este feliz suceso con La Norteña, la Pachamama cristiana.

  Pero, no todo concluiría en ese primer acto del entremés, sino que faltaba un segundo acto de mayor tensión y de más belleza literaria.

  Yeya, -volvió a preguntar al neo-joven gallardo, que sentía curiosidad y necesidad de volver oír otro proverbio de su legendaria abuela- ¿qué me podes decir de la vida?.
  Muchas gracias, muchas gracias.. -comenzó a recitar en voz alta (era bastante sorda) y como si viniera haciéndolo hace una hora-. Dios mío y Señor mío hazme cada día más buena.. Señor, no soy digna de que entre en tu casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.. Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Amen, amen, amen, amen!!! -termina las últimas palabras con la voz apagada y golpeándose el pecho fuertemente.

  Repito, este espectáculo quizás no llame la atención, quizás algún otro buen gallardo tenga una abuela tan o más religiosa que la de don Hilario que suela repetir tales oraciones, pero para los que no estuvieron presente, sepan que el ambiente se había tornado distinto. El aroma perelándrico que se respiraba, el timbre de voz
anterior a la Caída, el tacto entre manos arrugadas y manos juveniles, todo lo que iba sucediendo cobraba vida, destilaba luz, esparcía energía. Las mismas palabras encerraban un mensaje superior y sempiterno. ¡Qué ciencia la de aquella vieja! ¿De qué cuentos de hadas fue extrapolada tal figura mágica? Preguntas sin respuestas; exclamaciones de corto alcance. Y de repente, don Hilario de Jesús no era ya el mismo, y su abuela sí seguía siendo la misma, la misma vieja fea y frágil de siempre. Y de pronto, las frases del Predicador cobraron vigor en la mente del mozo Hilario:

"Gózate, joven, en tu juventud, y alégrese tu corazón en los días de tu mocedad; sigue los caminos de tu corazón y lo que encanta tus ojos; pero sábete que de todas estas cosas Dios te pedirá cuenta. Destierra de tu corazón las congojas, y aleja de tu carne el dolor. Pues la juventud y los albores de la vida son vanidad". (Ecl.11,9-19)

lunes, 1 de junio de 2015

El arte de cazar.

 


  La tarde caía triste, y no era por el espectáculo cósmico que se presentaba ante los ojos gallardos, sino por una noticia que había caído como rayo en el medio de la mar. Se trataba de Dom Abubba. Éste violinista que domaba su violín al mejor estilo Jimmy con las damas, anunciaba su partida. En concreto, compartía su dicha que era la de poder participar de un prestigioso grupo de músicos, en una gira nacional, durante una cierta temporada indefinida. Y esto era lo que a los románticos sin gala los ponía un poco melancólicos. Porque ciertamente que era una feliz noticia la del pálido Abubba, pero el tema era que no sabían si volverían a verlo nuevamente, en alguna otra Wiskitulia, de esas que tanto le gustaban a él. 
  Como sea, todos los presentes tuvieron que hacer fuerza para que Ella, la Melany, no los cautivara con su encanto y su hechizo. Yo creo que se logró (salvo, bueno, en el inconsistente Virula no se logró). Pero como la mayoría lo lograron, el derrotero de la conversación fue más ligero y hasta lúdico. Tan livianos y alegrones estaban todos, que comenzaron a hablar sobre la mujer. No de ella en sí misma, sino en relación a los machos gallardos. Para ser más claros, el tópico propuesto por -¿y quién si no?- don Ojota Fonsé, fue: "¿cómo conquistar a una dama en el siglo XXI?". El título parecía un poco pedante, y además le faltaba poesía, aunque todos estaban de acuerdo que de ese tema, por mucho que se ha hablado, se ha hablado con inexactitud y hasta con grosería.
  Por eso es que, repito, todos querían hablar de ese tema tan apasionante, pero de otra manera, con una pizca de belleza, o al menos plantearlo de forma novelesca. Así es que se lo ocurrió a don Hilario el siguiente título: "El arte de cazar". Este título se le ocurrió porque varias veces ya había oído a sus amigos mayores -me refiero a el Poeta, a don Pedro el Ermitaño, a don Bulgarov, entre otros- utilizar tal imagen, "la destreza del cazador", para hablar de cómo hay que cortejar a las chinas criollas. Y por azar, o por embriaguez, o no sé qué, a todos les encantó tal nombre para abordar tal tema sugestivo que se desarrolló del siguiente modo.
 

  -Hans!!!, trae más bebidas espirituosas, y mata al chancho Berg y cocínalo para ahora, ya que vamos hablar de un tema palpitante el cual no sabemos cómo ni a qué hora va a terminar -levantó la voz el anfitrión don Abubba, que se sentía extremadamente cómodo y tranquilo en su casa del Santo: lugar bello en medio de la montaña. Hans era su sirvienta, una mujer gorda y de tez blanca, saturada de pecas, que hacía algunos años había venido de Rusia porque su esposo la había abandonado. El Violinista le termina gritando desde la chimenea: -apúrate Hans, si no te cocinaré a ti!!!
  No podría decirse que don Abubba era un indecente, un desubicado o un animal, pero a esas horas de la noche, con muchos tragos encima, con una doble sensación de alegría y de tristeza, y estando en su propia casa, no era para menos su actitud violenta y amenazante. Aunque no implicara que todos sus amigos gallardos estuvieran de acuerdo en el trato feroz que tuviera con Natacha Hans, además sabiendo que esta mujer era de noble estirpe, de la antigua Rusia, y para colmo, anticomunista hasta los huesos. Por esto, interrumpe el delicado Jimmy:
  -Escúchame, si no te tranquilizas, tendré que actuar. Te la has pasado maltratando a...
  -Bla, bla, bla... Al diablo con tu sensiblería barata, Jimmy, el Marica. El dueño de casa pone las reglas, ¿ok? -corta en seco y con aire autoritario don Abubba.
  -Don Abubba querido, no te olvides de tu decencia y de tu alma de artista. No trates así a Jimmy, que encima algo de razón tiene. Pues, así como la belleza salvará al mundo, al buen decir de Fiodor, la violencia destruirá al mundo. Además, íbamos hablar de un tema interesante que a todos nos convocaba, y ya se están olvidando... -sale airoso don Branca que se veía venir una estúpida riña entre el domador de violín y el domador de Ortiz.
  -¡Así es, canejo! -resonó la voz chillona de don Jema Tosso, que observaba todo con suma atención-. Y como disparador, diré lo siguiente: "el hambre hace al cazador".
  -Bravo, querido. Inauguraste esta conversación que se hizo desear. Estoy de acuerdo contigo, y también lo estaría Gandalf si estuviera aquí entre nosotros, diciendo:  ´la necesidad dicta camino´. Porque si no hay un impulso interior, no hace falta salir de caza -dijo Hilario.
  -Claro, si Fortunato aún no llama, porqué salir con la escopeta al hombro a cazar bichos -dijo el dueño de casa, mas no de caza.
 -Empecemos a aclarar la cuestión. "Bichos" es una palabra muy general y muy confusa. Aparte no sería análoga con lo que comúnmente señalan los mundanos como "bichos": chicas feas y fáciles. Pero en esto no hay poesía; al contrario, hay prosa barata y cochina. No es nuestro estilo -apuntó otra vez don Hilario.
  -Estoy de acuerdo con usted, cumpa. Seamos específicos. Hay un bosque en toda caza, y es el lugar de la cacería. En este bosque (y acá sí hay un poco de convencionalismo así se da entender el mensaje que queremos dar) hay sólo cuatro tipos de animales para cazar: el conejo, el jabalí, la gacela y el zorro. El conejo es el más fácil de cazar, y de comer luego. El jabalí cuesta más y llena un poco más el vientre. La gacela ya requiere de una habilidad bastante especial, requiere de sabiduría en el arte de cazar y de algo de experiencia. Y el zorro, es el zorro, animal astuto por antonomasia -apunta con ciencia estudiada don Virula.
  -¡Carambolas!, la teoría se va desarrollando con dinamismo y con puntería. Pienso lo mismo que todos ustedes, pero agregaría algo más. Hay dos formas de cazar, para mí. Una, yendo solo, cual francotirador en la Gran Guerra. Y la segunda, yendo acompañado con algunos colegas cazadores. Ambas tienen su pro y su contra. Pero la primera, indudablemente, es más difícil y requiere de más capacidad -dijo el llavaquero don Ramón, con suficiente experiencia en tal arte.
  -¡Apa! Me gustó lo último, fraile Cardona -dice sorpresivamente don Jema, que no se detiene en el discurso-, ya que todos, supongo, hemos tenido experiencias en ambos ataques hacia la presa. El ir solo tiene su ventaja en cuanto a que podes tomarte tu tiempo, ir a cualquier rincón del bosque sin dar explicaciones, usar el arma que uno quiera (escopeta, flechas, cuchillos.. granadas, etc) y sobre todo, no tenés que preocuparte de la lealtad de tus colegas -termina bajando la voz y llevándose el vaso de licor de chocolate blanco a su pletórica boca.
  -¡Guau!, muy cierto eso de que puedes despreocuparte por la fidelidad de tus colegas cazadores, ya que la experiencia misma dice que hasta tu mejor amigo te puede engañar en una caza nocturna -dispara el melancólico huesudo y mira por encima del hombro al viejo Hilario.
  -Sí, es cierto, es cierto... -balbucea el palio Abubba- pero para mí deberíamos oír, antes de proseguir, el "oráculo de Gustav" para ver qué nos dice al respecto.

  En ese momento se oye desde el fondo del jardín, un silbido etéreo, altisonante, una melodía que ni el músico Cómitre de Tautopía -sumido en sus laberínticos pensamientos- podía percibir.
  -Buenas noches a todos, jojo -saluda con voz gruesa y profunda el anacoreta del Santo-. Escuché que pedían mi auxilio por eso vine de inmediato, jojo. No les voy a decir "miren la clima", jojo, esa frase ya está muy usada en estos pagos, pero lo que sí les diré es lo siguiente: "el Monse siempre tuvo la razón". Jojo, eso es todo, ahora me vuelvo a mi ermita. ¡Aleluya! -y así como entró, se fue. Nadie pudo retenerlo un rato más en el recinto. De hecho quisieron atraparlo, pero despareció dejando tinieblas... 

  Cuando las oscuridad se disipó, todo el mundo tomó aliento para seguir con la conversación, aunque ninguno tenía verdadero ánimo de seguir. La presencia del mítico Gustav había cambiado el humor de todos los presentes. Simplemente se animaron algunos a agregar un poco más de información al respecto (aunque tal vez siguieron hablaron del mismo tema, y hasta concluyeron con éxito, pero tal información no ha quedado registrada en ningún lugar). Ya era de noche, y la luna llena se asomaba como para sumarse a la críptica plática.

  -Hablaron, y comparto, las ventajas que tiene el hecho de ir solo, pero también es muy peligroso ir solo. Pues, qué pasa si aparece un gran zorro en el camino, o algún otro tipo de animal que proviene de otro bosque contaminado, o si tal animal termina venciendo al cazador y éste no puede pedir ayuda. Se complica la cosa. En cambio, fíjense, ir con amigos cazadores evitaría cualquiera de esos peligros. Detectarían bien la presa, ya que van en una camioneta  bien equipada, con grandes faroles. Vas protegido, y si no sos ducho en tal arte, podes pedir consejo -irrumpe el Joven Escritor, tomando datos en su libretita desde que llegó.
  -Si, pero, si vas acompañado, tenés que elegir muy bien con quién. Porque sino, algo dijo ya el ruludo, pero te puede aconsejar mal que el que te acompaña en el acoplado, el que maneja puede guiarte por el mal camino, el que lleva la luz te puede alumbrar un zorro y no una gacela, el que te lleva las municiones puede tirarlas en el camino o hasta puede quitarte el arma misma... -avanzaba el negro Fonsé.
  ¡Qué pesimista, ojón! -le responde don Branca-; pero así como tirás negativas, también te puede auxiliar un buen cazador, y dejarte media muerta alguna presita. ¿Y ahí qué me decís?
  -Eh, puede ser, puede ser... -responde el morocho un tanto confuso.
  -O sea, no es moco de pavo ir cazar. Tenés que ser prudente, circunspecto, inteligente, ágil. Aventurero y explorador... -iba resumiendo Jimmy que tanto sabía de este arte, ya que una gacela lo esperaba en su hogar.
  -Sí, y tener buen gusto y saber esperar. Porque hay algunos que se conforman con minucias, es decir, con conejitos. Otros van por más, pero el hambre devorador les termina ganando y se quedan con el jabalí. Pero están los que tienen buen gusto y esperan una elegante gacela, para disfrutarla solito -afina el anterior comentario, el casi borracho don Abubba.
  -Jeje, qué curioso pero a la vez qué obvio eso de disfrutar "solito" la presa. Porque, claro, uno piensa que la presa que se caza luego se la comparte con los amigos cazadores en el club de los cazadores, pero error. Ya sea que vayas solo o acompañado, tu presa es tu presa y no se comparte con nadie. Y en esto creo que están todos de acuerdo. No se trata de ser egoístas, para nada, se trata del hambre del cazador, como decíamos al principio, y esta regla si no se comprende bien desde el primer instante, es decir, antes de salir a cazar (en el club), puede traer malas consecuencias. Porque si hay un cazador que está disfrutando de su gacela, no puede su colega tener celos, y menos que menos, robarle una patita. Acá hay que tener ojo al piojo porque está en juego la continuidad de tal cazador en el club de los cazadores. Y tampoco hay que despreciar al que mastica con brutalidad un diminuto conejo, porque de tal cazador tal cacería -finaliza el viejo Hilario, el mismo que había rotulado tal charla con el mote de "el arte de cazar".

  Muchos interrogantes quedaron en las mentes y en los corazones de los gallardos presentes, pero mucho ya se había hablado y discutido al respecto, que el Silencio ya reclamaba su presencia con urgencia. Asique todos callaron, prendieron sus chalas y llenaron sus gargantas de licores variados. Y aún se podía oír en lontananza el rumor de Gustav.
 

 
 
 






















 

domingo, 24 de mayo de 2015

Tido, el sinsén



Despues de haber estado recolectando la mas de 900 especies de hormigas que existen en el mundo, Don Ramon Valdez de Cardona retoma la pluma, el cincel, el pedazo de arbol industrializado que muchos llaman papel o peiper en ingles. Y como un dique que ha estado juntando lluvias de palabras, ha abierto las compuertas para que salgan sin freno y sin él, sin Tido, el sinsén.

EL LLAVAQUERO VALIENTE (Anonimo 1746, 29 de febrero, Priva mera, feriado)

En cierto siglo sapado,
como en el equis palo vé (XIV)
se entroncaba un llavaquero,
que si bien era bueno
muchos decian era malo.

Mas si no puediera ser
que fuera él el tipo
que te rascara a la cinpresa
de las rasgas del gradon

Un dia vullioso de retoño
el llavaquero fue al tasquillo
armado de su dos que eran
su pada y su cudo
a enfrentar al gradon huesudo
y te rascar a Marta, la cinpresa.

Pero se olvido de su rapaguas
y su porra que era de lana
con el agua se enjoquia
llegando al tasquillo
como un arrollado de tabambre
el gradon matao de hambre
de un bodaco se lo morfó

Y asi fue como para muchos
terminó esta jatrica historia,
porque asi terminó
Nunca se puso nada del gradon, 
y de Marta, la cinpresa
Que tipo el llavaquero...

Dato historico: desde ese momento de la historia, fué que a toda prenda se le empezó a poner etiqueta
.




domingo, 17 de mayo de 2015

Don Hilario y los Rezantes.


 
  Así como había comenzado la Cuaresma -tan aguafiesta ella-, así también quería terminar este tiempo con otro retiro. Más exacto, quería vivir don Hilario con intensidad el Triduo Pascual. Aunque, si la última retirada al desierto terminó siendo extravagante y llena de rarezas, esta vez sería aún más extraña e impactante. Esta vez, el anacoreta barbudo, se retiró bien lejos de la city, para poder concentrarse totalmente en los misterios más importantes del Cristianismo: la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. En efecto, se encontraba en un valle fértil y hermoso, a unos noventa kilómetros de su humilde barrio Liquidámbar. El valle era conocido con el nombre de Usco. Y así fue nomás, que este viejo solitario, pudo pernoctar en una sierra de Usco, para entregarse a la oración. Sin embargo, iba a ocurrir lo imprevisto, lo que no estaba en la mente del anacoreta liquidambareño.



  Pudo instalarse en un arroyo seco, y dentro de todo, cómodo. Mientras iba a buscar leña, para proveerse de un fueguito a la noche, alcanza a vislumbrar una Fortaleza antigua, y a un tiro de piedra de esa gran Fortaleza, un Santuario enorme edificado para la Gloria de Dios. Hilario ve esto, y se queda completamente atónito, pero esto no era nada comparado con lo que vería más tarde. Se abren en ese instante, las puertas de este Alcázar inhóspito, y sale desde dentro una carruaje con cuatro caballos bien fornidos y bien hermosos. El carruaje pasa a gran velocidad por las narices del viejo Hilario y no atinó a parar para observar al viandante misterioso. Lleno de polvo queda el viejo debido al galope brusco de las bestias sobre la calle de tierra.


Este se sacude, y se lanza a inspeccionar ese sitio tan encantador y tan misterioso. Logra observar a lo lejos un lago con agua clara, por allá unos gigantes árboles de múltiples colores, más acá un arroyo cristalino. A su paso se encontraba con toda clase de aves y de bichos. Y sin notarlo, se encontró rodeado de viñas, hartas de uvas violetas. Ese lugar verdaderamente estaba hechizado y uno podía tranquilamente percibir la presencia de Alguien que protegía ese lugar y que lo mantenía mágico. Cruzando las viñas, pudo ver fácilmente un campamento. Sí, un espacio lleno de carpas desperdigadas, al amparo de largos y frondosos álamos. ¿Qué era todo eso?

   
   Bien. Mientras alcanzaba su pipa Feli, la única que le quedaba, una figura extraída de los cuentos de hadas se le acerca al barbudo para interrogarlo. Tal figura era singular: una túnica áspera, color tierra, que le cubría el cuerpo entero, ceñido por un cinto ancho, del mismo color que la túnica. El porte de esta figura era grandilocuente. Lo llamaban en el valle de Usco: el Señor de los Penduleos. Como decía, interrumpe este sujeto al viejo Hilario con las siguientes palabras:

  -¿Con que ha caído de bruces en este vergel mitológico? -le pregunta el hombre corpulento en un tono calmo y claro.

  Repasa en su mente el viejo peregrino, palabra por palabra, para no contestarle una barbaridad, a tal transeúnte extraordinario. Y así fue que le respondió:

  -Así es, mi señor...

  -¡Athonita! -le contesta rápidamente el de la túnica marrón, y prosigue:- No se asuste por todo lo que se le presenta a la vista. De a poco se va a ir enterando de todo: del lugar donde está parado, de quiénes somos, por qué estamos acá, etc... Por ahora le ruego, si Ud. lo desea, a quedarse unos días con nosotros, que también queremos vivir intensamente los Días Santos de nuestra religión católica -finaliza su invitación cortés.

  Se asusta el de barbas negras porque pensó que el nuevo sujeto que estaba conociendo le estaba leyendo la mente.

  -Como lo veo intranquilo -continúa la presentación el Athonita-, debe saber que nosotros (yo y mis hermanos que visten igual que yo) somos una familia que se dedica a alabar y servir a Dios todo el día, todos los días, hasta la muerte. Lo hacemos mediante el trabajo y la oración. Nos llaman: los Rezantes. Y los jóvenes que ve son amigos de nosotros que vienen aquí con el mismo fin que Ud."

  Traga su saliva el viejo, yendo en contra de los códigos de cortesía, y comienza a hablar, despacio:
 
  -Muchas gracias, don Athonita, es Ud. muy amable. Déjeme que busque mis cosas, al otro lado de la sierra, y enseguida vuelvo para instalarme en este campamento de.. ¿eremitas?".

  -Algo sí, algo sí... Pero, vamos de a poco, mi querido...

  -Ah, Hilario, don Hilario de Jesús es mi nombre -contesta apresurado el viejo, que al lado del otro hombre robusto, era tan solo un pichón.

  Este sería el inicio de un relación que duraría para siempre, pero que sin embargo exigiría un libro grueso para plasmarla con lujo de detalles.
      Mas eso no quita que anote algunos hechos notables del retiro vivido en aquellos "días borrachos". Sí, efectivamente el cronos estaba embriagado, y el sol jugaba a las escondidas. Pudo el viejo descubrir entre esos jóvenes, a sus amigos Misticongos, que conocían este sitio misterioso desde hacía algún tiempo, pero que nunca se atrevieron a revelárselo a su amigo viejazo.



Éstos, le informaron al viejo Hilario un poco más acerca de dónde se encontraba y quiénes eran esos tales "Rezantes". Se enteró, por ejemplo, de que al Jefe de esa tribu lo llamaban: "Papi", por cariño y por respeto. Lo que sí, nadie sabía de dónde provenía Papi, y algunos sospechaban que tenía más de cuatrocientos años. Rumores, nada cierto hasta entonces. También se enteró, y esto sí lo comprobó el viejo con sus propios ojos, de las artesanías que hacían estos humanos irrepetibles. Y todo lo que hacían era bello y rico. Aunque Hilario reclamaba en voz baja, diciendo: "Acá faltan pipas bien talladas, con un buen tabaco; también faltan cervezas caseras; y, ¡cómo no!, unos deliciosos whiskys." Pero claro, él allí no podía opinar. Y algunos cosas más sucedieron, dignas de anotar, pero que harían al escrito algo denso.



   Aunque sí es digno y feliz de relatar cómo terminó aquel retiro singular. Sucedió que, en la noche de la Vigilia Pascual, terminada la misa, todo los tradihippies se dirigían a un modesto salón para tomar suculentos vinos y comer manjares poderosos en el Ágape de la Resurrección. En efecto, Cristo ha resucitado, y los corazones de todos los presentes estaban exultantes e hinchados de gozo y alegría. Mucho se tomó esa noche, otro tanto se comió, y qué decir de las risas que hacían de ese yermo silencioso, un lugar lleno de sonidos puros y celestiales: una verdadera fiesta cristiana. En fin, mucho júbilo había en tal momento gozoso, y en el interior de don Hilario, Ángeles cantaban con gran alborozo. Todo era maravilloso. Y el Cielo, efectivamente, se había traslado a la Tierra; e Hilario pudo comprobarlo.