miércoles, 22 de mayo de 2019

Simplemente no te metas...



Simplemente no te metas. La Trinidad se encarga. "Pero es que..." "Pero ¡nada! Solo Dios basta." "Lo olvidaba..."

Desde mi muerte columbro una sola respuesta a todos los interrogantes de mi vida: la CONFIANZA.

Dos cosas hacen falta y son las únicas necesarias: FE y CRUZ. Aquí está todo, se resuelve todo. De aquí brota la luz y el calor para vivir... vida de Dios.

Mi lugar en el mundo siempre estuvo -y está- en la cruz; en Tú Cruz: desde aquí vivo, me muevo, existo y soy. Bajarme no puedo. Subir más es imposible. No hay otra opción. Sólo extender los brazos. Abrirme, dejarme, y mirar al Padre. Y esperar el día de la Resurrección. He aquí toda una guía de acción. He aquí la Pasión. Eso es la vida cristiana, y no otra cosa. Locura para los paganos. Va de vuelta: locura para los paganos. ¡Bendita locura que nos mantiene en pie!

"¡MÍRAME!", me grita Dios. ¿Hay algo que se le escape...? Pensamientos intrusos, torpísimos y tormentosos, que me desorientan... Pero la culpa es mía, siempre.

Es siempre la PAZ de Cristo, que nos da y nos deja, lo que cuenta, lo que está en juego, cualquiera sea la situación, el estado de vida, las circunstancias. Paz que va más allá de mí, que está más adelante, que va al fondo de mi ser; paz que me atraviesa y me engolfa enteramente.

Con o sin mujer, mientras ore, no Te perderé de vista. Perderte de vista... ¡ay, calamadidad moderna, problema tan hodierno!

Ir directamente a Ti es mi único fin. ¿Cómo? Viéndote.

Me devoraste y fui devorado y me seguirás devorando y ya nada ni nadie me sacará de Ti. ¿Que "Dios no pide tanto"...? ¡Desgraciado! Lo único que pide es que te dejes ser devorado por Él, consumido por Su fuego. El camino del corazón está en la zarza ardiente. Mi corazón pertenece a la zarza ardiendo; de allí sale y allí ha de permanecer... encendido.


4 comentarios:

  1. Cuánta razón encierran sus palabras, excelentísimo Don Hilario. Es, en verdad, muy difícil la confianza en la providencia. Pues, nos hemos alejado demasiado de nuestro Padre.

    Le propongo charlar el tema con una cervecita y, tal vez, tabaco de por medio. Y, por otro lado, le suplico, escriba una segunda parte con remedios contra este mal que aqueja al mundo.

    Abrazo desde el Mar Desconocido.

    El Corsario Negro.

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    1. A su servicio, aguerrido Corsario. No obstante, más sabe un marinero de mar -como Ud.- de confianzas en estrellas titilantes cuando todo parece sucumbir en la oscuridad más negra.
      Desde la cubierta de mi nave lo saludo gallardamente.
      H.

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  2. Realmente anonadado con su escrito Don Hilario,no encuentro yo, cosa más bella que la verdadera conciencia del hombre como hijo de Dios y la muerte a sí mismo como consecuencia. El refugiarse y vivir de acuerdo a esto, es deleitadora dulzura y fascinante luminosidad. Porque es en la sombra de esa muerte donde comprobamos que realmente brilla el sol.
    Me ha inspirado en el deseo de abandonarme una vez más y de recordar cuanto quiere Dios que esto pase.
    Gracias y más gracias!
    Atte. El hombre del sillón

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  3. Quien pudiera, Don Hilario, ser como un niño que no hace ni dos pasos sin antes voltear a ver si su Padre lo ampara. Quien pudiera estirar los brazos hacia al Protector luego de cada caída. Quien pudiera reconocerse pequeño, ¡hacerse como niño!
    Por lo tanto sigamos volviendo el rostro al Padre que, lo busquemos o no, está y espera. Siempre espera.

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