miércoles, 8 de mayo de 2019

Una noche en la taberna del Fader








¿No te avergüenzas de preocuparte de cómo tendrás las mayores riquezas y la mayor fama y los mayores honores, y, en cambio no te preocupas ni interesas por la inteligencia, la verdad y por cómo tu alma va a ser lo mejor posible? -Apología de Sócrates (Pág. 17-18).


     Ya se intuía, hace más de dos mil años, un mal silencioso y solapado que acarreaba el alma hacia el fondo de un abismo. -¡Qué increíble y extraordinario es el hecho de que un mal que acontecía hace más de 2500 años siga atacando actualmente! ¡Y a veces no nos percatamos! ¡Muchas veces!- pensaba melancólicamente para sus adentros Don Calixto. Luego de llenar una copa de vino y tomar con su mano una pipa europea dijo en voz alta -¡Cómo desearía no estar solo en esta velada!- y con una mueca en el rostro como cuando a uno lo apena un tema en particular encendió su pipa tallada por ángeles provenientes de República Checa.
Puff! Paff! Eehhh!- de pronto se escuchó un golpe y la vieja taberna del Fader se llenó de incienso. Entre el humo apareció un personaje particular, con boina en mano y su bolsito turco de tabaco. ¡Era el manchita, Don Ábila, el políticamente correcto! -¡Medina! ¿Cómo le va?- dijo a viva voz el del Godoy.
-Manchita, grato es para mi alma que usted esté aquí presente. Una amargura comenzaba a apoderarse de mis pensamientos, y creo que hasta peor, estaba empezando a invadir mis entrañas. ¡Bienvenido!- y señalando a la mesera con la cortesía que se merece, Don Medina le indicó que bajara a la cava y trajera un Cabernet Suavignon 2009. La bodega no importaba, no existía un mal vino en esa taberna.
Muy silenciosamente, Don Ábila se acomodó y empezó a armarse un cigarrillo. Mientras realizaba esa dedicada labor  interrogó -¿Qué sucede amigo mío? No me diga que se separó de su china.
-No no, en absoluto. No sé cómo expresarlo, me retiene un nudo en la garganta. Hace varios meses que ando vagando solo las viñas cerca de mi campo sin horario de regreso. Allí suelo andar…
La voz de Don Calixto se detuvo, se vio interrumpida por la llegada de dos personajes muy peculiares. Habían ingresado a la taberna sin pedir permiso ni golpear, realizando un estruendoso ruido. Luego de eso, siendo melancólicos los dos, pidieron las respectivas disculpas por la entrada imprudente.  A veces el fervor interior no puede controlarse.
Don Camilo, el de siestas interminables!¡Melanchólicus L. Redemptus, el de extenso vocabulario pero carente de él cuando quiere cautivar una elfa!- vociferó el de la Mancha -¿qué los trae por estos pagos?
-Amigos, me pasó algo extraordinario. Estaba en el balcón de mi estancia contemplando el atardecer bajo mis viñedos cuando, sin preámbulo, se posó sobre la baranda de raíz de nogal, un pájaro azul. Estaba un poco mojado y cansado. Al momento empezó a hablar, me dijo que Don Calixto me necesitaba- expresó Don Camilo mientras situaba su esbelta guitarra, llena de sentimientos y recuerdos.
-Yo estaba sentado en mi sillón de terciopelo combinado con cuero, leyendo al lado de la chimenea frente a la gran biblioteca. Luego mi sirvienta me dijo que Don Camilo estaba afuera, necesitando mi presencia con urgencia- agregó el Melan mientras se acariciaba su frondosa barba.
-Siéntense, pónganse cómodos- ordenó amablemente Don Calixto. Mientras los suyos se instalaban indicó al cantinero que encendiera el fuego y cocinara unas entrañas acompañadas de una ensalada criolla.
-Adláteres míos, estoy muy apenado. Mi alma está vacía, como árida. Es difícil de explicar, ténganme paciencia- empezó a relatar el Medina.
-¿Se siente con una sequedad espiritual acaso?- preguntó Don Ábila.
-Si si, va por ahí la cosa- respondió Don Calixto -siento que he perdido el hábito de contemplar un bello atardecer, escuchar una buena zamba o hacer una obra de caridad.
-¡Ay Medi! ¿Cómo no entenderlo? A mí me ha sucedido lo mismo. Largos meses sin escribir o siquiera leer. Es una tortura, no se la deseo a nadie- dijo el di Benedetto con cierta melancolía en la voz.
Se hizo un silencio largo, se sirvieron copas de vino. Se encendieron pipas y cigarros. Una línea gruesa de angustia empezó a reinar en el ambiente. La música dejó de sonar y empezó a venirse abajo el cielo bajo la forma de una tormenta. Nadie se animó a esbozar ningún discurso, sabían que el tema era delicado y que estaban hablando del alma de un amigo.
Tomando valor el melancólico-colérico expresó -estoy indignado, este mundo y esta vorágine está descontrolada. Hace perder la belleza de las cosas. Por ejemplo uno puede estar viendo una película en la televisión y al llegar el momento de la propaganda, 9 de cada 11 de éstas están dirigidas al cuerpo. Las arrugas, las celulitis, los músculos, el pelo lacio, y un sinfín de etc.- sentenció.
-¡Sí! Es verdad. Estamos inmersos en un ambiente que lo único que importa es el bienestar del cuerpo. De lo fugaz, de lo mortal…- agregó Don Ábila.
Pensativo mirando un cuadro de la República Argentina, casi con una lágrima en los ojos, Don Camilo interrogó en voz alta -¿Estamos perdidos? ¿Existe alguna solución? Basta con llegar el lunes a cursar y escuchar las noches de boliches y de mala borrachera de nuestros compañeros. Lo único que nos plantea el mundo es el placer y el mínimo esfuerzo. ¿Cómo hacer para que esto no nos afecte? No quisiera caer en desesperanza pero no puedo ver.
En ese instante se arrimó con cautela el cantinero con una tabla de cedro paraguayo debajo de un magnífico e inigualable trozo de entraña.



-Menos mal- dijo el Medina- ya me estaba por poner a lagrimear. La buena comida siempre hace bien. ¡Gracias!- y siguió -Esto me recuerda a lo que Sócrates les espetaba a los atenienses “¿por qué os preocupáis, atenienses, por las riquezas y el cuerpo; y no os preocupáis por el bien de su alma?”- en este punto, se pudo notar en la voz de Calixto un tinte de resignación.
-Así es, bien has dicho.
Todos quedaron taciturnos, perplejos. La columna de roble oscuro junto a la mesa se había transformado, de pronto, en un anciano. Era alto y flaco, con una mirada perdida y poseedor de una sutil barba blanca. Acompañado de una larga pipa traída específicamente de la comarca. El viejo prosiguió:
-Soy Dr. Macchianot, no se asusten. Ustedes me han llamado con sus lamentos. Por favor Camilo, sírvame un poco de vino.
Tembloroso, como cuando una elfa te habla por primera vez en la secundaria, Camilo le sirvió un poco. Mientras le acercaba la copa le preguntó con enojo en la voz -¿quién eres y por qué estás aquí? ¿No te das cuenta que estás interrumpiendo nuestro momento “melan”?
-¡Don Camilo, no te comportes como un cerdo!- gritó el de la Mancha -por algo dice que lo hemos llamado.
-Estimados y dramáticos melans, he venido porque los he estado escuchando un largo rato y quisiera, con la experiencia y sabiduría que los años me han brindado, contarles un par de “claves” para no caer en el juego del mundo- expresó cordialmente el Dr.
Hubo un expectante silencio, pues llegaba el cantinero con otra tabla de entrañas con un poco de limón.
-Gracias “Gordo”- dijo Medina a su fiel cantinero y parrillero.
-Queridos míos- comenzó su discurso Dr. Macchianot, en este punto su voz tuvo un vuelco y se transformó en algo de verborragia -las elecciones que hagan ustedes cada día van a ir conformando la conciencia de su alma. Imagínense la conciencia como un cristal por el cual uno ve la realidad. ¿Qué pasa si ese cristal está manchado, sucio?
-No se puede ver- dijo el Melan Redempthus.
-¡Exacto! Y lo que hace que ese cristal se manche son nuestras acciones malas. Una vez que elegimos el mal, cada vez se nos hace más fácil elegir el mal y por ende, más difícil hacer el bien.
-¿Cómo podemos hacer el bien en este mundo donde no hay felicidad?- interrogó el Calixto, un tanto agobiado.
Encendiendo su pipa que se había apagado, Macchianot respondió -Que bueno que hayas traído el tema de la felicidad en esta conversación, pues el bien y la felicidad van de la mano. El bien supremo es la FELICIDAD. El bien se desea y se atrae. La conciencia limpia (con cierta inocencia, alejado del pensamiento mundano) es lo que nos va a ir mostrando si algo es bueno o malo- tomó una bocanada de humo y siguió -La elección del bien hace que uno VEA bien. El que busca el bien y empieza a practicarlo, comienza a degustar la felicidad. La elección del bien me lleva a ser bueno y eso me llevará, por medio de elecciones, a la felicidad. Y como decía un sabio: “En esta vida prestada, el buen vivir es la llave, quien busca ser bueno sabe y el que no, no sabe nada.”

Luego de decir estas palabras, largó el humo de su pipa por la boca y se desvaneció.



Don Calixto Medina

3 comentarios:

  1. ¡Siempre estimado y muy querido Don Calixto!
    Pocas lugares en Cuyo tienen los toques pintorescos de aquella Taberna. ¡Si se habrá reído, llorado y tomado buenos vinos por el Fader!
    Cuanto regocijo me da el ver que vuelca otro de sus escritos por este barco. Muy a su estilo: llenos de melancolía y consejos. Y otra vez con detalles algo indescifrables, sea aquel pajarito azul o un viejo que aparece desde una columna. El comité de los domingueros ya ha tomado nota del asunto para sacar algunas dudas en la próxima reunión.
    Sabio es el contenido al final del texto; más bien le ruego que retome la pluma para ahondar más en esa idea de quien persigue el bien, obra bien y ve con claridad. Siento que puede desarrollarlo aún más.
    Un enorme abrazo querido Medina, espero que la Taberna nos reúna nuevamente.
    El de la Mancha

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  2. Don Calixto, ¡qué grato verlo otra vez en la barca! Como siempre ud. sorprendiéndonos con sus escritos llenos de sus "toques" originales y propios.
    Mi memoria se refresca al recordar tal noche, tales episodios acontecidos y tal pedazo de entraña (imposible olvidarla).
    Ciertamente no todo está perdido, aunque parezca que la oscuridad y la niebla ya se hayan vuelto tan densas que la luz cada vez se escurre menos, siempre la Verdad permanece firme, siempre el camino está bajo y frente a nuestros pies; la Fe es nuestra guía, la Esperanza nuestro combustible y el Amor es nuestro camino.
    Le mando un cálido abrazo,
    Camilo

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  3. Carísimo Medina, aquí le dejo mi comentario trasnochado... No será extenso ni agudo. Será "espartano", como me enseñó precisamente el Dr. Macchianot. En síntesis, agradable su composición y jugosas las reflexiones que trae. No dejen de reunirse en el bar de Fader los pequeños dinosaurios, y de vez en cuando, chíflenle a los dinos más viejos para sumarnos en sus vagabundeos románticos.
    Sin más. Suyo,
    Hilario.

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