¿No te avergüenzas de preocuparte de cómo tendrás las mayores riquezas y la mayor fama y los mayores honores, y, en cambio no te preocupas ni interesas por la inteligencia, la verdad y por cómo tu alma va a ser lo mejor posible? -Apología de Sócrates (Pág. 17-18).
Ya se intuía, hace más de dos mil años, un
mal silencioso y solapado que acarreaba el alma hacia el fondo de un abismo. -¡Qué
increíble y extraordinario es el hecho de que un mal que acontecía hace más de
2500 años siga atacando actualmente! ¡Y a veces no nos percatamos! ¡Muchas
veces!- pensaba melancólicamente para sus adentros Don Calixto. Luego de llenar
una copa de vino y tomar con su mano una pipa europea dijo en voz alta -¡Cómo
desearía no estar solo en esta velada!- y con una mueca en el rostro como
cuando a uno lo apena un tema en particular encendió su pipa tallada por
ángeles provenientes de República Checa.
Puff! Paff! Eehhh!- de
pronto se escuchó un golpe y la vieja taberna del Fader se llenó de incienso. Entre
el humo apareció un personaje particular, con boina en mano y su bolsito turco
de tabaco. ¡Era el manchita, Don Ábila, el políticamente correcto! -¡Medina!
¿Cómo le va?- dijo a viva voz el del Godoy.
-Manchita, grato es
para mi alma que usted esté aquí presente. Una amargura comenzaba a apoderarse
de mis pensamientos, y creo que hasta peor, estaba empezando a invadir mis
entrañas. ¡Bienvenido!- y señalando a la mesera con la cortesía que se merece,
Don Medina le indicó que bajara a la cava y trajera un Cabernet Suavignon 2009.
La bodega no importaba, no existía un mal vino en esa taberna.
Muy silenciosamente,
Don Ábila se acomodó y empezó a armarse un cigarrillo. Mientras realizaba esa
dedicada labor interrogó -¿Qué sucede
amigo mío? No me diga que se separó de su china.
-No no, en absoluto. No
sé cómo expresarlo, me retiene un nudo en la garganta. Hace varios meses que
ando vagando solo las viñas cerca de mi campo sin horario de regreso. Allí
suelo andar…
La voz de Don Calixto
se detuvo, se vio interrumpida por la llegada de dos personajes muy peculiares.
Habían ingresado a la taberna sin pedir permiso ni golpear, realizando un
estruendoso ruido. Luego de eso, siendo melancólicos los dos, pidieron las
respectivas disculpas por la entrada imprudente. A veces el fervor interior no puede
controlarse.
-¡Don Camilo, el de siestas interminables!¡Melanchólicus L. Redemptus, el de extenso vocabulario pero carente
de él cuando quiere cautivar una elfa!- vociferó el de la Mancha -¿qué los trae
por estos pagos?
-Amigos, me pasó algo
extraordinario. Estaba en el balcón de mi estancia contemplando el atardecer
bajo mis viñedos cuando, sin preámbulo, se posó sobre la baranda de raíz de
nogal, un pájaro azul. Estaba un poco mojado y cansado. Al momento empezó a
hablar, me dijo que Don Calixto me necesitaba- expresó Don Camilo mientras
situaba su esbelta guitarra, llena de sentimientos y recuerdos.
-Yo estaba sentado en
mi sillón de terciopelo combinado con cuero, leyendo al lado de la chimenea
frente a la gran biblioteca. Luego mi sirvienta me dijo que Don Camilo estaba
afuera, necesitando mi presencia con urgencia- agregó el Melan mientras se
acariciaba su frondosa barba.
-Siéntense, pónganse
cómodos- ordenó amablemente Don Calixto. Mientras los suyos se instalaban indicó
al cantinero que encendiera el fuego y cocinara unas entrañas acompañadas de
una ensalada criolla.
-Adláteres míos, estoy
muy apenado. Mi alma está vacía, como árida. Es difícil de explicar, ténganme
paciencia- empezó a relatar el Medina.
-¿Se siente con una
sequedad espiritual acaso?- preguntó Don Ábila.
-Si si, va por ahí la
cosa- respondió Don Calixto -siento que he perdido el hábito de contemplar un
bello atardecer, escuchar una buena zamba o hacer una obra de caridad.
-¡Ay Medi! ¿Cómo no
entenderlo? A mí me ha sucedido lo mismo. Largos meses sin escribir o siquiera
leer. Es una tortura, no se la deseo a nadie- dijo el di Benedetto con cierta
melancolía en la voz.
Se hizo un silencio
largo, se sirvieron copas de vino. Se encendieron pipas y cigarros. Una línea
gruesa de angustia empezó a reinar en el ambiente. La música dejó de sonar y
empezó a venirse abajo el cielo bajo la forma de una tormenta. Nadie se animó a
esbozar ningún discurso, sabían que el tema era delicado y que estaban hablando
del alma de un amigo.
Tomando valor el
melancólico-colérico expresó -estoy indignado, este mundo y esta vorágine está
descontrolada. Hace perder la belleza de las cosas. Por ejemplo uno puede estar
viendo una película en la televisión y al llegar el momento de la propaganda, 9
de cada 11 de éstas están dirigidas al cuerpo. Las arrugas, las celulitis, los
músculos, el pelo lacio, y un sinfín de etc.- sentenció.
-¡Sí! Es verdad.
Estamos inmersos en un ambiente que lo único que importa es el bienestar del cuerpo.
De lo fugaz, de lo mortal…- agregó Don Ábila.
Pensativo mirando un
cuadro de la República Argentina, casi con una lágrima en los ojos, Don Camilo
interrogó en voz alta -¿Estamos perdidos? ¿Existe alguna solución? Basta con
llegar el lunes a cursar y escuchar las noches de boliches y de mala borrachera
de nuestros compañeros. Lo único que nos plantea el mundo es el placer y el
mínimo esfuerzo. ¿Cómo hacer para que esto no nos afecte? No quisiera caer en
desesperanza pero no puedo ver.
En ese instante se
arrimó con cautela el cantinero con una tabla de cedro paraguayo debajo de un
magnífico e inigualable trozo de entraña.
-Menos mal- dijo el
Medina- ya me estaba por poner a lagrimear. La buena comida siempre hace bien.
¡Gracias!- y siguió -Esto me recuerda a lo que Sócrates les espetaba a los
atenienses “¿por qué os preocupáis,
atenienses, por las riquezas y el cuerpo; y no os preocupáis por el bien de su
alma?”- en este punto, se pudo notar en la voz de Calixto un tinte de
resignación.
-Así es, bien has dicho.
Todos quedaron
taciturnos, perplejos. La columna de roble oscuro junto a la mesa se había
transformado, de pronto, en un anciano. Era alto y flaco, con una mirada
perdida y poseedor de una sutil barba blanca. Acompañado de una larga pipa
traída específicamente de la comarca. El viejo prosiguió:
-Soy Dr. Macchianot, no se asusten. Ustedes
me han llamado con sus lamentos. Por favor Camilo, sírvame un poco de vino.
Tembloroso, como cuando
una elfa te habla por primera vez en
la secundaria, Camilo le sirvió un poco. Mientras le acercaba la copa le
preguntó con enojo en la voz -¿quién eres y por qué estás aquí? ¿No te das
cuenta que estás interrumpiendo nuestro momento “melan”?
-¡Don Camilo, no te
comportes como un cerdo!- gritó el de la Mancha -por algo dice que lo hemos
llamado.
-Estimados y dramáticos
melans, he venido porque los he estado escuchando un largo rato y quisiera, con
la experiencia y sabiduría que los años me han brindado, contarles un par de
“claves” para no caer en el juego del mundo- expresó cordialmente el Dr.
Hubo un expectante
silencio, pues llegaba el cantinero con otra tabla de entrañas con un poco de
limón.
-Gracias “Gordo”- dijo
Medina a su fiel cantinero y parrillero.
-Queridos míos- comenzó
su discurso Dr. Macchianot, en este punto su voz tuvo un vuelco y se transformó
en algo de verborragia -las elecciones que hagan ustedes cada día van a ir
conformando la conciencia de su alma. Imagínense la conciencia como un cristal
por el cual uno ve la realidad. ¿Qué pasa si ese cristal está manchado, sucio?
-No se puede ver- dijo
el Melan Redempthus.
-¡Exacto! Y lo que hace
que ese cristal se manche son nuestras acciones malas. Una vez que elegimos el
mal, cada vez se nos hace más fácil elegir el mal y por ende, más difícil hacer
el bien.
-¿Cómo podemos hacer el
bien en este mundo donde no hay felicidad?- interrogó el Calixto, un tanto
agobiado.
Encendiendo su pipa que se había apagado, Macchianot
respondió -Que bueno que hayas traído el tema de la felicidad en esta
conversación, pues el bien y la felicidad van de la mano. El bien supremo es la
FELICIDAD. El bien se desea y se atrae. La conciencia limpia (con cierta
inocencia, alejado del pensamiento mundano) es lo que nos va a ir mostrando si
algo es bueno o malo- tomó una bocanada de humo y siguió -La elección del bien
hace que uno VEA bien. El que busca el bien y empieza a practicarlo, comienza a
degustar la felicidad. La elección del bien me lleva a ser bueno y eso me
llevará, por medio de elecciones, a la felicidad. Y como decía un sabio: “En esta vida prestada, el buen vivir es la
llave, quien busca ser bueno sabe y el que no, no sabe nada.”
Luego de decir estas palabras, largó el humo de su
pipa por la boca y se desvaneció.
Don Calixto Medina
¡Siempre estimado y muy querido Don Calixto!
ResponderEliminarPocas lugares en Cuyo tienen los toques pintorescos de aquella Taberna. ¡Si se habrá reído, llorado y tomado buenos vinos por el Fader!
Cuanto regocijo me da el ver que vuelca otro de sus escritos por este barco. Muy a su estilo: llenos de melancolía y consejos. Y otra vez con detalles algo indescifrables, sea aquel pajarito azul o un viejo que aparece desde una columna. El comité de los domingueros ya ha tomado nota del asunto para sacar algunas dudas en la próxima reunión.
Sabio es el contenido al final del texto; más bien le ruego que retome la pluma para ahondar más en esa idea de quien persigue el bien, obra bien y ve con claridad. Siento que puede desarrollarlo aún más.
Un enorme abrazo querido Medina, espero que la Taberna nos reúna nuevamente.
El de la Mancha
Don Calixto, ¡qué grato verlo otra vez en la barca! Como siempre ud. sorprendiéndonos con sus escritos llenos de sus "toques" originales y propios.
ResponderEliminarMi memoria se refresca al recordar tal noche, tales episodios acontecidos y tal pedazo de entraña (imposible olvidarla).
Ciertamente no todo está perdido, aunque parezca que la oscuridad y la niebla ya se hayan vuelto tan densas que la luz cada vez se escurre menos, siempre la Verdad permanece firme, siempre el camino está bajo y frente a nuestros pies; la Fe es nuestra guía, la Esperanza nuestro combustible y el Amor es nuestro camino.
Le mando un cálido abrazo,
Camilo
Carísimo Medina, aquí le dejo mi comentario trasnochado... No será extenso ni agudo. Será "espartano", como me enseñó precisamente el Dr. Macchianot. En síntesis, agradable su composición y jugosas las reflexiones que trae. No dejen de reunirse en el bar de Fader los pequeños dinosaurios, y de vez en cuando, chíflenle a los dinos más viejos para sumarnos en sus vagabundeos románticos.
ResponderEliminarSin más. Suyo,
Hilario.