(Fra Angelico, El Juicio Final.)
"La voluntad persigue la beatitud con libertad, pero la persigue necesariamente."
Santo Tomás de Aquino
"¿Cuál es el objeto del vivir sino la vida?
¿Y de qué sirve la vida sino para darla?
¿Y por qué atormentarse en darla siendo tan simple obedecer?"
Paul Claudel, La Anunciación a María.
Suma espontaneidad y gratuidad es Dios para amar... El amor de Dios es supremo, pleno, gracioso y misterioso. Misterio de amor que extasía. Ilapso que conmueve por entero al "mediano" creyente y pensante. Temblor sagrado provocado por este Amor sin límites que se expande y se expande estallando cualquier frontera, reventando lindes insospechados. Despierta el ser y queda apabullado ante el susurro terrible de ese derrochador Bien que nada ni nadie puede frenar. Sí, abrumadora realidad que sacude por completo al hombre. Este Dios-Amor todo lo atraviesa, todo lo traspasa, todo lo invade, todo lo baña, todo lo preña, todo lo arrasa y lo abrasa. Todo... incluso el pecado. Es precisamente el pecado lo que malogra la circulación de esta santa energía. El pecado es la luciferina pretensión de resistirse ante este bendito y violento dinamismo. Es la diabólica osadía de desafiar la ráfaga divina con un aliento macilento a muerte y a nada... Pero cuesta caer en la cuenta de esta tremenda y vertiginosa verdad. ¡Vaya si cuesta!
Dios siempre está naciendo y creciendo en mi alma gratuitamente. El Verbo siempre está encarnándose en mis entrañas y desde allí me salva; me está salvando continuamente. Ahora bien, lo dramático y lo obscuro del pecado es, pues, interrumpir esa misteriosa gestación. Pecar es abortar. Aborto cuando mato a ese Dios que estaba gestándose, que estaba por nacer. He aquí el peor de los abortos: abortar al Creador de nuestras vidas. He aquí la más importante manifestación: ser pro-Vida en esta dimensión es algo que se nos pierde de vista -trágicamente... Si no interrumpiera esta mística preñez posiblemente ya hubiera cumplido el deseo paulino: Cristo formado en mí. Pero constantemente estoy abortando a la Trinidad de mi existencia cotidiana... Abismos de iniquidad, de miseria propiamente humana...
(Gustave Doré, El Paraíso Perdido.)
Maldito pecado el de Adán y de toda la humanidad con él que nos trajo la expulsión del Edén. Polarizados y extremosos contrastes los de esta vida exiliada que hacen de mis días una sucesión ininterrumpida de cielo e infierno -más infierno que cielo, helás. Así de inestable es el corazón humano. Hay que aprender a vivir y a padecer esta inocultable veleidad -tortuosa- para conocer nuestra esencial pobreza. En cambio, ¡qué inmutable, imperturbable e inalterable es el Amor Divino! Toda una tarea vislumbrar -y aceptar- estos dos polos diametralmente opuestos... Poseer a los Tres en el alma y minutos después dejarlos ir, o provocar que se vayan, o desalojarlos de mi interior. ¡Lastimera hospitalidad la del humano ante la Deidad! "Es que no puedo soportar a Dios". "No, efectivamente no puedes. Sólo Dios soporta a Dios. Únicamente Él se soporta a Sí mismo. Tú solo sopórtate a ti mismo, soporta la insoportable pesadez de tu amor propio y de tu genética soberbia, soporta la impotencia de no saber soportar a tus semejantes y de no aprender a portar a Dios... para que Él te soporte, para que Él sea Tu único soporte y te enseñe a soportarte y a soportar a los demás".
Sin embargo, la altura necesita hondura. Lo más alto busca y procura lo más bajo. Y aquí yazgo postrado, abajado y hundido en mis miserias, las de siempre generalmente o también las de estreno eventualmente. Así me encuentro y me quedo quieto, sin hacer nada -otra vez: sin hacer nada-, más que esperar a que el Bonum arrollador y difusivo y explosivo me levante y me ascienda entre aclamaciones. Esperando y clamando a que la Lux que no dobla y que todo lo mejora me saque del país de las tinieblas donde acostumbra a pasear el hombre caído, y me restablezca en la claridad primordial.
Por eso te adoro con mi pecado, ¡O Bonitas! Te adoro gracias a mi pecado, Luz de mi ser, y celebro Tu misericordia sempiterna y vencedora que todo lo dora ya que al fin, al fin, solo esto es lo que importa. Esto es lo que Tú quieres... Mas en el Cielo te amaré sin pecado, porque allí el pecado no entra. La miseria de la humanidad no ingresa en el Paraíso. El pecado que has quitado del mundo como Cordero degollado no tendrá cabida en la Eternidad. Lo que has aniquilado aquí no estará Allí. Todos mis pecados -y los de todos los hombres de todos los tiempos- los has borrado ante la vista del Padre. Pero, entonces, ¿dónde está lo terrible de volver a pecar, de reincidir en el infinito delito? En la ingratitud, en el desamor y en la desobediencia. O en el mal uso y abuso de la libertad. Hago enojar al Padre cuando no aprovecho y vivo de la Sangre del Cordero. No tendré parte en el cántico nuevo si ahora desentono con mis infidelidades, insufribles y detestables. ¿Tan difícil es ser libre cuando la verdadera libertad brota de la intimidad de mi ser que persigue la Beatitud? ¿Dónde radica la dificultad de ser fiel al Creador cuando esto es lo propio de mi naturaleza humana ("infidelitas est contra naturam")? El Cordero me compró, y ¡a qué precio! ¡Es su Sangre, imbecillitas intellectus! Repito: es su Sangre preciosísima y purísima; no es broma, ni oro ni plata. Fue un negocio grave, un intercambio admirable. Soy su propiedad: no me pertenezco -¡oh falacia del libre albedrío secular!-.
"Arcilla en manos del alfarero": eso soy.
(Caravaggio, San Juan el Bautista.)
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ResponderEliminarQueridísimo Don Hilario:
ResponderEliminarQuería dejar asentado mis agradecimientos por su escrito. La forma en la que escribe es atrapante, su pluma transmite y llega al corazón del lector. Le pido que no deje de hacerlo y nos siga deleitando
A la distancia lo saludo con afecto
Jimmy
Amigo Hilario de Jesús:
ResponderEliminarTiene un don para la palabra y la expresión. No lo pierda, ni se ensoberbezca... que es la forma más dañina de perderlo todo.
Pero además del don está la experiencia, sin la cual no se puede hablar de determinados asuntos. Se puede hablar del gobierno sin ser gobernante, por ejemplo, pero no se puede hablar de Religión sin ser religioso. Usted lo es y se le nota. Por eso mi agradecimiento.
Desde proa y en vigilia, lo saludo afectuosamente,
Capitán Dalroy.-
P/D: he visto el blog en la grilla de mi amigo The Wanderer. ¡Bravo! Serán más los que podrán beber de estas reflexiones.
Carísimo Don Hilario:
ResponderEliminarSinceramente, en sus últimos dos escritos he quedado sorprendida por su gran capacidad para expresar en pocas palabras - aunque sabias - las vivencias del hombre cristiano.
Cuán difícil es aceptar en el orgullo que Dios es nuestra razón de vida, y cuán arduo es entender ese Amor a pesar de nuestras faltas.
Hay mucho que decir sobres estas publicaciones suyas; pero, en verdad, no he encontrado aún las palabras para transmitírselo. De todos modos, lo animo a que continúe deleitándonos con sus palabras que tanto ayudan.