viernes, 15 de diciembre de 2023

Dos hombres sabios y salvajes entre adolescentes.

 

 Pero, ¿con qué compararé a esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, que dan voces a los otros, y dicen: «Os tocamos la flauta, y no bailasteis; entonamos endechas, y no os lamentasteis». Porque vino Juan que no comía ni bebía, y dicen: «Tiene un demonio». Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: «Mirad, un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores». Pero la sabiduría se justifica por sus obras. 

          (Mt XI, 16-19)

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¿Acaso se puede seguir confiando en la antojadiza raza humana, habida cuenta de su volubilidad y negatividad, ilustrada pintorescamente en esta breve parábola?

Si al Hijo del Hombre y al Mayor hijo nacido de mujer le endilgaron semejantes motes despreciativos y le brindaron semejante trato hinchado de espíritu burlesco y de malicia encubierta, ¿qué trato y qué mote no nos aguarda a nosotros, miserables, flojos imitadores del Cordero y su Precursor, perezosos discípulos de la Sabiduría que salva? Si de tal manera acosaron a estos grandes y santos varones los de su generación adúltera, ¿qué diferencia habría de haber en la nuestra?

La generación adolescente y caprichosa es la misma ayer y hoy.

A Dios, Cristo, lo descalificaron por ser demasiado humano, como un ser corrupto y dado a los vicios. Y al varón salvaje, Juan, lo humillaron con los ángeles caídos, comparándolo con una fuerza oscura y terrible, aunque sobrenatural.

El tipo humano perfecto, Jesús, resultó un peligro para la sociedad de su tiempo, un sujeto perdido irremediablemente. Y al individuo libre y fuerte, al Bautista, lo consideraron un enloquecido, más que eso, un poseso de los desiertos.

Ambos, sin embargo, son los arquetipos de hombres sabios y puros cuyas obras maestras, el testimonio de vida que dieron, los han justificado por todas las generaciones venideras, incluida la posmoderna nuestra del siglo XXI.  



H.

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