El consuelo del mar.
Por Teonóstos.
Fui yo quien, en la noche tan oscura,
oh, Ponto, en tus acompasadas undas,
oh, Piélago, en tus aguas muy profundas,
quise encontrar consuelo a la amargura.
No hallé al primer momento en tu espesura,
ni en las pesadas olas en que abundas,
más que ese frío horror con que circundas
la fértil tierra plena de hermosura.
De pronto, empero, te mudó un fulgor:
Mi negro mar, entero te alboreas,
y en un instante envuelves todo en oro.
Que lumbre se haya vuelto tu terror,
y, sin querer, de luz espejo seas,
reaviva en mí la sed de lo que añoro.
¡Eso es un soneto! Impecable. Quizá más elocuente que largas páginas en prosa. Es un concentrado.
ResponderEliminarAhora bien, el valor está en la música, en el oído del poeta. Y este lo tiene, felizmente.
Gracias, amigo anónimo. Me alegra que se sepa valorar la musicalidad de la poesía, junto con su contenido, que ambos son importantes. Un abrazo!
ResponderEliminarTeonóstos.