jueves, 9 de enero de 2020

"Vacare Deo"

Resultado de imagen para san juan reposando sobre jesus en la última cena

"Para los amigos de este mundo no hay nada más trabajoso que no trabajar."
San Agustín

"Aquí nos acucia un descanso muy ocupado y nos inmovilizamos en una tranquila actividad."
San Bruno


Y llegaron las vacaciones... ¡Por fin! ¿Pero de qué (o de quién)? Del trabajo y de los deberes habituales. Eso está muy bien y así tiene que ser. ¿Pero hay más? Es decir, hay un descanso necesario y merecido por la labor bien hecha durante un año corriente, pero este concepto lo maneja también la gente del mundo. Mas, como suele ocurrir y también es bueno que así suceda, para el cristiano hay un significado más hondo de lo que son las vacaciones, o sencillamente otro significado. Veamos…

Antiguamente para los judíos el famoso “Sabbat” significaba un descanso para vacar de todo trabajo y también, para vacar en Dios, para Dios. Que mundanos y cristianos entendamos y compartamos el primer sentido de la rica palabra “vacar”, resulta evidente. Sin embargo, hilando más fino, no es fácilmente comprobable que el cristiano actual se destaque por vivir este segundo sentido del término “vacar”, tan caro para los judíos de antaño -y para cristianos que vivían en una sociedad donde reinaba Cristo.

Es un hecho, entre cristianos que quieren progresar en la vida espiritual, que haya cierta inquietud cuando se está acabando el año y se estén acercando las vacaciones. Esta inquietud consiste en “dejarse estar” en lo que respecta a la religión.  Esto es porque, sobre todo los jóvenes, saben muy bien que las vacaciones son un tiempo especial para el placer -sin coto, a veces. Sí, para darse el lujo de ciertas licencias que en el trajín de las obligaciones cotidianas hay más dificultad de que se den. Ciertamente el trabajo o el deber, cualquiera que sea, exigen orden y disciplina que ayudan y sirven para cumplir los deberes religiosos. Cuando esta estructura o esta dinámica de la jornada laboral no existe, o existe pero en menor grado de intensidad y de extensión, comienza a agrandarse el “hombre viejo” y a achicarse el “hombre nuevo”, el interior. Si esto ocurre -¡y ocurre, lamentablemente!-, cabe una posibilidad alarmante digna de atender. Y es la siguiente:

Las vacaciones son una piedra de toque, indudablemente, para examinar nuestra relación con Dios, especialmente con Jesús. Si entra en crisis fácil y rápidamente el cumplimiento de mis deberes para con Él y su Iglesia, evidentemente hay algo que no funciona bien. ¡Atención! No se trata de que se vaya a aflojar en el cultivo y cuidado de la virtud solamente. Puede que esto pase, pero no es lo más importante aunque tenga su gravedad. Lo realmente peligroso es que uno, terriblemente, se olvide de Dios. Esto no suele ser fácil de captar, de percibir. Existe como una cierta atmósfera soporífera que lleva a la inercia y a la desidia. Es sutil el aire vacacional -el veraniego, claro está. El verano tiene otras connotaciones, además de ser el tiempo privilegiado para vacacionar, que son el calor apabullante que debilita subrepticiamente las fuerzas del espíritu. No suele ser un aliado esta estación para la vida de oración y para la liturgia. El estío atenta contra el orante.

Acaso este fenómeno del descuido -u olvido- de la cosas divinas se deba a que inconscientemente se considere estas cosas como un deber más a realizar en el tráfago de los quehaceres diarios. O sea -a modo de ejemplo-, tengo que atender los asuntos de mi empresa o de la facultad, tengo que hacer fútbol o tenis, tengo que estar un rato en casa, tengo que salir con mis colegas o amigos, tengo que acompañar a mi mujer o a mi novia, tengo que leer algo informativo, tengo que respirar un poco, tengo que recrearme en algún hobby… y, además, tengo que rezar o ir a misa. Sí, soy oficinista o estudiante, soy hijo, hermano, novio o esposo, soy futbolista, soy paseador, soy civil, y… -¡ah, casi lo olvidaba! soy cristiano también. Por supuesto que todo esto descrito así parece espantar por su crudeza y ni bien se lee esta descripción se toma distancia como si esta realidad estuviera lejos, muy lejos, de lo que yo soy y vivo y hago.

No obstante, ¡pasa! No me doy cuenta, claro. No me expreso así y no creo ser… eso, ese tipo de creyente. Pero la verdad, dura y pura, es que en la práctica pasa. Y pasa con frecuencia, en muchas vacaciones. Es difícil, por nuestra común mediocridad -al menos, me refiero a la mía- mantenerse alerta, atento, despierto a todas las exigencias de la vida cristiana durante las vacaciones. Al revés de ser un tiempo de enfriamiento en mi relación con el Señor, debería ser el tiempo ideal, propicio para avanzar en dicha relación, para concentrarme aún más en su Palabra, en su Sacrificio, en su Virtud y en su Amor. Para permanecer, en suma, junto a Él, sin ninguna -o muy pocas- solicitación que me distraiga en dicho ejercicio o intervenga en este cristiano vacar; en este preciosísimo y olvidado vacare Deo. Teniendo esto presente, meditándolo, procurando vivirlo mientras el fugaz -y por momentos, interminable- tiempo de las vacaciones va pasando es clave para mantenerse con la guardia alta y vivir profunda y provechosamente las vacaciones. Solo así le damos un sentido -o mejor dicho, le devolvemos su sentido- a las vacaciones.

Me parece que no hay medias tintas en este planteo, en este tiempo de vacar. O se viven unas vacaciones cristianas, o se disfrutan de unas vacaciones paganas. O se vale de gran parte del verano para crecer en oración y en virtudes, o… se retroceden varios casilleros. Si acontece, por gracia del Altísimo, lo primero: hay esperanza para un año de mayor amor a Dios y de mayor compromiso apostólico. Pero si se da la segunda opción -¡Dios no lo permita!-, es poco prometedor según la Fe el año ya iniciado.

¡Que se escandalicen los hombres serios del siglo porque dicen que vivo de vacaciones!

¡Yo más me preocuparé y sufriré por la infidelidad a este enjundioso y necesarísimo vacar para y en Dios, Nuestro Señor!

Imagen relacionada

María de Betania, ruega por nosotros en estas vacaciones. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario