¿Felicidad triste o tristeza feliz?
¿Puede llegar a existir una felicidad triste? ¿Es acaso esto posible? Considero que sí, mas, únicamente en el sentido de felicidad buscada a través de vanos y efímeros placeres, reducidos al plano de la sensibilidad y habiéndoseles querido atribuir la etiqueta de 'absolutos'. ¿Es esta entonces una verdadera Felicidad? ¡No! No puede darse el caso de una felicidad propiamente dicha, en el sentido cabal de la palabra, una que posea reminiscencias de aquella 'beatitudo' latina. Es decir, el concepto de 'Felicidad' repele el calificativo 'triste'. ¡Ay, mundo moderno, cuán contadas tienen las horas tus fútiles "felicidades"! ¡Cómo todo aquello que reputas feliz, deviene día tras día, hora tras hora, en ruinas, ruinas humanas!
Ahora bien, con respecto a la tristeza, parece ser que se nos ofrece una perspectiva distinta. Pues, en esta vida, profesárese el credo que se profesare, hay algo de lo cual nadie puede escapar bajo ningún término. Hay algo que se nos revela como evidente, palmario sobremanera. Refiérome, sin género alguno de dudas, a la contingencia, o sea, al hecho de que existimos, sí, pero podríamos existir o no, sin que nada cambiara por ello. Pero, no menos evidente es que todo esto nos remite a la necesidad de que exista, valga la redundancia, algo necesario, mas eso es harina de otro costal. Ergo, este mundo es contingente, está signado por tal marca. Siguiendo este discurrir, es el pecado también contingente, (podría existir o no), pero existe, y vaya que sí. Casi desde el origen de los tiempos, y desde ese entonces, ha transido este mundo cual constante. Y el pecado, no engendra sino desazón, apatía, cansancio, debilidad, molicie, hastío, tedio, ignorancia, muerte, en suma, tristeza. Y si de ella no hay salida ni se atisba escapatoria alguna, solo resta desesperación. De ahí, puede entenderse el llanto desesperado del Pelida Aquiles tras la muerte de su gran amigo Patroclo. No hay manera de evitar la muerte. Pueden buscarse vías subsanantes de este trágico destino, mas una solución eterna, al menos en el mundo griego antiguo, no hay.
Retomando, desde los albores de la humanidad, hemos sido marcados por el pecado y por su consecuente tristeza. Puede afirmarse, entonces, que el mundo es tristeza, y tristeza infinita...
Sin embargo, nuestros primeros padres también supieron que de una Virgen habría de nacer un Redentor, el Redentor de toda la humanidad, quien pagaría con su sangre ofrecida por amor nuestro rescate, nos compraría la vuelta, el regreso a ese estado primigenio, original, "ilotemporal" en el cual habíamos sido creados y se suponía debíamos mantenernos. Un Redentor que nos devolvería la gracia de la unión con el Padre, fuente de la verdadera felicidad. Y tal suceso, felizmente, ya acaeció, la batalla fue ya librada y salió victorioso nuestro Rey. Ahora bien, que sepamos de antemano el resultado no nos exime de nuestro paso por el mundo. Uno, como hemos visto, signado por la tristeza, sí, pero una que ya no detenta el poder omniabarcante de antaño. Es por eso, que podría afirmarse la existencia de una tristeza feliz. Porque debemos transitar este 'vallem lacrimarum', lo necesitamos, hemos de purgar nuestras culpas, faltas y pecados. Es ineludible nuestra condición de 'homo viator', hombre que transita, que camina, que está de paso, sí, pero de paso a través de un sendero escarpado, arduo, difícil. ¡Innúmeras dificultades hemos de arrostrar! Es un sendero que culmina en la Cruz y solo en ella, pero, paradójicamente, al consumarse dicho tránsito en la muerte y el despojo total de sí, se nos devuelve el ser, somos nacidos a la verdadera vida y, en última instancia, la verdadera Felicidad. Por eso, tristeza feliz. Tristeza, sí, pero una que tiene sentido, Tristeza con miras a la Felicidad, Tristeza cuyo télos no radica en sí, sino en aquello hacia lo cual tiende y que, una vez alcanzado, trastócalo todo y deviene en felicidad, otorgándole así sentido a tanto calvario, sacrificio y cruz. Per Tristitiam ad Beatitudinem!
"Beati qui lugent, quoniam ipsi consolabuntur" (Mt 5:4)
Melancholicus L. Redemptus
Melancholicus!!! Sea ud muy bienvenido a este querido mundo ficticio que no tiene nada de irreal, pues los pensamientos, sentimientos y emociones que salpican nuestras plumas son, ciertamente, reales. Bien ha dicho, con su profundo vocabulario, que estamos de paso, purgando, pero mirando a un fin que es la Felicidad. Espero algún día, gocemos de ella.
ResponderEliminarGracias por animarse a navegar en este océano sin camino de regreso. Un cálido abrazo, para pasar el frío.
Don Calixto, el Medina.
Querido Levíticus!!!
ResponderEliminarSu Bautismo en el Blog se hizo esperar!! Ya me tenía ansioso su llegada.
Me alegro mucho que se haya embarcado (siguiendo al Medina) con los gallardos! Esperamos mucho de usted. Alimente nuestras mentes con su sabiduría, pues estamos sedientos de ella.
Le mando un caluroso abrazo,
Don Camilo di Benedetto
Mi muy estimado y celebérrimo Leviticorum!
ResponderEliminarSimplemente fabuloso y claro, nada que aportar por este humilde servidor suyo. Que bien que nos hace escritos como estos, sutiles, perspicaces. Hace tiempo esperaba su intervención, pues se que su presencia aquí, es todo un lujo. Quieran las musas que tome el gusto por esta actividad tan humanizante, el placer literatum.
Un gran abrazo en el mundo real y en el de las ideas.
Suyo,
Don Virula