jueves, 21 de junio de 2018

Una noche en el Godoy

Aquella tarde otoñal de domingo, Camilo se había sentado a contemplar el Viejo Tilo, junto con todos los demás árboles que vivían allí en ese cuadrilátero citadino de Los Gamos. Las paredes estaban abarrotadas de verde y vida. Múltiples especies y familias botánicas convivían bajo el gobierno del antiguo y frondoso Tilo, que en el centro del jardín vigilaba sus dominios a los 4 puntos cardinales. La imagen era espléndida; todos, desde el diminuto césped hasta el alto ciprés, parecían rendirle servidumbre y homenaje.
El gallardo "pensaba en ella": en su voz, en sus delicadas manos guitarreras y cocineras, su forma de ser que le gustaba cada día más, y en todo lo que respectaba a ella. Estos pensamientos, como sabrán mis queridos sin gala, eran algo común en el enamorado menor de Los Gamos. Pero no hablaremos de esto hoy.
Esa noche tenía una cena especial con el honorable y célebre Marqués del Godoy, era un gran amigo suyo, pero estaba un tanto nervioso porque estaría con los notables del Godoy y los marqueses y duques de otros feudos vecinos en aquella cena formal, y tenía miedo de que sus diversas modalidades propias de un orco como él le hicieran pasar algún tipo de papelón. Afortunadamente iban varios gallardos más, todos invitados especialmente por el Marqués, por lo que sabía que ante el menor "desliz" tendría quien lo cubriera rápidamente. Y allá fue. Partió con su hermano mayor Virula hacia lo del Marqués que vivía en su cuidado y agradable Palacio del Marquesado cerca del famosísimo "Mirador del Godoy" en la rotonda San Francisco. En el camino se fueron sumando los demás gallardos. Al llegar unos heraldos anunciaron su llegada, éstos hombres fornidos estaban vestidos con hermosos atuendos con los colores típicos del Godoy, con detalles del escudo propio de la familia del Marqués, entre los cuales en su heráldica se distinguía un altivo cuervo negro. La casa era un hermoso palacio antiguo bien adornado siguiendo el estricto estilo estético del famoso intelectual Mario Santos. Daba gusto pasearse por aquellos pasillos y habitaciones. Al llegar a la sala del banquete, el mayordomo los anunció al Marqués, quien entablaba pláticas con otros marqueses y duques de otros feudos de la Gran Ciudad. Al ver el grupo que entraba sus ojos se transformaron de "señor feudal" a los de un "verdadero amigo", pues entraban a la engalanada sala los sin gala: Don Virula, Don Ábila, Don Abubba, Don Melancholicus Redemptus y Don Camilo con otros gallardos que vivían y amaban al Godoy. Los sentó cercano a él en la Gran mesa. El Marqués con un simple movimiento de la mano ordenó que se sirviera el opíparo banquete. Charlaban efusivamente al igual que como bebían vino; Don Camilo rápidamente perdió la vergüenza y reía como siempre junto a los gallardos, mientras que el resto de los "notables" charlaban y debatían (si es que a eso se le puede llamar debatir) de manera ordenada y "políticamente correcta". Había un cómico contraste en la mesa, y el Marqués, que no se dejaba llevar por la frialdad de los notables, también reía y bebía con sus amigos, siempre moderadamente y sin echar a perder su honra y respeto, pues él era hombre de gran admiración entre los señores feudales que envidiaban su integridad humana y espiritual.


De pronto, se anunció la llegada de un hombre cuya asistencia nadie tenía esperanzas de que sucediera, pero la sala entera se llenó de gozo y júbilo al oir al heraldo decir: "Evilio, el Confesor", y a continuación otro nombre que era la "frutilla del postre" (o como diría mi querido Eutrapelio Cozzetti "la cerecita del paraíso") y este hombre era nada más y nada menos que "Jules Salced van Beethoven". Así es, era el famosísimo pianista de las tierras del Godoy, gran amigo de los gallardos; él era Salced, el ruludo, amo y staretz del piano, dueño del compás, señor de las corcheas y semifusas, domador de crescendos y diminuendos. Había quedádose esperando a Evilio a que terminara su larga hilera de confesión para traerlo a la cena del Marqués, cosa que Evilio, por su humildad y sencillez, rehusaba asistir siempre a tales eventos; pues para él, su pobre casa y sus pobres confesantes eran su pasaporte al Cielo. Pero tras reiteradas invitaciones del Marqués accedió asistir luego de terminar de sanar las almas. El anfitrión respetuosamente le ofreció el lugar de la cabecera pero Evilio (o Elvirilacio como lo llama don Manchita) rechazó la oferta humildemente con una cálida sonrisa y un meneo de cabeza. Todos ya estaban cenando otra vez, algunos de los notables murmuraban, poco contentos, acerca de los "invitados especiales" del Marqués. La envidia de éstos se podía olfatear en el ambiente. Como ya dije antes, el Marqués era muy estimado y respetado por los condes, marqueses, y demás señores feudales; y su integridad humana, que se demostraba en cada una de sus palabras y gestos, al igual que en los de su familia, había conducido a muchos de éstos notables a perversas envidias y celos desde hacía tiempo. Es por esto que sucedió lo siguiente:

Uno de los señores presentes, gobernante de las remotas tierras llamadas "Las Edades" o "Las Eras" junto con varios terratenientes de allí tramaron un infortunio para los músicos que irían a animar aquel banquete señorial. Varios indígenas, oriundos y súbditos de Las Eras, (en esas zonas abundan los llamados "indios láser" o "laserindios", tribu antiquísima descendiente de los mismos Pehuelches), asaltaron el carro donde se transportaban los músicos hacia el Palacio del Godoy en los campos de San Martín, junto a la fuente, a unos pocos kilómetros del Cerro Glorioso. Mataron a los músicos y quemaron sus instrumentos arrojándolos al Lago que hay allí, todo esto ocurrió esa misma noche.
Volviendo a la escena anterior en Palacio... El Marqués se había olvidado de momento de los músicos pues la charla era fogosa y alegre a esa altura del evento. Los tramadores, al ver que el dueño de casa no hacía reparo en aquello, temiendo haber actuado en vano, decidieron "atacar" nuevamente. Entonces uno de ellos, descendiente directo de los ancestrales caciques, dijo en alta voz para que todos lo oyeran: "honorable anfitrión, todo está de maravilla, mas, ¿dónde están los músicos que endulzarán nuestros oídos mientra el vino lo hace con nuestras gargantas?"; la cara del Marqués se trastornó repentinamente, todos los ojos se posaron en los suyos. Trató de guardar la calma evitando sonrojarse o palidecerse, y pensando una rápida solución llamó a su mayordomo para que mandase una guardia de jinetes en busca de los músicos. Trató por mientras de pasar el momento hablando sobre informes de obras públicas para ayudas sociales y cosas por el estilo que eran pura rutina y protocolo, tratando de demorarse lo más que podía. Al cabo de una hora volvieron los guardias con un violín partido al medio manchada con sangre su única cuerda rota que aún pendía de uno de sus extremos. Don Evilio al ver ésto echó una poderosa bendición sobre aquellas almas difuntas cuyos cuerpos no sabían donde estarían. Algunos cuadros se movieron y algunos candeleros que colgaban tambalearon un poco, fue como si una onda expansiva invisibles hubiera salido desde las manos del humilde anciano. Inmediatamente habló a sus contactos, algunos quienes son llamados "Confesores nocturnos", para que rastrearan y dieran santa sepultura a aquellos pobres músicos asesinados. El Marqués sabiendo que todo era una trampa para arruinarle la cena formal y hacer quedar mal al Godoy entero, aceptó jugar el mismo juego y comenzó a sospechar y tratar de revelar al asesino pero disimulando tranquilidad e indiferencia con lo acontecido, para poder ver así si tratarían de desafiarlo con alguna nueva tramufia y ver qué nueva pieza jugarían sus enemigos para tratar de irritarlo o arruinar su noche. El Marqués bien sabía que esta acción deshonesta contra su persona, y por ende contra el Godoy mismo, era motivo suficiente para iniciar una guerra entre dos feudos.
Los enemigos del Marqués al ver tanto alboroto se llenaron gozo, y su malicia se acrecentaba, mas no se atrevían a abrir la boca por temor a que el poderoso don Evilio, el Confesor de almas, los descubriera con sólo escuchar el timbre de sus voces pecadoras y mentirosas, pues se rumoreaba que este santo varón sabía los pecados antes de que uno los dijese.
Apenas dada la noticia salió la guardia a buscar otros músicos pero en vano lo intentaron en muchos lugares, era muy tarde ya. El Marqués pidió calma y ordenó con un chasquido a los mozos que sirvieran el postre. Don Camilo, dolido por la muerte de aquellos hombres inspirados por las musas, y extrañado por la rara e incómoda situación al ver los murmullos de los "notables" contra su Marqués tan querido pensó en alguna solución. Pensó en muchas opciones pero nada era factible. Se lamentó de que su ingenioso amigo Eutrapelio no estuviera presente allí. Y al ver que el malvado Cacique tramador se levantaba nuevamente de su silla para hablar con cara de "viejo vizcacha", se apresuró a levantarse interrumpiéndolo... Todos en la mesa se sorprendieron al notar el importunio irrespetuoso del menor de los Gamos, y éste sin saber bien qué iba a decir comenzó a balbucear titubeando palabras desconectadas y sin sentido como quien no sabe cómo expresarse; y mirando desesperado a sus amigos en busca de ayuda vio a don Abubba junto a don Salced, y a su costado a su hermano Virula junto al Levíticus Melancholicus y tuvo la mejor idea que se le podría haber ocurrido. Miró entonces a todos los oyentes con cara de seguridad, y dijo: "señoras y señores, desde las humildes tierras del Godoy queremos homenajear a nuestro querido Marqués que nos ha recibido tan generosamente en su casa..." ...(aplausos tímidos)... "a falta de músicos, nos, los representantes de los habitantes de estas tierras, les dedicaremos a todos los comensales nuestras música tan bella interpretada por nosotros mismos" (y con gesto de quien apura a otra persona hizo señas con la mirada a don Abubba, Salced, Virula y Levíticus de que se parasen de sus sillas y fueran al escenario). El cacique se sentó tratando de disimular su rabia y con una sonrisa falsa aplaudió a los músicos del Godoy mientras todos los demás lo hacían por la sorpresiva decisión de éstos. Al llegar al escenario don Abubba y don Salced, staretz ambos del violín y el piano respectivamente, con una sola mirada conectaron sus mentes y entendieron ambos sin decir palabra que debían tocar el segundo movimiento de la famosa "pequeña sinfonía en Fa" (esto es: la Octava Sinfonía del antepasado de Salced, San Ludwig van Beethoven). Don Camilo, Don Virula y Melancholicus, no tan expertos como los dos primeros, tocaron la cítara, el arpa y la guitarra y cantaron haciendo hermosas armonías. Los 5 se acoplaron a la perfección y dieron un espectáculo digno de conmemorarse; el quinteto volaba con su música a lo largo de la noche y todos quedaron con sus almas saciadas de belleza en aquel momento, exceptuando los enemigos del Marqués, que llenos de vergüenza por su derrota no soportaron escuchar tan bellas melodías, pues sus oídos no estaban dispuestos parra ello, y peor aún, sus oídos estaban ya muy corrompidos de tanto escuchar música dañina. El show fue de alto nivel; sobre el final don Abubba y Salced tocaron solos unas piezas de J.S. Bach que al Marqués tanto gustaban, mientras que don Ábila (que se encargaba siempre de que las copas de los músicos no les faltase vino en toda la noche) junto a los hermanos de Los Gamos, el Levíticus y el Marqués del Godoy brindaban chocando sus vidrios, advertidos siempre cariñosamente por don Evilio que los cuidaba de los malos excesos. La noche fue hermosa, todos los Señores Feudales se fueron maravillados por la música de los habitantes del Godoy, agradeciendo con pomposos regalos y felicitaciones al dueño de casa. Ya cuando todos se habían ido quedaron en la sala sólo los gallardos amigos junto a la chimenea que fumaba el humo de las maderas rechinantes. El dueño de casa estaba muy agradecido con sus amigos, mas aún seguía pensando quién podría haber tramado tal nefasta trampa, y les dijo a sus amigos: "esto no acabará aquí, sepan que esta perversa jugada planeada puede ser motivo de entrar en guerra con otro feudo, marquesado, condesado o lo que fuere". Todos quedaron pensativos un buen rato.
Por un momento don Camilo había desaparecido, y cuando la última gota de vino fue bebida, ya casi al alba, apareció nuevamente con un papel y un lápiz en la mano sorprendiendo a sus amigos que charlaban tranquilos en los sillones contemplando el fuego, y empuñando su guitarra "Lunita" cantó lo que acababa de componer titulado: "Zamba Nostalgiosa, al Godoy", la cual reza así:
(sin música no se aprecian bien las rimas)
I
Cómo no pensar en vos
si la lluvia me da su canción
cómo no andar pensativo
si las nubes tiñen el cielo,
y en tardes quietas como éstas
me distraiga hilando un verso.

Los racimos ya se asoman
que las catas no dejan morear
y el lila de las campanas
de las flores del jacarandá
que a la plaza rodean,
el teatro y la iglesia.

Zamba nostalgiosa
que sueña volver a mirar
en noches de luna llena
las luces de la enorme ciudad
y desde lo alto del monte
un abrazo te vuelva a robar.


II
El viento rozando copas
Se embriaga en el viejo Tilo
Bebiendo su aroma dulce
Que al jazmín lo pone celoso
Y en la vereda la mora
Que se besa con álamo.

Por tu calles se pasean
Tus paisanos, y en el Mirador;
y en primaveras floridas
El Godoy se me vuelve canción
Y el Domingo nos veremos
En Misa todos de nuevo.

Zamba nostalgiosa
que sueña volver a mirar
en noches de luna llena
las luces de la enorme ciudad
y desde lo alto del monte
un abrazo te vuelva a robar.



Don Camilo dB.

2 comentarios:

  1. Talentoso Don Camilo!
    Como humilde habitante del Godoy, le doy las gracias por recrear las reuniones que se dan en esta bella tierra.
    Traidores indios laser. El marqués sabe que cuenta con el apoyo de todos sus vasallos para remediar el mal que han causados los que ahora son enemigos.
    Por favor no deje de reproducir en nuestras reuniones la "Zamba del Godoy", nuestros oídos jamás se cansarán de gustarla.
    Un abrazo desde nuestra hermosa tierra, dueña del palacio del marqués y del Castel del Monte
    Su amigo, el de la Manchita

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  2. Que entrada épica! Gran debilidad poseo por cada relato de las andanzas del preciado Godoy. Espero ardientemente que continúen estas seguidillas. Y como dice el antiguo poema:
    " Mi alma se estremece cuando oigo de tí, eres la perla andina, pura y gloriosa, regadas tus tierras del Río Mendoza. Ay Godoy..."
    Continúe así Don Camilo, que pluma le sobra.
    D. V.

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