jueves, 30 de diciembre de 2021

En busca del Espejo Escondido.

DIA IV

Seguimos en lo escondido, en el huerto escondido, oculto a los ojos curiosos y a las visitas bullangueras. Los sucios pies de los orcos no han hollado este jardín, no conocen el sendero para llegar hasta aquí. Sólo este vergel es habitado por hombres camperos y mujeres hacendosas. Apenas si se ven algunos viajeros como nosotros, felizmente hospedados por los nativos cordiales. Si bien hemos llegado hace poco, casi que se podría hablar de una nueva comunidad vacacional, eventual: los viajeros con los oriundos de este pago.
Al mediodía decidimos ir a conocer, no obstante, otro sitio escondido, otro rincón mágico. El Lago Espejo Escondido. De difícil acceso, arribamos con ansias. Vimos un cuadro singular desde una esquina estratégica para la contemplación: más montañas arropadas de un verde oscuro con sus cimas peladas, unas aguas azuladas con líneas blancas, plantas acuáticas orillando sus tallos, una cascadita tímida para acoger una ermita y un río turquesa cristalino con largos troncos caídos que aparecían sobre la superficie para avistar al caminante. También pececillos de estas aguas frías salían para ver quién andaba por allí, o para saludarnos con sus saltos patagónicos. Recorrer ese río abajo fue otra experiencia sensible que nos hizo emocionar. Fue para el ocaso. Fue para el recuerdo.
Y así de contentos y sensibilizados, volvimos a la querida Villa, con el secreto del Espejo Escondido, espejando un cielo claro y profundo.

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