martes, 9 de enero de 2024

El escriba no tiene autoridad.


 Mc I, 21-28

Jesús tenía autoridad porque tenía la vida y la verdad en sí mismo. Tal vida-verdad le venían por el amor que su Padre le tenía continuamente, especialmente manifestado en el Bautismo. Ese amor-vida-verdad era el Espíritu, que lo empujó al Desierto. En el desierto se probó esta fidelidad y se transformó en autoridad. O mejor dicho, la autoridad que tenía desde siempre, fue acrisolada y sellada. El Hijo del hombre fue tentado por Satanás, molestado por las fieras. Pero los Ángeles sirven al que lucha en el desierto, al que confía en el Padre y al que es movido desde dentro por el Espíritu. De esta relación, de este combate, le viene el poder y la gloria.


Y es de esta manera como puede convencer y cautivar cuando va de camino a orilla del mar de Galilea -al borde de la personalidad, en los lindes de cada biografía...- y se detiene para ver a unos rudos varones bajo el sol Mediterráneo. Es así como puede hacer discípulos, con la Trinidad en su corazón. Se va produciendo la conversión al paso de Jesús de Nazaret. Los demonios no quieren saber nada con este divino Intruso, al par que la masa discute, miedosa, sobre tal Novedad... Es la salvación que avanza, el Reino que se acerca, la Buena Nueva de Dios que se proclama a todo ser viviente (después de que Juan -la Ley y los Profetas- quedara encarcelado...).


Los escribas, los entendidos en la ley, los expertos en materia litúrgica, los hábiles doctos de moral y dogmática, no tienen autoridad. Esto afirma el evangelio: que enseñaban, sí, pero sin autoridad. ¿Cómo puede ser esto? ¿Por qué? Porque no tenían a la Santa Trinidad en sus existencias. No habían experimentado el amor del Padre y la unción del Espíritu. No habían sido llevados al desierto por el Señor, no habían luchado hasta la muerte, ni habían sido tentados y atormentados sin tregua por Satanás. No habían aprendido a convivir con las bestias del campo -con sus propias fieras interiores-. No conocían la noche. No habían visitado el infierno. ¿Qué sabían del Demonio del Mediodía? El que sale vencedor de esta tremenda tentación puede enseñar como quien tiene autoridad... Tal es la lección de los Padres del Yermo.


¿Qué poder, qué fuerza, qué sabiduría, qué experiencia podían -y pueden hoy- tener los escribas, los eternos "doctores de la ley", si jamás habían vivenciado la misericordia del Padre y la salvación gratuita, si nunca habían sido humillados en el desierto y en la noche de una existencia enferma y perdida...? El escriba, por ende, no tiene discípulos -aunque sí soldaditos adoctrinados o partidarios domesticados-. No podría hacer discípulos porque no tiene vida-verdad-amor en sí mismos; carece de Luz... No puede expulsar demonios, pues ni siquiera conoce los suyos. No tiene autoridad y por eso le aterra toda novedad de doctrina y de testimonio. Sólo sabe discutir y señalar con el dedo al "Loco" -al "¡Santo de Dios!", como se animan a gritar los demonios-. El legista se escandaliza de una salvación gratis, de una guerra entre ángeles y demonios, de hombres poseídos, y de prostitutas y de comilones... Por eso sufre de impotencia, le carcome la envidia de la pronta fama de aquel Nazareno por toda la región, y su relación con este Rabí se convertirá en odio y persecución hasta la cruz: porque no acepta su Persona y su Mensaje de esperanza: una nueva era de Gracia para los pobres y heridos de la Tierra.



H.

2 comentarios:

  1. Cuanta verdad, querido Hilario, expresas en tu entrada. O mejor dicho, cuanta realidad. Más aún, cuanta vivencia, cuanta experiencia. Pues de eso se trata, de vivenciar.
    Agrego para completar, por si algún docto puritano se escandalizare, aquellas palabras de Jesús el Nazareno que dicen: “No vayáis a pensar que he venido a abolir la Ley y los Profetas. Yo no he venido para abolir, sino para dar cumplimiento." No negamos la Ley, ni la doctrina, ni la economía de la salvación inscripta en la Moral. Solo tratamos de recordar que la cáscara sin su sabia (amor-vida-verdad) termina por desaparecer ella misma.
    Solo la vida del Espíritu puede dar plenitud a la doctrina, de lo contrario... ¿Cuál es nuestra diferencia con los paganos del mundo moderno?
    Para seguir rumiando temas tan divinos y tan humanos, dejo humildemente este texto bíblico:
    Oseas cap. 6; 4-6
    "¿Qué haré contigo, oh Efraím?
    ¿Qué haré contigo, oh Judá?
    Vuestra piedad es como la nube de la mañana,
    desaparece como el rocío de la madrugada.
    Por eso los he tajado
    por medio de los profetas,
    los he matado por las palabras de mi boca;
    y tus castigos vendrán como relámpago.
    Pues misericordia quiero, y no sacrificio,
    y conocimiento de Dios
    más bien que holocaustos."
    Saludos querido amigo, en Jesús el Maestro.

    ResponderEliminar
  2. Estimado Conti. D. Flores, alegróme su enjundioso comentario. Ha de saber que su aparición realmente me entudiasma y regocija, ya que esta humilde bitácora, junto a ciertos estados del alma de varios de sus legendarios tripulantes, atraviesa una etapa de desierto que ojalá purifique a todos los Gallardos que todavía sueñan y se ilusionan en los grandes ideales, que aun siguen creyendo en el espíritu que expresa la fachada de este blog: un puñado de amigos que va por el camino aprendiendo a sufrir más también a vivir y gozar en medio el combate, cultivando el espíritu y cuidando los cuerpos para el ascenso apasionado al Cielo anhelado... y cantado sinceramente en nuestras entradas.

    Suyo cada vez más, en la Esperanza que no defrauda.

    Don Hilario.

    ResponderEliminar