jueves, 14 de diciembre de 2017

La conversión del Peregrino Libanés. (1ra. Parte)

Aquella noche, caminando atenuado por sus pensamientos sin tener un rumbo preciso, el peregrino libanés logra ver –luego de horas- entre miradas perdidas hacia la nada, un punto tan diminuto como el ojo de una aguja.  No era nada nuevo que llamara su atención ya que bastante irritado y colapsado lo tenían sus pensamientos, pero, a medida que acortaba la distancia a pasos largos, daba cuentas de que aquel punto lejano ya no constituía un algo sino más bien un alguien.
En ese momento el del Líbano paso de tener  además de sus hundidos pensamientos como molestia principal, una intriga y algo de miedo  con sabor amargo que lo único que lograba era ser una carga más a sus espaldas.  A medida que ambos mutuamente se acercaban entre si, el libanés notó que este individuo – ya estando a unos 50mts de distancia - se arrojó a la orilla de un pequeño arroyo que corría al costado del tenebroso y oscuro camino  y  prendió su pipa disponiéndose a fumar un buen tabaco en horas ya de madrugada. Acercándose ya con más cautela y motivado por la intriga de tal personaje, logró distinguir que este sujeto era de avanzada edad, tenía una barba que casi llegaba a su barriga y su rostro estaba tan envejecido que podría decirse que había estado presente en numerosísimas batallas, calamidades y épocas diferentes. Sus manos estaban encalladas por donde se las mirase y su cuerpo era algo robusto. Lo curioso es que al parecer este anciano –que recitaba pequeños poemas mirando el cielo, arrojado en la orilla- no había notado la llegada del libanés y este ya estando a escasos metros, un poco atolondrado al momento de pronunciar sus primeras palabras es interrumpido por una pregunta del anciano, quien siquiera lo había mirado aún y sin sacar la mirada del cielo y luego de aspirar una buena bocanada de su pipa le interroga de esta manera;
-¿Por qué huyes de mí? ¿Acaso no entiendes que no es posible?
El peregrino libanés quedo atónito ante tales preguntas y sin encontrarles ningún sentido respondió;
-No comprendo tu acometido. ¿Acaso nos conocemos o hemos visto alguna vez?
-Pues claro que sí, ¿luego de toda una vida junto a ti no eres capaz siquiera de reconocerme? He estado presente en tus aciertos y  desaciertos, jamás dude en estar presente en tus alegrías como en tus penas. Yo te vi nacer rodeado de personas que te amaban, en aquel momento llegue para quedarme, dándote así mi regalo. Pero desde aquel entonces solo veo que me malgastas y peor aún, teniendo una vida tan vana y alejada de la realidad caes en los pensamientos que hoy te atenúan en desdicha y que te han traído hasta aquí creyendo que alejándote y sacándome de tu pensamiento algo cambiará, posponiéndome como si de algo sirviese,  pero, debes saber que eso no es posible.
El peregrino estaba tan confundido que no emitía sonido alguno y luego de unos instantes e intentando comprender todo lo dicho por el anciano, rendido al pensamiento le pregunta;
-¿Quién eres tú? ¿Y quién te crees que eres para soltar de tu boca tales palabras?
A lo que el anciano, luego de una pequeña risilla, respondió;
-Yo soy el tiempo. Todo lo doy y todo lo quito. Porque el reloj gobierna la rutina de los hombres. Soy tan abundante como escaso a la vez. La vida, tu vida, está hecha de tiempo, pero así mismo es una carrera contra el tiempo.
Te quejas de la vida que llevas, allí estás, reprochándola… pero a su vez sentado y enquistado en tus vicios y gobernado por tus pasiones. Sabes que es hora de cambiar esa vida mal trecha que llevas y aquí estoy yo, esperando a tu lado. Me guardas en tu bolsillo pensando que estoy a merced tuya para que en algún momento te dignes a cambiar. Pero… debo decirte que estas en lo incorrecto; cuando menos lo esperes, yo ya me habré esfumado, abandonándote y dejándote a merced del Creador.
El peregrino sentíase como en un sueño y pensaba que pues en eso andaba pero eso no lo detuvo a seguir insistiendo y le retrucó al tiempo;
-¡Con que eres el tiempo! ¿Dónde andabas cuando te necesité? Cuando resignado a esta vida deplorosa no encontraba sentido y me largo a caminar bajo mis pensamientos que son mi cruz, ¿te dignas a aparecer y reclamarme?                                                                          
Respondió el tiempo;        
El tiempo son las cosas que cambian, cambia la luz y se vuelve de noche, cambia el tamaño de tus ojos al crecer, cambia la talla de tu ropa y cambian tus zapatos. Ese es el tiempo. Allí está presente, en el mismísimo cambio de las cosas.
¿A qué quieres llegar? Pregunto el libanés.
-A que yo he aparecido frente a ti siendo el tiempo mismo y pues como he dicho, aparezco en el cambio mismo y veo en tus ojos esas ansias de cambiar y conocer la Verdad e ir por el buen camino, por el camino donde el tiempo no se malgasta y hace valer esta vida cada segundo. Pero noto constantemente ese miedo y tibieza que no os deja avanzar, y lamento decirte que no podré esperarte para siempre.


El peregrino libanés empezó poco a poco a comprender por qué el tiempo decía lo que decía y de la manera en que se lo decía. Pero aun así, peregrino – duro de corazón- no confiaba totalmente en las palabras del tiempo pero no por soberbia, sino más bien por ese miedo al transitar ese cambio que de niño había dejado atrás.
Ese fue el momento en que abrumado por la situación hizo lo que mejor sabía hacer en ese entonces y fue correr y huir de la realidad por el camino oscuro a pique rápido sin voltear hacia atrás y fue allí cuando el tiempo, jugándose su última carta para convencerle, luego de espirar por decepción ante el peregrino huido, se levantó del costado de aquel arroyo y comenzó a soltar ‘‘tiempo’’ en el cuerpo del libanés quien al ir alejándose comenzó a sentir tal peso abrumador como si los años cargasen en él. Y viose en frente suyo algo así como una ilusión donde había un hombre viejo, feo de por sí, arrugado y sucio, arrojado en la tierra a merced de la primer jauría de perros hambrientos que pasasen, estaba despojado de paños y desnutrido y lo único que hacía era maldecir y  sollozar por qué nunca tuvo las agallas para cambiar esa vida llena de mentiras e impurezas.
El peregrino libanés al ver esto freno sus calzadas repentinamente y se reconoció a sí mismo en aquella ilusión y largándose a llorar en el camino se regocijó como tal y solo alareaba entre sus lágrimas y llantos la palabra ¡No quiero seguir llevando esta vida!
A los minutos de tal situación, peregrino sintió la presencia de El Tiempo frente a él y alzando la mirada le exclamó;
-Tiempo, a dónde vas con tanta prisa, ya no puedo esperar más, has deshojado mi piel como a un árbol en soledad en aquella visión. Tiempo cruel y doloroso, con la distancia vendrás a robarte mis recuerdos, aunque creo que no podrás, porque en este momento comprendo por qué debo cambiar. Necesito que me guíes, ¿por dónde debo empezar?
El tiempo le respondió con una sonrisa de oreja a oreja;
-¡Calma! No te apresures. A medida que tu vida vaya pasando te iré acompañando, tu no me verás pero estaré allí. Tu mente aún está muy confundida en profundos pensamientos, debes seguir por aquí, por donde has estado pisando. El camino aun es largo y te deparará muchas sorpresas.
Y así fue como en un abrir y cerrar de ojos, el tiempo había desaparecido y el peregrino libanés se encontraba nuevamente solo en el camino oscuro y poco a poco empezó a sentir nuevamente esa pesadumbre en su cabeza, pero esta vez daba cuentas de que debía seguir por tal camino y así emprendió nuevamente la marcha.
Pasada aproximadamente una hora de viaje, el peregrino logra divisar un nuevo puntillo en la lejania.


Continuará.
                                                                                                                 

                                                                                                                   El Peregrino Libanés






1 comentario:

  1. Increíble peregrino!! Me ha dejado muy contento con su escrito, el cual denota toda la esencia de su alma, o de la situación de su alma. Algo difícil de expresar pero a Ud eso no le ha sido problema. Lo felicito, siga así, espero con ansias la próxima conversación...

    Don Calixto Medina

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