viernes, 1 de diciembre de 2017

La despedida de Don Hilario de Jesús (2da. Parte).



La fecha del "fugas mundi" se avecinaba con una velocidad inusitada, silenciosa. Por eso Hilario decidió actuar y convocar rápidamente a todos sus amigos para darles por fin la noticia insinuada. Sería un encuentro particular, donde habría una gran festejo rebosante de sentida felicidad, pero al mismo tiempo se haría presente Doña Melany con sus apremiantes solicitaciones. Habria risas, y antes que ellas, sonrisas henchidas de asombro y de vera alegria. Conjuntamente estaría el llanto reprimido o aquel nudo en la garganta significando un desgarro real: el adiós a un amigo amado. Para todos sería difícil; mas, también, para todos este hecho les sería fácil de asumir puesto que nada había en el acontecer de la vida que la oración no enderezara para la Única dirección y cargara de un sentido liberador y bienaventurado. "La oración hace fácil lo difícil, posible lo imposible". Hete aquí, pues, que estos amigos de la Comarca mendocina, del barrio Liquidámbar, eran amigos orantes... orantes amigos.

Entonces fue que un viernes previo a ese tiempo tan hermoso y poético que es el Adviento, la compañía de Don Hilario se reunirían en el legendario rincón del jardincillo popular del barrio Liquidambar. Allí estaban todos presentes, sin ninguna baja, y ya eran horas las que llevaban conversando. Después de haber atacado con solemne furia la pata de jamón de un año y medio, junto al costillar que crocante había quedado luego de chispeantes y vivarachas llamas, y habiendo bebido ya unas cuantas cervezas artesanales, se disponen a una plática más profunda con el estómago lleno, las pipas danzando y los vasos de vino al tope.

En esto de descorchar tintos, Don Virula toma la palabra, y abre la íntima conversación:

-Compadre Hilario, yo sé porqué estamos aquí reunidos, pero le pido que se exprese con claridad que los corazones de la mayoría de los compadres sigue en vilo.
-Amigo, amigos -comenzó diciendo el barbudo mientras terminaba de limpiar su pipa con el atizador, y alzando la mirada, continúa-, muchos acá han contemplado mi corazón al descubierto entre tantas farras y tertulias, y han sabido que nunca me he sentido satisfecho aquí, feliz en este mundo chato, en esta vida rastrera de una sociedad prosaica y de una cultura nihilista. Mis quejas las han oído. Mis vivencias las han observado. No puedo seguir aquí entre ustedes... "hay heridas demasiado profundas, que echan raices", diría Frodo. ¡Debo partir! Y pronto, para hallar la verdadera cura del alma.

Se oyeron diferentes sonidos en el quincho que provenían de los oyentes que habían reaccionado de tan variadas formas ante tal noticia. Reinaba el silencio y un asombro perplejo. Es Jens el que tuvo que intervenir a causa de un descontento interior por lo que acaba de decir su amigo.

-Pero, compadre -empieza como tartamudeando el belga por la tensión del momento-, comprendo lo que dice con respecto a la podredumbre imperante en el cosmos; no obstante, es menester distinguir lo verdadero, bueno y bello que hay en todas las cosas. Se puede abrazar la vida mientras refleje al Ser. Si usted parte aún considerando esto, ¿no estaría huyendo de también del trigo que está en la cizaña?
-Jens, tanto tiempo juntos y aún dudas de ello... -respondía con voz queda el barbudo. Y prosigue:- Claro que no me escapo de las excelencias de esta espléndida Creación. Bien sé que la paradoja se encuentra en cada minúsculo detalle de nuestras existencias y por eso no me hallo desequilibrado como para fugarme de tanta cosa querida por el Criador. Es sencillamente que el corazón no se siente a gusto en este pasajero mundo, pero amo la vida en su nobleza y en sus altos ideales, como amo a la mujer, a los niños, al asado entre amigos y a las mateadas en familia durante las vacaciones -termina el viejo un tanto agitado por un pathos que amenazaba indómito-.

Todos seguían con el silencio contemplativo de los ojos lo que salía de la boca de Don Hilario. Las palabras golpeaban de diversas formas los corazones presentes. Sí, es que si bien Hilario era amigo de todos, no por ello no tenía sus preferencias con pocos a quienes ya les había descubierto el corazón de modo más íntimo. Era a estos que las palabras del Viejo le sonaban como un "grave bajo profundo". Así, sin contenerse por más tiempo, revienta en lágrimas el Morocho:

-¡Qué cabrón, qué maricón! -iba pronunciando con temblor Don Ojota- Te vas como si nada, te vas para siempre... ¿Y nosotros qué? ¿Acaso no podremos acompañarte en esta nueva aventura? Sé que me costará adaptarme al nuevo modo de vida que se lleva en ese Monasterio, pero más me costará que un pedazo de mi corazón se desgarre... -y luego de tranquilizarse un poco, remata resuelto Fonsé:- ¡Yo iré contigo!
-Y yo también -agregó el de Los Gamos mayor.
-Y yo... -balbuceaba un pensativo Don Pelayo, recién venido a la Patria para restaurarla con un puñado de valientes cuyanos, que no cesaba de fumar sus puros "Toscanos" traídos de sus viajes por las Uropas. Intentaba, el antiguo Emigrante, ordenar sus ideas  en la cabeza a medida que la conversación avanzaba, pero lo que más le costaba era callar a su corazón inquieto que bramaba fuego y trueno. Entonces interrogaba y se interrogaba así:- yo, ¿podré seguirlo en esta empresa tan noble y alta? Mi corazón me empuja a abandonarlo todo y seguir en pos de sus huellas, pero yo dejé mi Madre Patria y toda la parentela porque vi en sueños tener una misión en esta tierra natal, Ahora bien, ¿no podré hacer patria desde la trinchera monástica? ¿No será, en esta guerra de dimensiones insospechadas, un crucial puesto de batalla para frenar el avance del Enemigo y de los enemigos de la patria amada? ¡Ay, qué difícil se hace cumplir la Voluntad del Padre, ch`amigo! -y se agarraba la sien con su enorme manota.
-Quiero decir algo... -se oyó desde un rincón en penumbras donde sólo se veía con claridad una pera reluciente; en efecto, era Pericles ahora el que tomaba la palabra con solemnidad:- La toma de las grandes decisiones en nuestra vida jamás serán definidas en un clima de bulla y entusiasmo juvenil. Sólo se llevan a cabo determinadas determinaciones en el silencio, en la soledad y en el recogimiento. Y con paciencia, procurando velar y orar para no caer en la tentación. ¿Cuál tentación?, ustedes me dirán. La tentación que acaece en los jóvenes de buen corazón y metas altas, y es la de entrar a desesperarse por no saber con claridad qué camino seguir para cumplir el Querer Divino a rajatabla. Ya mucho tenemos con el ser fiel en lo poco...
-Sí -interrumpe el Marqués de repente y con candor-, hasta me atrevería a decir que esa "segunda vocación", digamos, viene como añadidura divina por el sólo hecho de perseverar fieles en Evangelio. Aún más, podría ser este motivo de querer discernir en cuanto antes el modo en que Dios quiere que yo me santifique, un obstáculo para justamente postergar ese deber primario y primordial que todo cristiano tiene; a saber, la escucha atenta y amorosa y constante de la Palabra Divina.

Cada vez se tornaba más interesante la noche con intercambios inteligentes y apasionados de pensamientos peregrinos. Poco a poco se iban sumando los más tímidos del grupo para ir aportando cada uno su parecer, o ir compartiendo su desazón o dicha. Por esto coemnta a media voz el melancólico Zaqueus:

-Lo que dice el Marqués es muy cierto, tan cierto que las mejores revelaciones para hacer camino al andar las he recibido mientras leía las Sagradas Escrituras. Y si bien es cierto que de los aquí presentes quizá sea yo el más bollante cuando de hacerse un lugar en el mundo se trata, no es menos cierto que mi corazón reposa tranquilo en el Señor ,como Juan en la Última Cena. A tal punto que el que me pregunta con cierta insolencia o mucha inocencia: "¿dónde estás, en la vida de mundo, en la carrera de la vida?", yo me limito a contestar con firmeza y sencillez: "En el Corazón de Jesús"...
-¡Qué certeras palabras, Guerma! ¡Qué fuerte! -y luego de esta exclamación se quiebra en sollozos el sensible Jimmy.
-La verdad que sí -retoma la palabra Hilario que parecía haberse ausentado por unos instantes.- Tan cierto es lo que dice Zaq que yo descubrí mi llamado durante una Lectio Divina. En ese momento, tan feliz y lleno de paz, lloré y lloré y lloré... pues la convicción de seguirlo a sólo Él me había por fin visitado. Y todo esto obra del Amor Hermoso -mientras paladeaba este último Nombre Divino se le iban llenando los ojos de lagrimas reprimidas y no siguió porque el nudo de la garganta se había apoderado de su discurso.
-¡Salud, Hilary! -lanzó un The Young Writer que por primera vez en la historia de las juntadas había decidido no llevar su cuadernito de apuntes y anotar todo en su memoria. Y con mucho fervor y una buena sonrisa adherida a su nariz, felicitaba a su amigo:- Creo que estoy orgulloso de vos. Sospecho que tu ejemplo interpelará a nuestros corazones. No me imagino que esta amistad siga su curso indiferente sabiendo que un amigo estará más cerquita del Amigo con mayúscula pidiendo por nosotros. Eso sí, te vamos a extrañar, camarada -y con el copón que tenía en la mano, alza  su mano y traga un largo sorbo de vino Viejo Isaías, como no podía ser de otro modo.

A esta confidencia ya se animaron los que restaban aparecer en las muestras de afecto y buen ánimo.

-Te queremos, viejo barbudo, que ahora puede que seas un ejemplo, pero que bien travieso fuiste años atrás... Pero me consuelo sabiendo que tendrás toda una vida para purgar tus pecados, jajaja -decía en alta voz el casi ebrio Joselito.
-Sé un monje, si eso es lo que vas a ser, de verdad. Nada de beaterías, ni imposturas, ni mariconeadas de ningún tipo. Sé auténtico -remató Don Catalino.
-Y buena onda -sumó el Medina.
-Y no dejes de chupar vino y fumar pipa con boina, porque si no, nos obligarás a irte a secuestrar para hacerte recordar que antes de ser monje, eres un gaucho, mierda -risas diáfanas se hacían sentir por aquella hora en el rincón a causa del ya ebrio Don Ávila de la Manchita.
-Te enviaremos cartas... -suspiró Don Rionnes.

Don Hilario, que ya se había recuperado de la emoción anterior, habla de esta manera:

-Gracias a todos por sus sentidas palabras. Sé que cuánto me quieren y nunca dudé de su amor hacia mí, como nunca yo puse en duda el amor que les tributo. Sólo el Altísimo sabe lo que mi corazón siente ahora por ustedes, y ha sentido en tantos años de amistad y camaradería. Quisiera decirles tantas cosas pero prefiero guardármelas como un secreto mío que será revelado sólo cuando este tierra y este cielo pasen, y todos nos reencontremos en el Reino futuro, la Taberna Eterna. Es bueno y justo que entiendan que nada de esto ocurre por mérito mío. Es Él, siempre ha sido Él -perdía el Viejo su mirada en el inmenso firmamento. Y termina su agradecimiento con una petición:- Sólo le pido al Starets Abubba que me bendiga aquí entre ustedes y me deje partir.
-Oh, Don Hilario de, ¡vaya que lo serás!, de Jesús -inicia su plegaria el pálido geronte.- Conmovedor a sido tu camino hasta aquí, pero más conmovedor será el camino nuevo que ahora emprendes. Te he visto jugar de niño por entre los liquidámbares y los abedules de nuestro pueblo. ¿Quién lo hubiera imaginado, caro mío? Tú de monje. ¡Vaya que Dios es grande y misericordioso! -y parándose del añejado tronco de eucalipto, levanta su brazo e imparte la bendición de los peregrinos:- Yo te bendigo, hijo y amigo mío, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Que los Angeles te lleven en sus palmas, San Cristóbal te acompañe, y la Reina y Madre nuestra sea tu guía y tu sostén hasta la muerte. Amén.

Todos al unísono contestaron: "AMEN".


1 comentario:

  1. ¡¡Ay compadre que emocionante escrito de despedida!!... mas he de presumir que ésta no será su última entrada, el forjador de este querido Blog no puede dejarnos desamparados a los demás!

    Simplemente unas cortas líneas:
    Quizá la farra no me dio el momento de expresarle unas sentidas palabras de adiós mezcladas de llanto y contento, mas no quiero, a la luz de cualquier lector, decirle lo íntimo de amigo a amigo pues no sería íntimo. Pero si he de expresarle mi contento (y desolación) por su partida, y el orgullo que siento de haber sido amigo suyo y compañero de aventuras, tertulias y fogones amicales en el tiempo que compartimos. También, y con más orgullo aún, el haber sido escogido por Dios y su diligencia en la escucha y cumplimiento del llamado. Y bue... tantas miles de cosas más, que las letras podrían excederse mas las lágrimas y el júbilo jamás.

    Hasta nuestro pronto reencuentro querido Hilario (y bien llamado) de Jesús!!
    Un fuerte abrazo!!

    Don Camilo dB.

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