-Sancho, decidme, ¿es que por ventura veis y escuchais lo mismo que yo? -pregunta exaltado Don Quijote mientras frena de golpe su andar hidalgo.
-Bueno, mi señor, no sé que pueda ser lo que Ud. está viendo con sus dos ojos, pero con los míos veo como manso rancho lleno de mágicas luces de todos los colores con humo que sale de quién-sabe-dónde y con una música que mágicamente mueves mis caderas -contesta Sancho Panza que ya atinaba a bailar al ritmo de la extraña canción que se apoderaba de sus oídos.
-Ay, Sancho, Sancho... -comienza a resoplar el Hidalgo mientras apoyaba su sien sobre el escudo - ¿es que no os dais cuenta que aquella es la cueva de un Dragón y tú estais siendo víctima de uno de sus demoníacos hechizos?
-Ahhh...
-¡Vamos, Sancho, no podemos permitir que los dragones acechen esta pacífica comarca mendocina y la infecten con sus diabólicos alientos! -y en diciendo esto, se encaminó con paso firme y seguro hacia esa fortaleza de dragones. Sancho fielmente lo seguía por detrás.

Al llegar a la entrada de aquel espectacular recinto, se encuentran Don Quijote y Sancho Panza con dos hombres musculosos vestidos de traje y corbata que estaban de pie cabe a la puerta. En el intento de entrar el Quijote por el portón enrejado es alcanzado por los guardias de negro que lo zamarrean y lo echan para atrás. Entonces les dice el Hidalgo:
-¿Qué creis que estais haciendo conmigo? ¿Es que acaso no sabeis quién soy yo? ¿O es que por ventura Vosotros sois agentes del gran Dragón y por ello me tratan como a una rata? Pues porque si es así, tendré que ajusticiaros con mi lanza de caballero andante -al exclamar esto último con las desprolijas cejas levantadas y los amarillos dientes apretados, se puso en posición de ataque.
Los guardias, al contemplar dicha escena, estallaron en risas. Por esto Sancho actuó, porque no podía impedir que se burlaran de su noble señor, y dijo el Escudero:
-¿Qué es lo gracioso? ¿A ver, gigantes de papel?
-¡Por favor! ¡Paren! -balbuceaba el guardia 1 mientras seguía riéndose prosaicamente.- Los felicito, locazos, no pueden haberse disfrazado tan bien del Quijote y Sancho Panza. Pero igual le han pifiado al evento, acá no hay ninguna fiesta de disfraces.
-¿De qué estais hablando, fieras del Maligno? -gritó el Hidalgo sujetando más firme su lanza.
-¡Flaco, cortala! -contestó el guardia 2.- Esto es un boliche común y corriente. O te las tomas o te sacamos a las patadas.
-¿Qué forma es esa de hablarle a mi señor, bárbaro rufián? -interviene valiente Sancho.
-Gordo, no nos hagas reír más, y andate vos también con este viejo chiflado si no quieren tener problemas. ¡Va en serio! -volvió a amenazar el guardia 2, echándole un pequeño empujón a Sancho que se había acercado al frente de los guardias con el dedo en alto.
Don Quijote, al observar esta tamaña ofensa a su servidor y considerando que tales sujetos uniformados se merecían una dura corrección, decide entrar en acción con escudo y lanza. La riña comenzó a la entrada de lo que, al parecer, era nomás un boliche. Por fortuna para los caballeros andantes (aunque según Don Quijote fue "para fortuna de ellos, los oscuros sirvientes del apestoso Dragón"), la pelea fue suspendida por unos jóvenes testigos de toda la gresca que decidieron terminar la pelea de los 4 grandulones. El escudo del Quijote desapareció en medio de la trifulca y su lanza la hicieron pedazo los guardias. Con todo, no se desanimó el Hidalgo de la Mancha, y mientras se alejaban de la entrada protegida por los "patovicas" le dice con calma a su compañero Sancho:
-Tranquilo, Sancho, tranquilo que entraremos de alguna forma en este nido de inmundicias y asesinaremos a ese ser alado maldito. Sí, mi amigo, que Galadriel así lo desea y Ella nos ayudará.
-¡Qué grande, mi señor! Ud. es el mejor; Ud. sí que sabe. ¡Tres hurras para la Señora Galadriel! ¡Ja! Esos truhanes se sorprenderán cuando nos vean salir desde adentro de la cueva con el Dragón montado sobre su lomo hediondo.
-¡Ay!, si estuviera Rocinante en este momento podría vencer a la bestia con mayor facilidad... Mas, basta Sancho, que la victoria es nuestra de todas maneras pues Galadriel está con nosotros. Adelante, mi aguerrido Escudero, que al término de este muro hallaremos un hueco para cruzarnos al otro lado y explorar qué es lo que está sucediendo allá adentro...
---Continuará---
Don Hilario!! Por momentos pensé que había copiado el texto tal cual lo describe Cervantes. Al continuar leyendo, pude experimentar algo curioso: Este gran autor se ha despertado de la tumba, y contemplado a estos gallardos. Destinados a la verdad, y titubeando de cuando en cuando. Caballeros andantes en calles de asfalto, en peatonales y en subtes. Al vernos nos exhorta nos dejarnos hipnotizar por los dragones. Pues que así sea Don Miguel, que así sea Don Hilario, que deste mundillo barato no quede rastro alguno. Seamos firmes a tamaña vocación.
ResponderEliminarEspectacular relato, ansiando la segunda parte, a ver cómo termina el caballero de la triste figura con ese dragón. Y reafirmo lo dicho por don Virula, hacen falta caballeros andantes, que combatan en el mundo actual, con los ideales de antaño. A eso estamos llamados camaradas.
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