Lugo, Galicia, España. |
La cita ya estaba preordenada por las Musas de Castilla. También influyeron en la decisión los Hados de Galicia. La conspiración fue ejecutada a la perfección. Dos caminantes de la vieja Cristiandad se reunirían en la nueva Madrid. La cena esperada cada vez se aproximaba con más prisa y por eso mismo los corazones de los convocados latían más aprisa. Tal vez fuera él quien aguardaba la hora con ansias mayores que ella. Sin embargo ella no ocultaba sus expectativas en que esa noche la luna se vistiera de fiesta y de gala, aquella gala que al gallardo candidato le faltara. Mas no le faltó gallardía en la velada, de eso estamos seguros.
El relato ha comenzado y ya los lectores atentos y un poco impacientes desean saber quiénes son los protagonistas de esta crónica devenida sueño, un delicioso sueño del cual el servidor de Cuyo aún no logra despertar. Él, el moso explorador, no es otro que Mr. Pale, de cierta reputación en otras bitácoras afamadas. Y ella, la siempre joven, es la maravillosa y agraciada Srita. Prim, conocida en San Ireneo, San Etelberto, el Barrio Liquidambar y cientos de otros lugares más, todos ellos encantados.
Vale aclarar, antes de continuar, que lo que sigue me lo contó el mismísimo Pale cinco días después de lo ocurrido. Aunque, también es necesario agregar que, para el señor Pale, las agujas de los relojes se detuvieron aquella noche de un Lunes cualquiera en la cariñosa Madre Patria, nuestra querida España.
El horario del encuentro era latino, 22.30hs, por lo que ya había familiaridad en escoger dicha hora que por cierto, fue una gentileza de Prudencia Prim. Bilbo Pale, que realmente no tenía pilchas que ponerse, tuvo que ingeniárselas con pilchas ajenas de sus amigos, los gigantes Poli. Así que marchó de su refugio madrileño con algo de perfumito en el cogote, legendarias sapatillas "policho", un par de puritos "Café Crème" para calmar los nervios, y muchas agallas. Salió presto de su residencia con el tiempo justo, nada de nuevo en las agendas de Pale. El restaurante gallego que haría de escenario del combate y de la danza, no quedaba cerca sino que habían kilómetros que conquistar hasta arribar a destino. Por esto mismo es que Pale sudaba al constatar en el glorioso metro de la línea 10 que no llegaría a tiempo. En cuanto a la presentación, no estaba mal aunque la talla de la vestimenta fuera dinosáurica. Con todo, no se desanimó y con algo de vergüenza le envía un mensaje a Prudencia que 10 son los minutos con lo que andaba de retraso. Un sencillo y delicado "No te preocupes" de respuesta aceleraba la circulación de la sangre del viajante subterráneo.
Finalmente llegó con 5 minutos de demora a lo que en verdad no era un restaurante sino una taberna, una mítica taberna gallega. Otros 5 minutos después arribaría ella en una carroza amarilla y negra. La reconocí al instante, del mismo modo como cualquier Gallardo Sin Gala puede olfatear a una mujer de raza élfica andando en las inmediaciones de uno. Que si las Elfas son reales o no, déjeme decirle mi amigo Zaqueus que aquella vez Pale vio una con todos sus sentidos en guardia. Sin embargo, déjeme también comentarle que nuestras Elfas no necesariamente serán como las describe el Dr. Tolkien. La que vió Pale, si bien mantenía la tez blanca como Arwen, tenía casi la estatura de Rosita Coto. Físicamente hablando, puesto que describirla en otros campos ya es pericia de entendidos o de poetas. Eso me dijo Pale.
Bien. Una vez hecha la salutación inicial con su elegancia y su traba que se lengua, nos dirigimos a la mesita "para dos" que se hallaba animosa obvservándonos desde un rincón del 《Octafú》. Se sienta ella primera como es debido y tras ella él que aún le faltaba la añorada "verbositas". Es que claro, hacía tiempo que Pale no se encontraba en estos "trotes" que requieren de agilidad y mucha memoria. Volvía a las canchas pero no para jugar contra la Lepra, siquiera contra las Gallinas, sino que se encontraba con un rival superior, nos referimos al temible Merengue. En otras palabras, se había olvidado de lo que era estar en presencia de una mujer bella, inteligente y graciosa. Y si ya es extraño dar con una mujer así, cuanto más lo es conversar a solas con Srita. Prim, cual si fuera el Hombre del Sillón. Esta vez, el joven Pale, sería el "Hombre de la Silla", aunque de esto no hay libros escritos sino este modesto relato que se comienza a hacerse largo.
 Rápidamente Pale superó los nervios iniciales que cualquier gallardo tiene en tales apuros. Por fin comprendió Pale que, por mucho que se trabaje por mantener la calma en estos asuntos, la verdad de las cosas es que uno pierde fácilmente ante la ansiedad y curiosidad desencadenas. Lo mejor es, amigo mío, saber que esas fieras atacarán el corazón del gallardo sin remedio y sin piedad. La causa de dichos enredos se halla en que todo es una ilusión o un ensueño en la previa del encuentro. La táctica estará en comprometerse con el ser que se tiene en frente y así uno se irá relajando como cuando se presta atención a un hermoso paisaje o como cuando se agudiza el oído ante una melodía de Bach.
Nunca Pale estuvo tan ágil como en aquella noche de primavera. Ella no dejaba de ofrecerle embates a la educación y gracia de Pale. Éste tenía que hacer maniobras que no recordaba, y hacerlas lo mejor posible. Tales como comer lentamente, sin ruido, con la boca cerrada, bebiendo cada 5 minutos un poco de cerveza, usando la fina servilleta oportunamente, utilizando los cubiertos a la perfección, respondiendo miles de preguntas que no tenían que hacer que la comida se enfriara -y ciertamente había un mogollón de manjares suculentos de Galicia-. Debía cuidar también las miradas, las risas y sonrisas, los pequeños gestos, las delicadezas de mil tipo. Agradecer, disculpar, pedir, todo con exactitud pero también con donaire. El grácil desenvolvimiento no debía estar reñido con el decoro y la ejecutación puntual de las buenas maneras. ¿Era una danza? ¿Era un combate? Ya se lo advertí, pescador nocturno.
A pesar de todo esto, o por esto mismo, el alma peregrina de Don Bilbo Pale era invadida por una felicidad aplastante y misteriosa. La sensación que tenía el viajero Pale antes, durante y después del banquete era la propia de un enamorado. Pero, ¿qué dices? ¿Se nos enamoró Mr. Pale?
Despacio. Veamos.
No es una rareza que Pale cayera en el hechizo mágico que acaece en los enamorados. No obstante, si Pale fue presa de una posesión semejante, lo fue de una manera casta como aquella que aconteció en el pecho del Quijote al ver a su entrañable Dulcinea del Toboso. Sólo así se entiende que Pale se enamorara de los encantos de su nueva amiga, la Srita. Prim.
Mientras las estrellas seguían asombradas por las pestañas de Prudencia, el último camarero los echaba de la taberna con mucha discreción. Claro, Pale y Prim eran los únicos dos que quedában en la mesita blanca del rincón morado conversando de bellas cosas de ayer y de hoy. Así que tuvieron que levantarse, primero ella y luego él, sin merma de los ritos. Mas no tuvo otra opción Pale que renunciar a la obstinada voluntad de la Srita. Prim a invitar la rica y abundante cena "a la gallega".
Salieron de la taberna y la noche todavía continuaba siendo noche. Pasearon por el Barrio de las Letras como dos compañeros de travesías que cuentan sus fantasías. Eran cerca de las 2 de la mañana y Pale corría el riesgo de que le cerrarán los túneles, teniendo que andar kilómetros hasta retornar a su lecho. De todos modos, si se trataba de alcanzar un segundo más para estar en compañía de la Dama Prim, Pale estaría dispuesto a correr cualquier peligro con tal de alargar este paseo de cuentos.
Ella, con su prudencia que la nombra, decidió pedir un taxi que la llevara hasta su departamento, pero cargando con Pale para dejarlo en el transporte conveniente. Otra gentileza de Su Bondad. Pale seguía absorto.
Antes del adiós o del hasta pronto, Pale rogó por una foto de recuerdo que, si bien lo consiguió, tuvo que borrarla en presencia de Prudencia porque así lo mandaba Su Dulzura. Así y todo, quedaría en el corazón del viajerito Pale como una huella imborrable la imagen de Su Delicia, la Srita. Prudencia Prim.
Por fortuna para el inquieto peregrino hubo un hasta pronto en la despedida que sellaron con dos besos a la vieja usanza. Ella continuaría en el coche hacia un rumbo desconocido. Él bajaría a las tinieblas de la ciudad para tomar el último metro fantasma. Con el aburrido sonido del subterráneo, Don Bilbo Pale susurraba estas huidizas palabras: "¡Qué mujer!".
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Hilarious.
Ciertamente, qué sensación de grandeza invade el alma al descubrir el amor casto y puro, un amor espiritual. Uno se sabe grande pero no por sí, sino por su dama, a quien representa. Tal sentían los medievales caballeros andantes que encontraban fuerza en su brazo, gentileza en sus palabras, rectitud en sus intenciones y justicia en su voluntad no por sí, sino por su dama, y por el Tata Dios, que regían su obrar, omitir y pensar.
ResponderEliminarMe alegra Sr. Pile, que haya usted encontrado su Dulcinea, su doña Jimena, pues desde ahora será firme norte que guíe sus pasos.
Un viril saludo.
Respetable y recordado Emigrante Nostálgico, ¡salud!
EliminarEs un gozo saber que Ud. en el exilio no ha estado errabundo ni se ha convertido en ese fenómeno tan a la moda llamado "ciudadano del mundo", que tanto repulsa a caballeros andantes aunque al mismo tiempo suscitan tanta piedad. Como sea, Ud. se ha sabido mantener en la brecha con la lanza en alta y el escudo en posición velando por el día en que retornar a su añorada Mendoza, nuestra querida Comarca. Siga valiente castigando a rojos impíos y perdonando con el signo de la Cruz a seres disolutos que vagan de aquí acullá sin Dios, sin Patria y sin Rey.
Gracias por su aparición y sus justos comentarios en estas patriadas.
Yo le dejo otro saludo caballeresco y bendigo sus pasos, Emigrante.
A vuestra merced,
Hilarious.
Por lo que entiendo, un genuino gallardo desconfía de el amor platónico: amor no puede ser un ejercicio intelectual o una sensación sin cuerpo. El verdadero amor reclama todo: espíritu, alma y cuerpo. Es un dulce combate de búsqueda y encuentro. Cree que finalmente se han reunido... y se encuentra solo en el corazon de una antigua ciudad. Cree que ha perdido todo, pero se encontró a sí mismo. Cuando desaparece, no desaparece completamente. Persiste un agradable perfume, un deseo más intenso que el mismo encuentro. Pero el Camilo habla de oídas....???
ResponderEliminarQuerido Don Hilario! Tanto tiempo sin conversar con usted ni saber de sus andanzas, me imagino que debe estar muy bien. Le comento que me encontraba estudiando cuando de pronto fui raptado por las musas que me llevaron al blog sin dejarme ninguna opcion... Al ver el titulo del escrito no puedo negar que no me senti atraido y intui el porque del rapto, asique comencé a leer. Queria agradecerle por sus palabras, porque ha podido expresar de muy buena manera un tema tan dificil de explicar, segun mi entender, como lo es el verdadero enamoramiento. Estas ultimas semanas he vivenciado algo muy parecido a lo que le ha pasado y al ser un hombre que le cuesta expresarse estoy muy alegre de que usted las haya puesto por escrito.
ResponderEliminarEspero su regreso para poder profundizar mas en el tema, con un trago y cigarro de por medio.
Lo saludo cordialmente
Jimmy el cazador
Estimado y viejo amigo Barba, gran agrado su escrito, dotado una sutileza en la observación de los detalles. Justamente es lo que todo gallardo busca trascender, en los detalles. Y viniendo de parte de una Elfa como la mentada, no logro imaginar la armonía de sus gestos y sus palabras. Me estremezco solo con pensar estar cara a cara con un ser de tal talla.
ResponderEliminarSaludos desde el otro lado del charco.
Don V